jueves, 10 de marzo de 2011

CAPÍTULO VI. SUS AMIGOS: EL CURA Y EL BARBERO, AYUDADOS POR EL AMA Y LA SOBRINA DE DON QUIJOTE QUIEREN EVITAR QUE VUELVA A LAS ANDADAS Y QUEMAN SU BIBLIOTECA, SALVANDO ALGUNOS LIBROS.


Muy temprano llegaron a casa de don Quijote sus amigos, le pidieron la llave de la biblioteca al ama y entraron. Había más de cien libros. Tanto el ama como la sobrina habían decidido quemarlos. El cura consideró que había que leer los títulos para ver cuál se podía salvar.
En el escrutinio se salvaron del fuego los siguientes: Los cuatro de Amadís de Gaula  porque, según el barbero,  es un libro verosímil;  Palmerín de Inglaterra porque está escrito con una prosa clara y se expresa con razones convincentes; Don Belianís de Grecia se salva siempre que se le suprima el exceso de imaginación que lleva; la Historia del famoso caballero Tirante el Blanco porque tiene un excelente estilo y es una mina de pasatiempos: "aquí comen los caballeros, y duermen en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte. ( Cervantes alude al realismo de la novela de Martorell)
 
Terminados los libros de caballerías pasaron a los pastoriles. Empezaron con la Diana de Montemayor. El cura opina que se suprima de este libro la parte que se refiere al agua encantada y los versos de arte mayor, pero que se deje la prosa. También salva del fuego la Diana enamorada, de Gil Polo; Los diez libros de Fortuna de amor, por lo cuidado de su estilo; El Pastor de Fílida, por ser el protagonista un discreto cortesano. Sobre la Galatea, opina el barbero que el libro propone algo, pero no concluye en nada, por lo tanto habrá que esperar a la segunda parte para ver el final.
Valoran después tres poemas épicos: La Araucana, de Ercilla, La Austriada, de Juan Rufo y El Monserrato, de Cristóbal de Virués. Los tres, según el cura, por la relevancia de sus versos.

Comentario

Estamos ante un capítulo de crítica literaria que nos da indicios claros del Pensamiento Literario de Cervantes, aludiendo al importante libro de Américo Castro. Los rasgos comunes  que tienen los libros que se salvan de la hoguera son la verosimilitud, la claridad con la que están escritos  y el grado probable de que lo que cuentan pueda ocurrir.  Esto constituye el bordón de su quehacer literario y es lo que desea que el lector comprenda.
He subrayado lo que afirma el cura cuando libra del fuego el Palmerín de Inglaterra porque entre sus virtudes halla la eficacia de las "razones cortesanas y claras , que guardan y miran el decoro del que habla con mucha propiedad y entendimiento". Este decoro, como explica el académico y catedrático de la Universidad de Madrid Lázaro Carreter en La prosa del Quijote es "la adecuación justa del modo de expresarse el personaje a su cualidad y carácter variable según las circunstancias del que habla". Es decir, el escritor o hablante competente debe saber elegir las expresiones lingüísticas mas adecuadas a cada situación. 
 Américo Castro lo expresa también muy claro:  “Cervantes explica conscientemente el análisis racional de la realidad”.  Su credo intelectual lo dejó escrito en el  axioma que encierran estos versos  de su poema “Viaje al Parnaso”:

Que a las cosas que tienen de imposibles,

Siempre mi pluma se ha mostrado esquiva.

Las que tienen vislumbres de posibles,

De dulces, de suaves y de ciertas,

Explican mis borrones apacibles.

Avalle Arce, en Don Quijote como forma de vida, percibe sobre la biblioteca de don Quijote algunos puntos que conviene recordar:

a) “Esa famosa biblioteca no atesoraba más que novelas en prosa y libros en verso, de los cuales ninguno pertenecía al género dramático; b) se aprecian ausencias de géneros de amplia difusión en la época: ascética, mística, filosofía y romances; estos últimos demuestra conocerlos por la tradición oral; su biblioteca padecía de total falta de actualidad; no poseía ningún best-seller de sus años. El libro más moderno es El Pastor de Iberia (1591), de Bernardo de Vega; c) Lo anterior demuestra que don Quijote no estaba al día en las lecturas de los libros que se publicaban. No progresó desde su juventud. Siempre se comportó como un muchacho encarnado en el cuerpo de viejo”.

Entiendo que con bastante agudeza percibió Avalle lo siguiente: “Si la vida del cristiano, moro o judío se fundamenta sobre un libro- Biblia, Corán, Torá-, la vida de don Quijote se estructura sobre un libro: el de caballerías-, especialmente el Amadís”.  Se pregunta Avalle: ¿Hay analogía de dependencia?. Afirma no saberlo.



Desde la psicología, analiza a don Quijote, el catedrático de Psicología de la Universidad de Oviedo,  Mariano Pérez Álvarez en Psicología  del Quijote. Lo realiza desde lo que se llama “El principio quijotesco que se refiere a la adopción de una identidad conforme a personajes literarios.” La tesis que defiende el autor es que la dialéctica persona/personaje que constituye a la persona real, se encuentra en cada uno de nosotros en más o en menos grado; tomando como referencia la que  se da entre “don Quijote, que viene a ser el personaje y Alonso Quijano, la persona de partida”.
Este principio quijotesco lo vemos en la vida real, tanto “con personajes de ficción e históricos, como con preceptos que modelan conductas (como ser un buen cristiano o un metrosexual) e, incluso, con base en la información por la que uno rige su vida(a la moda científica, tecnológica o budista)”

Especial importancia en esta crítica literaria que realiza el cura Pero Pérez es su postura ante la novela caballeresca Tirant lo Blanch del escritor valenciano Joanot Martorell, publicada en Valencia en 1490. Escribe Cervantes: 
"- Valame Dios -dijo el cura, dando una gran voz -, que aquí está Tirante el Blanco!. Dádmele acá, compadre, que hago cuenta que he hallado en él un tesoro de contento, y una mina de pasatiempos...Dígoos verdad, señor compadre, que por su estilo es éste el mejor libro del mundo: aquí comen los caballeros, y duermen y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con estas cosas de que todos los demás libros de este género carecen. Con todo eso os digo que merecía el que lo compuso, pues no hizo tantas necedades de industria ( a propósito) que le echaran a galeras por todos los días de su vida. LLevadle a casa y leedle, y veréis que es verdad cuanto de él os he dicho".
Hay una evidente contradicción entre la alabanza del libro en la primera parte y la condena a remar en galeras del autor del mismo en la segunda. Lo anterior ha dado lugar a considerar este pasaje como muy obscuro por los cervantistas, especialmente el cervantista y académico de la Lengua,  Diego Clemencín,  y muy atacado por los tirantistas. Se han escrito diversos artículos aclarando tal obscuridad. Son de especial mención el que hace Daniel Eisemberg en "La interpretación Cervantina del Quijote" y especialmente el artículo del Profesor de ,la Universidad de Salamanca,  Pedro Javier Pardo García en "Don Quijote, Tirante el Blanco y la parodia realista. De nuevo sobre "el pasaje más obscuro del Quijote". Considera el autor que "es lógico pensar que Cervantes imitó o se sintió al menos influenciado por aquello que alaba y se separó de Martorell en lo que critica." Como se ve en lo dicho por el cura, lo que critica Cervantes es "la industria"con que está hecho el libro, es decir el propósito artístico con que está hecho el Tirant. Sostiene y demuestra el autor la tesis de que la "industria" o propósito de Martorell es distinta de la de Cervantes. "La parodia de Martorell surge de su intento de adaptar el género de  caballerías a una nueva realidad para renovarlo, en Cervantes del enfrentamiento del mismo a una nueva realidad para ridiculizarlo...El propósito paródico o artístico que le faltó a Martorell, equivale al propósito o industria que le sobra a Cervantes"
La profesora Sylvia Roubaud, especialista en Libros de Caballerías, comenta este capítulo, coincidiendo, en general con los anteriores comentarios. El tema de la lecturas de don Quijote resurge cuando este regresa a su casa, pero aquí no se limita ya solamente a los libros de caballerías, sino a otros géneros como la novela pastoril, la poesía heroica y la lírica amorosa; el contenido refleja la tendencia de don Quijote a la literatura de imaginación y el poco entusiasmo que el autor tenía por la novela picaresca. 
Si comparamos esta biblioteca con la que tenía el caballero don Diego de Miranda en (II, 16), vemos que no hay obras de devoción ni de historia como encontraremos en la biblioteca de don Diego.
Señala la profesora que las acusaciones de inmoralidad y mentira que realiza el cura Pero Pérez, coinciden  con las que hicieron moralistas y teólogos de la época, de Cervantes: Juan Luis Vives, Pedro Mexia,  Arias Montano o Juan de Valdés. Considera la profesora que " si esta corriente crítica pudo inspirarle a Cervantes la idea del "escrutinio", de hecho influyó muy poco en la realidad histórica de la época: ni la Inquisición se decidió a prohibir los libros incriminados ni los censores reales lograron impedir su exportación a América" 

4 comentarios:

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    1. El ama y la sobrina son estudiadas muy bien por Jacques Joset en "De la familia de don Quijote y de la sobrina de éste". Dice el autor:" Dentro de las parejas o de las cuadrillas de "protectores" de don Quijote (ama, sobrina, cura, barbero y bachiller Carrasco), Antonia Quijana, en su calidad de sobrina...por ser el único representante de la familia se siente más responsable que nadie en la vida de su tío". Así, cuando don Quijote ha regresado a su casa con signos claros de locura, les dice al cura y al barbero: "Mas yo me tengo la culpa de todo, que no avisé a vuestras mercedes de los disparates de mí señor tío para que los remediaran antes de llegar a lo que ha llegado y quemaran todos estos descomulgados libros, que tienen muchos que merecen ser abrasados, como si fuesen de herejes." (1, 5, 59)
      Lo anterior deja patente la intención de Cervantes, en palabras de Martín de Riquer: El Quijote es la burla de unos libros que, por sus extremosas exageraciones y su falta de mesura, ridiculizaban lo heroico y lo ideal". Martín de Riquer, en "Cervantes y "El Quijote" (Don Quijote de la Mancha, edición del IV centenario. Real Academia Española). Los libros que se queman están todos en el capítulo VI


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