martes, 21 de junio de 2011

CAPÍTULO L. DON QUIJOTE, EL CANÓNIGO, EL CABALLERO DEL LAGO. EL CABRERO



Después de la intervención del canónigo volvió a tomar la palabra don Quijote para ensalzar los libros de caballerías. Da respuesta al canónigo, utilizando los siguientes argumentos: a) el uso que se hace de los mismos: les gustan a todos: son leídos y celebrados por los letrados y los ignorantes; b) nos explican todo lo referente al linaje del héroe; c) no pueden ser mentira, pues se imprimen con licencia de los reyes; d) provocan alegría en quien los lee y destierran la melancolía.

 Para explicar esto último, recrea el célebre episodio del Caballero del Lago, tomado del libro segundo del Amadís de Gaula, relatándolo con todo lujo de detalles. Un caballero está mirando un lago, lleno de serpientes y otros animales espantasos. Una voz triste le pide ayuda y, sin pensárselo dos veces se arroja en él. De pronto se encuentra en un bello paraje por el que fluye un arroyo; al frente se ve un castillo, cuyas murallas son de oro, que le hacen pensar que “el arte, imitando a la naturaleza, parece que allí la vence”

Estando en esta situación, salen del castillo unas doncellas bellísimas que lo acogen, lo lavan y llevándoselo a una sala le ofrecen toda clase de deliciosos manjares; estando mondándose los dientes, entró la más hermosa doncella de todas ellas, se sentó a su lado y le entretuvo contándole la historia del castillo. Le aconseja que lea estos libros, pues le quitarán la tristeza y el abatimiento, si tiene alguno. A continuación afirma que desde que él es caballero andante, se siente valiente, liberal, generoso y cortés y, aunque hace poco iba enjaulado como un loco, le pide a la fortuna que le dé una oportunidad y verse convertido en rey para favorecer a sus amigos, especialmente a Sancho con algún condado, aunque teme que no lo sepa gobernar, sigue diciéndole don Quijote al canónigo que: “el pobre está inhabilitado de poder mostrar la virtud de liberalidad con ninguno, aunque en sumo grado la posea, y el agradecimiento que sólo consiste en el deseo es cosa muerta, como es muerta la fe sin obras”. 

Sancho, que oyó lo anterior, le replicó que conquistase condados, que ya los gobernaría; si no supiera, los arrendaría a alguien que se los administrase, como hacen muchos terratenientes. El canónigo que lo oyó le dijo que “al administrar justicia ha de atender el señor del estado, y aquí entra la habilidad y buen juicio, y principalmente la buena intención de acertar: que si ésta falta en los principios, siempre irán errados los medios y los fines, y así suele Dios ayudar al buen deseo del simple como desfavorecer al malo (al mal deseo) del discreto”. Le replica Sancho con una serie encadenada de razones basadas en la codicia. Intervino don Quijote para afirmar que quiere hacer a Sancho conde, lo mismo que Amadís de Gaula hizo a su escudero conde de la Ínsula Firme.

El canónigo se admiró tanto de los disparates del don Quijote sobre la aventura del Caballero del Lago, como de las simplezas de Sancho en su deseo de alcanzar el condado.

Entre tanto volvieron de la venta de Juan Palomeque los criados del canónigo con víveres. Se sentaron todos a comer. Llegó hasta ellos una cabra que se había separado del rebaño. Detrás llegó el cabrero y cogiéndola por lo cuernos la reprendió y le dijo que volviera al rebaño, pues "si vos que las habéis de guiar y encaminar andáis tan sin guía y tan descaminada, ¿en qué podrán parar ellas?"

El canónigo invitó a echar un trago al cabrero para tranquilizarlo. Este les dijo que no lo tomaran por loco, pues sabía cómo tratar con los hombres y con las bestias. A lo anterior contestó el cura diciendo que por experiencia sabía muy bien “que los montes crían letrados y las cabañas de los pastores encierran filósofos”.

El cabrero pidió permiso para sentarse y contar un cuento que pusiera de manifiesto lo que el cura había dicho. Sancho quiso salir de la reunión y retirarse a un arroyo a comer tranquilamente una empanada. El canónigo le pidió al cabrero que iniciase su cuento.



Comentario
Los argumentos que da don Quijote  y la  aventura que le cuenta al canónigo resumen las características que tiene que tener el perfecto libro de caballerías. 
El cervantista y catedrático de la Universidad de Edimburgo Edward C. Riley  analizó el Quijote en Teoría de la novela en Cervantes. Sostuvo allí la tesis de que la crítica a las novelas de caballerías se realiza en el libro de dos maneras: a) desde juicios sobre estas novelas, ejemplo de ello es el capítulo dedicado al escrutinio de la biblioteca de don Quijote, en el que Cervantes, por boca del cura nos realiza la crítica de estos libros (capítulo VI); b) mediante la ficción misma. Recordemos que ya en el capítulo I, don Quijote pensó en acabar el libro de don Belianís de Grecia: “muchas veces le vino el deseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra, como allí se promete; y sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorbasen”. Por lo tanto, vemos que don Quijote vivía de tal manera la ficción caballeresca que hasta se llegó a sentir escritor y escribir sobre ella.

En otras ocasiones, vive de tal manera las historias caballerescas que se las inventa. Recordemos que en el capítulo XXI, Sancho le dice a don Quijote que se deben de poner al servicio de algún Emperador para cobrar nombre y fama, pues las aventuras que están realizando se desconocen. A esto replica don Quijote que previamente “es menester andar por el mundo, como en aprobación, buscando las aventuras, para acabando algunas se cobre nombre y fama…”A partir de aquí se inventa la historia del Caballero del Sol, al que reciben en el reino, se enamora de la princesa y termina heredando el reino, después de casarse con la princesa.

Esta crítica a las novelas en forma de ficción son parodias. “La originalidad de Cervantes, dice Riley, no reside en ser él mismo quien las parodie, sino en hacer que el hidalgo loco las parodie involuntariamente en sus esfuerzos por darles vida, imitando sus hazañas”. En este afán por vivir la literatura se encuentra este capítulo, en el que aparece El Caballero del Lago. Don Quijote, a imitación de este caballero, que se enamoró de la doncella,  se siente “valiente, comedido, liberal, bien criado, generoso, cortés, atrevido…etc.”

Otro de los aspectos que hay que destacar en el “gran lago de pez hirviendo a borbollones” es que, el caballero, después de tirarse al agua para ayudar a la doncella, después de agasajarlo con una suculenta comida, se sienta y tranquilamente se monda los dientes, señal inequívoca de que había comido, cosa que nos recuerda, en el Lazarillo, el episodio del Escudero. Se pone de manifiesto, una vez más la ironía y la burla cervantina en la evocación del hambriento Escudero, que aparecía saciado, cuando en realidad estaba hambriento.

Como ya he señalado las perspectivas del Quijote son muchas. En esta, el canónigo nos ofrece la visión de una persona juiciosa, que busca la verdad y trata con respeto a don Quijote. También es de destacar la quijotización de Sancho. Este, desde la codicia, le pide a su amo que le dé un condado, que ya se las arreglará para administrarlo y poder vivir de las rentas que le produzca.

No menos importancia tienen los valores que nos comunica el canónigo sobre la justicia, corolario de otros muchos valores que Cervantes nos ha ido comunicando a lo largo del libro.
Las palabras del canónigo a Sancho sobre el buen gobierno adveran ya, como sostiene el militar, académico de la Historia y de la Lengua, biógrafo de Cervantes y supervisor de la edición de la Real academia en el s. XVIII, Vicente de los Ríos, en su Análisis del Quijote," que Cervantes las preparó de antemano -se refiere a los dictámines y disposiciones de Sancho durante el gobierno, en II, 45 -,pues al hablarle del buen modo de gobernar, le asegura que lo principal es la buena intención de acertar".

El catedrático de Literatura Medieval de la Universidad de Madrid, Francisco López Estrada, comenta este capítulo desde la teoría literaria cervantina en torno a la verdad y la ficción literaria expuesta en la contestación que le da don Quijote al sensato canónigo: el choque entre las dos posiciones queda sin resolverse.
Don Quijote, dice el profesor, no sólo fue lector de los libros de caballerías, sino que aquí da la impresión de que también se sintió "autor" de uno de ellos, pues según él, estos libros destierran la melancolía.
También refleja el capítulo la obsesión de Cervantes por la pobreza: "el pobre no puede mostrar la virtud de liberalidad y agradecimiento, ya que se lo impide la pobreza".
Por último, hay que destacar lo que hizo el cabrero rústico, pero de expresión cortesana, para ir en busca de la cabra Manchada, a la que no sin razón la llama hembra.
   


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