martes, 3 de abril de 2012

SEGUNDA PARTE. CAPÍTULO LXI. DON QUIJOTE LLEGA A LAS PLAYAS DE BARCELONA







Tres días pasaron juntos don Quijote, Sancho y Roque. Los primeros se quedaron sorprendidos de la vida tan intranquila que Roque llevaba. Tanto temía que lo cogiese el virrey de Barcelona, como que los suyos lo entregasen.

Por caminos desusados, por atajos y sendas encubiertas”, salieron los tres, juntos con seis hombres de Roque para Barcelona. Llegaron la noche de San Juan. Allí se despidieron con muestras de afecto.

Roque se marchó y don Quijote, a caballo, se quedó esperando el amanecer. Gran jolgorio de gentes, atabales y jinetes salía de la ciudad. Era la primera vez que veían el mar. Su inmensidad espacial les sorprendió. En la playa había galeras adornadas de flámulas y gallardetes. Sancho estaba sorprendido de ver los bultos que por el mar se movían; los soldados disparaban la artillería, que era contestada por los que estaban en las murallas y fuertes de la ciudad.

Un grupo de caballeros, entre los que estaba el que había sido avisado por  Roque Guinart, esperaba a don Quijote. Lo recibieron con vítores por ser el verdadero don Quijote y le rogaron que les acompañase.  A estas manifestaciones de afecto, don Quijote contestó: “Si cortesías engendran cortesías, la vuestra , señor caballero, es hija o parienta muy cercana de las del gran Roque”. Se dirigieron a Barcelona al son de chirimías y atabales, ruidos de cascabeles, reflejado toda esta fiesta en estas frases: "El mar alegre, la tierra jocunda, el aire claro, sólo tal vez turbio del humo de la artillería, parece que iba infundiendo y engendrando gusto súbito en todas las gentes",  pero como el demonio está en todas partes, unos muchachos les pusieron a Rocinante y al rucio unas aliagas debajo de la cola, lo que provocó el desasosiego de los animales que terminó con don Quijote y Sancho en el suelo. .Volvieron a montar y se dirigieron a la magnífica casa del caballero que los guiaba.

Comentario
El catedrático Martín de Riquer en el comentario de este capítulo destaca aspectos históricos del bandolerismo catalán de la época y su influencia en la sociedad y la política del virrey. La frase "Por caminos desusados , por atajos y sendas encubiertas", pone de manifiesto lo que Cervantes le recuerda al lector:; "los bosques y campos catalanes estaban infectados de cuadrillas de bandoleros que pertenecían a dos clases" , En esta contexto se sitúa el caballero que ha de recibir a don Quijote, don Antonio Moreno, éste, amigo del bandolero Roque Guimart, es un protegido de la aristocracia catalana, lo que demuestra la protección que esta aristocracia daba a los delincuentes"
Otro de los aspectos que señala Martín de Riquer es que los dos manchegos se suman a la "movida multiforme de la gran ciudad".
Por último destaca Martín de Riquer que "el ardor caballeresco de don Quijote se desmorona y aniquila cuando la situación requiere valentía, confirmando que su locura es puramente intelectual o libresca y que la obra no es una sátira del héroe ni de las caballerías, sino de la literatura caballeresca"

Se inicia el capítulo recordándonos cómo es la vida de los  que huyen de la justicia: es una vida en constante temor y miedo: “aquí amanecían, acullá comían; unas veces huían sin saber de quién y otras esperaban sin saber a quién; dormían en pie, interrumpiendo el sueño, mudándose de un lugar a otro. Todo era poner espías, escuchar centinelas, soplar las cuerdas de los arcabuces...Vida, por cierto, miserable y enfadosa”.

Después de despedirse de Roque en la playa de Barcelona la noche de San Juan, contemplaron al amanecer la inmensidad del mar, “-parecióles espaciosísimo y largo,”-. De inmediato perciben el sonido de “los clarines, trompetas y chirimías, mezclados con los belicosos acentos de la infinita artillería que disparaban las galeras.   La tranquilidad de la naturaleza actúa como catalizador del ánimo de don Quijote y del lector, transformándolo en placer y deleite: “El mar alegre, la tierra jocunda, el aire claro, sólo tal vez turbio del humo de la artillería, parece que iba infundiendo y engendrando gusto súbito en todas las gentes”. En dos líneas, Cervantes nos ha bosquejado un amanecer en el que el humo de la artillería se esparce por el aire limpio y claro.

Cervantes nos muestra el contrapunto entre los dos Quijotes, por medio del afecto que los caballeros muestran al verdadero don Quijote: “no el falso, no el ficticio, ni el apócrifo que en falsas historias estos días nos han mostrado, sino el verdadero, el legal y el fiel que nos describió Cide Hamete, flor de los historiadores.”

Lamentablemente, lo mismo que les ocurrió cuando fueron a saludar a los duques, en el capítulo treinta, cayeron al suelo señor y escudero. Una vez más, el humor se hace necesario y, nuestros personajes sirven de bufones, en este caso, por acciones atribuidas a otros: “los muchachos que son más malos que el malo”, han puesto debajo de las colas del rucio y de Rocinante, sendos manojos de aliagas.

Volvieron a subir y entre aplausos y músicas llegaron a la casa del caballero que los guiaba, que era grande y principal, en fin como de caballero rico”. 
Apostilla para cervantistas
Las fiestas populares y ducales están presentes en la segunda parte de la novela. Algunos cervantistas han visto en estas fiestas una crítica de Cervantes a la sociedad española de su época, tanto moral como socioeconómica.  Un ejemplo de ello lo podemos ver en el artículo de Jeremy W. Bachelor. Don Quijote: una esmerada crítica de la sociedad aún valiosa en nuestros días. Una lectura diferente es la que nos ofrece el ilustre cervantista, catedrático de la Universidad de Cambridge A. Close: Fiestas palaciegas en la segunda parte del Quijote. Sostiene Close que la entrada triunfal de don Quijote en Barcelona  (capítulo 61) y su encuentro con Merlín y Dulcinea en el bosque (capítulos 35 y 36), estancia en el palacio de los duques, toman como referencia las muchas fiestas que se celebraron en España en tiempos de Felipe III, tanto en Valladolid, como en Madrid: ciudades en las que en esta época vivió Cervantes.  A partir de aquí, llega a la conclusión de que Cervantes utilizó esta realidad social para expresar una "hilaridad sana y democrática que une a los personajes y los lectores, anulando momentáneamente penas, rencores y jerarquías". Para Close, las palabras más sentidas de la novela las pronuncia el noble caballero catalán don Antonio Moreno al bachiller Sansón Carrasco: "Dios os perdone el agravio que habéis hecho a todo el mundo en querer volver cuerdo al más gracioso loco que hay en él". Véase Muñoz Machado, en Cervantes págs 380-388.







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