miércoles, 5 de octubre de 2011

SEGUNDA PARTE. CAPÍTULO XVIII. LA CASA DE DON DIEGO DE MIRANDA. INGENIO Y POESÍA





Era la casa de don Diego Miranda ancha como de aldea. El blasón familiar estaba encima de la puerta; la bodega, en el patio; la cueva (habitación subterránea donde se conservaban alimentos) en el portal y, a su alrededor, muchas tinajas. Recibieron a don Quijote con gran cortesía, su esposa doña Cristina y su hijo don Lorenzo. Ambos se sorprendieron de su extraña figura.

Don Quijote entró en una habitación y, ayudándose de Sancho, se quedó en valones (calzones anchos que llegan hasta la rodilla) y en jubón (camisa que llega hasta la cintura). Estaba muy sucio y tuvo que utilizar cinco o seis calderos de agua para lavarse; debido a los requesones, el agua se quedó de color de cuero. Después se cubrió con un herreruelo (capa corta) de buen paño.

Salió don Quijote al comedor de la casa; doña Cristina dio a entender que conocía la cultura de la buena mesa y todo lo dispuso con mucho orden. Su hijo, don Lorenzo, le había preguntado a su padre por don Quijote y le contestó que realizaba acciones de loco, pero que hablaba con gran discreción. Le pidió que hablara con él y juzgara si era discreción o tontería lo que don Quijote opinaba. Cuando se encontraron le dijo don Quijote a don Lorenzo que su padre le había hablado de lo buen poeta que era. Este contestó que no se consideraba importante en la poesía. Don Quijote le respondió que no le parecía mal esa humildad, “porque no hay poeta que no sea arrogante y piense de sí que es el mayor poeta del mundo”.  Después de preguntarle por los versos que componía, le dijo que “si son de justa literaria, procure vuestra merced llevar el segundo premio, que el primero siempre se le lleva el favor o la gran calidad de la persona, el segundo se le lleva la mera justicia, y el tercero viene a ser segundo, y el primero, a esta cuenta, será el tercero, a modo de licencias que se dan en las universidades; pero con todo esto, gran personaje es el nombre de primero”. Dado que se interesó por la ciencia que había cursado don Quijote, éste le respondió que la de la caballería andante. A continuación le dijo que era la más completa del mundo, pues el caballero andante debe conocer las leyes de la justicia distributiva (referente a las personas) y la justicia conmutativa (referente a las cosas), ha de ser teólogo y médico. Negó don Lorenzo que hubiera en la actualidad caballeros andantes; don Quijote le replicó que rezaría por él para que saliera del error,  pues hacían mucha falta,  debido a que se había impuesto la pereza, la ociosidad, la gula y el regalo. Don Diego le preguntó a su hijo su impresión sobre don Quijote y éste le contestó que era un loco, lleno de lúcidos intervalos.

Comieron. La comida, tal y como le dijo don Diego fue limpia, abundante y sabrosa. Don Quijote se sorprendió del silencio que había en la casa. Le pidió a don Lorenzo que dijese los versos que había preparado para la justa literaria. Don Lorenzo dijo dos poemas: a) una glosa, cuyo tema era el conflicto entre el deseo de volver al tiempo pasado o la desesperación que puede suponer ver el futuro; b) un soneto a la fábula de los amores de Píramo y Tisbe. Una vez oídos, don Quijote los elogió mucho. Don Lorenzo, aunque don Quijote estaba loco, estimó mucho el encomio; con razón se dice “¡Oh fuerza de la adulación, a cuánto te extiendes, y cuán dilatados límites son los de tu jurisdicción agradable

Después de cuatro días en casa de don Diego, pidió licencia para marcharse, pues quería seguir con su oficio, buscando aventuras.  Se despidió, diciéndole que tenía que ir a Zaragoza, donde iba a intervenir en unas justas que se celebraban. Antes visitaría la Cueva de Montesinos.  Sancho partió con tristeza porque dejaba la casa de don Diego y su abundante comida. Antes de salir quiso don Quijote darle un último consejo a don Lorenzo, diciéndole que “sólo me contento con advertirle a vuesa merced que siendo poeta podrá ser famoso si se guía más por el parecer ajeno que por el propio, porque no hay padre ni madre a quien sus hijos le parezcan feos, y en los que lo son del entendimiento  corre más este engaño”.

Dicho lo cual partieron don Quijote y Sancho, no sin que quedaran sorprendidos el padre y el hijo de las razones de don Quijote así como de sus obsesiones por las aventuras.

Comentario 

1. El catedrático de Literatura Española de la Universidad Virginia, Randolph D. Pope, comenta este capítulo sobre la base de la alternancia entre locura y cordura que don Quijote ha ido reflejando; tanto es así que don Diego no consigue decidir si don Quijote está loco o cuerdo. Dado esto, le pide a su hijo Lorenzo que le dé su opinión como persona más estudiada, por ser estudiante Salamanca y conocer el griego y el latín. 
Previamente el profesor Pope ha destacado la oposición entre la casa y el camino: las ventas y las aventuras de don Quijote, tema ya tratado por Azorín en la Ruta del Quijote.
Dado el diálogo que entablan don Lorenzo y don Quijote en torno a la poesía, dice don Quijote que su ciencia es la de la caballería andante; don Lorenzo le responde con una glosa muy adecuada al contexto: cuyo tema es el tiempo ya pasado, ese no volverá: "Cosas imposibles pido, / pues volver el tiempo a ser / después que una vez ha sido,  no hay en la tierra poder/ que a tanto se haya extendido/
Lo anterior, se puede leer, según el profesor Pope, "como un comentario a la imposibilidad de la empresa de don Quijote"
2. Una de las ideas que se reiteran en este capítulo es la oposición entre apariencia y realidad. Este tema, desde el libro de Américo Castro, El pensamiento de Cervantes, se viene interpretando como una de las cuestiones centrales en don Quijote. Este planteamiento se aprecia, tanto en el Caballero del Verde Gabán, como en su hijo Don Lorenzo.

3. El profesor Joaquín Casalduero, en el libro Sentido y forma del Quijote, cuando analiza este capítulo, lo hace desde la oposición que se establece entre La Casa y el Camino, así como entre Ingenio y Naturaleza.

Casalduero analiza este capítulo junto con el XVI y el XVII, pues los tres constituyen una unidad narrativa en torno a la figura del Caballero del Verde Gabán. “En el XVI, don Diego, narra su vida, cuyo sentido lo revela ingenuamente Sancho, cuando se arrodilló para besarle la mano, porque lo considera un santo; en el XVII, la aventura de los leones delimita lo social; Don Quijote hace y dice; por último, en el capítulo XVIII, haciendo juego con la exposición de la ciencia de la poesía, habla don Quijote de la otra ciencia, la única que la supera, la ciencia de la caballería”  (Casalduero).

Después de comer, don Lorenzo dijo sus dos poemas: un glosa en la que con el tema del conflicto entre el deseo de volver al tiempo pasado o la desesperación que puede suponer ver el futuro, nos expone Cervantes una de las temáticas de la poesía del Barroco. “Vivir en perpleja vida, / ya esperando, ya temiendo”, es una desesperación que sólo tiene salida con la muerte, pero aquí se encuentra, como dice Casalduero, el espíritu de la época,: el temor al más allá. Esto es lo que dicen los versos: “me da la vida el temor/ de lo que será después”.

Otra de las ideas que Cervantes expuso por boca de don Quijote es la de la oposición entre Naturaleza e Ingenio; si recordamos, lo hizo en el capítulo XVI, cuando aconsejó a Don Diego sobre el respeto que debía tener a la elección que en los estudios hacía su hijo. Allí nos dijo que el poeta nace y se perfecciona con las reglas del arte. Pero hizo hincapié en que es la Naturaleza la que da el poeta. Estas ideas se prolongan en este capítulo en los poemas de don Lorenzo.

Según Casalduero, la casa de Don Diego de Miranda, encierra una clara oposición con las que anteriormente hemos visto y especialmente se opone al camino. Sancho se marcha con pena pues “rehusaba de volver a la  hambre que se usa en las floresta y los poblados”.

Nos encontramos con “Don Quijote enfrente de una dama y dos caballeros: la familia de los Miranda. El padre sabe latín; el hijo latín y griego; doña Cristina “sabía y podía regalar a los que a su casa llegaban. Don Diego nos aleja definitivamente del tipo de vida del Renacimiento, y aunque separando la enorme distancia, nos dirige hacia la forma de vida del siglo XVIII. Es la vida del Caballero perfecto…El silencio que se respiraba en la casa es una forma de vida espiritual” (Casalduero).  

En este capítulo hemos visto cómo la dialéctica de la vida entre el pasado y el futuro, Cervantes la ha elevado a la zona de la poesía; la de los hidalgos, nos ha elucidado lo que, según Casalduero, será el modelo de caballero del  siglo XVIII.

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