martes, 1 de mayo de 2012

SEGUNDA PARTE. CAPÍTULO LXVIII. DON QUIJOTE Y SANCHO SUFREN UNA NUEVA AFRENTA





En una noche sin luna, dormían don Quijote y Sancho; el primero se despertó y, desvelado,  llamó a Sancho y le dijo que era propio de los criados sentir los sentimientos de sus señores. Le pedía que se diese trescientos o cuatrocientos azotes a cuenta de los del desencanto de Dulcinea. Después le propuso pasar la noche cantando, a imagen de la vida pastoril que de ahora en adelante llevarían. Sancho, indignado le contestó que no, pues no era un fraile que tuviese que levantarse por la noche y azotarse. Le pidió que lo dejase dormir y que no se le ocurriera tocarle con intención de obligarlo.  Le dio una serie de razones por las que tenía que dormir porque “en tanto que duermo ni tengo temor ni esperanza, ni trabajo ni gloria; y bien haya el que inventó el sueño, capa que cubre todos los humanos pensamientos, manjar que quita el hambre, agua que ahuyenta la sed, fuego que calienta el frío, frío que templa el ardor y, finalmente, moneda general con que todas cosas se compran, balanza y peso que iguala al pastor con el rey y al simple con el discreto. Sola una cosa tiene mal el sueño, según he oído decir, y es que se parece a la muerte, pues de un dormido a un muerto hay muy poca diferencia”   

 Don Quijote elogió la forma de hablar de Sancho, diciéndole que se cumplía el refrán “No con quien naces, sino con quien paces” (En la vida influyen más las compañías que el origen de cada uno).

Estaban en esto cuando oyeron un fuerte ruido que se aproximaba. Puso mano don Quijote a la espada y Sancho se agazapó debajo del rucio y se protegió con las armas y la albarda como mejor pudo. Pero no pudieron evitar que una piara de más de seiscientos cerdos que unos hombres llevaban a una feria se les echaran encima. Los derribaron y les pasaron por encima. Sancho le pidió la espada a don Quijote porque quería acometer a los cerdos, pero don Quijote le dijo que los dejara porque era un castigo del cielo por haber sido vencido. Sancho le replicó que bien lo podría ser para don Quijote, pero no para él, su escudero, que no era su heredero, pues nada tienen que ver los Panzas con los Quijote. Le sugiere que vuelvan a dormir  y “amanecerá Dios y medraremos” (exp. coloq. utilizada “para indicar que el tiempo puede cambiar favorablemente las cosas”) Sancho volvió a dormirse, mientras que don Quijote, arrimado a un tronco de un árbol cantó un madrigal sobre el amor, la vida y la muerte, en clara alusión a su derrota y a la ausencia de Dulcinea.

 Al día siguiente, cabalgaron todo el día. Al declinar de la tarde vieron que se aproximaban un grupo de hombres armados, a caballo. Se sobresaltaron y don Quijote le dijo que si no fuera porque tiene la palabra dada de no hacer uso de las armas, esos que llegaban serían “tortas y pan pintado” (se dice de aquello que es bueno en comparación con otra cosa). Sin mediar palabra, los rodearon y los forzaron a seguirles, mientras, los insultaban llamándolos trogloditas, antropófagos y Polifemos matadores (Polifemo es el nombre del cíclope que devora a los compañeros de Ulises en la Odisea). Sancho decía entre sí que llamarlos a ellos tortolitas, barberos y estropajos era no conocerlos,  y que “a mal viento va esta parva” ( prov. “este asunto va por mal camino”). Llegaron al castillo del duque;   don Quijote recordó lo bien que lo trataron y dijo: "en esta casa todo es cortesía y buen comedimiento, pero  “para los vencidos el bien se vuelve en mal y el mal en peor”.



Comentario

Una vez más don Quijote se desvela. En esta ocasión porque piensa que mientras Sancho no se flagelara, no sería desencantada Dulcinea. Lo despierta para pedirle que se azote por ella, y una vez dados, pasarían a vivir el sueño de la vida pastoril. Se inicia una discusión entre ellos y, Sancho, asumiendo la realidad, reflexiona sobre la importancia del sueño. Este es uno de los pasajes que prueban la influencia recíproca entre caballero y escudero como señaló muy bien el ensayista e historiador Salvador de Madariaga en Guía del lector del Quijote: “D. Quijote y Sancho se van aproximando gradualmente, mutuamente atrayendo, por virtud de una interinfluencia lenta y segura que es, en su inspiración y desarrollo, el mayor encanto y el más hondo acierto del libro”.  Esta tesis de la interinfluencia entre uno y otro que defiende Madariaga se corrobora en las palabras que don Quijote le dice a continuación:

“-Nunca te he oído hablar, Sancho –dijo don Quijote -, tan elegantemente como ahora; por donde vengo a conocer ser verdad el refrán que tú algunas veces sueles decir: “No con quien naces, sino con quien paces” .

Viene a continuación el paso de la piara de cerdos por el mismo sitio en el que estaban cuando los atropellaron los toros. Curiosamente donde habían vivido las escenas de la fingida arcadia del cap. 2. LVIII, don Quijote sueña con la vida pastoril. Sin embargo, el contrate es enorme. La ilusión que vivió don Quijote la barrieron los toros en el capítulo 2. LVIII; en éste la barrerá una piara de cerdos. Una lectura que remita al dominio lingüístico de Cervantes y de sus lectores contemporáneos, nos llevaría a pensar en:

a)      el autor quiere mover al lector a unas situaciones cómicas y de burla a don Quijote;

b)      el contraste entre el mundo de la realidad y el mundo poético;

c)       “El enfrentamiento entre el mundo de lo social, representado por el trabajo que el hombre realiza con los toros y con los cerdos, y la vida soñada, representada por las ilusiones de don Quijote de vivir la vida idealizada de la arcadia.” (Casalduero)
d) El historiador  Carlos Romero Muñoz, cuando comenta este capítulo en la edición del Instituto Cervantes, se pone de manifiesto que con "la cerdosa aventura en la que la pareja resulta pisoteada por una gran piara de puercos, se llega al límite, al momento literalmente insuperable en el proceso de aniquilación espiritual del pobre caballero derrotado, que, en efecto, no reacciona, cantando un madrigal muy apropiado para su estado de ánimo"                                                                                   . Antes le había dicho a Sancho que manifestará sus pensamientos en un madrigal. Sancho, con gran ingenio, le dice “que los pensamientos que dan lugar a hacer coplas no deben de ser muchos”.  Efectivamente, estos pensamientos son tres: el amor, la vida y la muerte. Mezclando los tres temas, don Quijote compone un madrigal con el que “desfoga” sus sentimientos sobre Dulcinea.
 Amor, cuando yo pienso/ que el mal que me das terrible y fuerte,/ voy corriendo a la muerte,/ pensando así acabar mi mal inmenso/,,,, Así el vivir me mata, /que la muerte me torna a dar la vida./ !Oh condición no oída/ la que conmigo muerte y vida trata!/

Hechos prisioneros por unos hombres que no les explican el por qué,  son llevados al palacio de los duques.

“-¡Válame Dios! –dijo así como conoció la estancia-, ¿y qué será esto? Sí, que en esta casa todo es cortesía y buen comedimiento; pero para los vencidos el bien se vuelve en mal y el mal en peor”

  

1 comentario:

  1. Son tan interesantes los capítulos seleccionados y los comentarios, que me están facilitando enormemente la comprensión de la segunda lectura de la obra.

    Muchas gracias.
    M. Victoria

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