miércoles, 9 de noviembre de 2011

SEGUNDA PARTE. CAPÍTULO XXV. EL CUENTO DEL REBUZNO. MAESE PEDRO



Cuando llegaron a la venta, don Quijote, al que no se le cocía el pan (estaba impaciente), se fue de inmediato a ver al hombre que conducía las armas. Le pidió que le contara lo que le había prometido y al verlo ocupado, preparando el pienso para la bestia,  con el fin de que acabase pronto,  le ayudó en tan humilde ocupación.  Cuando terminaron, el hombre se sentó en un poyo y, teniendo como oyentes a Sancho, al primo y al paje, comenzó a contar la historia.

El arriero le contó que en un lugar no muy lejos de allí sucedió que a un regidor (a un miembro del ayuntamiento) se le perdió un asno. Otro regidor del mismo pueblo le dijo que lo había hallado en el monte, pero cuando fue a cogerlo huyó. Se ofreció a acompañar al dueño a buscarlo. Como no lo hallaron acordaron que se separarían en direcciones distintas y rebuznarían. Así lo hicieron; sus rebuznos eran tan perfectos que cuando se volvieron a encontrar, cada uno de ellos creyó que la respuesta a su rebuzno venía del asno que buscaban. Después de mucho rebuznar encontraron al asno muerto y comido por los lobos; no obstante, el dueño del asno dio el trabajo por bien empleado al conocer la habilidad de su amigo para rebuznar, contestándole el otro que si bien canta el abad, no le va en zaga el monaguillo (Si el primero lo hace bien, el segundo no se queda atrás). Descubiertas las habilidades, el segundo corregidor llegó a la conclusión de que   “hay raras habilidades perdidas en el mundo y que son mal empleadas en aquellos que no saben aprovecharse de ellas”.

Volvieron a su aldea desconsolados y roncos, pero contándole a los vecinos las gracias de los rebuznos. El suceso se conoció en las aldeas cercanas; los vecinos de éstas, imitaban sus rebuznos. El hecho llegó a tal extremo que se produjeron enfrentamientos entre la una y la otras aldea. Por esta razón, dijo el arriero que llevaba las lanzas, serían usadas en la próxima batalla campal.

Estando en esto entró en la venta un hombre, conocido por el ventero como maese Pedro (el tratamiento de maese se le daba popularmente a quienes profesaban ciertos oficios o actividades): era titiritero.  Pidió posada y el ventero, después de preguntarle por el mono que solía llevar, de inmediato se la dio. Maese Pedro salió a buscar el mono y un retablo que llevaba.  Don Quijote quiso saber más de él. Le contó el ventero que el tal maese Pedro era una persona rica, cuyo dinero lo había hecho, utilizando un mono adivino que llevaba con él.

 Dicho mono, a través de maese Pedro, contestaba a las preguntas que se le hacían. Por cada respuesta acertada cobraba dos reales. Cuando regresó,  don Quijote de inmediato le preguntó por el futuro de ellos. Maese Pedro contestó que el mono sólo respondía por las cosas pasadas, no por las que han de venir. A tenor de lo que contestó Maese Pedro, le dice don  Quijote a Sancho: "Mira, Sancho, yo he considerado bien la extraña habilidad deste mono, y hallo por mi cuenta que sin duda este maese Pedro su amo debe de tener un pacto tácito o expreso con el demonio". Sancho le preguntó por lo que estaba haciendo su mujer y le quiso dar dos reales. Maese Pedro no los cogió, pues no quería recibir por adelantados los premios, sin haber realizado los servicios. Maese Pedro llamó al mono; se le puso encima del hombro y, al parecer, le cuchicheó algo al oído. Después se arrojó a los pies de don Quijote, alabándole sus hazañas. A continuación se dirigió a Sancho y le dijo que su mujer estaba bien, que en ese momento estaba rastrillando el lino y, para más señas, tenía un jarro de vino con el que se entretenía en su trabajo.

Todos se sorprendieron de lo que oyeron del titiritero. Don Quijote argumentó que el que lee mucho y anda mucho ve mucho y sabe mucho, porque si no lo hubiera visto, nadie lo hubiera podido persuadir de que hay monos adivinos.

Después de volver a repetir maese Pedro que su mono no adivinaba el porvenir, instaló su retablo en la venta. Don Quijote, en privado le dijo a Sancho que el tal maese Pedro debe tener algún pacto con el diablo,” pues la sabiduría del diablo no se puede extender a más, que las (cosas) por venir no las sabe si no es por conjeturas, y no todas veces, que a solo Dios está reservado conocer los tiempos y los momentos, y para Él no hay pasado ni porvenir, que todo es presente”. 
A instancias de Sancho le preguntaron si eran verdad o mentira las cosas que vio don Quijote en la cueva de Montesinos. Después de consultar con el mono, respondió Maese Pedro que en parte eran verdaderas y en parte falsas. Sancho le comentó a don Quijote que la respuesta confirmaba su presentimiento. Don Quijote le contestó que “el tiempo, descubridor de todas las cosas, no se deja ninguna que no la saque a la luz del sol, aunque esté escondida en los senos de la tierra”.

Después de lo anterior se marcharon a ver la función de títeres. Maese Pedro montó el retablo y se metió dentro. Todos tomaron asiento. Un criado suyo que hacía de trujamán o intérprete, comenzó a presentar el espectáculo.



Comentario

1. El catedrático de Literatura Española de la Universidad de Navarra, Ignacio Arellano, por formar una unidad los capítulos 25, 26 y parte del 27, los comenta conjuntamente. Los aspectos que plantea el episodio de Maese Pedro, que considera esencial, son : a) Las relaciones que se dan en este capítulo con otros lugares de la obra, como el descenso de don Quijote a la Cueva de Montesinos y el interrogatorio que le realiza don Quijote al mono sobre la verdad o falsedad de lo que vio allí; b) la descripción de maese Pedro de un modo propiamente grotesco: lleva un traje camuza (piel verde) y un parche verde en un ojo, como una manera de esconder su nombre : Ginés de Pasamonte; c) el capítulo 26, se centra en la historia de Gaiferos y Melisendra y las habilidades adivinatorias del mono: estas diversiones, según el profesor, ya se daban en el s. XIII: eran comediantes nómadas; d) el escepticismo de don Quijote ante las adivinanzas del mono, esconde la crítica de Cervantes a la credulidad de las gentes a los astrólogos y falsos zahoríes;  e) la influencia del romancero y los tremas carolingios en Cervantes; f) la invención del interprete o trujamán, representado por el niño que acompaña a maese Pedro, interpretando lo que dice el mono; en este último punto son de destacar los consejos de don Quijote que tienen que ver con la creación literaria, como el rechazo de digresiones que interrumpen el hilo del discurso y entorpecen el relato: el trujamán adapta y acepta los consejos de don Quijote; g) formando parte del capítulo 27, don Quijote ataca a los perseguidores de Gaiferos y Melisenda, a espadazos destruye las figuras y hace justicia poética del hidalgo contra el pícaro Ginés, pendiente desde la aventura de los galeotes. 

Otras lecturas.

2, Se inicia este capítulo mostrándonos la curiosidad y humildad de don Quijote: ayuda al arriero a echarle la cebada al animal. Este hecho le sirve a Unamuno en su Vida de don Quijote y Sancho, para resaltar la humildad del personaje: “Y como no nos está bien el creer que sólo por oír tal cosa se redujera don Quijote a ejercer menesteres tan impropios de su oficio de caballero andante, hemos por fuerza de suponer, lo hizo para ejercitar su humildad y ejercitarla sencillamente y buscando un pretexto, con lo que evitó la soberbia del humilde”.

A partir de aquí, el capítulo se organiza en dos bloques: a) el cuento de los regidores rebuznadores; b) la presentación de Maese Pedro

El cuento del rebuzno pertenece a la tradición del folclore universal. En el Asno de oro, de Apuleyo , aparece un episodio similar a éste, según resaltan José Antonio Pellicer y Rodríguez Marín en sus respectivas ediciones de la obra.

Cervantes insiste en las características narrativas del cuento: “Sabrán vuesas mercedes que en un lugar que está cuatro leguas y media de esta venta…le faltó un asno”.  “Quince días serían pasados …que el asno faltaba…cuando otro regidor le dijo”. “Con estas circunstancias todas, y de la misma manera que yo lo voy contando, lo cuentan aquellos que están enterados en la verdad de este caso”. “Y éstas son las maravillas que os dije que os había de contar…”

En el cuento se narra con gran maestría las alabanzas de los regidores : “por el Dios que me crió que podéis dar dos rebuznos de ventaja al mayor y más perito rebuznador del mundo”….”si bien canta el abad, no le va en zaga el monaguillo”( Refrán: si el primero lo hace bien, el segundo no se queda atrás) También se describe el rebuzno: “el sonido que tenéis es alto; lo sostenido de la voz, a su tiempo y compás..”

El tema de las habilidades que aparece en este capítulo, se trató ya en el cap. XIX, cuando Cervantes habló de las habilidades de Basilio. Con ellas se llegó a la conclusión de que no se ganaba dinero para vivir, por lo tanto resultaban inútiles. Estas habilidades se han transformado en grotescas y ridículas en los personajes de los regidores.  Con este tema se relaciona el del arte. También en el cap. XIX se enfrentaron un estudiante hábil con la espada contra otro que simbolizaba la fuerza. Venció el primero, el que tenía un arte verdadero. Esto parece ser lo que nos quiere decir Cervantes. El desenlace del cuento tiene que ver con la realidad social. A veces, por hechos nimios, las gentes llegan a enfrentarse.

El segundo bloque del capítulo es la presentación de maese Pedro. Este personaje está también relacionado con Basilio. Éste conquistó el amor de Quiteria, no por ningún milagro, que en realidad no existen, sino por el engaño. Lo mismo le ocurre a maese Pedro. No hay milagro en la intervención del mono, sino engaño. Esto parece ser que es lo que nos dice Cervantes. 
Lo dicho anteriormente  nos da pie para comentar el pensamiento de Cervantes sobre la brujería y la hechicería, así como la posición a este respecto de la Inquisición. . Respecto la brujería y hechicería, era esta una creencia en toda Europa y por supuesto en España. De ambas hay muestras en el Quijote. El brujo tenía poderes mágicos obtenidos del diablo. El hechicero cautivaba la voluntad de las gentes. Un ejemplo de la creencia en la brujería por parte de don Quijote es este capítulo: dice don Quijote que maese Pedro debe tener un pacto con el diablo.  La Inquisición las castigaba con dureza, algunas veces sin pruebas documentadas. Esto fue censurado por el Inquisidor don Bernardo de Rojas, primado de Toledo y mecenas de Cervantes. Como es lógico, Cervantes, si siempre había sido muy prudente con respecto a la Iglesia, no lo iba a ser menos en este caso: tenía que estar en sintonía con ella. De ahí la respuesta de maese Pedro a don Quijote: "Este animal no responde ni da noticia de las cosas que están por venir"... comentando después don Quijote ; "que las cosas por venir no las sabe si no es por conjeturas, y no todas las veces, que solo a Dios está reservado conocer los tiempos y los momentos". Respecto a este tema de la postura de Cervantes ante la brujería y encantamiento los investigadores se dividen en dos grupos; los menos, los  que piensan que Cervantes era un ingenuo y creyente y los que no. La mayoría sostiene que los personajes que actúan como brujos o hechiceros son personajes inseguros. Muñoz Machado al respecto nos dice "que es verdad que despista su ambigüedad y que la ironía constante encubre su pensamiento". Para una ampliación del tema de la magia hechicería y brujería, véase Muñoz Machado, op. cit. pág. 533-536

También se realiza, por medio de maese Pedro el análisis de la cueva de Montesinos. El mono dice que las cosas que le ocurrieron a don Quijote, unas son falsas, otras verosímiles. Sancho, confirma esa opinión; don Quijote discrepa, diciéndole que sólo el tiempo lo dirá. El profesor Casalduero, cuando comenta este capítulo,  escribe al respecto: “El hombre cristiano, siempre dentro del misterio de la Encarnación, utiliza el tiempo como instrumento para dar forma a lo eterno”.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario