En una noche sin luna, dormían
don Quijote y Sancho; el primero se despertó y, desvelado, llamó a Sancho y le dijo que era propio de los
criados sentir los sentimientos de sus señores. Le pedía que se diese
trescientos o cuatrocientos azotes a cuenta de los del desencanto de Dulcinea.
Después le propuso pasar la noche cantando, a imagen de la vida pastoril que de
ahora en adelante llevarían. Sancho, indignado le contestó que no, pues no era
un fraile que tuviese que levantarse por la noche y azotarse. Le pidió que lo
dejase dormir y que no se le ocurriera tocarle con intención de obligarlo. Le dio una serie de razones por las que tenía
que dormir porque “en tanto que duermo
ni tengo temor ni esperanza, ni trabajo ni gloria; y bien haya el que inventó
el sueño, capa que cubre todos los humanos pensamientos, manjar que quita el
hambre, agua que ahuyenta la sed, fuego que calienta el frío, frío que templa
el ardor y, finalmente, moneda general con que todas cosas se compran, balanza
y peso que iguala al pastor con el rey y al simple con el discreto. Sola una
cosa tiene mal el sueño, según he oído decir, y es que se parece a la muerte,
pues de un dormido a un muerto hay muy poca diferencia”
Don Quijote elogió la forma de hablar de
Sancho, diciéndole que se cumplía el refrán “No con quien naces, sino con quien paces” (En la vida influyen más
las compañías que el origen de cada uno).
Estaban en esto cuando oyeron un
fuerte ruido que se aproximaba. Puso mano don Quijote a la espada y Sancho se agazapó
debajo del rucio y se protegió con las armas y la albarda como mejor pudo. Pero
no pudieron evitar que una piara de más de seiscientos cerdos que unos hombres
llevaban a una feria se les echaran encima. Los derribaron y les pasaron por
encima. Sancho le pidió la espada a don Quijote porque quería acometer a los
cerdos, pero don Quijote le dijo que los dejara porque era un castigo del cielo
por haber sido vencido. Sancho le replicó que bien lo podría ser para don
Quijote, pero no para él, su escudero, que no era su heredero, pues nada tienen
que ver los Panzas con los Quijote. Le sugiere que vuelvan a dormir y “amanecerá
Dios y medraremos” (exp. coloq. utilizada “para indicar que el tiempo puede
cambiar favorablemente las cosas”) Sancho volvió a dormirse, mientras que don
Quijote, arrimado a un tronco de un árbol cantó un madrigal sobre el amor, la
vida y la muerte, en clara alusión a su derrota y a la ausencia de Dulcinea.
Al día siguiente, cabalgaron todo el día. Al
declinar de la tarde vieron que se aproximaban un grupo de hombres armados, a
caballo. Se sobresaltaron y don Quijote le dijo que si no fuera porque tiene la
palabra dada de no hacer uso de las armas, esos que llegaban serían “tortas y pan pintado” (se dice de
aquello que es bueno en comparación con otra cosa). Sin mediar palabra, los
rodearon y los forzaron a seguirles, mientras, los insultaban llamándolos
trogloditas, antropófagos y Polifemos matadores (Polifemo es el nombre del cíclope que devora a los compañeros de Ulises en la Odisea). Sancho decía entre sí que llamarlos a
ellos tortolitas, barberos y estropajos era no conocerlos, y que “a
mal viento va esta parva” ( prov. “este asunto va por mal camino”).
Llegaron al castillo del duque; don Quijote recordó lo bien que lo trataron y dijo: "en esta casa todo es cortesía y buen comedimiento, pero “para los vencidos el bien
se vuelve en mal y el mal en peor”.
Comentario
Una vez más don Quijote se
desvela. En esta ocasión porque piensa que mientras Sancho no se flagelara, no
sería desencantada Dulcinea. Lo despierta para pedirle que se azote por ella, y
una vez dados, pasarían a vivir el sueño de la vida pastoril. Se inicia una
discusión entre ellos y, Sancho, asumiendo la realidad, reflexiona sobre la
importancia del sueño. Este es uno de los pasajes que prueban la influencia
recíproca entre caballero y escudero como señaló muy bien el ensayista e historiador Salvador de Madariaga
en Guía del lector del Quijote: “D.
Quijote y Sancho se van aproximando gradualmente, mutuamente atrayendo, por
virtud de una interinfluencia lenta y segura que es, en su inspiración y
desarrollo, el mayor encanto y el más hondo acierto del libro”. Esta tesis de la interinfluencia entre uno y
otro que defiende Madariaga se corrobora en las palabras que don Quijote le
dice a continuación:
“-Nunca te he oído hablar, Sancho
–dijo don Quijote -, tan elegantemente como ahora; por donde vengo a conocer
ser verdad el refrán que tú algunas veces sueles decir: “No con quien naces,
sino con quien paces” .
Viene a continuación el paso de
la piara de cerdos por el mismo sitio en el que estaban cuando los atropellaron
los toros. Curiosamente donde habían vivido las escenas de la fingida arcadia
del cap. 2. LVIII, don Quijote sueña con la vida pastoril. Sin embargo, el
contrate es enorme. La ilusión que vivió don Quijote la barrieron los toros en el capítulo 2. LVIII; en éste la barrerá una piara de cerdos. Una lectura que remita al dominio
lingüístico de Cervantes y de sus lectores contemporáneos, nos llevaría a
pensar en:
a)
el autor quiere mover al lector a unas
situaciones cómicas y de burla a don Quijote;
b)
el contraste entre el mundo de la realidad y el
mundo poético;
c) “El enfrentamiento entre el mundo de lo social,
representado por el trabajo que el hombre realiza con los toros y con los
cerdos, y la vida soñada, representada por las ilusiones de don Quijote de
vivir la vida idealizada de la arcadia.” (Casalduero)
d) El historiador Carlos Romero Muñoz, cuando comenta este capítulo en la edición del Instituto Cervantes, se pone de manifiesto que con "la cerdosa aventura en la que la pareja resulta pisoteada por una gran piara de puercos, se llega al límite, al momento literalmente insuperable en el proceso de aniquilación espiritual del pobre caballero derrotado, que, en efecto, no reacciona, cantando un madrigal muy apropiado para su estado de ánimo" . Antes le había dicho a
Sancho que manifestará sus pensamientos en un madrigal. Sancho, con gran
ingenio, le dice “que los pensamientos que dan lugar a hacer coplas no deben de
ser muchos”. Efectivamente, estos
pensamientos son tres: el amor, la vida y la muerte. Mezclando los tres temas,
don Quijote compone un madrigal con el que “desfoga” sus sentimientos sobre
Dulcinea. Amor, cuando yo pienso/ que el mal que me das terrible y fuerte,/ voy corriendo a la muerte,/ pensando así acabar mi mal inmenso/,,,, Así el vivir me mata, /que la muerte me torna a dar la vida./ !Oh condición no oída/ la que conmigo muerte y vida trata!/
Hechos prisioneros
por unos hombres que no les explican el por qué, son llevados al palacio de los duques.
“-¡Válame
Dios! –dijo así como conoció la estancia-, ¿y qué será esto? Sí, que en esta
casa todo es cortesía y buen comedimiento; pero para los vencidos el bien se
vuelve en mal y el mal en peor”
Son tan interesantes los capítulos seleccionados y los comentarios, que me están facilitando enormemente la comprensión de la segunda lectura de la obra.
ResponderEliminarMuchas gracias.
M. Victoria