jueves, 28 de julio de 2011

SEGUNDA PARTE. CAPÍTULO III. POÉTICA NOVELÍSTICA DE SANSÓN CARRASCO Y RAZONAMIENTOS LITERARIOS DE DON QUIJOTE Y SANCHO



Sancho había ido a por Sansón Carrasco para que le contara personalmente a don Quijote lo que de él se decía en la historia del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. Mientras, don Quijote cavilaba sobre lo que el libro podría decir. Dado que el autor era moro, y los moros son encantadores y mentirosos, temía que no hubiera dicho la verdad.

El bachiller, aunque se llamaba Sansón, era más bien bajo, muy socarrón; de color macilenta (de color pálido) aunque de buen entendimiento. Tendría sobre veinticuatro años; carirredondo, de nariz chata y de boca grande, señales todas de condición maliciosa y amigo de donaires y burlas.

La naturaleza burlesca del bachiller se percibió  de inmediato. Cuando llegó a donde estaba don Quijote, se arrodilló y pidiéndole la mano le dijo que era el caballero andante más importante que ha habido en el mundo. Enalteció las figuras del moro autor Cide Hamete por haber dejado escrita las aventuras de don Quijote y del que las tradujo del árabe al castellano. Sorprendido don Quijote, siguió diciéndole el bachiller que pasaban de doce mil los libros impresos, pudiéndose afirmar que si sigue de esta manera, no habrá nación que no lo conozca. Don Quijote quedó muy orgulloso de lo que había oído y, para reafirmarlo dijo: “Una de las cosas que más debe dar contento a un hombre virtuoso y eminente es verse, viviendo, andar con buen nombre por las lenguas de la gentes, impreso y en estampa.”

Desea don Quijote saber qué hazañas son las más comentadas en la obra, contestándole el bachiller que “hay diferentes opiniones como hay diferentes gustos”. Después de decirle las hazañas más comentadas, Sancho le preguntó que si se comentaba la aventura de los yangüeses, cuando a Rocinante se le antojó pedir "cotufas en el golfo” (pedir lo imposible), contestándole el bachiller que “no se le quedó nada al sabio en el tintero: todo lo dice y todo lo apunta", desde las volteretas que le dieron a Sancho en la manta, hasta los muchos palos que le dieron a don Quijote en sus aventuras. A la afirmación de Sancho sobre esos sucesos, contesta don Quijote que  “no hay historia humana en el mundo que no tenga sus altibajos, especialmente las que tratan de caballerías, las cuales nunca pueden estar llenas de prósperos sucesos"

A propósito de lo anterior, le dice el bachiller que muchos se alegraron de los palos que recibió don Quijote; éste le contestó que el autor debería haber omitido estas historias, pues “las acciones que ni mudan ni alteran la verdad de la historia no hay para qué escribirlas, si han de redundar en menosprecio del señor de la historia.”  ( del protagonista)

El bachiller retomó la idea y le respondió que “uno es escribir como poeta, y otro como historiador: el poeta puede contar o cantar las cosas, no como fueron, sino como debían ser; y el historiador las ha de escribir, no como debían ser, sino como fueron, sin añadir ni quitar a la verdad cosa alguna”. Intervino en la conversación Sancho para decirle que también se hablaría en el libro de los muchos palos que él recibió junto con don Quijote pues, como este decía “del dolor de la cabeza han de participar los miembros”.

Insiste Sancho en que quiere saber lo que se dice él. Le responde Sansón que son muchos los que piensan que es un crédulo ingenuo al pensar que podría ser verdad la ínsula ofrecida por don Quijote. Este, para no desanimar a Sancho contestó que “Aún hay sol en las bardas”. (aún tenemos  tiempo). y con los años se adquiere experiencia. Sancho se siente tranquilo de lo que se dice de él, pues “a fe de buen escudero que si hubiera dicho de mí cosas que no fueran muy de cristiano viejo, como soy, que nos habían de oír los sordos”. Para reafirmar el punto de vista anterior dice Sancho que “cada uno mire cómo habla o cómo escribe de las personas, y no ponga a trochemoche lo primero que le viene al magín”. (no escriba sin ton ni son lo primero que le viene a la cabeza)

Los defectos que le han encontrado al libro, según Sansón Carrasco son los siguientes: a) Se ha intercalado la novela El curioso impertinente, sin que tenga nada que ver con la historia; b) No se cuenta quién le hurtó el rucio a Sancho; c) Tampoco se dice lo que hizo Sancho con los cien escudos que encontró en la maleta de Sierra Morena.

Intervinieron Sancho y don Quijote. El primero para quejarse de que el autor había mezclado “berzas con capachos” (lo había mezclado todo); el segundo, para sostener que la historia se habría contado mal y la gente no la entendería. Sansón lo tranquilizó diciéndole que “es tan clara, que no hay cosa que dificultar en ella: los niños la manosean, los hombres la entienden y los viejos la celebran...no hay antecámara de señor donde no se halle un Don Quijote”.  

Si se hubiese escrito de otra manera, comenta don Quijote,  no se hubiera contado la verdad, “ y los historiadores que de mentiras se valen habían de ser quemados como los que hacen moneda falsa”. Respecto a las novelas intercaladas, supone, que lo hizo el autor para rellenar la obra, pues según el refrán “De paja y de heno”, ( De paja y de heno, mi vientre lleno: Lo que importa es satisfacerse aunque no sea lo que más le guste a uno).  Critica don Quijote que se hayan intercalado en la obra novelas y cuentos, pues sólo con sus pensamientos se hubiera hecho una gran obra filosófica, ya que “para componer historias y libros, de cualquier suerte que sean, es menester un gran juicio y un maduro entendimiento. Decir gracias y escribir donaires es de grandes ingenios: la más discreta figura de la comedia es la del bobo…La historia es cosa sagrada, porque ha de ser verdadera, y donde está la verdad está Dios, en cuanto a  verdad; pero, no obstante esto, hay algunos que así componen y arrojan libros de sí como si fuesen buñuelos”. Pasa la conversación entre don Quijote y Sansón a criticar las obras impresas. Según el último, los escritores importantes “son envidiados por aquellos que se entretienen en juzgar los escritos ajenos sin haber dado algunos propios a la luz del mundo”. Sale don Quijote en defensa de los críticos literarios, contestándole Sansón Carrasco que ”los tales censuradores deberían de ser más misericordiosos y menos piadosos…es grandísimo el riesgo que se pone el que imprime un libro, siendo de toda posibilidad imposible componerle tal, que satisfaga y contente a todos los que le leyeren”.

Sobre los otros defectos apuntados, en los que se hace referencia a Sancho, éste no quiere entrar en la conversación porque tiene hambre y se marcha a su casa a comer. Don Quijote invita a su mesa a Sansón Carrasco.

Comentario

He recurrido varias veces al libro del maestro de cervantistas y catedrático de Historia de la Lengua Española, Américo Castro, El pensamiento de Cervantes para explicar muchos capítulos de la primera parte. La tesis varias veces repetida en estos comentarios es que a Cervantes le preocupa cómo se percibe la realidad por parte de las personas. Para ello resalta las opiniones de todos: “las de los altos y la de los bajos…la de los cuerdos y la de los locos…Cervantes se lanzó a organizar una visión de su mundo fundada en pareceres, en circunstancias de vida, no de unívocas objetividades”.

En esta línea de pensamiento comenta el autor el capítulo que he resumido. Castro nos dice que durante la segunda mitad del XVI toma una importancia mayor la Poética de Aristóteles, especialmente en Italia. En ella se opone lo universal de la poesía frente a lo particular de la historia; recogiendo los frutos de la Contrarreforma, tanto una como otra, que hasta esa época iban disociadas, deben coincidir en resaltar lo virtuoso. Castro lo demuestra en el análisis que dejo a continuación:

 En el capítulo III de la segunda parte del Quijote dialogan el hidalgo, su escudero y el bachiller acerca de la primera parte del Quijote y de la forma en que han sido concebidos los personajes principales. Lo genial de Cervantes se revela en el arte con que ha introducido en lo más íntimo de la vida de sus héroes el problema teórico que inquietaba a los preceptistas; el autor ha colocado a don Quijote en la vertiente poética y a Sancho en la histórica; pero serán ellos y no el autor quienes pugnen por defender sus posiciones respectivas, y lo que es árida disquisición en los libros se torna conflicto vital, moderno, henchido de posibilidades. Don Quijote hablará en nombre de la verdad universal y verosímil; Sancho defenderá la verdad sensible y particular.26 La oposición, como es natural y cervantino, no se resuelve, sino que queda patente, como problema abierto. El ejemplo es magnífico para quienes tozudamente siguen hablando de la inconsciencia de Cervantes y de lo vulgar de sus conocimientos.

Dice don Quijote: «Una de las cosas que más debe de dar contento a un hombre virtuoso y eminente es verse, viviendo, andar con buen nombre por las lenguas de las gentes, impreso y en estampa. Dije con buen nombre, porque siendo al contrario, ninguna muerte se le igualaría». El bachiller satisface cumplidamente la inquietud del caballero: «Si por buena fama y si por buen nombre va, sólo v. m. lleva la palma a todos los caballeros andantes; porque el moro en su lengua y el cristiano en la suya tuvieron cuidado de pintarnos muy al vivo la gallardía de v. m., el ánimo grande en acometer los peligros, la paciencia en las adversidades…, la honestidad y continencia en los amores tan platónicos de v. m. y de mi señora doña Dulcinea del Toboso».

El bachiller conoce bien los requisitos del personaje del poema heroico, tan bien como don Quijote, y hacia este norte van sus anhelos. Personaje perfecto, idealizado, ejemplar. Veamos, por ejemplo, el tratado Della vera Poetica (1558) de Giovanni Pietro Capriano: «Variando el poema y representando las acciones humanas en el modo que deban haber ocurrido y razonablemente sucedido y reduciéndolas a ideas universales de acciones y de costumbres (que ésta es una de las principales diferencias entre el historiador y el poeta), instruye y amaestra el ánimo y la vida nuestra… por la vía del verdadero bien y del vivir beato». Mas para lograr el personaje «ab omni parte absolutus», con que soñaban los preceptistas, había que desechar los paladines extravagantes y elegir lo épico, tomando «acciones ilustres e ilustrísimas». Razón por la cual Aristóteles debió comprender que el poema épico es siempre preferible a la tragedia, porque tras los bastidores obrará siempre la iniquidad.27

Don Quijote se cree «virtuoso y eminente» (ilustre e ilustrísimo), y sin dificultad le da la razón el bachiller. Pero allí está Sancho, ojo avizor y garras agudas, presto a saltar sobre tan encantadora y aristotélica suposición: «Nunca he oído llamar con don a mi señora Dulcinea, sino solamente la señora Dulcinea del Toboso, y ya en esto anda errada la historia». La historia, lo particular, el vero sensible no pueden ir parejos con la pura y universal noción del héroe; lo del don «no es objeción de importancia», dice Sansón Carrasco. ¿Pero qué hacemos con «los infinitos palos que en diferentes encuentros dieron al señor don Quijote»? No hay héroe ilustrísimo que resista. Nuestro hidalgo acude a su manual poético, e intenta una última y dolorosa defensa: «También pudieran callarlo por equidad, pues las acciones que ni mudan ni alteran la verdad de la historia no hay para qué escribirlas, si han de redundar en menosprecio del señor de la historia. A fee que no fue tan piadoso Eneas como Virgilio le pinta, ni tan prudente Ulises como le describe Homero».

El bachiller entonces saca de dudas al hidalgo con una aclaración literalmente aristotélica (véase supra):«Así es; pero uno es escribir como poeta y otro como historiador; el poeta puede contar o cantar29 las cosas no como fueran, sino como debían ser, y el historiador las ha de escribir no como debían ser, sino como fueran, sin añadir ni quitar a la verdad cosa alguna».

Mas don Quijote ha de defenderse de la interpretación histórica, particularista; él ha de vivir «relicta circunstantia»,30 y Cervantes ha colocado a sus flancos esa tremenda «circunstantia» de Sancho, con voraz apetencia de lo que él entiende por verdad, la cual por sí sola es incapaz de poesía.31

En el capítulo II de la segunda parte, don Quijote trata de anular la intervención histórica de Sancho, acallando sus habladurías y recabando para sí la parte mayor de dolores y sinsabores: «¿Querrás tú decir agora, Sancho, que no me dolía yo cuando a ti te manteaban? Y si lo dices, no lo digas, ni lo pienses». Sobre todo, callar, no complicar la épica heroica con la historia cotidiana. De haber conocido el poema de Fernán González, don Quijote habría recordado aquellos versos:

Non cuentan d’Alexandre las noches nin los días,
cuentan sus buenos fechos e sus cavallerías.
32

Don Quijote, el pobre, aspira a la existencia mítica; mas Sancho, al tirarle de los pies, lo introduce violentamente en su realidad, gracias a la cual surgió el nuevo género de la novela. Esto era conocido;33 pero ahora podemos seguir con alguna mayor precisión la trayectoria de semejante proceso en la mente de Cervantes. Genialmente supo nuestro escritor dominar el estricto problema que le ofrecían los preceptistas de la Contrarreforma, tomando los preceptos aristotélicos como medio y no como meta,34 elevándose a más altas esferas.

El catedrático de Literatura comparada de la Universidad de Salamanca, Ricardo Senabre, comenta los capítulos II,III y IV de esta Segunda Parte, sobre la base de la innovación narrativa cervantina que presenta esta segunda parte: consiste esta innovación en integrar el Quijote de 1605 como elemento narrativo de esta Segunda Parte; van a ser los protagonistas de la historia, don Quijote y Sancho los que van a corregir aspectos de ellos mismos en la Primera Parte.
Comienza su análisis el profesor Senabre, explicando la unidad que forman los tres capítulos: se desarrollan en un mismo lugar, con los mismos personajes, que comentan las andanzas que tuvieron en la Primera Parte; hacen un resumen de lo que han hecho: ("juntos salimos, juntos fuimos, juntos peregrinamos"); recuerdan los momentos desagradables: ("si a ti te mantearon una vez, a mi me han molido ciento"); por último se da la noticia del bachiller Sansón Carrasco de que la historia de don Quijote "andaba ya en libros" por Salamanca y que el historiador que la escribía sabía cosas de Sancho, que él ni siquiera se imaginaba.
Por último destaca el profesor Senabre las transformaciones narrativas: Cervantes introduce la ficción en la propia ficción; Cervantes "ensancha la novela y abre el camino a la novela moderna".



lunes, 25 de julio de 2011

SEGUNDA PARTE. CAPÍTULO II. SANCHO CUENTA A DON QUIJOTE LO QUE SE DICE DE ELLOS





Todos oyeron al ama y a la sobrina que le daban voces a Sancho, impidiéndole entrar en la casa. Ellas argumentaban que él tenía la culpa de que don Quijote se marchara de su casa. Sin embargo, Sancho replicaba que era don Quijote quien le había prometido una ínsula. Al desconocer ellas qué era eso de la ínsula, Sancho se lo aclaró, diciéndoles que se gobernaba mejor que cuatro ciudades y se regía mejor que cuatro alcaldes de corte ( es decir, se gobiernan mejor que lo hacen cuatro alcaldes de corte (jueces encargados de mantener el orden) , contestándole ellas que se fuera a trabajar, que era lo que le hacía falta.

Al oír la conversación, don Quijote temió que Sancho hablara más de la cuenta y mandó al ama y la sobrina que lo dejasen entrar. El cura y el barbero se despidieron. Cuando salieron comentaron la locura de don Quijote y la simpleza de Sancho.

Don Quijote le recrimina a Sancho que les dijera al ama y a la sobrina que fue él quien lo sacó de su casa, pues los dos habían sufrido malas aventuras y de éstas don Quijote era el que había salido peor parado. Al quejarse Sancho de que él también sufrió bastante, don Quijote le contestó que era lógico, pues “cuando la cabeza duele, todos los miembros duelen”. Aplica la sentencia a sí mismo y dice que al ser él la cabeza, era lógico que el escudero sufriera por lo que le ocurría al amo.

Insiste don Quijote en que le diga la verdad de lo que se dice de él en el pueblo, pues “de los vasallos leales es decir la verdad a sus señores en su ser y en su figura propia, sin que la adulación la acreciente u otro vano respeto la disminuya; y quiero que sepas, Sancho, que si a los oídos de los príncipes llegase la verdad desnuda, sin los vestidos de la lisonja, otros siglo correrían”.

Sancho le contesta con la verdad desnuda como él quiere. Lo tratan de loco y a él de mentecato. También dicen que es presuntuoso, pues se ha puesto don (el tratamiento de don que se ha puesto don Quijote es entendido por los hidalgos del lugar como una pretensión de ascenso en la escala social) y se considera caballero, con “cuatro cepas y dos yugadas de tierra( yugada lo que podía arar una yunta de bueyes en un día), y con un trapo detrás y otro delante”. Los caballeros se quejaban de que se comparara con ellos. Sobre la valentía, cortesía y hazañas había diferentes opiniones: unos dicen que es loco, pero gracioso, otro que valiente pero desgraciado.

Don Quijote le contestó que “donde quiera que está la virtud en eminente grado es perseguida”. Le pone como ejemplos personajes del pasado (Julio César, Alejandro…), a los cuales también les sacaron defectos.

Le dice Sancho que aún la cola falta por desollar  (Todavía falta lo peor); lo de hasta ahora, son tortas y pan pintado ( hasta aquí todo es bueno). Le continúa diciendo que, según el Bachiller Sansón Carrasco, la historia de ellos andaba ya escrita con el nombre del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha y que contaba cosas sorprendentes . Don Quijote le responde que el autor debía de ser algún sabio encantador. Sancho se queda sorprendido, argumentando que no debía de ser sabio, pues lo firmaba un tal Cide Hamete Berenjena. Don Quijote le contesta que debe ser árabe, pues tal es el nombre. Para saber más le pide que busque al bachiller para que le cuente lo que sabe.



Comentario

Uno de los temas que encontramos en el fragmento es el sueño con el que viven muchos españoles, de los cuales Sancho es representativo. Los historiadores coinciden en señalar el fuerte irrealismo con el que vive la sociedad española. Las Indias habían traído mucho dinero, pero como pusimos de manifiesto en el comentario anterior, las guerras y la falta de productividad habían ocasionado unas ingentes deudas externas a la Corona, las cuales llevaron a los impagos que ya señalé. En esta sociedad, el sueño de hacerse rico sin trabajar era muy frecuente en España. Un ejemplo de ello lo tenemos en la frase que el ama y la sobrina le espetan a Sancho cuando este les dice que don Quijote le ha prometido una ínsula: “Id a gobernar vuestra casa y a labrar vuestros pegujares, y dejaos de pretender ínsulas ni ínsulos” (Pierre Vilar: “El tiempo de Quijote”).

Otro de los temas que aparecen en el capítulo es la vanidad o presunción de don Quijote, tal y como se percibe por el pueblo. Como exponen todos los que estudian este período: Los catedráticos Domínguez Ortiz, Lynch, Vilar…, el modelo social quedaba reducido a dos clases sociales: la nobleza y el clero, por una parte y una tercera clase que se conocía estado general o llano.” El rasgo distintivo era la propiedad de la tierra, que estaba generalmente en manos de la nobleza. En esta se integraban  los grandes nobles de España, generalmente latifundistas, que poseían propiedades que abarcaban casi provincias enteras, hasta empobrecidos hidalgos” ( John Lynch: Monarquía e Imperio); frecuentemente era mal visto que personas que tenían poca propiedad se hiciesen pasar por caballeros. En razón de lo anterior se encuentra el sentido de la frase de Sancho a don Quijote: “Los hidalgos dicen que, no conteniéndose vuestra merced en los límites de la hidalguía, se ha puesto don y se ha arremetido a caballero con cuatro cepas y dos yeguadas de tierra, y con un trapo atrás y otro adelante”

Se ha explicado ya la decadencia de las clases medias en España en este período. Una de las razones que la explican es el prejuicio social contra las actividades comerciales y en favor de la nobleza; de esto es ilustrativa la convicción que se tenía de que “el no vivir de rentas, no es trato de nobles”. También se pone de manifiesto en este capítulo cuando critican a los hidalgos “que dan humo a los zapatos (que ocultan con hollín el deterioro de los zapatos).

Por último hay que referirse una vez más a la vieja fórmula del narrador ya explicada. Como señala el catedrático de la Universidad de California, Avalle Arce: “la técnica de inventar un historiador que narra las aventuras del héroes es un procedimiento que Cervantes hereda directamente de la novela caballeresca” .

Sancho, haciendo uso de su habla rústica, cambia Benengeli por Berenjena. Se queda asombrado de lo que dice el narrador sobre ellos, a lo cual responde don Quijote, que sería algún “sabio encantador” y que el nombre es “moro”. De lo anterior se puede deducir que a) era mentiroso, por ser encantador; b) las cosas sorprendentes que decía de ellos y estaban fuera de razón, eran falsas.

Una vez más, este alarife de la narración que es Cervantes, nos vuelve a sorprender con una nueva añagaza sobre las verdades y mentiras de la obra.

El catedrático de Literatura comparada de la Universidad de Salamanca, Ricardo Senabre, comenta los capítulos II,III y IV de esta Segunda Parte, sobre la base de la innovación narrativa cervantina que presenta esta segunda parte: consiste esta innovación en integrar el Quijote de 1605 como elemento narrativo de esta Segunda Parte; van a ser los protagonistas de la historia, don Quijote y Sancho los que van a corregir aspectos de ellos mismos en la Primera Parte.
Comienza su análisis el profesor Senabre, explicando la unidad que forman los tres capítulos: se desarrollan en un mismo lugar, con los mismos personajes, que comentan las andanzas que tuvieron en la Primera Parte; hacen un resumen de lo que han hecho: ("juntos salimos, juntos fuimos, juntos peregrinamos"); recuerdan los momentos desagradables: ("si a ti te mantearon una vez, a mi me han molido ciento"); por último se da la noticia del bachiller Sansón Carrasco de que la historia de don Quijote "andaba ya en libros" por Salamanca y que el historiador que la escribía sabía cosas de Sancho, que él ni siquiera se imaginaba.
Por último destaca el profesor Senabre las transformaciones narrativas: Cervantes introduce la ficción en la propia ficción; Cervantes "ensancha la novela y abre el camino a la novela moderna".






jueves, 21 de julio de 2011

SEGUNDA PARTE. CAPÍTULO I EL CURA Y EL BARBERO CONVERSAN CON DON QUIJOTE SOBRE SU ENFERMEDAD



Sigue diciéndonos Benengeli en la segunda parte y tercera salida de don Quijote que el cura y el barbero llevaban sin verlo un mes, pero no por eso dejaban de interesarse por él, pues con frecuencia les preguntaban al ama y a la sobrina por la salud de don Quijote- Dado que ellas les decían que les parecía que estaba curado, fueron a verlo, procurando no hablarle de nada que se refiera a la caballería andante.

Encontraron a don Quijote sentado en la cama, vestido con una almilla verde (jubón o vestido, que va desde los hombros a la cintura y muy ajustado al cuerpo) y un bonete colorado.(gorro, generalmente de lana) Tan delgado que parecía amojamado (muy delgado)  Le preguntaron  por su salud y contestó con discreción. También la mantuvo cuando en la conversación sacaron el tema de la “razón de estado”  y modos de gobierno. Con ironía nos dice Cervantes "cada uno de los tres hacían un nuevo legislador, un Licurgo moderno o un Solón flamante -modelos de buen gobernante-y de tal manera renovaron la república, que no pareció sino que la habían puesto en una fragua y sacado otra de la que pusieron"

En la conversación, el cura sacó el tema político, en concreto que el Rey  tenía que volver a enfrentarse con los turcos. Cuando esto lo oyó don Quijote aseguró que él podría sugerirle a su Majestad cómo resolver la situación. Tanto el cura como el barbero pensaron que don Quijote volvería a dar muestras de su locura. El barbero quiso saber los arbitrios o consejos que don Quijote le daría al Rey. Después de prometerle que lo que dijera no saldría de aquella habitación para que otros no se llevaran el mérito, dijo don Quijote que la solución estaba en reunir unos cuantos caballeros andantes. Ellos habían dado prueba de que uno solo era capaz de enfrentarse a un ejército de doscientos mil hombres.

El ama y la sobrina manifestaron ante ellos,  que don Quijote deseaba regresar a la caballería andante, a lo cual replicó él que “Caballero andante he de ser hasta morir…y digo que Dios me entiende”. A propósito de lo anterior contó el barbero el siguiente cuento:

En un manicomio de Sevilla, había un loco, licenciado en cánones (derecho canónico) por Osuna (Universidad menor con poco prestigio), que escribió reiteradas cartas al arzobispo, diciéndole que se encontraba curado. Si permanecía en el manicomio era porque tenían interés sus familiares de que permaneciera allí para poder heredar su hacienda. Con este mismo propósito le daban dinero al rector del manicomio. El arzobispo mandó un capellán para que se interesara por el caso. Cuando se lo dijo al rector, éste contestó que el tal graduado estaba loco. Quiso el cura comprobarlo; mantuvo una correcta conversación con él y mandó que lo pusiesen en libertad. Cuando se vistió de cuerdo y se desnudó de loco ( los locos llevaban un camisón largo )y fue a despedirse de los otros locos, les habló con mucha cordura, diciéndoles que tuviesen confianza en Dios, que lo mismo que a él lo había curado los curaría a ellos; a uno de ellos  lo animó con las siguientes palabras: “Todas nuestras locuras proceden de tener los estómagos vacíos y los celebros llenos de aire. Esfuércese, esfuércese, que el descaecimiento en los infortunios apoca la salud y acarrea la muerte”. Cuando esto oyó uno de los que allí estaban contestó que si a ese lo sacaban, él, que era Júpiter, castigaría a la ciudad con tres años de sequía. A esto, el graduado, cogiendo al capellán de la mano le dijo que no se preocupara, que él, que era Neptuno, llovería tanto como quisiese. Oído lo anterior, y bastante avergonzado, el capellán contestó que en otra ocasión volvería a por él.

Don Quijote se dio por aludido y, enfadado por haber sido mal interpretado, se dirigió  al barbero como ¡Ah, señor rapista, señor rapista! (señor barbero, con matiz despectivo (de rapar)) “ Y cuán ciego es aquel que no ve por tela de cedazo!  (aquel que no percibe lo evidente)  ¿es posible que vuestra merced no sabe que las comparaciones que se hacen de ingenio a ingenio, de valor a valor, de hermosura a hermosura y de linaje a linaje son siempre odiosas y mal recibidas?. Después de decir que no se las daba de inteligente, consideraba que hoy en día no hay caballeros andantes como los de antes, continúa diciendo que “ahora ya triunfa la pereza de la diligencia, la ociosidad del trabajo, el vicio de la virtud, la arrogancia de la valentía y la teórica de la práctica de las armas, que sólo vivieron y resplandecieron en las edades del oro y de los andantes caballeros". Enumeró las virtudes de Amadís de Gaula, Palmerín de Inglaterra, Felixmarte de Hircania, Roldán y otros; añadiendo que si el Rey se sirviera de caballeros como estos, se ahorraría muchos gastos en las guerras.

Después de disculparse el barbero y aceptarlo don Quijote, dijo el cura que tenía cierto escrúpulo que le roía la conciencia, después de lo que había oído. A esto contestó don Quijote que “puede decir su escrúpulo, porque no es de gusto andar con la conciencia escrupulosa”.

El cura expuso su escrúpulo, diciendo que toda la caterva de caballeros andantes que don Quijote había citado, no eran personajes de carne y hueso. Replicó de inmediato don Quijote, diciendo que a muchos los conocía personalmente. Ante esta afirmación, le pregunta el barbero por el gigante Morgante (Protagonista de un poema del siglo XV).  Contesta don Quijote que "en esto de los gigantes hay diferentes opiniones si los ha habido o no, pero la Santa Escritura, que no puede faltar un átomo en la verdad, nos muestra que los hubo", cita el caso del gigante Golías; sin embargo no puede decir con certidumbre cuál pudiera ser el tamaño del gigante Morgante.
 Terminó haciendo unas observaciones literarias  sobre Angélica la Bella, su desdeño a Roldán, y su entrega al paje Medoro.

Comentario

En la segunda parte se mantiene el mismo artificio narrativo  que en la primera. Comienza el narrador aludiendo a Cide Hamete Benengeli, autor del manuscrito que Cervantes encontró en El Alcaná de Toledo, como nos dijo en el capítulo IX de la primera parte. Este manuscrito se lo tradujo del árabe al castellano un morisco aljamiado. Cervantes, utilizando un narrador omnisciente, se lo entrega al lector; sin embargo si la primera parte se iniciaba en el espacio manchego: "En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme", en esta parte domina el tiempo, como muy bien dice el catedrático de Filología de la Universidad de Madrid, Lucía Mejías en su obra La plenitud de Cervantes. La crítica se ha preguntado por el comienzo de la segunda parte, publicada en 1615. Según nos cuenta en este primer capítulo, la nueva narración se inicia un mes después de la vuelta de don Quijote a su casa; ahora bien, cuál es la razón de que tarde diez años en terminarla?. El cervantista Astrana Marín, en el comienzo del tomo VI de la biografía de Cervantes, tomando como referencia lo que se dice en el capítulo III de las impresiones en Amberes, da la fecha de 1607. Lo que la crítica literaria dice, y en especial Lucía Mejía, es que Cervantes, en esta última parte de su vida tenia un proyecto literario: publicar varias obras: Novelas ejemplares, El Viaje del Parnaso, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, etc. Ante estos hechos Cervantes suspendió la escritura de la segunda parte del Quijote, pero "su editor Francisco de Robles, le apremiaba a Cervantes para que le entregara lo antes posible continuaciones de las aventuras quijotescas". Lucía Mejía. op. cit. Nunca se sabrá cuándo comenzó a escribir Cervantes la segunda parte del Quijote"

En este capítulo I encontramos dos aspectos importantes que conviene destacar para entenderlo mejor. El primero se refiere al tema de la conversación que el cura y el barbero le sacan a don Quijote. Es un tema de gobernanza: la razón de estado o gobierno, es decir, el conjunto de reglas y preceptos políticos para mantenerse en el poder.
 Generalmente, cuando se viven situaciones de crisis financieras, manifestadas en subidas de impuestos, guerras, aumento de precios…etc., el tema de los arbitrios era frecuente que se sacara en las conversaciones . "Estos presuntos remedios más o menos fantásticos para los problemas económicos o políticos de la monarquía española, florecieron sobre todo en el siglo XVII, y Cervantes se contó entre los primeros en satirizarlos literariamente. En el Coloquio de los perros, un arbitrista propone que todos ayunen "una vez al mes a pan y agua" y el el dinero "se dé a su majestad". Rico, op. cit. Cervantes se burla de estos arbitristas que dan soluciones, diciendo que pusieron la república en una fragua para sacar otra nueva"

España, según el historiador y catedrático de la Sorbona Pierre Villar, en El Tiempo del Quijote, vivió la gran crisis decisiva del poderío español y la primera gran crisis de duda de los españoles; no hay que olvidar que las dos partes del Quijote son de 1605 y 1615.

Felipe II heredó de su padre una deuda de más de 20 millones de ducados y, la que dejó a su sucesor, parece que fue superior a los 100 millones de ducados. Tanto es así que en 1557 España realizó la primera suspensión de pagos; otras, según el economista y catedrático de la Universidad de Chicago Hamilton fueron en 1575, 1596, 1607 y 1647. Entró mucho dinero de las Indias, pero tal y como entraba se gastaba en guerras y mala administración. Se subieron mucho los impuestos.  Algunos de estos impuestos directos como las alcabalas suponían en torno a un 10% de todas las ventas que se realizaban. Según el catedrático de historia de la Universidad de Liverpool, John Lynch, en Monarquía e Imperio, en 1584, las familias segovianas pagaban seis veces más que en 1561. La subida de precios fue espectacular: el trigo andaluz pasa de los 430 maravedís por fanega en 1595 a 1.401 en 1598. No es de extrañar que con hechos económicos de este tipo abundaran en las conversaciones los temas de gobierno. En esta misma línea de pensamiento económico hay que destacar, siguiendo a Lynch, que Felipe II recibía consejos de todas partes sobre cómo poner orden en la economía.  Don Quijote, según le dice al cura también quiere colaborar con sus arbitrios o consejos al Rey. Este se debería hacer con un grupo de caballeros andantes como Amadís, Palmerín y Roldán. “…de éstos…quisiera yo que fueran los de mi arbitrio, que, a serlo, su Majestad se hallara bien servido y ahorrara de mucho gasto”. Como vemos, después del reposo, don Quijote no se ha curado y sigue viviendo anclado en su alienación.
Otro de los temas que aparece en este capítulo es el de los gigantes. "Estos estaban presentes en los libros de caballerías...en estos libros el gigante aparece como un motivo general de deformidad física, en el que también se incluyen enanos, jorobados, tuertos y pretenden introducir comicidad" Muñoz Machado. Cervantes, págs 320-322. Sobre la "Razón de Estado", véase este mismo autor, pág,. 398- 404

Hemos visto que en este capítulo, que el tema de la locura  aparece de nuevo en los consejos de don Quijote y en los cuentos que narra el barbero. Como ya dije en varios comentarios anteriores, Cervantes tuvo como referencia el libro del médico de Baza, Huarte de San Juan, Examen de ingenios. El médico Rafael Salillas, en el centenario de 1905,  citando al historiador de la ciencia, José Luis Peset, en Melancólicos e inocentes, señala el origen de don Quijote en Huarte: “ Las almas se tienen que acomodar a los temperamentos, ya no son libres, como explicará Descartes al insistir en su imperfección al asentarse en el cuerpo”. Lo anterior es lo que actualmente se entiende por determinismo de base genética, tal y como se suele explicar gran parte de las enfermedades mentales.  
Unamuno, cuando interpreta este capítulo, lo hace sobre la base de la respuesta de don Quijote al barbero: “!Ah, señor rapista, señor rapista, y cuán ciego es aquel que no ve por tela de cedazo”. es decir, que no percibe lo evidente (F. Rico. op.cit. pag. 555) Muchos son los ciegos en estos tiempos que corren.
El cervantista y catedrático de Estudios Hispánicos de la Universidad de Edimburgo, Edward C. Riley comenta este capítulo, señalando en primer lugar la importancia que en la segunda parte cobra el narrador Benengeli. Este capítulo se centra en la duda que el cura y el barbero tienen de la salud mental de don Quijote.
Lo que caracteriza formalmente este capítulo y los seis siguientes va a ser el diálogo, un ritmo más pausado y un don Quijote con un trato social más normal.
Se estructura este capítulo, dando cuenta de las conversaciones que eran corrientes en la época: el gobierno del estado. Para probar el estado de don Quijote, el cura saca el tema del ataque de la armada turca, Don Quijote, revela su plan para hacerles frente: traer a los caballeros andantes que hay en el reino. Este plan es el que propondría al Emperador.  Esto demuestra que su locura sigue intacta y al mismo tiempo, vemos la crítica que Cervantes realiza a los arbitristas que tanto abundaban en este período. Ellos están tan locos como don Quijote. Los cuentecillos sobre los locos, los relaciona el profesor Riley con la anécdota que puso Cervantes en el prólogo, dirigida a Avellaneda,

jueves, 7 de julio de 2011

SEGUNDA PARTE DEL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA. PRÓLOGO

Inicia Cervantes su prólogo, diciéndole al lector que probablemente espere expresiones de rabia y vituperios contra el autor del segundo don Quijote, pero él no va a caer en esa tentación, porque “los agravios despiertan la cólera en los más humildes pechos, en el mío ha de padecer excepción esta regla”…”castíguele su pecado, con su pan se lo coma y allá se lo halla” ( Estas tres frases significan lo mismo: “allá él, él sabrá lo que hace” )

Se queja de que el autor lo mote de viejo, manco y envidioso. Respecto a lo primero contesta “como si hubiese sido en mi mano detener el tiempo”. ..”hase de advertir que no se escribe con las canas, sino con el entendimiento, el cual suele mejorarse con los años”. Tocante a lo segundo, que su manquedad no ha nacido en una taberna, sino “en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros ( alusión a la batalla de Lepanto (7-10-1571) donde Cervantes quedó imposibilitado de la mano izquierda) Si mis heridas no resplandecen en los ojos de quien las mira, son estimadas, a lo menos, en la estimación de los que saben dónde se cobraron; que el soldado más bien parece muerto en la batalla que libre en la fuga". Referente a lo tercero, “de dos envidias que hay, yo sólo conozco sino a la santa, a la noble y bien intencionada”, ( es decir, la envidia sana, que promueve la emulación hacia los mejores, con intención de superarse)

Afirma que no se siente agraviado por ese autor, pues comprende que a veces el demonio puede hacerle creer a un hombre que puede escribir un libro con el que ganar fama y dinero.  Para ilustrarlo le cuenta dos cuentos de locos.

Uno cogía un perro y con un canuto, lo inflaba, preguntándoles después a los circunstantes: “¿Pensarán vuestras mercedes ahora que es poco trabajo hinchar un perro?. ¿Pensará vuestra merced ahora que es poco trabajo hacer un libro?.

El otro lanzaba piedras sobre los perros, en una de las ocasiones lo vio el dueño de uno y cogiendo una vara, no le dejó al loco un hueso sano, diciéndole “¿No vistes cruel que era podenco (perro de caza, muy estimados en la caza para rastrear)  mi perro?. Desde ese momento, el loco cuando veía un perro, decía “Éste es podenco, ¡guarda! (Cuidado)”. De la misma manera, cree Cervantes que le puede ocurrir a ese autor, que no descargue más su ingenio en libros, pues le salen malos y “más duros que las peñas”.

Por último, respecto a que con su falso Quijote le va a quitar ganancias en las ventas,  le dice que no le importa, pues  tiene la protección del Conde de Lemos y la caridad del ilustrísimo de Toledo; a estos dos príncipes les está agradecido por su ayuda, pues “la honra puédela tener el pobre, pero no el vicioso; la pobreza puede anublar a la nobleza, pero no escurecerla del todo; pero como la virtud dé alguna luz de sí, aunque sea por los inconvenientes y resquicios de la estrecheza, viene a ser estimada de los altos y nobles espíritus, y, por consiguiente, favorecida. Continúa diciendo que la segunda parte que le da al lector es cortada del mismo artífice y del mismo paño que la primera.”. Dado que “la abundancia de las cosas, aunque sean buenas, hace que no se estimen, y la carestía, aun de las malas, se estima en algo” quiere presentar un Quijote “dilatado” y finalmente muerto y sepultado, para que ninguno se atreva a levantarle nuevos testimonios.

Comentario

El año 1614, nueve años después de la aparición de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, se publicó con pie de imprenta de Tarragona el Segundo tomo del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Contiene su tercera salida y es la quinta parte de sus aventuras. Está compuesta por el licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas.”

Ya desde el inicio, en el mismo prólogo, utiliza el autor una serie de expresiones viles contra Cervantes. Su abyección llega a tal, que pretende denigrar tanto la inmortal obra, como a su autor, Cervantes: a) Trata la historia de don Quijote “Como casi una comedia”; b) Lo trata de manco “…y digo manco, pues confiesa de sí que tiene solo una”;  c) Viejo “ Y pues Miguel de Cervantes es ya de viejo como el castillo de San Cervantes”; d) Deslenguado: “tiene más lengua que manos”.

Dicho lo anterior, lo acusa de ofender a dos personas: a quien escribe el prólogo y “particularmente a quien tan justamente celebran las naciones más extranjeras”, en clara alusión a Lope de Vega.

Por último lo acusa de envidioso, pero lo exculpa en lo yerros dado que “el haberse escrito entre los de una cárcel; y así no pudo dejar de salir tiznada de ellos, ni salir menos que quejosa, murmuradora, impaciente y colérica, cual lo están los encarcelados”.

Como vemos, el anónimo autor, desea iniciar una guerra con Cervantes. Este, en 1615 publica la continuación del libro con el título de Segunda parte de don Quijote de la Mancha; había suprimido lo de "ingenioso hidalgo"  con que aparecía en la primera de 1605. En el prólogo contesta desde la serenidad, pero con humor y fina ironía a los insultos e injurias (viejo, manco, murmurador y envidioso) que contra él había dirigido Avellaneda en falso Quijote de 1614

Es probable q"venganzas, ue Cervantes conociera quién era el autor del falso Quijote, pero no lo quiso decir para no darle celebridad. “El duelo verbal, como apunta el catedrático de Literatura Española de la Universidad de Harvard, Avalle Arce, entre los dos autores, termina con un Avellaneda despachurrado. Cervantes lo inicia desde la ecuanimidad, utilizando la figura de la preterición, -que consiste en aparentar que se quiere omitir lo que se está diciendo-. Su saña se expresa a través de un nublado de dos chistosos cuentos de locos (Avalle Arce). Con el primer cuento, de acuerdo con el cervantista y académico y comentarista del Quijote Diego Clemencín, parece que Cervantes quiso indicar que Avellaneda “no hizo más que llenar un libro de futilidades y viento, como el loco del perro”.

Las draconianas expresiones de Avellaneda pretendían ajar la inmortal obra y a su autor, pero la palabra cervantina va tejiendo una dialéctica, desde la ecuanimidad, que terminan con los dislates del apócrifo autor.
Uno de los máximos especialistas del Quijote, el catedrático de la Universidad de Paris, Jean Canavaggio, sostiene, en un artículo publicado en Babelia: Piratear el "Quijote!, que "la edición del Quijote de Avellaneda a cargo de Luis Gómez Canseco es la mejor para entender el famoso apócrifo". Es sabido que "se ha identificado al misterioso Avellaneda con más de 40 personajes, desde un amigo y protector de Lope, el duque de Sesa, hasta Lope de Vega, quien de hecho bien pudo haber escrito el prólogo. Martín de Riquer pensó en Jerónimo de Pasamonte, el soldado-escritor que inspiró a Cervantes el personaje del galeote Ginés. "Gómez Canseco no ha encontrado la salida de este laberinto. Este último autor, en el artículo "De 1605 a 1615: Relaciones y dependencias textuales", después de elucidar perfectamente el libro, mediante una revisión estadística,  sostiene que "Pudiera pensarse, visto lo visto, que Cervantes es tan imitador de Avellaneda como lo fue él suyo. Pero no es así. Cervantes tomó materiales del contrario para construir una obra nueva, distinta a la del imitador, pero también distinta a su primera parte. No sólo intensificó el diálogo entre los personajes, sino que atenuó la locura del hidalgo y redujo el número de episodios meramente cómicos".

El catedrático de Literatura Española de la Universidad de Nueva York, ElíasL. Rivers, comenta el prólogo y la dedicatoria al conde Lemos, mecenas de Cervantes y virrey de Nápoles. Después de señalar la intertextualidad que se va a encontrar el lector en la segunda parte del Quijote, en la que aparecen personajes que han sido lectores de la primera.
Señala el profesor Rivers la habilidad de Cervantes para establecer una relación de complicidad con el lector, muestra cómo Cervantes, utilizando la figura retórica de la praeteritio, ( consiste en declarar que se omite o pasa por alto algo, cuando de hecho se aprovecha para llamar la etención y castigar, aquello que se dice pasar por alto),   suelta Cervantes las venganzas y riñas" que espera el lector, rogándole que le transmita al falso Avellaneda los dos cuentos de los perros y la violencia física.
Por último, en la dedicatoria al Conde de Lemos, Cervantes inventa una correspondencia con el emperador de China, quien le dice que quiere fundar un colegio para que se aprenda español y quiere que sea Cervantes el rector. Cervantes la rechaza porque tiene el apoyo del Conde de Lemos,