Después del
atropello de los toros, don Quijote y Sancho se dirigieron a una fresca
arboleda y se sentaron cerca de una fuente clara y limpia. Sancho sacó comida
de las alforjas y sin esperar, como era lo cortés, a don Quijote comenzó a
embaularla.
Don Quijote,
cuando lo vio comer de esa manera, le dijo que eso demostraba que le importaba
mucho la vida, sin embargo él, hundido en sus pensamientos y desgracias, era lo
contrario, porque “Yo, Sancho, nací para
vivir muriendo y tú para morir comiendo”. Le explicó don Quijote la causa
de su desesperación diciéndole que había pasado de ser respetado por los duques
y amado por doncellas a ser “acoceado y molido de los pies de animales inmundos
y soeces”. Esto le quitaba las ganas de comer y por eso quería dejarse morir de
hambre. Sancho le contestó que entendía
que don Quijote no aprobara el refrán “Muera
Marta, y muera harta” (Crítica que se realiza a los que quieren hacer su
gusto, aunque esto les pueda (ocasionar un gran daño). Le dice a continuación “que no hay mayor
locura que la que toca en querer desesperarse como vuestra merced, y créame y
después de comido échese a dormir un
poco (…), y verá como cuando despierte se halla algo más aliviado”. A la
petición que le hizo don Quijote de que se azotase para desencantar a Dulcinea,
Sancho le contestó que lo haría, pero que ahora que comiera y descansara. Así lo hicieron.
Cuando se
despertaron siguieron camino a Zaragoza. Pararon en una venta que a una legua
se veía, y entraron a pasar la noche. Después de dejar las bestias en la
caballeriza y recogerse en su estancia, tuvo lugar un gracioso diálogo entre el
ventero y Sancho sobre la oferta de platos que la cocina ofrecía. Tuvo que
contentarse el escudero con dos uñas de vaca, cocidas con garbanzos, cebolla y
tocino.
Estaba cenando
don Quijote en su habitación cuando oyó que en la contigua estaban hablando dos
hombres, don Jerónimo y don Juan, comentando el Quijote apócrifo de Avellaneda. Uno le decía al otro
que era peor que la primera parte del Quijote pues estaba lleno de disparates y desatinos, a lo que responde don Juan que sería bien leerla, "pues no hay libro tan malo, que no tenga alguna cosa buena", no obstante lo que a él mas le disgustaba es que en este libro se pintaba a don
Quijote desenamorado de Dulcinea ( en la continuación apócrifa, don Quijote es rechazado por Dulcinea y decide llamarse en adelante "el Caballero Desamorado". Don Quijote que lo oyó, lleno de ira, en voz
alta para que se oyera, dijo que eso era falso y mentía el que lo decía. Al
preguntar desde el otro aposento que quién era el que respondía, Sancho
contestó que el mismísimo don Quijote de la Mancha, que podría demostrar lo que
ha dicho, pues “A buen pagador no le
duelen prendas” (El refrán explica que el que desea cumplir con lo que
debe, no le importa proporcionar alguna garantía de ello).
Entraron los dos
caballeros en la habitación de don Quijote. Lo abrazaron emocionados. Le
entregaron el libro que quería suplantarlo y don Quijote, después de hojearlo,
se lo devolvió y le indicó los defectos del falso Quijote: ciertas palabras
insultantes del prólogo, ciertos aragonesismos porque el autor escribía sin artículos,
se equivocaba en el nombre de la mujer de Sancho Panza, y presentaba a Sancho como
comilón y bebedor. Este contestó que mejor hubiera sido que no se acordara de
él, porque “quien las sabe las tañe”,
(Cada uno debe dedicarse a lo que sabe) y Bien
se está San Pedro en Roma (Cuando desconoces una cosa, es mejor dejarlo
como está).
Los caballeros
invitaron a don Quijote a que se pasase a su aposento a cenar con ellos. Se
pasó para no desairarlos. A unas preguntas que le hicieron sobre Dulcinea les
contó lo sucedido en la cueva de Montesinos ( II, 23) Uno de los caballeros dijo que se
debía ordenar que únicamente tratase de don Quijote, Cide Hamete. El Hidalgo
contestó que lo retratara el que quisiere, pero que no lo maltrataran porque “Muchas veces suele caerse la paciencia
cuando la cargan de injurias”. Le pidió uno de los caballeros que leyera más
el libro, contestó que lo daba por leído y lo consideraba necio del todo, pues “De las cosas obscenas y torpes los
pensamientos se han de apartar, cuanto más los ojos”. Al decirle el
caballero las simplezas que se contaban de la estancia del falso Quijote en
Zaragoza, respondió el Ingenioso Hidalgo: no pondré los pies en Zaragoza y “así sacaré a la plaza del mundo la mentira
de ese historiador moderno”. Se retiraron y al día siguiente, de madrugada,
emprendió el camino para Barcelona.( En Barcelona tenían lugar las justas organizadas por la cofradía de San Jorge, creada en 1565. Las justas eran peleas a caballo y con lanza)
Comentario
Después de la
humillación que sufrió don Quijote cuando fue pisoteado por los toros al final
del capítulo anterior, cae en una desesperación. Como él dice muy bien, se
sintió respetado por los duques y admirado por Altisidora; su fama se había
extendido y era ya conocida, gracias a la divulgación de la primera parte de la
obra. Sin embargo, la fortuna cambió. Cuando esperaba “palmas, triunfos y
coronas”, se vio pisoteado por los toros. Su dolor se acentúa y dice que quiere
dejarse morir de hambre. Sancho lo incita a vivir diciéndole: “no hay mayor
locura que la que toca en querer desesperarse”. Le da una recomendación: que
coma bien y que duerma. Con esto consigue que se recupere y llegan a la venta.
Da la impresión de que Sancho quiere que don Quijote se apegue a la vida; que
encuentre nuevamente ilusiones y para ello, la receta es comer y dormir más.
Sin embargo, el
punto de vista anterior, defendido por Sancho: aferrarse a la vida, serle fiel
a ella y gozarla es visto de manera distinta por otros estudiosos de la obra. El profesor de la Facultad de Teología de Madrid Salvador
Muñoz Iglesias, en Lo religioso en el
Quijote, considera que el término desesperación alude al suicidio. Esto
está prohibido por la moral religiosa, defendida en le época por la
Inquisición. Por lo tanto, la tesis de Sancho es que hay que mantener la vida
hasta que Dios quiera. Parte el autor de la premisa inicial que le dice don
Quijote a Sancho cuando lo ve embaular la comida: “sustenta la vida, que más que
a mi te importa, y déjame morir a mí a manos de mis pensamientos y a fuerza de
mis desgracias. Yo, Sancho, nací para vivir muriendo y tú para morir comiendo.
Sancho le contesta…”yo tiraré mi vida comiendo hasta que llegue el fin que le
tiene determinado el cielo; y sepa, señor, que no hay mayor locura que la que
toca en querer desesperarse como vuestra merced”.
No puedo
realizar una aserción que nos incline por una u otra interpretación.
A partir de aquí
nos encontramos con dos escenas: la graciosa del entremesil entre Sancho y el
ventero socarrón y la del Quijote apócrifo de Avellaneda.
A mediados de 1614 se había puesto a la venta el "Segundo tomo de El Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, que contiene su tercera salida y es la quinta parte de sus aventuras", conocido como el Quijote apócrifo de Alonso Fernández de Avellaneda. Ya en el prólogo de la segunda parte, de 1615, le dice Cervantes al Conde de Lemos que quiere darse prisa para entregar la segunda parte de Quijote de 1605 porque desea "quitar el hámago y la nausea que ha causado otro don Quijote que con el nombre de Segunda parte se ha disfrazado y corrido por el orbe".
Ya en el capítulo II, 2. don Quijote había sabido por boca de Sancho, según le había dicho el bachiller, que otro Quijote estaba narrando sus andanzas y aventuras, pero es en este capítulo 59 cuando el Quijote de Avellanada forma parte de la narración cervantina. La estrategia de Cervantes, como apunta el catedrático de la Universidad de Madrid Lucía Megías en la op.cit., es introducir a personajes que representan a lectores de la época para decir "¿Para qué quiere vuestra merced, señor don Juan, que leamos estos disparates, si el que hubiere leído la primera parte de la historia de don Quijote de la Mancha no es posible que pueda tener gusto en leer esta segunda?".
A mediados de 1614 se había puesto a la venta el "Segundo tomo de El Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, que contiene su tercera salida y es la quinta parte de sus aventuras", conocido como el Quijote apócrifo de Alonso Fernández de Avellaneda. Ya en el prólogo de la segunda parte, de 1615, le dice Cervantes al Conde de Lemos que quiere darse prisa para entregar la segunda parte de Quijote de 1605 porque desea "quitar el hámago y la nausea que ha causado otro don Quijote que con el nombre de Segunda parte se ha disfrazado y corrido por el orbe".
Ya en el capítulo II, 2. don Quijote había sabido por boca de Sancho, según le había dicho el bachiller, que otro Quijote estaba narrando sus andanzas y aventuras, pero es en este capítulo 59 cuando el Quijote de Avellanada forma parte de la narración cervantina. La estrategia de Cervantes, como apunta el catedrático de la Universidad de Madrid Lucía Megías en la op.cit., es introducir a personajes que representan a lectores de la época para decir "¿Para qué quiere vuestra merced, señor don Juan, que leamos estos disparates, si el que hubiere leído la primera parte de la historia de don Quijote de la Mancha no es posible que pueda tener gusto en leer esta segunda?".
Muñoz Machado, en Cervantes, 129-137, traza un listado bastante amplio en el que se recogen las distintas hipótesis sobre quién está detrás del apócrifo Avellaneda, para concluir que: " ...las investigaciones de muchos estudiosos desde que se publicó el libro de Avellaneda han ofrecido un abanico de posibilidades muy amplio sobre quién podía esconderse bajo ese seudónimo, conclusiones que significan que, en su época, hubo muchos autores importantes que, por unas u otras razones, odiaban a Cervantes hasta el punto de haber podido firmar un libro como el comentado"
Como una prueba más de la falsedad del Quijote de Avellaneda, don Quijote toma las rienda de su vida y en vez de irse a Zaragoza para participar en sus justas, se marcha para Barcelona.
El catedrático de la Universidad de Buenos Aires Isaías Lerner, cuando comenta este capítulo, destaca como centro de interés la simbiosis de vida y literatura en el mismo. Si en anteriores episodios hemos visto personajes que se burlan de don Quijote, en este se encuentran personajes con los cuales dialoga Cervantes argumentando las faltas del falso Quijote: "Ahora, las invenciones ajenas irrumpen ya no en el mundo de la ficción, sino en el de la realidad del propio Cervantes. Y es él quien decide combatirlas en el texto que domina, para arrebatarles su independencia y negar su validez"