sábado, 30 de abril de 2011

CAPÍTULO XXX. LA INGENIOSA HISTORIA DE LA PRINCESA MICOMICONA

 


Después que el cura terminó de reprehender a don Quijote por lo que se había hecho al liberar a los galeotes, intervino Sancho para decir que quien lo había realizado había sido su amo, a pesar de que él le había advertido de la clase de gente que era la que liberaba. Don Quijote, al oír esto, montó en cólera diciendo que a los caballeros andantes no les correspondía saber a qué gentes les hacían el favor, sino que su religión le exigía ayudar a los necesitados, “poniendo ojos en sus penas y no en sus bellaquerías”.  En vista de la actitud que tomaba don Quijote, intervino Dorotea para tranquilizarlo y pedirle lo que le había prometido.  Aceptó don Quijote y le pidió que le contara su desgracia.

Contó Dorotea que era huérfana de padre y madre. Su padre, conocedor de la magia, llamado Tinacrio el Sabidor,  vaticinó que el gigante Pandafilando de la Fosca Vista, le usurparía el reino a menos que ella se casara con él; su padre no se lo recomendaba, ni ella tampoco lo aceptaba. Sí que le había aconsejado que buscase en España a un famoso señor llamado don Azote o don Gigote ( el gigote era un plato de carne asada, picada y aderezada) Sancho corrigió, llamándole Don Quijote o el Caballero de la Triste Figura. Abundó ella en lo mismo, argumentando que el tal caballero tenía un lunar debajo del hombro. Como don Quijote quiso desnudarse para comprobarlo, Sancho le dijo que no lo hiciera, que él sabía que sí lo tenía. Dorotea, aceptaba el ofrecimiento de don Quijote, diciendo que “con los amigos no se ha de mirar en pocas cosas” (no se ha de reparar en nimiedades), pues basta que haya lunar y esté donde estuviere. Dice que está contenta de haberse encontrado con don Quijote y que cuando desembarcó en Osuna, ya empezó a oír su fama. Después de corregirle el cura –una vez que don Quijote se había dado cuenta de que Osuna no tiene puerto de mar- que fue en Málaga el desembarco, continuó ella, diciéndole a don Quijote que si quisiera casarse con ella, que le entregaría su reino y su persona. Oído esto por Sancho, se puso contento al saberse vasallo del posible emperador, pues sólo se trataba según él, de matar al gigante Pandahilado. Dorotea, después de disculparse en lo que no hubiera acertado en la narración de su historia, pues ello se debía a  que “los trabajos continuos y extraordinarios quitan la memoria al que los padece”. ( da a entender a los que conocen su historia lo mucho que había sufrido por el abandono de don Fernando)

Respondió don Quijote que no se podía casar con ella, pues su corazón era de Dulcinea. Sancho cuando oyó esto se encolerizó, diciéndole que Dulcinea no le llegaba ni al zapato de la que estaba delante.  De esta manera, alcanzar el condado sería como “pedir cotufas en el golfo”  (pedir cosas imposibles). Le recomienda que coja el reino que le viene a las manos “de vobis vobis” ( gratis, sin ningún esfuerzo).

Oído esto por don Quijote, maldiciendo a Sancho, cogió la lanza y le dio dos palos en la espada que lo tiraron por tierra.

Habiéndose dado cuenta de lo mal que le habían sentado sus palabras a don Quijote, se levantó y refugiándose tras el caballo de Dorotea le dijo que no quería ofenderlo, sino que reconsiderara y se casara con la princesa, aunque después se amancebara con Dulcinea, pues así sería emperador y él conde. Oído lo anterior por Dorotea, mandó que no se hablara más del asunto, especialmente de “aquesa señora Tobosa” . Le dice a Sancho que le pida perdón a don Quijote, este lo acepta y se disculpa por los palos que le dio, pues “los primeros movimientos no son en manos de los hombres”. Le pide que tenga cuidado al hablar, pues “tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe” (La frecuente exposición al peligro tiene sus riesgos).  Vuelve a disculparse Sancho por lo de Dulcinea y don Quijote le replica que se olvide, pues “A pecado nuevo, penitencia nueva” (cada problema requiere su solución).

Elogia el cura la brevedad del cuento de Dulcinea y contesta ella que sabía qué tenía que decir, pues leía con frecuencia los libros de caballerías, pero desconocía las provincias que tenían puerto de mar, razón por la que se equivocó. Continúa el cura hablando con Dorotea y Cardenio, diciéndoles que con qué simpleza se cree don Quijote lo tocante a la caballería, pero discurre con buen entendimiento cuando trata de otras cosas.

Apartándose don Quijote con Sancho, insiste el primero que le cuente con pelos y señales cómo fue su embajada ante Dulcinea y quién le escribió la carta. Responde Sancho que se la aprendió de memoria y que así se la pudo recitar, pero que la había olvidado. Recordaba lo de “sobajada” o “soberana” y,  el final : “Vuestro hasta la muerte, el Caballero de la Triste Figura” y  entre una y otra manifestación, había añadido más de mil trecientas palabras enamoradas.



Comentario

Este capítulo lo podemos leer desde distintos puntos de vista: a) Desde una perspectiva realista, hemos de preguntarnos, siguiendo al cervantista inglés Alexander Parker, en El concepto de verdad en el Quijote,  por qué le miente Sancho a don Quijote. Está claro que porque: 1. No quiere que se enfade, pues en su locura es capaz de hacer cualquier cosa. En esta misma línea de razonamiento, diremos, siguiendo a Cervantes,  que la verdad se transforma por los intereses de los hombres 2. Quiere seguir con él, pues su codicia le lleva a no darse cuenta de la ilusión de su amo y él quiere participar en esa ilusión de aspirar a ser conde: son las oscilaciones existenciales de las que nos habla Dámaso Alonso.

b)  El perspectivismo lingüístico.  Me referí a él cuando comenté el capítulo XXVI.  También hay perspectivismo en este capítulo. Dorotea finge que su presunto liberador se llama don Azote o don Gigote y Dulcinea del Toboso es aquesa señora Tobosa.

Por su parte, Sancho varía los nombres con mucha frecuencia. No es capaz de retener el nombre real. Lo hace por aproximaciones.  Así, el gigante Pandafilando, se transforma en Pandahilando.

c) Ya aludí en el capítulo XVII al artículo de Lázaro Carreter, la prosa del Quijote. Cuando analiza la heterofonía de la obra, manifiesta que los personajes se expresan de acuerdo con el rango social y cultural que tienen. “Sancho ha de hablar conforme al genus humile que corresponde a su naturaleza rústica.”

En el caso de Dorotea, ella misma manifiesta que era seguidora de los libros de caballerías. Ignoraba la geografía española, pues creía que Osuna tenía puerto de mar. En definitiva, era una persona ignorante. De ahí su afirmación de “aquesa Tobosa”.

d) Guillermo Díaz Plaja, en el libro En torno a Cervantes, concibe el libro “En último término, y bien “teatralmente”, el esqueleto de la novela cervantina es un largo y suculento diálogo. 
Apostilla para cervantistas.
Uno de los libros que le van a servir a Cervantes como bitácora del buen gobierno es el del corregidor o magistrado, contemporáneo de Cervantes, Jerónimo Castillo de Bobadilla: Política para corregidores, y señores de vasallos, ... , calificada por Muñoz Machado, en Cervantes, pág. 412 como un tratado de ciencia del Estado. Dice Cervantes: " Perdóname el enojo que te he dado; los primeros movimientos no son en manos de los hombres". La misma máxima había sido utilizada por Bobadilla: "Porque en fin, como hombre está sujeto a las pasiones humanas", frase que encontramos también en el dramaturgo romano Terencio y en las Partidas de Alfonso X.

El cervantista y catedrático de Estudios Hispánicos de la Universidad de Kentucky comenta los capítulos XXIX y XXX, tomando como referencia las opiniones del Catedrático de Español de la Universidad de Indiana EE.UU y del Filósofo y Catedrático de Salamanca Unamuno. Del primero toma la ida del cambio que se va a producir en la obra como acertadamente expuso Unamuno en Vida de don Quijote y Sancho. 
Si hasta este capítulo era don Quijote el que se enfrentaba a las aventuras que se le presentaban por los caminos, de ahora en adelante vemos dice Unamuno" las que le arman los hombres". Don Quijote dice Unamuno "se va a convertir en juguete de los hombre y en motivo de risa": a)  el barbero disimula  su risa; b) Dorotea se hace pasar por la reina Micomicona; c) El cura saluda a don Quijote diciéndole que es "la flor y nata de la gentileza". Más adelante el cura reprende a don Quijote por haber liberado a los galeotes. Don Quijote callaba y no se daba por aludido porque como dice Unamuno "era su cura y confesor el que hablaba"
En Sancho, dice el profesor Jay Allen vemos que no le interesa el poder, más bien el vivir bien que ofrece el comercio. Ya en (  I,I0 ) cuando don Quijote le habló de la las propiedades sanadoras del Bálsamo de Fierabrás, Sancho le pidió la receta porque decía que si lo componía y lo vendía que se haría rico. Estos mismos pensamientos le vienen cuando se entera de que si su señor se casa con la reina Micomicona de Etiopía, él, Sancho, podría traer esclavos negros y venderlos para enriquecerse, su codicia se pone de manifiesto . Lo que quiere es una" vida descansada".
Respecto al gigante Pandafilando que encontramos en este capítulo y que Micomicona dice temerle, el profesor John Jay lo identifica con don Fernando.
Por último es de considerar la opinión del cura sobre el buen entendimiento de don Quijote cuando sale de los temas de las caballerías: lo califica de "entendimiento claro y apacible"







jueves, 28 de abril de 2011

CAPÍTULO XXIX. LA PRINCESA MICOMICONA

Dorotea continuó pidiendo que le dijesen dónde se podría esconder para no ser vista, especialmente por sus padres, pues había hecho con su honestidad, lo que ellos nunca se hubiesen imaginado.

Quisieron el cura y el barbero tomar la palabra para consolarla, pero Cardenio se adelantó y tomándole la mano, después de presentarse y decir quién era y lo que compartía con ella, el odio a don Fernando, le prometió como caballero que lo desafiaría por el daño que a ella le había hecho.

Agradeció Dorotea a Cardenio su ofrecimiento; el cura les dijo que se fueran con él a su aldea donde les ofrecería lo que les faltaba. Contó el cura por qué estaban allí y recordó Cardenio su disputa con don Quijote más no supo decir a qué fue debida su discusión.

Oyeron las voces de Sancho, llamándolos. Cuando llegó les dijo lo mal que se encontraba don Quijote; cómo no había podido convencerlo para que saliera, aunque le había dicho que Dulcinea le pedía que regresara; que si no se daban prisa para sacarlo, no sería ni emperador ni arzobispo. Se ofreció Dorotea a representar el papel de doncella menesterosa; conocía cómo tenía que hacerlo, pues era lectora de libros de caballerías.

Dorotea se vistió de princesa con tanta gracia que todos se quedaron sorprendidos de su belleza, especialmente Sancho. Quiso saber su nombre y el cura le dijo que se llamaba Micomicona, princesa de un reino de África. Fue agraviada por un gigante y ha venido a pedirle a don Quijote, que tiene fama por todo el mundo conocido, que deshaga el agravio que el gigante le hizo. Sancho, que parece contagiado de la locura de don Quijote, le pide al cura que aconseje a don Quijote que no se haga arzobispo, pues él, por estar casado, no podría servir a la Iglesia. Sí, que se case con la princesa, con lo cual don Quijote será emperador y él podría cumplir su deseo.

Se pusieron en camino y al poco encontraron a don Quijote ya vestido. De inmediato Dorotea se arrodilló a sus pies y le pidió que la protegiera ante lo que le habían hecho. Sancho, acercándose a don Quijote, le dijo que venía de lejanas tierras, al oído de su fama, para que pusiera fin a sus desdichas. Sancho le explicó a don Quijote que se trataba de la princesa Micomicona, reina del reino Micomicón de Etiopía. Don Quijote aceptó la petición, contestando “manos a labor, que en la tardanza dicen que suele estar el peligro”.

Se pusieron en camino y aunque Sancho iba a pie por la pérdida del rucio, se iba consolando con las posibilidades comerciales que tendría cuando su señor fuera emperador o rey del reino Micomicón. Los vasallos que tendría, aunque fueran negros, pronto los vendería y con el dinero se podría comprar algún título de nobleza o cargo oficial, con lo cual podría vivir descansado el resto de su vida

El cura, que se había quedado atrás con Cardenio, cuando vio venir a don Quijote, después de haber aseado a Cardenio, cortándole las barbas,  se le acercó y abrazándolo por la pierna, elogió su fama. Pronto don Quijote le pidió que se subiese en una caballería de las dos que había. El barbero, que hacía de escudero de Dorotea, se ofreció a dejarle su silla. Cuando se bajó para que el cura se subiera, la mula se espantó, cayó el barbero al suelo y volaron las barbas.  Don Quijote se extrañó y dijo: “!Las barbas le han derribado y arrancado del rostro, como si las quitaran aposta!. 

Después de haberle puesto el cura, por “ensalmo”, las barbas al barbero, y, subido en la mula, junto con la princesa y el barbero, le preguntó don Quijote qué hacía allí. El cura, que había oído de Sancho la aventura de los galeotes, contestó que junto con maese Nicolás se dirigían a Sevilla a cobrar un dinero que un pariente suyo le había mandado de América. En el camino fue asaltado por unos galeotes, que dicen que liberó un hombre falto de juicio. De esta forma “defraudó a la justicia del rey, alborotó a la Santa Hermandad y soltó al lobo entre las orejas”.

Don Quijote, cambiaba de color, pero no decía palabra.



Comentario

Una vez más vemos cómo arguye Cervantes contra los libros de caballerías. Dorotea confiesa que era lectora de estos libros; Luscinda le pidió el Amadís a Cardenio. Las dos aparecen como personajes alicaídos a los que la vida ha zarandeado como muñecos. Esta es una de las enseñanzas que Cervantes quiere resaltar en El Quijote. Estos planteamientos moralizantes son propios de la época, pero para nada resultan adecuados hoy.

Interesante es también el comportamiento de Sancho. Como ya dijimos en el comentario al capítulo XVII, el análisis del maestro de la crítica literaria y catedrático de la Universidad de Madrid, Dámaso Alonso, en el libro Del siglo de Oro a este siglo de siglas:  Sancho-Quijote / Quijote –Sancho, págs 9-19, plantea con rigor la visión psicológica de Sancho. Sostiene allí la tesis de que lo que caracteriza a Sancho son las oscilaciones entre el comportamiento pícaro al que le conduce la realidad y la visión fantasmagórica del caballero don Quijote. En efecto, Sancho, llevado por la codicia, desea que su señor se case con la princesa Micomicona, para, de esta manera, poder recibir los beneficios de su señor, en este caso, esclavos negros y después venderlos. Dámaso lo explica con estas palabras: “lo característico del alma de Sancho es que en ella el movimiento de ilusión y desilusión se reproduce ondulatoriamente a través de todas las páginas de la obra”.
Crítica social hay en las costumbres de  las servidumbres personales, en concreto, los esclavos. A este respecto, Muñoz Machado en op.cit. pág. 423, dice: "Un contingente importante de musulmanes y negros tenían la condición de esclavos por ser hechos prisioneros a los moros...y demás gente africana. Los prisioneros de guerra eran vendidos... Sancho reflexiona sobre la oportunidad de traer esclavos a España si su amo se casase con la princesa Micomicona.: "¿Qué se me da a mi que mis vasallos sean negros? ¿ Habrá que cargar con ellos y traerlos a España, donde los podré vender, de cuyo dinero podré comprar algún título o algún oficio (título de nobleza o cargo oficial) con qué vivir descansado todos los días de mi vida". Para ver la sociedad en la España cervantina, véase Muñoz Machado, op.cit. págs. 419-426

Analiza Unamuno este capítulo lamentando las burlas que le hacen a don Quijote; burlas que empiezan con el barbero cuando no puede contener la risa y terminan con el cura cuando reprime tan duramente la liberación de los galeotes.

Otro de los aspectos que resaltan en el libro son las creaciones lingüísticas, el ingenio de Cervantes con las palabras. Esto es lo que ocurre con el nombre del reino y de la princesa: “mico”, significa “mono de cola larga”; mico más mico en aumentativo,  da lugar a Micomicón.  También puede basarse en la expresión “dar el mico”, es decir, engañar, faltar a un compromiso. Dado que Dorotea fue engañada por don Fernando, pudiera ser que esto quisiera indicar la expresión, como indica Casalduero.
El cervantista y catedrático de Estudios Hispánicos de la Universidad de Kentucky comenta los capítulos XXIX y XXX, tomando como referencia las opiniones del Catedrático de Español de la Universidad de Indiana EE.UU y del Filósofo y Catedrático de Salamanca Unamuno. Del primero toma la ida del cambio que se va a producir en la obra como acertadamente expuso Unamuno en Vida de don Quijote y Sancho. 
Si hasta este capítulo era don Quijote el que se enfrentaba a las aventuras que se le presentaban por los caminos, de ahora en adelante vemos dice Unamuno" las que le arman los hombres". Don Quijote dice Unamuno "se va a convertir en juguete de los hombre y en motivo de risa": a)  el barbero disimula  su risa; b) Dorotea se hace pasar por la reina Micomicona; c) El cura saluda a don Quijote diciéndole que es "la flor y nata de la gentileza". Más adelante el cura reprende a don Quijote por haber liberado a los galeotes. Don Quijote callaba y no se daba por aludido porque como dice Unamuno "era su cura y confesor el que hablaba"
En Sancho, dice el profesor Jay Allen vemos que no le interesa el poder, más bien el vivir bien que ofrece el comercio. Ya en (  I,I0 ) cuando don Quijote le habló de la las propiedades sanadoras del Bálsamo de Fierabrás, Sancho le pidió la receta porque decía que si lo componía y lo vendía que se haría rico. Estos mismos pensamientos le vienen cuando se entera de que si su señor se casa con la reina Micomicona de Etiopía, él, Sancho, podría traer esclavos negros y venderlos para enriquecerse, su codicia se pone de manifiesto . Lo que quiere es una" vida descansada"




martes, 26 de abril de 2011

CAPÍTULO XXVIII. HISTORIA DE DOROTEA


Comienza el narrador aludiendo a las razones estilísticas de ensartar junto a las aventuras de don Quijote, los cuentos y episodios que se dan en el libro, para el entretenimiento del lector. 
Las aflicciones que oyeron don Quijote, Sancho y el Cura provenía de una persona que estaba muy cerca de allí, lavándose los pies en un arroyo. Se estaba lamentando de su desgracia, diciendo que obtendría más recompensa del silencio de las montañas que de ningún hombre a quien le pudiera contar las quejas que tenía.

El joven en cuestión iba vestido de labrador y llevaba puesto una montera. Cuando se la quitó dejó esparcir una larga melena rubia. Por la finura de los pies ya habían advertido que se trataba de una mujer. Pronto se percataron de su belleza, que para Cardenio sólo era comparable a la de Luscinda. Al darse cuenta de la presencia de ellos, quiso huir, pero el cura se le acercó y cogiéndola de la mano le dijo que le contase lo que le ocurría, “pues ningún mal puede fatigar tanto que rehúya de no escuchar siquiera el consejo que con buena intención se le da al que lo padece. Así que contadnos vuestra buena o mala suerte que en nosotros hallaréis quien os ayude a sentir vuestras desgracias.” Oído lo anterior, y dado que se habían dado cuenta de que era una mujer a la que algo grave le había pasado, pues estaba sola y vestida de hombre en un lugar como ese, Dorotea contó su historia, diciendo que sus padres eran vasallos, en Andalucía, de un duque de los que llaman “grandes” en España.  Dicho señor tenía dos hijos: el mayor, heredero de su estado y el menor, don Fernando, traidor y embustero. Ella provenía de unos padres, labradores, cristianos viejos, honrados y virtuosos. Se dedicaba a controlar la hacienda y en los ratos libres, leía libros piadosos y tocaba el arpa porque la experiencia le mostraba “que la música compone los ánimos descompuestos y alivia los trabajos que nacen del espíritu”. Ella, que solamente salía acompañada de su madre y unas criadas para ir a misa, fue vista por don Fernando que inmediatamente se enamoró de ella. Se lo comunicó con múltiples cartas, sin que ella diese respuesta, lo exteriorizó con músicas y verbenas en su calle. Todo ello se volvía en contra de él, no porque no le agradaban las alabanzas, pues “por feas que seamos las mujeres, siempre nos da gusto oír que nos llamen hermosas”, sino por la honestidad y por seguir los consejos de sus padres.

Supo don Fernando que sus padres quisieron casarla. Una noche, estando ella en su habitación, se encontró a don Fernando. No tuvo fuerza para gritar, él la sujetó y “empezó a decirme tales razones, que no sé cómo es posible que tenga tanta habilidad la mentira, que las sepa componer de modo que parezcan verdaderas”. El lloraba; ella no se ablandaba, pues solamente se entregaría a su legítimo esposo. Le prometió serlo él y le dio palabra de que quería ser su marido. Le advirtió que se fijase bien en lo que hacía, porque “nunca los desiguales casamientos se gozan ni duran  en aquel gusto con que se comienzan,”; él continuó con su intento, “así como el que no piensa pagar, que al concertar de la barata, (al hacer un contrato fraudulento) no repara en inconvenientes”. Allí, poniendo por testigo una imagen de La Virgen y en presencia de una criada suya, dejó de ser doncella, una vez que su criada se marchó. Al día siguiente, don Fernando se fue, “porque, después de cumplido aquello que el apetito pide, el mayor gusto que puede venir es apartarse de donde le alcanzaron”.


Por la misma criada que la traicionó cuando metió a don Fernando en su casa, supo después que este se había casado con una hermosa mujer llamada Luscinda; al enterarse, se vistió de muchacho y se fue en busca de don Fernando. Cuando llegó al pueblo supo que Luscinda, por una nota que don Fernando le encontró en el pecho, se había casado por obediencia a sus padres, pues ella le había dado el sí a Cardenio. Don Fernando la quiso matar porque consideraba que Luscinda se había burlado de él. Supo también Dorotea que Luscinda se había marchado de la ciudad. Trató Dorotea de encontrar a don Fernando, pero no lo consiguió. Su fracaso, por haber sido engañada, la llevaron a ocultarse en aquellas montañas.

Cuando salió de su casa se hizo acompañar por un criado suyo. Quiso abusar de ella y lo arrojó por un precipicio. Trabajó como pastor para un ganadero que mostró también lascivos deseos, razón por la cual lo dejó, resignándose a vivir sola en aquellas montañas.





Comentario

Las novelas intercaladas en El Quijote, y esta es una de ellas, han recibido diferentes valoraciones por parte de la crítica. Para unos, tal es el caso de Salvador de Madariaga, en Guía del lector del Quijote, son un añadido innecesario. Es más, dice Madariaga, que en tanto que se apartan de la trama, dan a entender un cansancio por parte de Cervantes. Opina Madariaga que los distintos episodios, “se me antoja “relleno” de autor cansado.”

Otros críticos sí que le dan un significado a estas historias dentro del libro. Tal es el caso del catedrático de la Universidad de Cambridge e ilustre cervantista Anthony Close, en  Los episodios del Quijote. Analiza el autor el concepto de episodio en la novela renacentista. Los episodios son “ornamento virtuosista, cuento ornamental divergente, paréntesis elocuente y didáctico”.  En definitiva se trata de añadidos que los autores van realizando en lo que cuentan para darle más variedad a su obra.

Cervantes, en la primera parte del Quijote cuando va intercalando episodios y este es uno de ellos, opta por un sistema coordinativo. El autor “desenchufa” de lo que está contando para introducir una historia que tiene cierta relación, en este caso temática y causal, con el tema de la novela.
Las anteriores palabras de Dorotea sobre el cínico comportamiento de Fernando son ostensibles del afán de Cervantes por dejar constancia del matrimonio secreto, o por juramento en España. Como muy bien explica el Catedrático de la Complutense  Lucía Mejía en La plenitud de Cervantes "Fue práctica habitual desde el siglo XII hasta el Concilio de Trento (1545-1563) el matrimonio secreto o clandestino, o por juramento como una institución que fue habitual y legal en la España medieval y en los primeros decenios del siglo XVI, tanto en España, Francia, Alemania o Italia. El matrimonio se hacía efectivo con todas las de la ley, con solo el consentimiento del esposo. Sin más testigos, sin más ceremonias...a pesar de que a partir de 1563, esta costumbre y modo ancestral de matrimonio ya no era vigente ni era permitido y aceptado por la Iglesia, lo cierto es que seguía siendo práctica común. Dorotea es un buen ejemplo literario de la pervivencia del matrimonio secreto en papel"

Lo anterior, era propio de la forma de narrar anterior a Cervantes. La novedad que él aporta, consiste en lo heterogéneo de los elementos coordinados. Cervantes va enlazando todos los tipos de novelas anteriores a él, -pastoriles, sentimentales, bizantinas...-, con aventuras cómicas, propias de la parodia caballeresca que es el libro.
El profesor F. Rico, una de las máximas autoridades actuales sobre Cervantes, lo explica así: "Era idea ampliamente compartida en la época "que la variación hace la naturaleza" y a las artes llegar a la plenitud "de gusto y belleza" (Cervantes, Pedro de Urdemalas). De acuerdo con tal criterio, la Primera parte del Quijote intercala en la historia del protagonista, y más o menos enlazados con ella, los cuentos y episodios de Grisóstomo y Marcela(11-14), Cardenio  y Dorotea (23-24, 27-29, 36),  buscando siempre la alternancia de temas y de modalidades literarias (pastoril, sentimental, de aventuras, etc. del mismo modo que se procura la variedad en los lances de don Quijote y Sancho.". Don Quijote de la Mancha.  

El escritor Alberto Sánchez comenta este capítulo, poniendo el acento en el comportamiento de Dorotea, una mujer activa y enérgica,  frente a Cardenio y la pasividad de Luscinda. Cuando Dorotea se entera de la felonía de don Fernando, no se queda en su pueblo, sino que va a la ciudad en a buscar al libertino traidor. Los padres de Dorotea creen que ha sido raptada y ofrecen un premio a quien la rescate. Dorotea se siente avergonzada y se retira a la montaña, donde la  encuentran el cura don Quijote y Sancho  










jueves, 21 de abril de 2011

CAPÍTULO XXVII. TRETA DEL CURA Y EL BARBERO. CONTINÚA LA HISTORIA DE CARDENIO



Le pareció bien a Sancho la propuesta del cura y entraron en la venta para pedirle a la ventera unas faldas y una toca para la cabeza. Esta les preguntó que para qué las querían. Le contó el cura las razones de la locura de don Quijote y cómo tenían que traérselo de donde estaba. Cayó ella en la cuenta de quién era don Quijote y de lo que aconteció con él y Sancho en la venta. Le pidió que dejara depositadas unas sotanas nuevas y les dio todas las ropas que necesitaban. Vistió la ventera al cura con prendas “que se debieron hacer en tiempos del rey Bamba”, y el barbero se hizo unas grandes barbas de una cola de buey rojizo, dirigiéndose hacia Sierra Morena.

Al poco de salir no le pareció bien al cura el ir vestido de esa manera y le pidió al barbero que trocasen la vestimenta. Aceptó este y el cura le explicó todo lo que le tenía que decir a don Quijote. Sancho los fue guiando, siguiendo las ramas que había dejado en el camino. En el trayecto les fue contando la historia de Cardenio. El cura aleccionó a Sancho en lo que tenía que decirle a don Quijote sobre la carta: su entrega a Dulcinea y cómo esta le pedía que regresase.

Sancho se adelantó y quedaron el cura y el barbero, esperando, en un lugar apacible, y resguardados del calor del medio día. Estando en este lugar reconocieron  la voz de Cardenio, por lo que Sancho les había contado, que con voz lastimera cantaba versos de amor, celos y locura: ¿Quién menoscaba mis bienes?/Desdenes./ Y ¿quién aumenta mis duelos?/ Los celos./ Y ¿quién prueba mi paciencia? / Ausencia. / De ese modo, en mi dolencia / ningún remedio se alcanza, / pues me matan la esperanza /desdenes, celos y ausencia.  Se le acercó el cura y con convincentes razones le pidió que dejase aquella vida. Les respondió Cardenio, al cura y al barbero, en su sano juicio,  que les contaría la desgracia que lo había llevado allí y verían cómo tal desgracia no tenía consuelo alguno.

Como Cardenio se dio cuenta de que los oyentes ya sabían quién era él y lo que le había acontecido, reanudó su historia donde la había dejado cuando don Quijote lo interrumpió. Empezó contando el contenido de la carta que Luscinda le dirigía a Cardenio y que estaba dentro del Amadís: le decía que la pidiese por esposa a su padre.  Dado que Cardenio sabía que por un tiempo tenía que ejercer de compañero de don Ricardo, le pidió a su amigo don Fernando que intercediera por ellos. Dicho lo cual, se desahogaba diciendo: ¿ de qué me quejo, desventurado de mí, pues “es cosa cierta que cuando traen las desgracias la corriente de las estrellas, como vienen de alto a bajo, despeñándose con furor y con violencia, no hay fuerza en la tierra que las detenga, ni industria humana que prevenirlas pueda?.” don Fernando, que anteriormente había visto a Lucinda y se había enamorado de ella, para alejar a Cardenio, lo mandó a su casa a pedirle a su hermano don Ricardo dinero para comprar caballos. Mientras, aprovechándose de que Cardenio no estaba allí, le pidió al padre de Lucinda la mano para casarse con ella, cosa que consiguió sin mayor dificultad. Luscinda, a través de un mensajero, se lo dijo a Cardenio.

Este volvió rápidamente a su casa, no sin antes decir que ¿”quién hay en el mundo que se pueda alabar que ha penetrado y sabido el confuso pensamiento y condición mudable de una mujer?”. Dicho lo cual continuó su historia refiriendo cómo Luscinda se desposa con don Fernando, lo ve él escondido detrás de una cortina de la sala. Cuando el cura hace las preguntas pertinentes, "ella contesta con voz desmayada sí quiero. Nos dice el narrador que "quedaron en disoluble nudo ligados"  (F. Rico, apunta que Cervantes quiere decir indisoluble porque interpretaba el di, como contrario a soluble) , se aleja del pueblo y se razona a sí mismo por qué se habría producido tal hecho, si ella le había manifestado siempre su amor. Llega a la conclusión de que “una doncella recogida en casa de sus padres, hecha y acostumbrada siempre a obedecerlos, hubiese querido condescender con su gusto, pues le daban por esposo a un caballero por principal, tan rico y tan gentilhombre, que a no querer recibirle, se podía pensar o que no tenía juicio o que en otra parte tenía la voluntad, cosa que redundaba tan en perjuicio de su buena opinión y fama”. Dicho lo anterior continuó contando cómo se marchó, llegó al lugar en el que se encontraban, perdía el juicio y lo recuperaba.

Cuando terminó de contar su historia se oyó una voz lastimera que se quejaba.



Comentario

En la cartografía poética del Quijote de 1605 ocupa un espacio singular la venta de Juan Palomeque . Por ella pasaron, se detuvieron  y fueron burladores y burlados don Quijote y Sancho en los capítulos 16 y 17.  Por ella pasa Sancho camino del Toboso, y en ella se encuentra con el cura y el barbero, que van en busca de don Quijote para sanarlo.

Sobre la historia de Cardenio y Luscinda, ya, el catedrático y polígrafo Menéndez y Pelayo afirmaba que en lo relatos intercalados se puede vislumbrar toda la producción novelesca anterior a Cervantes, de tal manera que éste “se la asimiló e incorporó toda en su obra”. Un ejemplo lo ocupa esta novela sentimental. Como ya quedó demostrado en el comentario al capítulo XXIV, hay concomitancias entre las locuras de don Quijote y Cardenio: en los dos alternan los momentos de locura con los de lucidez. La voz de Cardenio nos deja ver un alma acrisolada en la tristeza por la insidia de don Fernando.

Se hace necesario recordar el posible concepto que de la locura pudo tener Cervantes. Desde el Renacimiento hay un fuerte intento de interpretar desde un punto de vista corpóreo la enfermedad mental.  La idea de que la mente depende de la organización del cuerpo se expresa claramente en el Examen de ingenios del Dr. Huarte de San Juan. Este explicaba la variedad de la psicología humana, a partir de la teoría de los humores.
El médico y criminólogo Rafael Salilla señala en 1905 el origen del Quijote en el Examen de ingenios. Las almas dependen de la estructura del cuerpo. Se creía que el mundo estaba compuesto de cuatro humores –tierra, aire, fuego y agua-, estos tenían su contrapartida en los humores constituyentes del cuerpo humano: melancolía, sangre, bilis y flema. Un equilibrio perfecto producía una aptitud general mediocre, mientras que alguna desproporción era necesaria para un desarrollo mental sobresaliente. Este es el hecho que encontramos en don Quijote y Cardenio: son manifiestamente locos, pero capaz de impresionar en sus intervalos lúcidos. Ejemplo de esto último en el caso de  Cardenio lo vemos cuando cuenta con gran lujo de detalles lo que le ha ocurrido con Luscinda. Los versos de Cardenio nos dejan una verdad inconclusa de Cervantes: era también poeta. La estrofa con la que se expresa Cardenio, el ovillejo, es una aportación más de Cervantes a la Literatura, pues fue el primero que la utilizó.
La crítica literaria ha enjuiciado a Cardenio como un personaje cobarde, tal es el caso del intelectual Salvador de Madariaga; el catedrático y especialista en el Quijote Márquez Villanueva lo ve "como un personaje excesivamente tímido ante las menudas complicaciones de la urbanidad". Véase La historia de Cardenio: La parodia de una alegoría, de la profesora Diana Álvarez Amell. 
Muñoz Machado en Cervantes, pág. 512. Analiza el matrimonio y las relaciones de pareja en las obras de Cervantes. "La voluntad de los contrayentes fue el elemento esencial y constitutivo del matrimonio durante toda la Edad Media. ..Tal y como Cervantes lo plantea este consenso entre la pareja se imponía a cualquier ceremonia posterior, que vino con el Concilio de Trento". Un ejemplo de lo anterior lo vemos en la novela de Cardenio y Luscinda: habían consensuado su casamiento y esto seguía siendo válido.  Esto quiere decir que coexistieron diversas formas de matrimonio, aunque Cervantes siempre prefirió las formas ceremoniosas que impuso Trento: publicidad y ceremonia en la Iglesia con presencia de testigos. 
El escritor Alberto Sánchez, comenta este capítulo, poniendo como hecho diferenciador frente a otros comentaristas: Francisco Rico, Muñoz Machado, que el "disoluble nudo que utiliza el narrador", tiene el sentido que al haber sido forzado el matrimonio, este era nulo: "El texto afirma que los desposados quedaron unidos en "disoluble nudo" y algunos editores enmiendan con el indisoluble esperado; pero hay que tener en cuenta que el vínculo, en pura doctrina canónica, es nulo ab initio, ya que es forzado el consentimiento de la cónyuge"   




martes, 19 de abril de 2011

CAPÍTULO XXVI. DON QUIJOTE EN LA PEÑA POBRE. LA CARTA DE DON QUIJOTE A DULCINEA CONTADA POR SANCHO


Una vez que Sancho se marchó, don Quijote se subió a lo alto de la peña y empezó a pensar cómo podría tolerar mejor la ausencia de Dulcinea. Podría imitar a Roldán, que sufrió mucho cuando se enteró que Angélica se había acostado más de dos siestas con el morillo Medoro; o podría imitar a Amadis de Gaula cuando su señora Oriana le prohibió que la visitara hasta que ella quisiese, razón por la cual Amadís se tuvo que retirar a la Peña Pobre en compañía de un ermitaño: allí se hartó de llorar hasta que el cielo los socorrió. No tenía sentido imitar a Roldán, pues Dulcinea, jamás había visto moro alguno. Por lo tanto lo razonable era imitar a Amadís.

Se sabía que Amadís se encomendó a Dios y rezó mucho, en consecuencia eso es lo que él haría: rezar. Rompió su camisa e hizo una gran tira; le hizo once nudos, a manera de rosario, y rezó un millón de avemarías. Como no tenía ermitaños con quien hablar, se entretuvo en escribir poesías en las cortezas de los árboles. Las poesías se apoyaban en el estribillo “Aquí lloró don Quijote/ausencias de Dulcinea / del Toboso/”.

Así pasó tres días don Quijote, encomendándose a las ninfas de los ríos y comiendo hierbas para mantenerse. Tenía al final tal aspecto, que si Sancho tarda más en venir, no le hubiera conocido “ni la madre que lo parió”.

Sancho se dirigió al Toboso. En el camino se encontró con la venta en la que lo mantearon. No se atrevía a entrar, a pesar de ser la hora de comer y tener hambre. Salieron de la venta el cura y el barbero. Cuando vieron a Sancho subido en Rocinante le preguntaron por don Quijote, pero no quería decirles donde lo había dejado porque así lo había prometido. Amenazaron a Sancho, argumentando que probablemente lo habría matado. Este replicó diciendo que “no era hombre que robaba ni mataba: a cada uno mate su ventura, o Dios, que le hizo”.

Después les contó el estado en que quedó don Quijote y la finalidad de su viaje: darle la carta a Dulcinea. Les piden que les dé la carta, la busca y no la encuentra. Sancho se afligió pues la pérdida de la carta suponía también el extravío de la cédula con la entrega de los tres pollinos. Le replicó el cura diciéndole que no se preocupara, pues cuando llegaran a donde estaba don Quijote, escribiría la cédula y la firmaría don Quijote. Sancho decide entonces decirla de memoria, con estas graciosas palabras: “Alta y sobajada (despreciada) señora … el llego (Sancho confunde el llagado de la carta con llego (lego) y falto de sueño….Vuestro hasta la muerte, el Caballero de la Triste Figura”.

Le vuelven a pedir el cura y el barbero que nuevamente les diga la carta y Sancho vuelve a cometer otros tres mil errores. Les cuenta Sancho la promesa de don Quijote de que cuando fuera emperador, lo bien que lo colocaría a él, una vez enviudado, casándolo con una rica doncella. Se quedaron admirados de cómo se había contagiado la locura de don Quijote a Sancho.

Les dice el cura a Sancho y al barbero que tienen que sacar a don Quijote del lugar en el que se encuentra, pero antes entrarían a comer. Sancho se niega a entrar por las razones que más adelante les dirá y les pide que les saquen un plato de caliente y así lo hicieron. Comenta el cura cómo sacarían de allí a don Quijote: se vestiría de doncella y el barbero de escudero. Se presentarían ante don Quijote y requerirían su presencia para deshacer un agravio que a ella le habían hecho. Probarían a llevarlo a algún lugar a ver si conseguían poner remedio a su locura.

Comentario
El eminente cervantista y catedrático de  Estudios Hispánicos de la Universidad de kentucky, John J. Allen comenta los capítulos XXV y XXVI, destacando en primer lugar los  componentes del capítulo XXV: a) el leitmotiv que está asociado con las frustraciones y dudas de Sancho acompañando a don Quijote, que se va a mantener a lo largo del libro;  don Quijote le levanta la prohibición de hablar que le hizo en la aventura de los batanes (I, 20) y con ello, Sancho se decide a continuar ; b) La cascada de refranes de Sancho, que se mantendrá a lo largo de la novela; c) La declaración de don Quijote en el sentido que piensa imitar a Amadís de Gaula, con lo cual se fija en el protagonista don Quijote una identidad más estable que las que tenía anteriormente, cuando elogiaba a Reinaldos de Montalbán; d) la carta amorosa que le manda a Dulcinea.
 Va analizando los distintos aspectos de esa introducción. Toma como referencia los estudios de Martín de Riquer sobre la penitencia de los caballeros andantes, para decir que don Quijote, al igual que hizo Amadís, retirándose a la peña Peña Pobre, por el desdén de su dama y, recordando las locuras de Orlando, por la infidelidad de Angélica, comparándolas con el comportamiento del loco Cardenio; éste se comportó de forma salvaje con ellos. De esa misma manera quiere don Quijote volverse loco como ellos, golpeándose contra las peñas.
En la penitencia de don Quijote en el lugar ameno en el que se retira, coincide el profesor Allen con muchos comentaristas que ven resonancias de Garcilaso de la Vega en la Égloga I  al invocar a las ninfas de ríos y bosques. Retoma el comentarista el punto de vista Avalle-Arce y de otros comentaristas como Mencing para decir que "el propósito de don Quijote es vivir según las normas artísticas".
Cuando descubre quién es Dulcinea, según el profesor Riley," don Quijote da pruebas de que convierte realidad de la moza, en una ilusión venerable". 
En la carta de amor a Dulcinea, recoge los puntos de vista de Pedro Salinas y del profesor Felix Martínez Bonati. Del primero dice que la considera como "la mejor carta de amores de la literatura española". Del segundo comenta que la mezcla de arcaísmos caballerescos, con la libranza de los tres pollinos de Sancho y las fórmulas comerciales es un ejemplo de las relaciones entre las más variadas "regiones de la imaginación" que caracterizan esta novela.

Otros comentarios

Uno de los artículos sustanciales para interpretar el Quijote, proviene del Catedrático de Lenguas Románicas e Hispanista de la Universidad Johns Hopkins Leo Spitzer: Perspectivismo lingüístico en el Quijote. Parte el autor de la tesis, ya explicada, de Américo Castro, sobre la denominada “realidad oscilante”  en el Quijote: recordemos que la realidad, según Castro, se va presentando tal y como los personajes la perciben. Spitzer denomina a lo anterior perspectivismo.  En la obra, esta perspectiva la extiende él a todos los aspectos: temas, personajes, lenguaje…etc. Es decir, Cervantes, como creador se sitúa por encima de los personajes y nos permite ver lo que opinan de los más diversos temas. “Las cosas se nos representan no por lo que en ellas son en sí, sino sólo en cuanto objeto de nuestro lenguaje o de nuestro pensamiento”. Esto nos lleva, desde este punto de vista a ver el Quijote como una obra relativista. Pero tal relativismo tiene una gran excepción: la moral y en concreto el pensamiento del catolicismo español. En todo lo que tenga que ver con Dios y la Iglesia, no rige el perspectivismos, sino el absolutismo. Hay sólo una forma de entenderlo: la de la Iglesia Católica. Cuando don Quijote, confundiendo a Roldán con Ferragut y a Medoro como paje de Agramante, con Dardinel de Almeonte, decide imitar a Amadís, se encomienda a Dios y reza "un millón de avemarías", especialmente porque Amadís se retiró a la Peña Pobre y se encomendó a 
Donde también “se pude ver el perspectivismo lingüístico es en la transcripción que realiza Sancho del altisonante estilo amoroso de la carta de don Quijote a Dulcinea” (Spitzer).  Sancho refiere de memoria lo que él cree que don Quijote ha dicho: el soberana y alta señora, que dice don Quijote, se convierte en alta y sobrajada señora, corrigiéndolo el barbero en sobrehumana o soberana señora; de punta de ausencia y el llagado de las telas del corazón, pasa en palabras de Sancho al llego y falto de sueño y el ferido. “Estos trueques lingüísticos… ponen de manifiesto las distintas perspectivas bajo las que unos mismos acontecimientos aparecen a dos personajes de fondo tan distinto” (Spitzer).

El punto de vista anterior para interpretar el Quijote es muy fecundo y ha dado lugar a la visión idealista del libro. En esta línea se sitúa la Vida de don Quijote y Sancho, de Unamuno. Existe otra interpretación, basada en el realismo. De acuerdo con este punto de vista, la carta habría que interpretarla de acuerdo con la intención que Cervantes plantea en el prólogo: “Procurad que leyendo vuestra historia, el melancólico se mueva a risa…”

Sobre esto último hay que tener en cuenta la opinión de D. Eisenberg, ya explicada en el comentario del capítulo 1º






sábado, 16 de abril de 2011

CAPÍTULO XXV. LA PENITENCIA DE DON QUIJOTE. CARTA A DULCINEA

Se habían despedido del cabrero y continuaban adentrándose en la montaña con Sancho de mal temple porque don Quijote le había prohibido hablar. Ante esa situación, llega un momento que Sancho le dice que volvía a su casa si no le levantaba la prohibición, pues eso era “enterrarlo en vida”. 

Le levantó don Quijote la prohibición y lo primero que le dijo Sancho es  lo mal que lo hizo al interrumpir al loco Cardenio cuando contaba su historia y además contradecirlo en el asunto de Amadís, cuyas consecuencias fueron  los golpes que tanto uno como otro se llevaron.

Don Quijote le replica que el caballero andante está obligado a defender la honra de las mujeres ante cualquier persona que se la quite, sea loco o cuerdo. Cardenio había dicho que la reina Madasima  estaba amancebada con un cirujano. Eso era falso y él tenía que desmentirlo.

Sancho responde con una retahíla de refranes para justificar que a él lo traía sin cuidado que se amancebaran o no. Entre estos refranes destacan: a) Los que tienen como significado “a mí se me da igual”: “De mis viñas vengo, no sé nada; el que compra y miente en su bolsa lo siente; b) las apariencias engañan: muchos piensan que hay tocino y no hay estacas; c) La libertad no se puede limitar: ¿quién puede poner puertas al campo?; d)  de todos se  murmura: hasta de Dios dijeron”.

Le recrimina don Quijote la sarta de refranes que ha dicho y le dice que preste atención porque piensa realizar una hazaña con la que se convertirá en el caballero andante más perfecto del mundo. Justifica don Quijote su pretensión de perfección porque quiere imitar y superar al mejor caballero porque “cuando algún pintor quiere salir famoso en su arte procura imitar los originales de los más únicos pintores que sabe, y esta misma regla corre por todos los más oficios o ejercicios de responsabilidad que sirven de adorno de las repúblicas…”. Le sigue diciendo don Quijote que quiere imitar a Amadís en el sufrimiento que tuvo cuando su señora Oriana lo desdeñó y se retiró en penitencia a la Peña Pobre con el nombre de Beltenebros, pres "Amadís fue el norte, el lucero, el sol de los valientes y enamorados caballeros" Le replica Sancho que Amadís tuvo motivos, pero que él no los tiene, a lo que responde don Quijote que si él sin causa quiere enloquecer de tristeza, qué haría si Dulcinea le hubiese dado motivos. Por esta razón quiere que vaya y le diga a Dulcinea lo que por ella es capaz de hacer.

Cuando termina de decirle lo anterior, vuelve don Quijote a preguntarle a Sancho que si lleva  el yelmo de Mambrino, a lo que Sancho responde que no es de buen juicio llamar yelmo a una bacía. A lo anterior replica don Quijote diciendo que la transformación de la bacía en yelmo se debe a que andan entre nosotros siempre una caterva de encantadores que todas nuestras cosas mudan y truecan y las vuelven según su gusto…y así, eso que a ti te parece bacía de barbero me parece a mi yelmo de mambrino y a otro le parecerá otra cosa.

Escogió don Quijote para hacer penitencia el pie de una montaña. Allí, invocando a  las ninfas de ríos y bosques, inicia su penitencia, lamentándose del sufrimiento amoroso que le producía la ausencia de Dulcinea.

Dicho lo anterior, don Quijote se bajó de Rocinante y lo dejó en libertad. En este momento, Sancho hace referencia a su rucio. (En la edición princeps, de 1604, no se dice cómo se pierde el rucio. En la segunda edición de Juan de la Cuesta, se cuenta cómo Gines de Pasamonte, en el capítulo 23, le robó el asno a Sancho.)

Le dice don Quijote que no vaya a ver a Dulcinea hasta que no pasen tres días y podrá contemplar cómo se da calabazadas  contra las peñas, que como dicen las órdenes de caballería, han de ser "verdaderas, firmes y valederas", por lo tanto, que le deje hilas para curarse, ya que perdieron el bálsamo. Le contesta Sancho que peor fue perder el  asno.

Cuenta don Quijote que piensa escribirle la carta a Dulcinea en el librillo que se dejó Cardenio. Sancho le pide que también incluya los tres pollinos que le prometió. A continuación comenta que el suyo es un amor platónico, que no la había visto ni cuatro veces por el recato con que sus padres Lorenzo Corchuelo y su madre Aldonza Nogales la habían criado.

Lo anterior le da pie a Sancho para saber quién es  Dulcinea del Toboso, por otro nombre Aldonza Lorenzo. Dice al respecto que esta es ”mujer de pelo en pecho y que tiene mucho de cortesana” (podía entenderse como mujer cortés, pero también como prostituta) Le contesta don Quijote con el cuento de la viuda hermosa y rica que se enamora de un fraile motilón y al preguntarle el prior para qué quería un fraile como ese, ella le replica que para lo que lo quiere, tanta filosofía sabe y más que Aristóteles.

Así que para lo que él quiere a Dulcinea, tanto vale como la más alta princesa de la tierra", pues “dos cosas incitan a amar, más que otras, la mucha hermosura y la buena fama

Escribió don Quijote su carta amorosa  y se la leyó a Sancho. Le pide este que escriba también la cédula de los tres pollinos prometidos. Una vez realizado lo anterior y explicado a Sancho que dejara unas retamas por el camino para saber volver,  se quedó don Quijote “en carnes y en pañales”; dio “dos zapatetas (brincos tocándose los pies con las manos) en el aire y dos tumbas” (dos volteretas)  Subido en Rocinante, se marchó Sancho satisfecho de que podía decir que su amo estaba loco.



Comentario

El eminente cervantista y catedrático de  Estudios Hispánicos de la Universidad de kentucky, John J. Allen comenta los capítulos XXV y XXVI, destacando en primer lugar los  componentes del capítulo XXV: a) el leitmotiv que está asociado con las frustraciones y dudas de Sancho acompañando a don Quijote, que se va a mantener a lo largo del libro;  don Quijote le levanta la prohibición de hablar que le hizo en la aventura de los batanes (I, 20) y con ello, Sancho se decide a continuar ; b) La cascada de refranes de Sancho, que se mantendrá a lo largo de la novela; c) La declaración de don Quijote en el sentido que piensa imitar a Amadís de Gaula, con lo cual se fija en el protagonista don Quijote una identidad más estable que las que tenía anteriormente, cuando elogiaba a Reinaldos de Montalbán; d) la carta amorosa que le manda a Dulcinea.
 Va analizando los distintos aspectos de esa introducción. Toma como referencia los estudios de Martín de Riquer sobre la penitencia de los caballeros andantes, para decir que don Quijote, al igual que hizo Amadís, retirándose a la peña Peña Pobre, por el desdén de su dama y recordando las locuras de Orlando, por la infidelidad de Angélica, comparándolas con el comportamiento del loco Cardenio; éste se comportó de forma salvaje con ellos. De esa misma manera quiere don Quijote volverse loco como ellos, golpeándose contra las peñas.
En la penitencia de don Quijote en el lugar ameno en el que se retira, coincide el profesor Allen con muchos comentaristas que ven resonancias de Garcilaso de la Vega en la Églogas,  al invocar a las ninfas de ríos y bosques. Retoma el comentarista el punto de vista Avalle-Arce y de otros comentaristas como Mencing para decir que "el propósito de don Quijote es vivir según las normas artísticas".
Cuando descubre quién es Dulcinea , según el profesor Riley," don Quijote da pruebas de que convierte realidad de la moza, en una ilusión venerable". 
En la carta de amor a Dulcinea, recoge los puntos de vista de Pedro Salinas y del profesor Felix Martínez Bonati. Del primero dice que la considera como "la mejor carta de amores de la literatura española". Del segundo comenta que la mezcla de arcaísmos caballerescos, con la libranza de los tres pollinos de Sancho y las fórmulas comerciales es un ejemplo de las relaciones entre las más variadas "regiones de la imaginación" que caracterizan esta novela.

Otros comentarios:
 
Algunos de los aspectos que habría que resaltar en este capítulo son: a)  La valoración que realiza don Quijote del yelmo de Mambrino. Estas palabras de don Quijote, subrayadas, han dado lugar a dos tesis sobre la interpretación de la verdad en el libro: a.1. El cervantista y catedrático de la universidad de Princeton,  Américo Castro, sostiene que la verdad está en función de la percepción que hagamos de las cosa, es un punto de vista personal. La moral es siempre autónoma y está basada en la manera de ser de la persona. “Este concepto idealista de la verdad refuerza la interpretación romántica del Quijote (Alexander A. Parker); a.2 ) Sostenida por el catedrático y cervantista de la universidad de Edimburgo, Parker. La verdad es objetiva y se corresponde con los hechos. Esta “verdad se encuentra oscurecida por el engaño “(Cervantes, cap.11).  Los encantadores que se imagina don Quijote son los hombres mismos, y en primer lugar, él mismo. Transforman las cosas porque les interesan. Los demás hombres con sus opiniones, ayudan a reforzarla.

b) Los refranes de Sancho. Contribuye a resaltar la figura de Sancho los abundantes refranes que dice. Su persona se va desarrollando a lo largo de la obra, “pasando de ser un humilde rústico a ser tan importante como su señor, esto se logra por los refranes…con ellos la voz de Sancho ingresa con timbre diferenciado en el conjunto polifónico del Quijote, como analiza el académico y catedrático de la universidad de Madrid. Lázaro Carreter, en La la prosa  del Quijote.
c) Hay que resaltar en este capítulo el breve resumen de Cervantes sobre la teoría clásica y renacentista de las artes, como apunta F, Rico. Don Quijote quiere convertirse en el más perfecto caballero, imitando a Amadís. Pone el ejemplo del pintor que quiere destacar en su pintura; para eso tiene que imitar a los grandes pintores: "...el escritor tiene que imitar la realidad, pero perfeccionándola y mejorándola, mostrando las cosas como habían de ser; y para llegar a esa imitación idealizada debe a su vez imitar a los artistas que han sobresalido en la práctica". F. Rico. Don Quijote de la Mancha .
El jurista.  catedrático, director de la Real Academia Española de la Lengua Muñoz Machado, destaca en este capítulo, el conocimiento que Cervantes tenía del derecho mercantil, cuando al perder Sancho su rucio, Cervantes emite a su favor una letra de cambio o libranza, pues don Quijote escribe. "por esta primera de pollinos" (primera de cambio), En el capítulo siguiente nos enteramos de que Sancho se aprendió la carta de memoria y el cura le dijo que" las libranzas había que hacerlas como era uso y costumbre, porque las que se hacían en libros de memoria jamás se aceptaban". Tampoco valdría porque no llevaba la firma de don Quijote. Muñoz Machado op. cit. pág, 601.



















jueves, 14 de abril de 2011

CAPÍTULO XXIV. CARDENIO CUENTA SU HISTORIA



 Empezó a hablar el Roto dándole las gracias a don Quijote por el interés que había mostrado. Le responde don Quijote que se había prometido no irse de aquellos lugares sin saber cómo le podría ayudar, pues si la desventura que lo había llevado allí tenía consuelo, pensaba llorar con él, pues “todavía es consuelo en las desgracias hallar quien se duela de ellas”. Le pide que le diga quién es y qué lo ha llevado allí, a lo que responde el Roto que se lo contará todo, pero que previamente le den algo de comer.

Le dieron de comer y lo hizo como persona atontada, de prisa y engullendo más que tragando. Cuando terminó, se sentaron en un verde prado;  el joven les dijo que les contaría su historia, pero que no lo interrumpieran con preguntas, pues lo que le había ocurrido le provocaba tanto daño, que el detenerse en las desgracias, las aumentaba.

Dijo que se llamaba Cardenio, nacido en Andalucía y era de noble linaje. Lo había llevado allí, en ese estado, su desventura amorosa con Luscinda. Era esta una joven, y hermosa mujer de desde niño estuvo enamorado. Se veían con mucha frecuencia y su padre aceptaba este hecho; pero para evitar las murmuraciones de la gente, les prohibió que se vieran con tanta asiduidad, impidiéndole la entrada en su casa. Esto intensificó el deseo de estar juntos, porque “aunque pusieron silencio a las lenguas, no le pudieron poner a las plumas, las cuales con más libertad que las lenguas suelen dar a entender a quien quieren lo que en el alma está encerrado”. Por esta razón se escribían contándose sus sentimientos

Decidió pedirla por esposa, pero tuvo que aplazar el casamiento porque cierto día cuando llegó a su casa, el duque Ricardo, grande de España,  le pidió a su padre que el joven fuera a su casa como compañero de su hijo el mayor. Allí se marchó sin olvidarse jamás de su amada. Fue muy bien tratado por el duque, pero conoció y trabó estrecha amistad con el hijo menor, Ricardo. Este, gallardo, gentil y liberal le prometió el matrimonio a una joven labradora de su padre, pero no lo hizo y sí la gozó. Para que no se enterara el duque, decidió marcharse del pueblo, pidiéndole a Cardenio que lo acompañara. Se fueron al pueblo de Cardenio. Este, entusiasmado porque volvería a ver a Luscinda, le contó a Fernando sus relaciones con ella, sus virtudes y hermosura. Cierta noche acompañó Fernando a Cardenio a casa de Luscinda; cuando Fernando la vio, se enamoró de ella. Después de oírle nombrarle sus alabanzas empezó Cardenio a sentir celos. Se escribían Cardenio y Luscinda notas. En una de ellas, esta le pedía el libro de caballerías que más le gustaba: el Amadís de Gaula

Cuando don Quijote oyó esto, reaccionó de inmediato alabando el buen entendimiento de ella. Cardenio, después de estar un rato callado comentó que uno de los episodios de Amadís no se correspondía con la verdad. Esto irritó a don Quijote y lo llevó a retar a Cardenio. Este, enfurecido, con una piedra golpeó a don Quijote y cayó al suelo. Sancho quiso defenderlo y también quedó malparado; igual le ocurrió al cabrero.

Sancho le recriminó al pastor que no le advirtiese de la locura del Roto. Se enzarzaron el cabrero y Sancho en una pelea, interviniendo don Quijote para tranquilizarlos. Quiso don Quijote saber dónde podría encontrar al Roto, el cabrero le dijo que por aquellos contornos.



Comentario

En este capítulo conviene resaltar los siguientes hechos:

a) La historia de Cardenio y Luscinda. Conviene preguntarse por qué nos volvemos a encontrar otra vez con un loco como protagonista de la novela. La crítica (Rodríguez Marín, Américo Castro, Luis Rosales) coincide, con matices, en señalar que la figura del loco tiene una gran tradición en la Literatura, pues dicen la verdad; con él se puede enfrentar el escritor a la realidad social, criticarla y denunciarla: de otra forma sería imposible.

b) Como demuestra el investigador y crítico colombiano, Ernesto Porras Collantes, en su análisis de las novelas intercalas en El Quijote, todas mantiene una estructura paralela con el libro.

b.1 En esta novela se da el mismo tipo de locura entre don Quijote y Cardenio: en los dos se va alternando episodios de locura con cordura;

b.2 Tanto don Quijote como Cardenio son defensores del matrimonio

c) Sobre esto último es conveniente volver a tener en cuenta la opinión de Américo Castro. Dice Castro que “cada observador posee un especial ángulo de percepción, en función del cual varían las representaciones y los juicios”. Estos pueden ser ciertos o erróneos. Cuando el personaje interpreta mal una realidad moral, las consecuencias son dramáticas o trágicas. Fernando interpretó mal la realidad moral y sus consecuencias fueron dramáticas.



    

martes, 12 de abril de 2011

CAPÍTULO XXIII. DON QUIJOTE Y SANCHO EN SIERRA MORENA. ENCUENTRO CON EL "ROTO DE LA MALA FIGURA"

A raíz de lo acontecido con los galeotes, don Quijote le dijo a Sancho que “el hacer bien a villanos es echar agua en el mar…así que paciencia y escarmentar para desde aquí adelante”.

Considera Sancho que no escarmentará don Quijote, pero le advierte que la Santa Hermandad no entiende de asuntos de caballerías y por lo tanto deberían esconderse por algún lugar de Sierra Morena. Don Quijote le dice que era de naturaleza cobarde (la frase adquiere sentido en la España de la época: Sancho pertenecía a la clase social de los villanos), pero para que no lo califique de contumaz, acepta su consejo con tal de que no se lo diga a nadie. Sancho lo tranquiliza diciéndole que “el retirar no es huir, ni el esperar es cordura, cuando el peligro sobrepuja a la esperanza, y de sabios es guardarse hoy para mañana, y no aventurarse todo en un día.”

Se subieron en sus monturas y se adentraron por las montañas para apartarse de la Santa Hermandad. Iba don Quijote sobre Rocinante, pensando en sus aventuras y Sancho, comiendo sobre su rucio, cuando don Quijote encontró en el suelo, un podrido cojín y una deshecha maleta que Sancho abrió; en ella venían varios escudos de oro (un escudo valía medio doblón y el valor del doblón cambiaba según las épocas), que Sancho, con el acuerdo de don Quijote, se guardó,  varias camisas de holanda ( tela fina de algodón o lino) y un librillo de memoria (libro de notas). Cree don Quijote que el dueño fue probablemente asaltado en el camino, pero Sancho le replica que no, pues se habían dejado el dinero.

Cogió don Quijote el librillo de notas  y leyó dos textos. El primero un soneto con el tema del amor sufrimiento por el desdén de la dama; el segundo, una carta con el mismo tema, en la que le reprocha que lo ha dejado por “quien tiene más, no por quien vale más que él”.

Deseaba don Quijote saber quién era el dueño de los objetos para devolvérselos, cuando a lo lejos vieron un joven medio desnudo que iba saltando de risco en risco. Decidió seguirle don Quijote porque se imaginó que era el dueño de las cosas encontradas, pero lo accidentado del terreno se lo impidió. Sancho se opuso alegando que tenía miedo de quedarse solo y que si se encontraba al propietario, se  vería obligado a devolverle los escudos.

No lejos de allí oyeron el silbido de un cabrero. Se dirigieron a él y le comentaron lo de la maleta. Dijo que también la vio él, pero que no quiso abrirla porque no le fueran a tachar de hurto, pues “es el diablo sutil, y debajo de los pies se levanta al hombre cosa donde tropiece y caya (caiga) sin saber cómo ni  cómo no”. Sancho, que no quería ser tachado de sacre, dijo que  tampoco la abrió, pues “no quiero perro con cencerro” 

A continuación les contó el anciano pastor la historia de “el Roto de la Mala Figura”, que fue como le puso el autor. El joven medio desnudo, con la barba negra, los cabellos muchos y abultados,( recogidos en forma de coleta), los pies descalzos,  de aspecto salvaje; lo acababa de ver y se había presentado allí hacía unos meses. A veces aparecía de improviso. Le preguntó que cuál era el sitio más escarpado de aquellas sierras y hacia allí se dirigió. Cierto día bajó. Le dieron de comer; al rato se quedó embelesado y se lanzó contra uno de los pastores, llamándolo "fementido Fernando", al cual le pensaba sacar el corazón por el mucho daño que le había hecho. En el Roto, alternaban ratos de tranquilidad con otros de locura enfurecida.

Comentó don Quijote que no cesaría hasta conocer a ese hombre; la fortuna quiso que en ese momento, éste se acercara. Don Quijote lo abrazó. Se quedaron mirándose el uno al otro y el Roto empezó a hablar.



Comentario

Resulta ostensible el miedo de Sancho a la Santa Hermandad, pues para escarmiento de malhechores, cuando alguien era condenado a muerte, lo sacaban al campo, lo ataban a una estaca y lo asaeteaban hasta morir.

Cuando Sancho le miente al cabrero respecto a la maleta, le hace una higa a la verdad. Esto viene a elucidar el concepto de verdad cervantina expuesta en el capítulo XI: “la verdad se oscurece…por los intereses de las personas”. Efectivamente, Sancho miente porque no quiere ser tachado de sacre. Lo apoya con el refrán “No quiero perro con cencerro”: no quiero cosas con problemas.

La estructura del Quijote, responde a la de una novela “ensartada” por otras que hacen referencia a la variedad de novelas del XVI, como señaló el Catedrático de la Universidad de Madrid,  Menéndez Pelayo. La que se inicia en este capítulo corresponde a la novela sentimental. Todas novelas intercaladas tienen como tema el amor. La lectura de ellas se realiza muy bien a partir de las tesis de Américo Castro. El amor para Cervantes “es la máxima esencia vital; la naturaleza ha hecho del amor un principio armónico. Malhaya quien rompe la ecuación vital, representada en el amor concorde”.
El escritor Alberto Sánchez comenta este capítulo, destacando en primer lugar que la historia de Cardeño, incluida en las aventuras de don Quijote en Sierra Morena, terminará en la venta de Juan Palomeque el Zurdo en el capítulo I, 36. Nos servirá para contrastar dos escenarios: el de la montaña y el social de la venta.
El comentarista ve en el capítulo el inicio de una parodia de la novela sentimental, con dos parejas de enamorados entrecruzadas en disposición dramática.
Una vez adentrados en Sierra Morena, aparece la figura del "Roto de la Mala Figura": unos cabreros ponen al corriente a don Quijote y Sancho, de lo que saben del personaje. Previamente sabemos que don Quijote y Sancho han encontrado una maleta casi podrida de la que han sacado unas ropas que por su apariencia parecen ser de persona pudiente y, liadas en un pañuelo, cien escudos de oro que don Quijote confía a Sancho, Además han encontrado un librillo de notas en la que aparecen versos y cartas de clara tradición sentimental, que reflejan a un amante desdeñado.
Quiere saber don Quijote más cosas del personaje que le han descrito los cabreros, persiste en ello y se adentra en la sierra, encuentra al dolido y menospreciado enamorado en estado del salvaje literario; se abrazan los dos en perfecto paralelismo de dos locuras de amor: Cardeniio, el "Roto de la Mala Figura" y don Quijote, "el de la Triste Figura". Se admiran con admiración y a continuación Cardenio irá contando su historia en sucesivos episodios.