jueves, 3 de mayo de 2012

SEGUNDA PARTE. CAPÍTULO LXIX. FUNERAL POR ALTISIDORA Y JUICIO INQUISITORIAL A SANCHO



Los jinetes se apearon, cogieron a don Quijote y a Sancho y los llevaron en peso y arrebatadamente al patio del castillo. Estaba iluminado por casi cien hachas y más de quinientas luminarias. En el centro del patio se levantaba un túmulo y sobre él yacía el cuerpo de una muchacha de gran hermosura, coronada de flores. A un lado del patio se levantaba una tarima, en cuyo centro estaban sentados los jueces mitológicos del infierno: Minos y Radamanto, con sendas coronas y cetros en las manos. A un lado de la tarima había dos sillas en las que los jinetes  sentaron a don Quijote y a Sancho, ordenándoles que estuviesen callados. Poco después subieron los duques y ocuparon dos sillas de honor junto a las de los jueces.

Apareció un criado del duque, se acercó a Sancho y le echó encima una ropa de bocací negra (ropa de mala calidad), pintada con llamas de fuego y le puso en la cabeza una coroza (cucurucho de cartón) pintada de diablos, pareciéndosele a los penitenciados del Santo Oficio. Tal imagen daba que don Quijote no paraba de reírse. En medio del silencio se oyó un agradable sonido de flautas. Inesperadamente apareció un joven, vestido de romano y, al sonido de un arpa que tocaba, entonó unas estancias dedicadas a Altisidora, muerta por el desdén de don Quijote, deseándole que recupere la vida al sonido de su voz.

Ordenó Minos (guardián del infierno) que terminara la canción porque ya era conocida la fama y gracia de Altisidora. Su vuelta a la vida habría de pasar por la tortura que debería sufrir  Sancho Panza, pidiéndole a continuación a su compañero Radamanto (guardián del, infierno) que dicte sentencia sobre Sancho para que, ejecutándola,  Altisidora recupere la vida.  Puesto en pie Radamanto ordenó a sus ministros que le diesen a Sancho veinte y cuatro cachetes, doce pellizcos u seis alfilerazos en los brazos y en los lomos. Sancho se opuso de inmediato, argumentando que nada tenía que ver con la muerte de Altisidora. Dado que también le habían pedido que se azotase por Dulcinea, dijo los siguientes refranes: “Regostose la vieja a los bledos… ( “Se aficionó la vieja a las acelga; no dejó verdes ni secas; se refiere al empeño con que se persevera en un gusto o una manía); “!Esas burlas a un cuñado, que yo soy perro viejo, y no hay conmigo tus, tus” ( “a otro con esas burlas; a mí no me engañarán).

Imprecó a Sancho duramente Radamanto para que permitiese que unas dueñas que estaban entrando le hiciesen lo que él había ordenado; se opuso Sancho, argumentando que prefería que le gatearan el rostro como le ocurrió a don Quijote, pero no que no que lo castigaran las dueñas. Intervino don Quijote diciéndole que lo permitiese porque  el cielo le había dado la virtud de desencantar a los desencantados y resucitar a los muertos. Cedió Sancho. Permitió los cachetes y los pellizcos, pero no pudiendo sufrir los alfilerazos, cogió un hacha y corrió a las dueñas y a los verdugos.

Altisidora, cansada de estar en posición supina (boca arriba), se volvió de lado. Todos gritaron que Altisidora estaba viva. Don Quijote le pidió a Sancho que se azotase, pero Sancho se negó, argumentando que –“Esto me parece argado sobre argado (enredo sobre enredo), y no miel sobre hojuelas” ( prov. utilizado para decir que una cosa es doblemente buena).  Dice que se siente mal porque “para curar los males ajenos tengo yo de ser la vaca de la boda” (vaquilla que se corría en las bodas como diversión y recibía los consiguientes golpes).

Se levantaron los duques. Sonó la música. Todos fueron a recibir a Altisidora que bajaba del túmulo. Al pasar junto a don Quijote le echó en cara su crueldad.  A Sancho le agradeció lo que había hecho por ella. En prueba de ello le prometió regalarle seis camisas.



Comentario

En el capítulo siguiente nos enteraremos de que los duques habían ordenado que trajesen a don Quijote y a Sancho, para que Altisidora escenificase su muerte. Todo en el palacio se había dispuesto para poner de relieve el aparato de un gran funeral.

El espectáculo que ofrecía el funeral por Altisidora me recuerda el soneto que Cervantes escribió a la muerte del rey Felipe II, burlándose del soberbio túmulo levantado en la catedral de Sevilla. : “!Voto a Dios que me espanta esta grandeza / y que diera un doblón en describilla!. Si Cervantes en el soneto ironiza sobre la grandiosidad de estos funerales barrocos, no menos lo hace aquí. Alrededor del patio del castillo “ardían casi cien hachas, puestas en sus blandones, y por los corredores del patio, más de quinientas luminarias; de modo que a pesar de la noche, que se mostraba algo oscura, no se echaba de ver la falta del día”.  El túmulo “estaba cubierto con un grandísimo dosel de terciopelo negro, alrededor del cual ardían velas de cera blanca sobre más de cien candelabros de plata”. El cuerpo muerto de Altisidora era tan hermoso “que hacía parecer con su hermosura hermosa a la misma muerte”. La cabeza descansaba “sobre una almohada de brocado, coronada con una guirnalda de diversas y odoríferas flores tejida”.

 Una lectura social de estos ostentosos funerales que a veces se realizan en épocas de crisis, como la que España estaba viviendo en esta época, pone de manifiesto la irrealidad de las personas. Sabemos por doña Rodríguez, en el capítulo XLVIII, que le había pedido al duque que le ordenara al joven que se había burlado de su hija, que se casara con ella.  El duque hacía oídos sordos, “y es la causa que como el padre del burlador es tan rico y le presta dineros y le sale por fiador de sus trampas …”. Los duques, como gran parte de las grandes fortunas de la época, habían vivido por encima de sus posibilidades. Las grandes rentas feudales o coloniales que habían llevado unas vidas de loco artificio se habían evaporado. (Pierre Villar. El tiempo del Quijote. . ) De lo anterior se puede inferir que en este gran espectáculo del aparato funeral , hay cierta crítica social al irrealismo español de la época.  

Se asiste después a la parodia de una escena inquisitorial.  Al igual que en estos procesos, se dispone de “un teatro” o tarima; en el centro aparecen sentados los jueces, que en este caso son los personajes mitológicos del infierno: Minos y Redamanto, y el juicio se centra en Sancho, vestido con el sambenito que se les ponía a los acusados, con la coroza o capirote que les colocaban en la cabeza, todo pintado de llamas y diablos. El testigo canta la muerte de Altisidora: “-En tanto que en sí vuelve Altisidora, /muerta por la crueldad de don Quijote, /y en tanto que en la corte encantadora/se vistieren las damas de picote…”.  A Sancho se le condena y don Quijote se ríe. Solamente al recordarle don Quijote que tiene la virtud de desencantar y resucitar admite Sancho la sentencia. Resucita Altisidora, acusando a don Quijote que por su crueldad “había estado en el otro mundo, a mi parecer, más de mil años”.

Toda la serie de despropósitos que aparecen en la parodia inquisitorial, entiendo que corresponde al humor como lo interpretaba Cervantes: “el contraste entre lo que ocurre y lo que el lector piensa que sería lo adecuado” ( Eisemberg. La interpretación cervantina del Quijote)
La profesora Monique Joly, cuando comenta este capítulo, se fija principalmente en la burla que los duques le hacen principalmente a Sancho. Lo ponen ante un tribunal presidido por los dos demonios: Minos y Redamento. Le piden a Sancho que se deje pellizcar y acribillar por las dueñas para resucitar a Altisidora y  Sancho, de inmediato,  les recuerda que prefiere ser acometido por gatos, tal y como le ocurrió a su amo en su cuarto en el capítulo II, 46 a ser maltratada por el escuadrón de dueñas.
 Valora la profesora Monique Joly la crítica que Cervantes realiza a las prácticas del Santo Oficio, cuando describe "el atuendo de Sancho en el proceso y que la reacción de don Quijote, al verlo así ataviado, sea la de un ataque de risa"

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