Los jinetes se apearon, cogieron
a don Quijote y a Sancho y los llevaron en peso y arrebatadamente al patio del
castillo. Estaba iluminado por casi cien hachas y más de quinientas luminarias.
En el centro del patio se levantaba un túmulo y sobre él yacía el cuerpo de una
muchacha de gran hermosura, coronada de flores. A un lado del patio se
levantaba una tarima, en cuyo centro estaban sentados los jueces mitológicos
del infierno: Minos y Radamanto, con sendas coronas y cetros en las manos. A un
lado de la tarima había dos sillas en las que los jinetes sentaron a don Quijote y a Sancho,
ordenándoles que estuviesen callados. Poco después subieron los duques y
ocuparon dos sillas de honor junto a las de los jueces.
Apareció un criado del duque, se
acercó a Sancho y le echó encima una ropa de bocací negra (ropa de mala calidad), pintada con llamas de fuego y
le puso en la cabeza una coroza (cucurucho de cartón) pintada de diablos,
pareciéndosele a los penitenciados del Santo Oficio. Tal imagen daba que don
Quijote no paraba de reírse. En medio del silencio se oyó un agradable sonido
de flautas. Inesperadamente apareció un joven, vestido de romano y, al sonido
de un arpa que tocaba, entonó unas estancias dedicadas a Altisidora, muerta por
el desdén de don Quijote, deseándole que recupere la vida al sonido de su voz.
Ordenó Minos (guardián del infierno) que terminara la
canción porque ya era conocida la fama y gracia de Altisidora. Su vuelta a la
vida habría de pasar por la tortura que debería sufrir Sancho Panza, pidiéndole a continuación a su
compañero Radamanto (guardián del, infierno) que dicte sentencia sobre Sancho para que, ejecutándola, Altisidora recupere la vida. Puesto en pie Radamanto ordenó a sus ministros
que le diesen a Sancho veinte y cuatro cachetes, doce pellizcos u seis
alfilerazos en los brazos y en los lomos. Sancho se opuso de inmediato,
argumentando que nada tenía que ver con la muerte de Altisidora. Dado que también
le habían pedido que se azotase por Dulcinea, dijo los siguientes refranes: “Regostose la vieja a los bledos… ( “Se
aficionó la vieja a las acelga; no dejó verdes ni secas; se refiere al empeño
con que se persevera en un gusto o una manía); “!Esas burlas a un cuñado, que yo soy perro viejo, y no hay conmigo
tus, tus” ( “a otro con esas burlas; a mí no me engañarán).
Imprecó a Sancho duramente Radamanto
para que permitiese que unas dueñas que estaban entrando le hiciesen lo que él
había ordenado; se opuso Sancho, argumentando que prefería que le gatearan el rostro como le ocurrió a don Quijote, pero no que no que lo castigaran las dueñas. Intervino don Quijote diciéndole que lo permitiese porque el cielo le había dado la virtud de
desencantar a los desencantados y resucitar a los muertos. Cedió Sancho.
Permitió los cachetes y los pellizcos, pero no pudiendo sufrir los alfilerazos,
cogió un hacha y corrió a las dueñas y a los verdugos.
Altisidora, cansada de estar en
posición supina (boca arriba), se volvió de lado. Todos gritaron que Altisidora estaba viva.
Don Quijote le pidió a Sancho que se azotase, pero Sancho se negó, argumentando
que –“Esto me parece argado sobre argado
(enredo sobre enredo), y no miel sobre
hojuelas” ( prov. utilizado para decir que una cosa es doblemente buena). Dice que se siente mal porque “para curar los males ajenos tengo yo de
ser la vaca de la boda” (vaquilla que se corría en las bodas como diversión
y recibía los consiguientes golpes).
Se levantaron los duques. Sonó la
música. Todos fueron a recibir a Altisidora que bajaba del túmulo. Al pasar
junto a don Quijote le echó en cara su crueldad. A Sancho le agradeció lo que había hecho por
ella. En prueba de ello le prometió regalarle seis camisas.
Comentario
En el capítulo siguiente nos
enteraremos de que los duques habían ordenado que trajesen a don Quijote y a
Sancho, para que Altisidora escenificase su muerte. Todo en el palacio se había
dispuesto para poner de relieve el aparato de un gran funeral.
El espectáculo que ofrecía el
funeral por Altisidora me recuerda el soneto que Cervantes escribió a la muerte
del rey Felipe II, burlándose del soberbio túmulo levantado en la catedral de
Sevilla. : “!Voto a Dios que me espanta esta grandeza / y que diera un doblón
en describilla!. Si Cervantes en el soneto ironiza sobre la grandiosidad de
estos funerales barrocos, no menos lo hace aquí. Alrededor del patio del
castillo “ardían casi cien hachas, puestas en sus blandones, y por los
corredores del patio, más de quinientas luminarias; de modo que a pesar de la
noche, que se mostraba algo oscura, no se echaba de ver la falta del día”. El túmulo “estaba cubierto con un grandísimo
dosel de terciopelo negro, alrededor del cual ardían velas de cera blanca sobre
más de cien candelabros de plata”. El cuerpo muerto de Altisidora era tan
hermoso “que hacía parecer con su hermosura hermosa a la misma muerte”. La
cabeza descansaba “sobre una almohada de brocado, coronada con una guirnalda de
diversas y odoríferas flores tejida”.
Una lectura social de estos ostentosos
funerales que a veces se realizan en épocas de crisis, como la que España estaba
viviendo en esta época, pone de manifiesto la irrealidad de las personas. Sabemos
por doña Rodríguez, en el capítulo XLVIII, que le había pedido al duque que le
ordenara al joven que se había burlado de su hija, que se casara con ella. El duque hacía oídos sordos, “y es la causa
que como el padre del burlador es tan rico y le presta dineros y le sale por
fiador de sus trampas …”. Los duques, como gran parte de las grandes fortunas
de la época, habían vivido por encima de sus posibilidades. Las grandes rentas
feudales o coloniales que habían llevado unas vidas de loco artificio se habían
evaporado. (Pierre Villar. El tiempo del
Quijote. . ) De lo anterior se puede inferir que en este gran espectáculo
del aparato funeral , hay cierta crítica social al irrealismo español de la
época.
Se asiste después a la parodia de
una escena inquisitorial. Al igual que
en estos procesos, se dispone de “un teatro” o tarima; en el centro aparecen
sentados los jueces, que en este caso son los personajes mitológicos del infierno:
Minos y Redamanto, y el juicio se centra en Sancho, vestido con el sambenito
que se les ponía a los acusados, con la coroza o capirote que les colocaban en
la cabeza, todo pintado de llamas y diablos. El testigo canta la muerte de
Altisidora: “-En tanto que en sí vuelve Altisidora, /muerta por la crueldad de
don Quijote, /y en tanto que en la corte encantadora/se vistieren las damas de
picote…”. A Sancho se le condena y don
Quijote se ríe. Solamente al recordarle don Quijote que tiene la virtud de desencantar
y resucitar admite Sancho la sentencia. Resucita Altisidora, acusando a don
Quijote que por su crueldad “había estado en el otro mundo, a mi parecer, más
de mil años”.
Toda la serie de despropósitos
que aparecen en la parodia inquisitorial, entiendo que corresponde al humor
como lo interpretaba Cervantes: “el contraste entre lo que ocurre y lo que el
lector piensa que sería lo adecuado” ( Eisemberg. La interpretación cervantina del Quijote).
La profesora Monique Joly, cuando comenta este capítulo, se fija principalmente en la burla que los duques le hacen principalmente a Sancho. Lo ponen ante un tribunal presidido por los dos demonios: Minos y Redamento. Le piden a Sancho que se deje pellizcar y acribillar por las dueñas para resucitar a Altisidora y Sancho, de inmediato, les recuerda que prefiere ser acometido por gatos, tal y como le ocurrió a su amo en su cuarto en el capítulo II, 46 a ser maltratada por el escuadrón de dueñas.
Valora la profesora Monique Joly la crítica que Cervantes realiza a las prácticas del Santo Oficio, cuando describe "el atuendo de Sancho en el proceso y que la reacción de don Quijote, al verlo así ataviado, sea la de un ataque de risa"
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