Caminaban don Quijote y Sancho y este último le decía que es probable que la causa de lo que les estaba ocurriendo la tuviera el que don Quijote hubiera faltado a las leyes de caballería, ya que no había recuperado el almete de Mambrino (casco de Mambrino: era de oro y hacía invulnerable a su portador) . Don Quijote le contesta que tiene razón y que lo del manteo pudiera ser que fuera porque Sancho es primerizo en lo de la caballería, pero que todo se volvería a recomponer. Le dice Sancho que él no juró nada al respecto y que por lo tanto nada debía. Que cumpliera don Quijote lo prometido, no fuera a ser que los fantasmas volvieran a solazarse con ellos.
Estando en esta conversación se les echó la noche encima. Tenían hambre y, a esta desgracia de no tener qué echarse a la boca, les sucedió "una aventura que, sin artificio alguno, verdaderamente lo parecía": vieron que por el mismo camino que iban venían una procesión de hombres que no parecían sino "estrellas que se movían", El miedo que infundían a esas horas de la noche, pasmó a Sancho y a don Quijote lo intranquilizó
Don Quijote, al darse cuenta del miedo que empezaba a sentir Sancho, trató de tranquilizarlo diciéndole que en esta nueva aventura que se presentaba mostraría toda su valentía, pero la experiencia le decía a Sancho que si el enfrentamiento era con fantasmas, sus costillas lo pagarían. Don Quijote lo volvió a tranquilizar diciéndole que no le pesaría nada.
Se apartaron un poco del camino y vieron a un grupo de veinte encamisados que llevaban unas antorchas encendidas. Detrás venía una litera cubierta de luto, seguida por otros seis encamisados todos de luto. Don Quijote se imaginó alguna situación propia de sus libros, se plantó delante del camino y le preguntó a uno de ellos por lo que llevaban en las andas y que le dijera de dónde venían y a dónde iban. No se sintió a gusto don Quijote con la contestación que le dio y le cogió la mula al encamisado por el freno. Esta se asustó, el que iba subido se cayó y uno que vino a ayudarlo, denostó a don Quijote. Embistió este contra todos con tal furia que parecía el diablo. Los apaleó y echaron todos a correr con sus lumbres encendidas, pensando que el tal diablo les quería quitar el cuerpo muerto que llevaban.
Se acercó don Quijote al que estaba en el suelo. Le conminó a que le dijese quién era. Contestó este que se llamaba Alonso López, bachiller, natural de Alcobendas y que se dirigía a Segovia a llevar el cuerpo de un hombre muerto, con otros once sacerdotes, que son los que huyeron con las lanzas. Se disculpó don Quijote por lo ocurrido, pues era hombre cristiano.
Llamó a Sancho, pero este no acudió hasta que no sacó de una de las mulas que llevaban los sacerdotes todos los alimentos que pudo. Se acercó a donde estaba don Quijote con el que había caído al suelo. Se dirigió Sancho al bachiller diciéndole que el que los había combatido era “el Caballero de la Triste Figura”, explicándole posteriormente a don Quijote que así era como lo vio a la luz de la antorcha, debido al cansancio que manifestaba y la falta de muelas.
La ocurrencia de Sancho de llamarlo de ese nombre complació a don Quijote, pues lo había incluido en una larga serie de caballeros andantes que don Quijote se permite citar por los títulos públicos con que eran conocidos y por lo tanto este sería el nombre que tomaría de ahora en adelante.
Le recriminó el bachiller lo que don Quijote ha hecho y éste contesta que él se siente cristiano y jamás pensó ofender a la Iglesia. Siempre había tenido en cuenta por qué excomulgaron al Cid Campeador. Oído esto, el bachiller se marchó.
Quiso don Quijote conocer lo que llevaban en la sepultura, pero Sancho se lo impidió argumentando que se debían pronto marchar, pues si se daban cuenta los vencidos que solamente un hombre había peleado contra ellos, podían volver y les diesen en qué entender. Dicho lo cual deberían marcharse y como dice el refrán: váyase el muerto a la sepultura y el vivo a la hogaza. ( En su forma actual: "El muerto al hoyo y el vivo al boyo")
Se marcharon y tanta era el hambre que llevaban que cenaron, desayunaron y comieron, pero no disponían de agua.
Comentario
La crítica literaria sobre El Quijote se puede agrupar en dos grandes bloques: a) Los que realizan una interpretación del libro, siguiendo la propia visión de Cervantes: la historia de un loco embebido de literatura caballeresca. Es lo que se ha dado en llamar interpretación dura; b) Los que lo interpretan como un héroe, también llamada interpretación blanda. Esta última postura corresponde principalmente al Romanticismo y corriente afines.
En esta última corriente se sitúan las de Unamuno en “Vida de don Quijote y Sancho” y la de Bloom en “El Canon Occidental”. Una y otra entran de lleno en la corriente hermenéutica de Gadamer. Para este filósofo, interpretar es entrar en juego con el escritor. Este a su vez entra en juego con la realidad. Entrar en juego es crear ámbitos. De acuerdo con esta teoría, Cervantes entra en juego con la realidad del alma hispánica en su doble vertiente quijotesca y sanchopancesca. Siguiendo con esta interpretación podemos decir que Cervantes vivió de cerca estos dos modos de encarar la realidad de la existencia española: por una parte, aquellos que viven la vida movidos por altos ideales, tienen una visión heroica de la misma; por otra la que la viven desde lo plebeyo, desde lo rutinario y deprimente. Es la oposición entre don Quijote y Sancho.
Don Quijote vive su existencia desde el ámbito de la heroicidad, del ayudar al otro, de la fe en la solidaridad. Sin embargo, a veces, como muy bien demostró Américo Castro, la realidad va oscilando y lo que creemos ser ejércitos, resultan se rebaños de ovejas y carneros y como en este caso, lo que don Quijote cree que son fantasmas que han robado un cuerpo, resultan ser unos humildes sacerdotes que llevan un féretro. Por lo tanto, los sentidos nos engañan muchas veces. Esta sería la lectura que desde un punto de vista hermenéutico y ambital haríamos del capítulo. Hay que tener mucho cuidado porque nuestras acciones, llevadas de buenos propósitos, a veces pueden ser perjudiciales como en este capítulo le ha ocurrido a don Quijote.
Otro de los hechos significativos en este capítulo es cuando don Quijote le dice al bachiller que nunca tuvo el propósito de ofender a la Iglesia, pues en su memoria estaba lo que “le pasó al Cid Ruy Díaz cuando su Santidad el Papa lo descomulgó”. En este caso don Quijote recuerda la Historia que se cuenta en el romance del Cid “A concilio dentro de Roma”. Esto tiene que ver con un tema que surgió al principio: La influencia del “Entremés de los Romances” en El Quijote. El protagonista del Entremés, Bartolo, se vuelve loco de leer romances. Valiéndose de este hecho, Menéndez Pidal aprecia la influencia del Entremés en la primera parte del Quijote. Una vez más, cuando lo caballeresco le vuelve a la mente, se cruza en don Quijote un romance.
Otras lecturas del capítulo.
Muñoz Machado en op. cit. pág. 478, advierte que "posiblemente la procesión que le sirve a Cervantes como modelo en este capítulo fuera la historia que se repetía en todas las poblaciones cercanas a Úbeda, contando lo que había ocurrido en el traslado de los restos de san Juan de la Cruz, desde Úbeda a Segovia; este traslado fue muy conflictivo, por el valor que tenían las reliquias del cuerpo muerto. Cervantes pasó largos períodos de tiempo en Andalucía y conoció episodios que le dejarán un recuerdo imborrable porque los presenciará o se los contarán; después los recreará en sus novelas.
El catedrático de la Universidad de la Sorbona, Agustín Redondo, especialista en el Quijote, en el libro Otra manera de leer el Quijote, considera que el fenómeno de la estantigua, la visión de fantasmas que causan pavor, estaban presentes en España y en otros lugares de Europa. Cervantes utilizó en el Quijote diversas representaciones de la estantigua. Un ejemplo es esta capítulo XIX. Sancho habla de fantasmas, se encuentran con la procesión de ánimas en pena, por lo tanto, con una estantigua". Véase Procesiones, Almas en pena, imágenes inquisitoriales. Muñoz Machado. op. cit. págs 475- 481.
El catedrático de Estudios Hispánicos de la Universidad de Oxford, Edwin Williamson, comenta este capítulo, partiendo de lo que sostenía la teoría literaria del Renacimiento, en el sentido de que el arte debe revelar "algo de lo maravilloso y en el Quijote lo que maravilla más que nada es la versatilidad con la que Cervantes maneja la monotonía caballeresca del hidalgo".
En contraste con el capítulo anterior en el que en los rebaños de ovejas veía el enfrentamiento entre dos ejércitos, en contra de la opinión de Sancho y lo mal parado que sale don Quijote, en este vamos a ver la admiración de Sancho cuando el enfrentamiento de don Quijote con los encamisados acaba en victoria.
Cuando Sancho le pone el título de El Caballero de la Triste Figura, don Quijote de inmediato recuerda los títulos públicos de otros caballeros andantes: El caballero del León; el caballero de la carreta, con lo cual don Quijote ve que se va cumpliendo su misión de caballero andante.