Por causa de la melancolía que
cogió cuando fue vencido, o porque el cielo lo quiso, se le arraigó una calentura
que lo tuvo seis días en la cama y la vida de don Quijote llegó a su fin. Lo visitaba el cura, el bachiller, el barbero
y, especialmente, Sancho Panza, que no se apartaba de él. Éstos creían que se encontraba en esa
situación a causa de la frustración de verse vencido o por no haber visto
cumplido su deseo de ver desencantada a Dulcinea. Lo animaba el bachiller,
diciéndole que se levantase para emprender la vida pastoril.
Llegó el médico, después de
reconocerlo, dijo que estaba grave y que atendiesen la salud de su alma.
También les comentó que, según su parecer, la causa era disgusto y melancolía. Don
Quijote oyó estas palabras con tranquilidad, pero las acompañantes, el ama y la
sobrina, con tierno lloro.
Rogó don Quijote que lo dejasen
solo porque quería dormir un poco. Durmió más de seis horas y cuando se despertó
prorrumpió en alabanzas a Dios por la mucha misericordia que con él había
tenido. Dijo que había recuperado el juicio y se encontraba libre de las
sombras a las que lo llevaron los embelecos de los libros de caballerías. Dijo sentirse pesaroso por no tener ya tiempo para leer libros que fuesen luz del alma. Pidió
que llamaran a sus amigos porque quería confesarse y hacer testamento.
Entraron y don Quijote les pidió
que lo felicitasen, pues había dejado de ser don Quijote de la Mancha para
pasar a ser Alonso Quijano “el bueno”. Volvió a decir que detestaba los libros
de caballerías, cosa que los amigos no se creyeron; Sansón Carrasco lo animó a
que volviera en sí y se dejase de cuentos. Don Quijote le replicó que los
cuentos vividos hasta ahora le han sido muy perjudiciales y que con la ayuda
del cielo, la muerte los volvería en su provecho. Les dijo que sentía que se
iba “muriendo a toda prisa”. Les pidió un confesor y un escribano, porque “en tales trances como éste no se ha de
burlar el hombre con el alma”( no ha de gastar uno bromas con su salvación eterna)
Se sorprendieron los amigos de
que fuese verdad lo que decía, pero las abundantes razones que daba,
confirmaban que estaba cuerdo.
Entró el cura y lo confesó; el
bachiller fue a por el escribano. Ante él hizo testamento, ordenando lo
siguiente: que del dinero que Sancho tenía en su poder por haber sido su
escudero, se le pagase lo que se le debiere (parte importante de los testamentos de antaño era dejar saldadas o recompensadas las deudas con los servidores); si después sobrare algo, que se le
diese porque “la sencillez de su condición y la fidelidad de su trato lo
merecían”. Le pidió perdón por haberlo metido en una aventura de locos al
hacerle creer que hubo caballeros andantes en el mundo.
Sancho, emocionado, le contestó: “No se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva
muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es
dejarse morir sin más ni más, sin que nadie le mate ni otras manos le acaben
que las de la melancolía”. Insistió en que se levantara de la cama,
porque como los libros de caballerías decían, los caballeros se derribaban unos
a otros y “el que es vencido hoy ser
vencedor mañana”. Se unió a las razones de Sancho el bachiller, y don
Quijote les contestó: “vámonos poco a
poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño” (los tiempos
han cambiado).
Dispuso que toda su hacienda
fuera a parar a su sobrina Antonia Quijana ( el apellido era entonces de elección y se dejaba usar a conveniencia en género masculino o femenino) después de haberle pagado al ama
por el tiempo que le ha servido. Dejó como albaceas al cura y al bachiller y
ordenó que si su sobrina se casare con un hombre del que se sepa
fehacientemente que conoce los libros de caballerías, se le desposee de los
bienes que le deja.
Termina el testamente pidiendo
perdón al autor del falso Quijote por haberle dado, sin pensarlo, ocasión para
escribiera tanto disparate como dice.
Acabado el testamento entró en
coma; no obstante estaba la casa alborotada por la inquietud de los
presentes, porque “esto del heredar algo borra o templa en el heredero la memoria de la
pena que es razón que deje el muerto”
Después de recibir todos los
sacramentos y de abominar una vez más de los libros de caballerías, don Quijote
murió. Para quitar la ocasión de que cualquier otro autor le resucitase, pidió
el cura al escribano que diera fe de que Alonso Quijano el Bueno, llamado
comúnmente don Quijote de la Mancha, había muerto de muerte natural.
Sansón Carrasco escribió:
…
Tuvo el mundo en poco, / fue el
espantajo y el coco / del mundo, en tal coyuntura, / que acreditó su ventura / morir cuerdo y vivir loco. //(la palabra ventura se suele interpretar como que fue prueba de su buena suerte)
Finalmente dejó Cide Hamete
colgada su pluma en la espetera( tabla con ganchos en la que se cuelgan los utensilios de la cocina), diciéndole que si alguien se atreviera a
tocarla dijere que “Para mí sola nació don Quijote, y yo para él: él supo obrar
y yo escribir, solos los dos somos para en uno”. Termina el autor diciendo que “no ha sido
otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y
disparatadas historias de los libros de caballerías…”
Comentario:
Tuvo que meterse en la cama a causa de una calentura, provocada o bien por la depresión melancólica que le ocasionó su derrota, o bien, porque el cielo así lo dispuso. Sus amigos no dejaban de visitarle y Sancho no se apartaba de su lado. Ellos, que intuían que el estado de don Quijote tenía que ver con las causas antes señaladas, no dejaban de animarlo, incitándole en todo momento para que siguiera viviendo. Para ello, le hablaban de sus proyectos pastoriles; especialmente el Bachiller, que había sido el causante de su derrota, se desvivía ahora por demostrarle su aprecio a la vida pastoril, para la cual “tenía ya compuesta una écloga y que ya tenía comprados de su propio dinero dos famosos perros para guardar el ganado”.
En vista de que no mejoraba y su tristeza no remitía, llaman al médico y este diagnostica que “melancolías y desabrimientos le acaban”. Don Quijote oye las palabras del médico con serenidad, pero no así los acompañantes: el ama, la sobrina y Sancho. Pide que le dejen solo porque quiere dormir un poco. -Es conveniente recordar como observa el hispanista y catedrático de la universidad de California, Avalle Arce en Don Quijote como forma de vida, que el sueño era uno de los tratamientos que en la época se daban contra el desequilibrio de los humores.- Cuando se despierta, irrumpe diciendo: ¡Bendito sea el poderoso Dios, que tanto bien me ha hecho!. El bien al que se refiere don Quijote es a la misericordia de Dios, que le ha perdonado sus pecados y le ha devuelto la razón. En esta línea de pensamiento, recuperar la razón significa sentir a Dios, disponerse a bien morir y ver la locura que la vida ha sido: un breve instante, sintetizado en el verso del epitafio que le escribe el Bachiller: “Morir cuerdo y vivir loco”. Por este motivo, cuando entran sus amigos, después de que don Quijote hubiera dicho que quiere confesarse y hacer testamento, el Bachiller le dice que se deje de cuentos, a lo cual responde el Caballero: “Los de hasta aquí, (…) que me han sido verdaderos en mi daño, los ha de volver mi muerte, con ayuda del cielo, en mi provecho”. Lo anterior, como sostiene el especialista en Cervantes y catedrático de la Universidad de California en San Diego, Joaquín Casalduero, es uno de los principios de la Literatura ascética: Don Quijote morirá desengañado: “su muerte debe desengañar al hombre”. En parecidos argumentos se expresa Avalle Arce, en el libro antes mencionado, cuando dice que en su lecho de don Quijote queda empequeñecido, pero ya ha obtenido “la más alta de todas las victorias morales, la más alta porque esta vez es el triunfo sobre sí mismo”.
La prueba de que don Quijote es
un clásico es que se ha leído e interpretado por muchísimos lectores a lo largo
del tiempo y desde puntos de vista distintos. Es un hecho lógico, puesto que en
el libro está “toda la vida”, en palabras del Nobel, García Márquez. Quiero seguir comentando desde diversas interpretaciones que a lo largo de los siglos se le han dado a don Quijote, para demostrar que la búsqueda de una interpretación única
que pueda imponerse a todas, como dice el hispanista y catedrático de la universidad de Florida Daniel Eisemberg, “es quijotesca imposible”.
En el siglo XVII, los contemporáneos de Cervantes se regocijaban con don Quijote: Quevedo se burla de don Quijote en el poema el "Testamento de don Quijote":
De un molimiento de huesos / A puros palos y piedras, / Don Quijote de la Mancha / Yace doliente y sin fuerzas //
Tendido sobre un pavés / Cubierto con su rodela / sacando como tortuga / De entre conchas la cabeza.//
Lope de Vega, en La dama boba , nos habla de
Un don Quijote mujer / que dé que reír al mundo//
En el siglo XVIII se produce la mutación en las interpretaciones de la novela, según la regla de que "toda gran obra escapa a su creador". El erudito y lingüista valenciano Gregorio Mayans y Siscar, primer autor que, por indicación del inglés Lord Carteret, escribió la vida de Cervantes a los comentarios a la edición que Carteret patrocinó en 1738, vio la sátira a los libros de caballerías y un sentido moral en la novela : "Don Quijote es hombre de todos los tiempos, y verdadera idea de los que ha habido, hay y habrá, y así se acomoda bien a todos los tiempos y lugares...toda la obra es una sátira la más feliz que hasta hoi se ha escrito contra todo género de gentes", según la Op. cit. Cervantes (2022), del jurista, catedrático de derecho y director de la Real Acadenia Española de la Lengua, Muñoz Machado.
Para el romanticismo alemán del siglo XIX, don Quijote y Sancho son la expresión de la dualidad humana; la aventura quijotesca, como dice Canavaggio, "se transforma en una odisea mítica, cuyo protagonista viene a ser el héroe de los tiempos modernos".
Don Quijote en la Filosofía y en la Ética española en el XX; dos lecturas nos sirven de muestra:
Una de las lecturas nos remite a la cultura religiosa y
existencial de la época; la otra, a la Etica que, desde la ilustración, como
dice el catedrático de Ética y filósofo Fernando Savater, se imponen en el pensamiento filosófico.
1. Vida de Don Quijote y Sancho, de Unamuno; 2. Don Quijote y la muerte, de Fernando Savater.
El filósofo y catedrático de la universidad de Salamanca, Miguel de Unamuno defiende la tesis de que el despertar de don Quijote del sueño de la locura que había vivido, le llevó a la muerte; pero por otra parte, ya sabemos en qué consistió su locura: en combatir el mal. Entonces, la pregunta que nos tenemos que hacer es: ¿Es conveniente dejar de soñar que hay que combatir el mal?. Está claro que cuando se vuelve a la pura realidad, el alma muere, como le aconteció a don Quijote. Mientras tuvo esos sueños, se consideró inmortal: esta fue la sed que siempre tuvo: sed de inmortalidad; No vivió con la muerte.
La antorcha de don Quijote la toma Sancho. Esta es la conclusión a la que llega Unamuno cuando Sancho le aconseja a don Quijote que no se muera y vuelvan a retomar la vida pastoril: “!Oh heroico Sancho, y cuán pocos advierten el que ganaste la cumbre de la locura cuando tu amo se despeñaba en tal abismo de la sensatez y que su lecho de muerte irradiaba tu fe, tu fe, Sancho, la fe de ti, que ni has muerto ni morirás!. Don Quijote perdió su fe y murióse; tú la cobraste y vives”.
Fernando Savater, en el ensayo Don Quijote y la muerte, sostiene una línea de argumentación próxima a la de Unamuno. Para el autor de La tarea del héroe, y Ética para Amador, las palabras de Sancho a don Quijote: “No se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más ni más, sin que nadie le mate ni otras manos le acaben que las de la melancolía”., constituyen el núcleo fundamental de la obra. Cervantes, según el filósofo, nos presenta a Sancho Panza que, en todo su realismo, se da cuenta de que las indomables aventuras en las que se metía don Quijote, lo despertaban en su humanidad. Le eran necesarias para vivir. En este sentido, “Don Quijote es el santo patrono y el mártir de la invención humana de propósitos para la vida”.
Cuando estos propósitos para la vida desaparecen, cuando la melancolía se adueña de nosotros, es cuando la verdadera locura nos mata. “Para combatir la muerte hay que escoger una empresa, una cruzada (generalmente ética), en pos de la cual, cabalgar por la faz de la tierra; identificar un mal y romper lanzas contra él”.
El objetivo de Cervantes, dice Savater, “es denunciar y combatir la melancolía. Porque la melancolía es la enfermedad mortal que nos aqueja…El humorismo cervantino desafía la melancolía y propone a un personaje delirante y grave que se enfrente a ella. ..El proyecto de don Quijote es un proyecto ético…El verdadero, el único fracaso de la ética es no poder vencer a la pereza paralizadora. Don Quijote no muere de quijotismo, sino de renunciar finalmente a serlo y volver al alonsoquijanismo melancólico.”
2. La
visión religiosa y existencial de los últimos días de don Quijote.
El académico, jurista y catedrático Muñoz Machado analiza ampliamente el derecho en la obra cervantina en el capítulo XI de su libro, págs. 591-626. Referido al testamento dice que "Cervantes conocía bien el derecho vigente en la época: era el derecho civil establecido en las Partidas (cuerpo de leyes redactado en Castilla durante el reinado de Alfonso X (1221-1284): exigen la presencia de un escribano, que debería ser perito en derecho y haberlo acreditado en un examen, la presencia de tres testigos, el testador debería ser un hombre capacitado y don Quijote lo estaba. También muestra Cervantes su conocimiento del derecho testamentario, cuando incluye, la figura del heredero condicionado, en este caso la sobrina" Muñoz Machado, pág. 600
Testigos del testamento son el Bachiller,
el ama, la sobrina, Sancho y el escribano. Partiendo de la memoria de su vida, Don Quijote redacta el testamento y dispone
los tres mandatos a los que hago referencia en el resumen. En su memoria
testamentaria señala las locuras y mentiras que ha vivido; las quiere corregir
y para ello dispone que a Sancho, que por su causa ha caído en la locura de
creer que existen los caballeros andantes, no se le exija nada del dinero que
llevaba por ser su escudero. Sancho
pretende engañarlo, una vez más, y le dice que no se muera: “vámonos al campo
vestidos de pastores (…) quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora
Dulcinea desencantada…”. Don Quijote contesta con la famosa frase “En los nidos
de antaño no hay pájaros hogaño”: se ha ido la locura y ha vuelto la cordura y
con ella el sentido religioso de la vida.
Terminado el testamento, sufrió
desmayos durante tres días, al cabo de los cuales murió. Durante este tiempo,
“Andaba la casa alborotada, pero, con todo, comía la sobrina, brindaba el ama y
se regocijaba Sancho Panza, que esto del heredar algo borra o templa en el
heredero la memoria de la pena que es razón que deje el muerto”. Cervantes parece
que quiera decirnos que no tiene por qué haber ruptura entre la muerte y la
vida. Con la misma naturalidad con que se abre el capítulo se cierra.
Apostilla para cervantistas.
Sobre el erasmismo cervantino. El libro más claro que he encontrado sobre este problema es el ya nombrado de Muñoz Machado: Cervantes, págs. 459-475. Parte Muñoz Machado del análisis del influyente libro El pensamiento de Cervantes, de Américo Castro. Sostiene Castro, según Muñoz Machado, "que en la obra de Cervantes hay repetidos indicios de erasmismo, arguyendo que la falta manifiesta de claridad del escritor, su ambigüedad, se debe a su comportamiento hipócrita, conscientemente asumido para encubrir la realidad de su pensamiento". Cuando leo y releo la obra de Cervantes, el autor de este blog, no encuentra un pensamiento erasmista sistematizado, sí huellas que podrían considerarse erasmistas en diferentes lugares de su obra. Queda reforzada esta opinión con la que sostiene el profesor Jorge García López en su obra; Cervantes, La figura en el tapiz. (2015). Para este profesor, "Cervantes no puede estar influido por Erasmo por la sencilla razón de que el Quijote apunta contra el mundo de Erasmo: los dogmas que Erasmo encarnó, en la época que vive y escribe Cervantes son dogmas inútiles...en la época de Cervantes se ponen de moda los manuales helenísticos, siendo Justo Lipsio el más influyente en su época"
Cita Muñoz Machado el libro del hispanista Marcel Bataillon, Erasmo y España. Sostiene el hispanista francés que "en el campo de las ideas religiosas, las de Cervantes son difíciles de entresacar de una obra que pertenece íntegramente a la literatura del esparcimiento". Sostiene un punto de vista parecido el catedrático de Harvard e hispanista Francisco Márquez Villanueva: "En realidad, la familiarización de Cervantes con Erasmo debió de ser un irreconstruible proceso de lecturas aisladas".
Cervantes y la sociedad de su tiempo, Cervantes, como sostiene el hispanista y catedrático de la universidad de Cambridge A. Close, utiliza la sociedad de su tiempo como materia literaria, tratándola con el cuidadoso respeto que siempre hizo gala el escritor. Estas ideas de Close se corresponden con el concepto de obra literaria de Shakespeare: El fin de la comedia y, por tanto, el del poeta, es "presentar un espejo de la Naturaleza; mostrar a la virtud sus propios rasgos, su imagen al vicio, y a los tiempos sus caracteres y singularidades" (Hamlet, acto III, escena II).
Santiago Muñoz Machado en Cervantes (2022) analiza un Cervantes total, tanto biográfico como en su faceta de creador. Sus palabras finales y conclusión es que en el Quijote confluyen dos mundo: una sociedad que se va, la sociedad medieval y otra que está llegando, la sociedad del XVII, con todas sus transformaciones: "La fábula está escrita de modo que los lectores puedan reírse con los continuos tropiezos del hidalgo soñador, que mantiene ideas peregrinas de una sociedad que probablemente no existió nunca tal y como él la concibe...Cervantes, se está burlando de la utopía del hidalgo y augurando el triunfo del Estado moderno.
El catedrático de la Universidad Johns Hopkins Bruce W, Wardropper, comenta el último capítulo de la obra en la edición crítica del Instituto Cervantes (2016) y lo hace, como es lógico, desde el rechazo que le inspiran a un don Quijote cuerdo los libros de caballerías, un don Quijote que nunca frecuentó las iglesias, aunque conocía la ortodoxia de la fe cristiana y, sin embargo, ahora se queja de no disponer ya de tiempo para leer libros que sean "luz del alma". "frase cuidadosamente escogida de uno de los libros que Don Quijote vio en la imprenta de Barcelona: Luz del alma, de Felipe Meneses. Con la muerte de don Quijote abominando de los libros de caballerías, se confirma el propósito de la novela como vimos en el Prologo de la Primera parte. Termina su comentario diciendo que Don Quijote es un caso único de mito "fijado definitivamente para las generaciones sucesivas por la pluma de Cide Hamete, es decir, por Cervantes. "El catedrático y académico, Jean Canavaggio, en Cervantes (1996), después de preguntarse como hace Thomas Mann, si cabía otra muerte para don Quijote, contestándose que era la muerte lógica, pues no cabía ni una muerte violenta, ni una vejez pacífica, impropia de él, llega a la conclusión de que " más que buscarle mensajes a la novela es el gesto que resume el héroe: don Quijote se obstina en negar la historia; se enfrenta a una España que no es la medieval de los siglos de caballerías y esto contribuye a expresar sus contradicciones, mostrándose como un héroe, unas veces loco y otras cuerdo; por más que se esfuerza por enfrentarse al mundo, "más se esconde este, ahondando el abismo trágico o cómico entre la propia realidad y la representación que el héroe hace; en toda la novela moderna, desde Dickens a García Márquez, pasando por Joyce ,se retoma la parábola épica cervantina; Cervantes inaugura el camino de la novela moderna, al haber sido el primero en introducirnos en el corazón la ilusión de las mentiras en las que se funda la verdad de las ficciones"
Sobre la muerte de don Quijote, las lecturas son diversas: Borges dice que Cervantes no lo trata como padre, sino como padrastro, pues describe su muerte como un suspiro sin mayores consecuencias; para Jorge Guillén y Avalle Arce, se trata de una muerte cristiana ejemplar; Casalduero compara la muerte de don Quijote con la ejemplaridad católica del padre de Jorge Manrique; el psiquiatra Castilla del Pino precisa que muere Alonso Quijano, ya que don Quijote no podía morir; el profesor James Iffland, dice que don Quijote quiere congraciarse con la Iglesia y el Estado antes de morir, de ahí la confesión con el cura y, el testamento con un escribano. Una vez más, pienso, como dice el profesor Wardropper "¿cómo es que a través de los siglos no haya podido haber dos personas de acuerdo sobre el sentido del Quijote?"