Don Quijote, al ver el carro que venía hacia ellos, llamó a Sancho a voces, pidiéndole el yelmo (pieza de la armadura que resguardaba la cabeza y el rostro). Sancho, que estaba comprando unos requesones, se marchó rápido hacia donde estaba don Quijote. Debido a la prisa, echó los requesones (cuajada que se saca de los residuos de la leche después de hecho el queso) en la celada. Cuando llegó Sancho, el caballero del Verde Gabán, le dijo que lo que veía era un carro, que por sus banderas, pertenecía al rey. Don Quijote le contestó que se preparaba para una nueva aventura, pues “hombre apercibido, medio combatido” (hombre preparado tiene medio combate ganado).
Don Quijote se colocó la celada (pieza de la armadura antigua que sólo protegía la cabeza). Inmediatamente empezaron a derretirse los requesones, bañándole el rostro y las barbas. Al darse cuenta de que se trataba del suero de la leche, se indignó con Sancho, pero éste, con bastante cachaza, le echó la culpa a los encantadores. Después de haberse limpiado la celada, don Quijote sacó la espada y esperó a que el carro de las banderas viniera. A las preguntas de don Quijote, el carretero le contestó que llevaba enjaulados dos grandes y fieros leones, regalo del general de Orán (plaza española de la costa argelina, conquistada en 1509 por el cardenal Cisneros), al rey. Don Quijote le contestó con la frase ¿Leoncitos a mí? (Indica que alguien no se asusta ante los peligros). A continuación le exigió que les abriera la puerta de la jaula.
Los que estaban presentes trataron de evitarlo y el del Verde Gabán trató de hacerle ver la diferencia entre valentía y temeridad, argumentándole que “la valentía que se entra en la jurisdicción de la temeridad, más tiene de locura que de fortaleza”, por lo tanto, no entendía que acometiera una aventura en la que no había esperanza de salir con vida.
No le hizo caso a don Diego Miranda. Volvió don Quijote a amenazar al carretero con la espada si se negaba a abrirles la puerta a los leones. Sancho se le acercó llorando, pidiéndole que desistiese de tal empresa, pues comparándola con las de los molinos de viento, la de los batanes y otras, éstas eran tortas y pan pintado (las anteriores eran buenas, comparándolas con esta).
Cuando el leonero, al fin, abrió las puertas de la jaula del macho. Don Quijote lo esperaba de pie, con el escudo en una mano y la espada en la otra. El león se revolvió en la jaula, se desperezó, sacó la cabeza fuera de la jaula y, después de mirar a todas partes, volvió la espalda a don Quijote, le enseñó el trasero y con gran flema se volvió a echar en la jaula.
Le pidió don Quijote al leonero que azuzase al león para que saliera, pero éste desistió argumentando que el primero que moriría sería él y que don Quijote ya había demostrado su valentía, pues “cuando un bravo peleante desafía a su enemigo y éste no acude, en él se queda la infamia y en el primero la gloria”. Admitió el razonamiento don Quijote y después de llamar a los que se habían alejado, le dijo a Sancho: “Bien podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo será imposible”. Después de haberle dicho el leonero que contaría la aventura, don Quijote le contestó que si el rey preguntaba por el nombre del que lo había hecho, que contestara que había sido el Caballero de los Leones.
El carretero siguió su camino y don Quijote, Sancho y don Diego continuaron el suyo. Don Diego, que no había dicho nada hasta entonces, en su soliloquio pensaba en lo que don Quijote decía y en lo que hacía. Su discurso era cuerdo, pero sus acciones eran las de un loco, por lo tanto, a veces le parecía un loco cuerdo y otras un cuerdo loco.
Don Quijote intuyó lo que don Diego pensaba y justificó su acción diciendo que se cometían muchas locuras y no se criticaban, puso el ejemplo del caballero que se enfrentaba al bravo toro, el que compite con otro en alegres justas delante de las damas, o los que en ejercicios militares, entretienen y honran las cortes de los príncipes. Compara las anteriores acciones, que son ejercicios suaves, con las del caballero andante, que tiene que hacer frente a los peligros con valor y entereza; tiene más importancia alcanzar fama ayudando a los necesitados que requebrando a una doncella en la ciudad. Dice que fue una temeridad acometer a los leones, porque bien sé lo que es la valentía, que es una virtud que está puesta entre dos extremos viciosos, como son la cobardía y la temeridad: pero menos mal será que el que es valiente toque y suba al punto de lo temerario que no baje y toque en el punto de lo cobarde, que así como es más fácil venir el pródigo a ser liberal que el avaro, así es más fácil dar el temerario en verdadero valiente que no el cobarde subir a la verdadera valentía (…) que antes se ha de perder por carta de más que de menos ( Es preferible excederse que no llegar). Alabó don Diego el razonamiento de don Quijote. Continuaron el camino y sobre las dos de la tarde llegaron a la casa del Caballero del Verde Gabán.
Comentario
1. El catedrático de Literatura Española y Comparada de la Universidad de Virginia, Randollph D. Pope, comenta este capítulo, destacando en primer lugar la oportunidad que tiene don Quijote, ante el Caballero del Verde Gabán de demostrar la valentía y los rigores de su oficio de caballero andante.
El león como tema literario se encontraba en las novelas de caballerías que don Quijote tanto admiraba; Las personas que se enfrentaban al león, siempre simbolizaban la audacia, la nobleza y la bondad; ejemplos, según el profesor Pope, está en Chretien de Troyes, un novelista del XII, autor de Yvain, el Caballero del león, también se encuentra en Amadís de Gaula.
Según este profesor, don Quijote entendía su profesión como un ejercicio de perfección, de depuración, semejante a lo que pueden realizar los santos en sus procesos de evaluación; por eso le dice don Quijote a don Diego... "quiero que vuestra merced advierta que no soy tan loco ni tan menguado como debo haberle parecido".
por lo demás, la indiferencia del león y los requesones que Sancho pone en la celada, reflejan el sentido de parodia de la escena.
2. El episodio del león no es de los más estudiados en El Quijote. Sobre este episodio dice el catedrático de la Universidad de Barcelona y maestro de medievalistas Martín de Riquer que “Cervantes parodia este tipo de episodios legendarios, frecuentes en las novelas de caballerías, dando así remate cómico a la tradición del león domeñado por el caballero. La extraña aparición de tales fieras alcanza la verosimilitud al venir los leones enjaulados, en un carro, y destinados como regalo al rey de España” ( A. Basanta).
3. Sin embargo es un episodio importante. El cervantista y catedrático de la Universidad de Nueva York Daniel Eisemberg, en el libro ya mencionado, destaca de este episodio que hay cierta ambigüedad en el protagonista. Anteriormente se nos dijo de don Quijote que” es un loco digno de atar”. Sancho lo califica al enfrentarse a los leones como “no… loco, sino atrevido”. El mismo don Quijote le da importancia a su aventura, tanto es así que decide cambiarse el nombre por “El Caballero de los leones”. Cuando va a enfrentarse al león, se encomienda a Dios y a Dulcinea y el narrador nos dice que tenía “maravilloso denuedo y corazón valiente”. En el razonamiento que le hace don Quijote a Sancho le dice: “los encantadores podrán quitarme ventura, pero el esfuerzo y el ánimo será imposible”. Estas palabras son perfectamente lógicas y coherentes. Es también inteligente el paralelismo que establece con el torero. Don Diego Miranda dice que a veces es un loco cuerdo y otras un cuerdo loco. De todo esto inferimos que Cervantes se propuso reiterar, una vez más el humor en la obra. Si tenemos en cuenta el libro de López Pinciano en el que dice que la risa se encuentra bien en las obras o en las palabras, y éste es un libro que probablemente Cervantes leyó, hemos de suponer que Cervantes quiso intensificar las extravagancias ridículas de don Quijote y también la coherencia de su razonamiento. Eisemberg, después de resaltar el comportamiento del león dice al respecto: “El texto no explica qué ha ocurrido, pero podemos suponer con seguridad que hay una explicación, puesto que las cosas no ocurren por casualidad: “”No se mueve una hoja sin la voluntad de Dios” (Rinconete y Cortadillo); “no ay fortuna en el mundo, ni las cosas que en él suceden , buenas o malas que sean, vienen acaso, sino por particular providencia de los cielos”. La explicación de don Quijote seguramente sería que el resultado de su desafío al león era la voluntad de Dios, ¿y cómo podemos no estar de acuerdo.”
4. Otra lectura que podemos realizar de esta capítulo es desde el ámbito de la Filosofía, en concreto, de la influencia que Aristóteles ejerció en Cervantes. Así analiza este capítulo Luis E. Rodríguez en Atmósfera universitaria de Cervantes.
Conviene partir de la Ética a Nicómaco, en el cap. VII, dice: “En las acciones, asimismo, hay exceso y defecto y término medio (…) La virtud es una posición intermedia, puesto que apunta al término medio”. Esta doctrina del término medio formaba parte de la cosmovisión común de la época, tanto en la Filosofía, la Ciencia, la Política o la Ética. Ya había defendido el Canónigo de Toledo en la primera parte esta teoría, inclinándose a ser valiente sin temeridad y osado sin cobardía: “Esta si será lectura digna del buen entendimiento de vuestra merced, señor don Quijote mío, de la cual saldrá erudito en la historia, enamorado de la virtud, enseñado en la bondad, mejorado en las costumbres, valiente sin temeridad, osado en la cobardía, y todo esto, para honra de Dios y fama de la Mancha (Quijote I, cap. XLIIX). Sancho también defiende la valentía como término medio entre los dos extremos de cobarde y temerario: “Y más que yo he oído decir , y creo que a mi señor mismo, si mal no me acuerdo, que entre los dos extremos de cobarde y de temerario, está en medio la valentía” (Quijote II, cap. IV). El propio don Quijote también defiende el término medio en este capítulo: “”bien sé lo que es la valentía…”
Una vez más, vemos que es tal la enjundia del Quijote que se hace imposible establecer, una única hermenéutica.