martes, 31 de mayo de 2011

CAPÍTULO XLII. LLEGADA DEL OIDOR Y ENCUENTRO CON SU HERMANO, EL CAPITÁN PÉREZ DE VIEDMA

Una vez terminó el cautivo de contar su historia, todos manifestaron su aprecio y admiración por lo que había dicho, pero especialmente don Fernando, que se ofreció a llevarlo a su tierra, pedirle a su hermano, el marqués,  que actuase de padrino del bautismo de Zoraida y entrar en su tierra con la solemnidad y dignidad que su personas merecía;  pero él rehusó cortésmente tales ofrecimientos.

Había entrado ya la noche cuando llegó a la venta un coche con algunos  hombres a caballo. Pidieron alojamiento y la ventera les dijo que no había. Le comunicaron que se trataba de un oidor -(“juez de los supremos en las chancillerías o consejos del rey, dichos así porque oyen las causas y lo que cada una de las partes alega”. Covarrubias)-  que se dirigía a las Indias, a la Audiencia de México. Cuando esto escucharon, se turbaron un poco y la ventera le ofreció la estancia que ella y su marido compartían. Se bajó del coche el oidor, acompañado de su hija, de unos dieciséis años, se llamaba Clara, que impresionaba por su belleza.

También le dio la bienvenida don Quijote a “aquel mal acomodado castillo”, con ceremoniosas palabras; elogió la belleza de su hija Clara y consideró que aunque el castillo era pequeño, siempre habría un lugar para las armas y las letras, especialmente si estas últimas traían "como adalid la fermosura de esta hermosa doncella"  Quedó confuso el oidor cuando vio su figura y oyó las razones de don Quijote. Los otros personajes también lo saludaros cortésmente. El comprendió que estaba con gente importante. A la hija se le ofreció, junto con las mujeres, un camaranchón; el oidor, con su cama (los viajeros pudientes llevaban a las ventas su propia cama), dormiría en el aposento del ventero.

El cautivo, de inmediato, tuvo la corazonada de que aquel era su hermano; quiso saber cómo se llamaba el oidor y no de los criados que lo acompañaban le informó que su señor se llamaba Juan Pérez de Viedma, era licenciado y, según decían, originario de las montañas de León y se dirigía a la Audiencia de México.  Esto confirmó al cautivo  lo que sospechaba: era su hermano. Se lo comunicó a los que estaban en la venta y se preguntaba si lo recibiría o se afrentaría al verlo pobre. Deseaba darse a conocer con prudencia y delicadeza

Se ofreció el cura a introducir al Cautivo, asegurándole que la impresión que le había dado su hermano, el oidor,  era el de una persona “que sabe entender los vaivenes de la fortuna”. Estaba preparada la mesa para cenar; todos estaban sentados excepto el Cautivo que se encontraba cenando con las señoras en su aposento. El cura, sentado junto al oidor, le dijo que del mismo apellido de él tuvo un camarada en Constantinopla, donde estuvo cautivo algunos años; hábilmente fue contándole al oidor y a los demás comensales,  la historia del capitán Ruy Pérez de Viedma y Zoraida. Les comentó que después de haber  estado sirviendo en  La Goleta ( fortaleza construida por Carlos V en Túnez, fue reconquistada por los turcos), donde perdió su libertad, pasó a Constantinopla; allí tuvo como camarada a un bravo capitán que también había perdido su libertad en  la batalla de Lepanto y tenía sus mismos apellidos, su nombre era Ruy Pérez de Viedma, originario de las montañas de León., comentó los consejos que, según el capitán, su  padre les dio a él y a sus hermanos cuando salieron de las montañas de León;  su entrada en el ejército, su rescate por Zoraida y el ataque de los franceses cuando regresaron a España.

Cuando oyó lo anterior, con lágrimas en los ojos, intervino el oidor para decir que la persona a la que se había referido era su hermano. Su tercer hermano estaba en el Perú. Era una persona muy rica y había enviado mucho dinero, tanto a su padre como a él. Su padre no se quería morir sin ver al hijo. Él estaba dispuesto a ir adonde estuviera cautivo a rescatarlo.

Oído lo anterior, se levantó de la mesa el cura; se dirigió a la habitación en la que estaban las señoras y el Cautivo, que había estado oyendo lo que decía el cura,  cogió a Zoraida de una mano y al Cautivo de otra y dirigiéndose al oidor le dijo que aquí estaban su cuñada y su hermano, el capitán Ruy Pérez de Viedma. Las emociones no se podían describir. Acordaron los dos hermanos Pérez de Viedma pedirle a su padre que viniera a Sevilla al casamiento del hijo y al bautismo de Zoraida. El oidor partía para México sin que pudiera demorar su viaje.

Don Quijote oyó en silencio todas intervenciones; consideraba que estos extraños sucesos eran obra de encantadores. Se ofreció a hacer la guardia del castillo para proteger a tanta belleza como allí había. Era ya noche avanzada y todos se retiraron a descansar. Durante la madrugada se oyó la voz de un mozo que cantaba bellas y emocionadas canciones. Dorotea, que dormía acompañada de Clara de Viedma, se despertó y, junto con Cardenio, se dispuso a oír lo que la canción decía.


Comentario  

Conviene realizar algunas precisiones sociales para mejor entender este y otros capítulos. El catedrático, historiador y académico Antonio Domínguez Ortiz escribió un iluminador artículo para la edición de El Quijote que preparó Francisco Rico. Lo titula La España del Quijote. Cuando se refiere a las clases sociales sostiene que en la época en que Cervantes vivió, la de Felipe II, una nueva clase social pretende asentarse en el poder. “Se trata de aquellos que sin tener privilegios reales, tienen una situación real de privilegios; eran los poderosos, las personas principales, los nuevos ricos. La Corona favoreció indirectamente la ambición de esta clase con la venta de cargos”.  Nos dice el narrador: “En resolución, bien echó de ver el oidor que era gente principal toda la que allí estaba, pero el talle, visaje y la apostura de don Quijote le desatinaba”. Recordemos que en la venta se encontraban don Fernando, Cardenio, Dorotea, Luscinda, don Quijote y El Cautivo.

Respecto al refrán que enmarca la salida de los tres hermanos Viedma de León y que vimos en capítulos anteriores: “Iglesia, Mar o Casa Real”, explica Domínguez Ortiz,  lo que tenían que hacer aquellos que no tenían dinero para comprar señoríos y querían subir peldaños en la escala social por medios más honrosos que los que habían utilizado las “gentes principales” o “nuevos ricos”.  El ascenso por cauces eclesiásticos era el más fácil porque la Iglesia admitía a todos y en ella podían hacer carreras magníficas. El segundo término, mar era ambiguo, sigue comentando el historiador, pues con él se incluía el comercio marítimo especialmente a las Indias, así como a los armadores de buques mercantes o de guerra. Recordemos que el hermano menor está en el Perú, es rico y manda mucho dinero a su padre y a él.  El tercer término Casa Real  comprendía: a) los que se dedicaban a oficios palatinos: el Mayordomo mayor; b) Los que ejercían altas funciones: secretarios, magistrados, consejeros. Es el espacio en el que se sitúa el Oidor.

En este capítulo vuelve don Quijote a hacer alusión a las armas y las letras. “La contienda entre unas y otras era ya un tema clásico; ya Quintiliano, entre los ejercicios que proponía a sus alumnos incluía éste. ¿ A quién se debe conceder preeminencia, a los juristas o a los militares? Las letras eran los estudios superiores universitarios, centrados en el conocimiento del Derecho, especialmente el Canónigo y el Civil. El primero abría las puertas a las prelacías; el segundo, a las Magistraturas, los Tribunales, los Consejos, el Gobierno de la Monarquía. En teoría, las armas disponían de más premios que las letras. En la práctica, la alta burocracia cobraba puntualmente sus sueldos”

María Eugenia Meyor escribe en Anales Cervantinos: Don Quijote y el oidor de México: desencuentro de caballeros. En el artículo se analiza la representación de este personaje que iba designado a la Audiencia de México, que canta Bernardo de Balbuena en 1604:

Una audiencia real, espada y freno

De la virtud y el vicio, claustro santo,

Si es santo lo que sumamente es bueno.

Sostiene la autora que el sentido del relato de los Viedma, en cuanto a su significación final, es americano. El componente magrebí, según ella, representa una etapa intermedia. “Por medio del contraste entre caballeros se desprende  ante el público de la venta y ante el lector el cambio surgido ante el imperio hispano: de África y el mar Mediterráneo a la América transoceánica: del medioevo a la modernidad; de la empresa religiosa y guerrera a la comercial y política; del caballero peninsular, epítome de la acción, al caballero indiano y escribano”.

Sigue sosteniendo la autora que está muy presente el componente autobiográfico en el relato. Después de Lepanto, trató Cervantes de pasar a las Indias; escribió dos memoriales dirigidos a Antonio de Eraso, Secretario del Consejo de Indias, además de una Información sobre Argel, en 1580. No lo consiguió, y estas experiencias las narrativizó en estos episodios.
El catedrático de Literatura Española de la Universidad de Toulouse, Michael Moner,. comenta este capítulo focalizándolo  en la intervención de don Quijote cuando le da la bienvenida al juez: "puede esparcirse  en este castillo , pues "no hay estrecheza ni incomodidad en el mundo que no dé lugar a las armas y las letras, y más si las armas y las letras traen por guía y adalid a la fermosura".
Se trata de un epílogo en el que se traen a la memoria el punto de partida: las montañas de León, de donde parten los tres hermanos, si bien las tres carreras de los hijos: "Iglesia, mar o casa real", se reducen a dos; riqueza y pobreza. A diferencia de sus hermanos, el capitán ha sido glorioso, pero pobre y la "anagnórisis de la venta, no parece tener otro fin, que el de contrastar, las tribulaciones y la pobreza del uno con el éxito social y la riqueza de los otros dos, especialmente la del juez, pues del hermano que se va al Perú, se sabe poco, únicamente que envía dinero.

Una vez más, Cervantes saca de su bitácora personal experiencias con las que el Quijote se abre a los lectores hispanos de ambas orillas del Atlántico.




viernes, 27 de mayo de 2011

CAPÍTULO XLI. TERMINA LA HISTORIA DEL CAUTIVO


Continuó el cautivo contando su historia, diciendo que su compañero el renegado (moro que decidió hacerse cristiano) había comprado una buena barca, capaz para treinta personas; este renegado había realizado, algunos viajes como mercader, para aparentar dicho oficio; había fondeado  varias veces en una caleta (cala pequeña) cercana al jardín de Zoraida, para conocer el lugar; entraba en el jardín y le pedía fruta a su padre, que éste siempre le daba;  no veía Zoraida, pues las moras no se dejan ver de ningún moro ni turco, si no es que su marido o que su padre se lo mande.  Continuó diciendo el cautivo que su interés era hablar con Zoraida y explicarle sus planes de huida. Cierto día se presentó en el jardín y se encontró con su padre; éste le preguntó, en una lengua franca, que allí se habla, (lengua franca del Mediterráneo, mezcla de palabras de las lenguas ribereñas con  sintaxis muy sencilla ) que a quién pertenecía: el cautivo le contestó que era esclavo de Arnaúte Mamí; él sabía que era gran amigo del padre de Zoraida, y había entrado allí para coger verduras para ensaladas. En esos momento apareció Zoraida, cargada de alhajas, porque a las moras les gusta adornarse con ricas perlas y alhajas; Zoraida parecía una diosa y eso que la ocasión era difícil, porque ya se sabe que la hermosura de alguna mujeres tiene días y sazones y requiere accidentes para disminuirse o acrecentarse (crece o mengua por causas internas o externas ), y es cosa que las pasiones del ánimo la levanten o abajen, puesto que las más veces la destruyen.”: a él le pareció que una deidad del cielo había bajado a la tierra para que la viera; consiguió explicarle el plan y el día de la huida.

Le dijo a Zoraida, en la lengua franca que se habla en Berbería, que había sido rescatado y puesto como esclavo de Mamí,  por mil quinientos zoltanís (monedas de oro ). Mantuvieron una conversación sobre la fecha de salida para España; le preguntó la mora que sin estaba casado; le contestó que   está enamorado de una mujer que se parece mucho a ella. En esta conversación, unos criados avisaron al padre de Zoraida que unos turcos habían entrado en la casa. El padre se marchó, no sin antes pedirle a su hija que se metiera en su casa. Cuando regresaba  a a su casa, Zoraida fingiendo que estaba mareada, se apoyaba en el cuello y en el pecho del cautivo.  Cuando el padre regresó los vio cómo iban. El padre reconoció cómo había ayudado a su hija y le ofreció su casa para que viniera cuando quisiera.

Zoraida se marchó con pesar y él recorrió toda la fortaleza que rodea el jardín de la casa. Puso en aviso a los cristianos remeros que saldrían al día siguiente, sábado. El renegado se encargó de reducir a los marinos moros que la barca llevaba. Se desplazaron unos cuantos a la casa de Zoraida, pronto entraron porque la puerta estaba entreabierta. Al oírlos entrar, Zoraida bajó, trayéndose un cofre lleno de monedas de oro; su padre dormía y con el ruido se despertó. Se vieron obligados a llevárselo atado y con la boca tapada. Pronto advirtió el padre que Zoraida, reclinada en el pecho del cautivo, estaba con ellos. Se dirigieron a Mallorca, por ser la ciudad cristiana más cercana. El viento les obligó a cambiar el rumbo. El renegado trató de tranquilizar a los moros y a Agi Morato, diciéndoles que los pondrían en libertad, tan pronto como llegaran a tierras cristianas. El Padre de Zoraida no salía de su asombro. Se interrogó por la situación que ella tenía. El renegado le contestó diciendo que por Zoraida, nueva cristiana, están allí; ella ha roto las cadenas de la esclavitud que tenían los cristianos. La hija se disculpó diciendo que Lela Marie –la Virgen María-, se lo pidió.

Oído lo anterior, el padre se arrojó al agua con intención de suicidarse. Fue salvado por los marineros. Empezó de inmediato a maldecir a la hija; una vez hubo amanecido, llegaron a una pequeña cala desierta y pusieron en libertad al padre y a los moros. El primero continuó maldiciendo a su hija; posteriormente le pidió que no lo abandonara. Le preguntó que por qué lo había hecho. Ella manifestó su deseo de bautizarse y hacerse cristiana.

Se quedó su padre en tierra. Continuaron y al amanecer divisaron tierras españolas, pero como pocas veces o nunca viene el bien puro y sencillo, sin ser acompañado de algún mal que le turbe o sobresalte”, fueron abordados, en la oscuridad de la noche, por unos corsarios franceses; les hundieron la barca y les robaron las pertenencias, a excepción de cuarenta escudos que el capitán francés quiso regalar a Zoraida. Los pusieron en libertad en las costas españolas. Cuando llegaron, después de besar emocionados el suelo patrio, se dirigieron hacia el interior;  oyeron el sonido de una pequeña esquila, pronto apareció el pastor, que al ver a Zoraida y al renegado vestidos de moros, huyó rápidamente, lleno de pánico,  para avisar a la ciudad

Siguieron al pastor; el renegado se quitó las ropas de moro y se vistió de cristiano. Llegaron varios jinetes a caballo, El cautivo reconoció, entre los jinetes que iban, a un tío suyo. Habían llegado a Vélez Málaga. Les atendieron muy bien. Después de seis días en la ciudad, el renegado se fue a arreglar sus papeles a La Santa Inquisición, a Granada. Los cristianos quedaron en libertad. Él compró, con los cuarenta ducados que el corsario francés le dio a Zoraida, un caballo. Lo montaba ella y él la asistía como padre y escudero. Se dirigían a un pueblo de León  donde creía que podría estar su familia, si ya no habían muerto.



Comentario

Dentro de los estudios que se han realizado sobre la novela del Cautivo, son de destacar los del catedrático de Literatura Española de la Universidad de Boston, Francisco Márquez Villanueva, especialmente, su nuevo libro: Moros, moriscos y turcos en Cervantes. Ensayos críticos. Entre otros temas analiza el personaje de Zoraida a la luz del folklore. Su lectura se opone al supuesto idealismo de esta historia. Afirma el autor que este episodio ni es autobiográfico ni ejemplar; para el profeso Villanueva, Zoraida es el prototipo de una mujer liberal que realiza por interés su matrimonio con el cautivo. El catedrático y escritor Francisco Ayala, en La invención del Quijote, y el del catedrático y maestro de medievalistas,  Martín de Riquer, en la edición de la Ed. Planeta, con dibujos de Mingote, del cual he tomado el que aparece en el capítulo 40. Un estudio y otro leen esta novela en clave histórica, pues están expuestas muchas vivencias del propio Cervantes cuando estuvo en Argel. Algunos datos extraídos de la novela sirven para fecharla, el que hace referencia en el capítulo 39; cuando el Cautivo cuenta su vida,  alude al rey Felipe II, como viviente: “don Juan de Austria, hermano natural de nuestro buen rey don Felipe”. El Quijote se publicó en 1605, reinando Felipe III. El cautivo se refiere a él mismo cuando dice “Este hará veintidós años que salí de casa de mi padre”.  Si el punto de referencia de la aventura es la llegada del Duque de Alba a Flandes en 1567 y han pasado 22 años, la escena se situará exactamente en 1589.” (Ayala).  Martín de Riquer realiza más precisiones históricas: “Hay estrecha relación entre la vida del Cautivo y la comedia de Cervantes Los baños de Argel, de asunto muy similar. La mayoría de los personajes que aparecen en estas dos versiones son históricos y están fielmente retratados. La hermosa protagonista se llamó en realidad Zahara, “bella”…era hija del renegado Hajji Murad (Agi Murato)…Zahara-Zoraida casó en 1574 con Abad al Malik, hombre muy afecto a los cristianos y a sus costumbres”. 
Para el catedrático de Filología Románica de la Universidad de Madrid, José Manuel García Megías, en su obra citada, parte I,"La juventud de Cervantes",  La novela del capitán cautivo, "ha sido leída como trasunto literario del "Miguel de Cervantes personaje" que el autor complutense va construyendo a base de golpe de pluma por estos años". Cuando el capitán cautivo recuerda el refrán "Iglesia o mar o casa real", se está refiriendo a las tres circunstancias que permiten medrar al hombre. "Y de estos tres, ahora Cervantes ha elegido servir al rey en sus tercios italianos". "El capitán cautivo sale de su casa leonesa en busca de fortuna, y esta la encuentra en la vida como soldado, a donde irá ascendiendo gracias a su esfuerzo en diferentes batallas en Flandes : de soldado aventajado a alférez (en la ya citada compañía de Diego de Urbina ) y aunque tenía barruntos , y casi promesas ciertas , de que en la primera ocasión que se ofreciese sería promovido a capitán ..."( Quijote I , cap. XXXIX), " Estas son sus palabras, sueños de una vida que no le tocó vivir a Cervantes ni a su hermano Rodrigo, pero que bien pudiera ser el relato de alguno de los cientos de soldados con los que compartió destino en los tercios en suelo italiano por estos años"
Ayala, en el estudio antes referido, lee la novela, como la experiencia vivida por Cervantes en su juventud. Para ello parte de la premisa de que el Quijote es el fruto de la madurez, de una época, la de Felipe III, de desengaño y de frustración: “el Quijote expresa la desilusión vital de su autor”. Los vaivenes de don Quijote y Sancho, vendrían a reflejar ese desencanto. Frente a él se sitúa el protagonista de esta novela, veintidós años antes,  en la época de Felipe II. Después de haberse repartido la herencia de sus padres, equivalente a lo que hoy serían 6000 euros, se enrola en la marina real. Con una enorme impavidez ante el riesgo, nos va contando los peligros y las atrocidades de los prisioneros de guerra. Algo que lamentablemente iremos viendo también en nuestro tiempo. Asistimos al conflicto de Zoraida con la misma grandeza como si se tratara de una tragedia griega: “Sacrifica sus sentimientos de piedad y amor filial, tan intensos como son, frente a un deber más alto: se debe a la eterna verdad de la religión, que le ha sido dada a conocer. Deja su casa y huye a España con los cristianos, mientras el padre infeliz maldice y suplica desde la “desierta arena”” ( Ayala).
El cervantista y escritor, Juan Goytisolo se ocupa en el artículo  Cervantes, Argel y la lingua franca, del lenguaje de esta Berbería, del cual dice el cautivo, refiriéndose al padre de Zoraida: "Me dijo en lengua que en toda Berbería y aun en Constantinopla se halla entre cautivos y moros, que ni es morisca ni castellana ni de otra nación alguna, sino una mezcla de todas las lenguas con la cual todos nos entendemos". Sostiene el autor que "al igual de los tuits de hoy servía de esperanto pragmático para todos los miembros de aquel vasto crisol de identidades mutantes". Agradece a la historiadora francesa Jacqueline Dakhlia su gran primor en el análisis de dicha lengua en Histoire d´une langue métisse en Mediterranée.

El nobel, Vargas Llosa lee  el Quijote como una novela de Hombres libres. “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos”. Esta frase, que se ha convertido ya en tópico, la dice don Quijote en la segunda parte; pero no faltan alusiones a ella en la voz del cautivo, que es la de Miguel de Cervantes. Lo que anida en el corazón de esta libertad, nos dice Vargas Llosa, es una desconfianza profunda de la autoridad, de los desafueros que puede cometer el poder, todo poder. Así se manifiesta el Cautivo a don Fernando cuando se entera de que su hermano vive: “porque no hay en la tierra, conforme mi parecer, contento que se iguale a alcanzar la libertad perdida”.

Las aserciones sobre la libertad que Cervantes nos hace en esta novela, tan verdaderas como punzantemente formuladas, constituyen el bordón de lo que su ánimo siempre llevó.








miércoles, 25 de mayo de 2011

CAPÍTULO XL. CONTINÚA LA HISTORIA DEL CAUTIVO



Leyó don Fernando los dos sonetos que había compuesto su hermano, en homenaje a los que habían dado su vida en la goleta y en el fuerte.

Reanuda su historia el cautivo, contando que cuando murió el Uchalí al que servía, persona a la que recuerda por su humanidad, los cautivos se repartieron en dos grupos: unos fueron a parar al rey de Constantinopla; otros, a un protegido del Uchalí, llamado Azán Agá, hombre rico y rey de Argel; pero muy cruel y maltratador de los cautivos. Maltrataba a los prisioneros con toda clase de desmanes: los desorejaba (a los que intentaban huir se les cortaba las orejas), los empalaba (los atravesaba con un palo, desde el ano a la garganta) y los ahorcaba. Con esto imprimía un sello de terror para que no se escaparan. Él, con el título de capitán, pertenecía a este grupo del rey de Argel. Trató de escaparse de Constantinopla varias veces, pero no lo consiguió, en Argel no perdió la ilusión de volver a hacerlo,” porque jamás me desamparó la esperanza de tener libertad”. En Argel estuvo preso en un baño, en el que los moros solían poner a los cristianos que, por su importancia, podrían percibir un buen rescate; allí estuvo encadenado, pasando hambre y oyendo las lamentaciones de los cautivos que Azán Agá mataba. Sólo se libró de estos maltratos un soldado español, llamado un tal Saavedra ( el tal Saavedra es el propio Cervantes, que se inspira en experiencias de su vida en Argel)
Después de referirse brevemente a la suerte que tuvo de no ser empalado, pasó a contar lo que le sucedió en el patio de la cárcel. Al patio de la prisión daba la casa de un moro principal y rico, llamado Agi Morato (personaje histórico, también aparece en su comedia de cautivos Los baños de Argel). Desde la ventana de su casa, cierto día asomó una caña que terminaba en un envoltorio blanco. Se acercaron varios de los que estaban cautivos a recogerla, pero la caña se elevaba. Se acercó él y  la caña cayó a sus pies. Destapó lo que contenía la envoltura y vio que eran unas monedas de oro y entendió que eran para él. La operación se volvió a repetir a los dos días. En este caso traían cuarenta monedas de oro. Después apareció una mano y dejó caer un escrito, que le tradujo un renegado (moro que abandona su religión por la cristiana, o  a la inversa, aquí se entiende el primer caso), natural de Murcia, que se preciaba de ser su amigo.
El texto, escrito en arábigo y con una cruz pintada, decía que ella era una mora, que de pequeña tuvo una esclava que le habló muy bien de Lela Marién (La Vrgen María); que quería huir a tierras cristianas y lo había elegido a él, si quería, para acompañarla; tenía dinero suficiente para los dos y se ofrecía a ser su esposa.

El cautivo, valiéndose del renegado, le contestó diciéndole que él y sus compañeros cautivos harían por ella lo que pudieren, que darían su vida y que pensase cómo podrían salir de allí. Que se fiara de su palabra, pues la palabra de un cristiano es fiel, no como la del moro.

Le encargó al renegado que averiguase quién era aquella mujer. Supo que se trataba de Zoraida, una hermosa mujer que había tenido muchos pretendientes moros y a todos había despreciado. Se ofreció el renegado a poner en libertad a Zoraida y al cautivo, jurándolo delante de un crucifijo que llevaba. A los pocos días volvió Zoraida a enviar una nota en la que, además de mandar dinero en monedas de oro y plata, pedía que alguien fuera a tierras cristianas, comprara una barca, volviera y todos se marcharían. Ella estaría esperando en el jardín de su padre, que estaba junto a la marina.

Trataron sobre cómo llevarían a cabo la liberación y quién iría a Mallorca a comprar la barca. Se impuso, con razón, el criterio del renegado. Según su experiencia, cuando un cautivo se marchaba no volvía “porque el gozo de la libertad alcanzada y el temor de no volver a perderla les borraba de la memoria todas las obligaciones del mundo”.  Propuso que él, junto con un moro tagarino (morisco de la corona de Aragón), cogerían el dinero, comprarían una barca allí y, con la excusa de comerciar bienes desde Tánger, poder escapar. Zoraida volvió a mandar dinero para pagar los rescates. Él lo consiguió pagando seiscientos escudos a un mercader valenciano que a la sazón se hallaba en Argel. Ordenó también, para evitar males mayores, pagar el rescate de tres compañeros que les acompañarían a España.

Comentario.

El catedrático de Literatura Española de la Universidad de Toulouse, Michel Moner, comenta este capítulo, poniendo el foco en el anclaje del mismo entre  lo real y lo imaginario, entre la historia y lo poético o ficción. 
Se inicia el capítulo con los dos sonetos de epitafio y de alabanza a los defensores de la la Goleta y de sus murallas o fuerte; pronto emergen las crueldades de Azán Agá y la figura de un tal Saavedra, en el que el profesor Moner ve a un Cervantes que realiza "un amago de confesión: una autobiografía amordazada".
El episodio de la caña, del dinero, las cartas de Zoraida y los preparativos de la evasión considera el comentarista que debe relacionarse con fuentes "literarias tradicionales; no obstante, también es cierto que se pueden hallar en este episodio "reminiscencias biográficas".
Zoraida, en su doble papel de hija traidora y virgen salvadora está relacionado con fuentes legendarias, que utilizó Cervantes en otras ocasiones, como en Los tratos de Argel y Los baños de Argel.  Estos materiales le sirvieron a Cervantes para mantener el equilibrio entre los hechos históricos y biográficos cervantinos y lo legendario y novelesco. 







   

martes, 24 de mayo de 2011

CAPÍTULO XXXIX. SE INICIA LA HISTORIA DEL CAUTIVO






Empieza el cautivo a contar su historia a los presentes, diciendo que procede de las montañas de León. Su padre, rico terrateniente, soldado en su juventud, fue un hombre liberal y gastador, como suelen ser los soldados, que es escuela la soldadesca donde el mezquino se hace generoso, y el generoso pródigo, y si algunos soldados se halla que son mezquinos, son como monstruos, que se ven raras veces. Pasaba mi padre los términos de la liberalidad y rayaba en lo de ser pródigo, cosa que no le es de ningún provecho al hombre casado y que tiene hijos que le han de suceder en el nombre y en el ser”.

Un día los llamó a los tres y les dijo que,  como le era muy difícil no ser gastoso, lo cual iba contra su naturaleza, se proponía vender su hacienda y dividirla en cuatro partes iguales: una se reservaría él y las otras la repartiría entre ellos. Dicho esto, les aconsejó que “hiciéramos caso de un refrán que hay en nuestra España, a mi parecer muy verdadero, como todos los son, por ser sentencias breves sacadas de la luenga y discreta experiencia; y el que yo digo dice: “Iglesia o mar o casa real”, como si más claramente dijera: “Quien quisiere valer y ser rico siga o la Iglesia o navegue, ejercitando el arte de las mercancías, o entre a servir a los reyes en sus casas”; porque dicen: “Más vale migaja de rey que merced de señor””.

Su tío compró la hacienda para que no saliera de la familia. Su padre cobró el dinero y les dio tres mil ducados a cada uno;  de los tres mil que le dio a él, le devolvió dos mil a su padre; sus hermanos, imitándole le dieron a su padre mil cada uno; su padre se quedó con una cuarta parte en bienes raíces ( en tierras y bienes inmuebles ) pues no vendió su parte de hacienda, además de cuatro mil ducados que le entregaron sus hijos. Después de abrazarlos el padre y darles su bendición se despidieron con lágrimas en los ojos.  El mayor cogió el camino de las armas; el segundo se marchó a hacer negocios a la Indias;  el menor, a Salamanca a terminar sus estudios.   

. Habían pasado veintidós años desde aquella fecha. Desde su pueblo, había viajado el cautivo a Alicante  y allí embarcó rumbo a Génova;  se incorporó allí a los tercios españoles de Flandes en 1568, poniéndose  al servicio del Duque de Alba (El narrador del capítulo es el capitán Ruy Pérez de Viedma y como los hechos ocurrieron en 1567, nos sitúa en 1589; de lo anterior deduce Francisco Rico que es probable que el cautivo es el trasunto de Cervantes, el cual insertara en el Quijote un relato escrito poco después ); formó parte de los tercios españoles de Flandes y alcanzó el grado de capitán de artillería; con este grado  tomó parte en la batalla naval de Lepanto (7 de octubre de 1571), “felicísima jornada”, “en la que quedó el orgullo y soberbia turca quebrantada; pero fue hecho prisionero por el Uchalí, rey de Argel.  Fue condenado al remo, vio caer La Goleta (fortaleza de la bahía de Túnez, ganada por Carlos V en 1535 y conquistada por los turcos en el verano de 1574) “–gomia (monstruo de insaciable apetito) o esponja y polilla de la infinidad de dineros que allí sin provecho se gastaban-“, así como el fuerte junto a Túnez. Murieron en estas batallas muchas personas, especialmente don Pedro Portocarrero, general de La Goleta; el hermano del famoso Juan Andrea de Oria, tristemente famoso porque unos alárabes, a traición le cortaron la cabeza y se la llevaron al general de la armada turquesca, el cual cumplió el refrán que dice: “aunque la traición aplace, el traidor se aborrece” (Siempre se desprecia al traidor, aunque la traición aproveche): el general mandó ahorcar a los que le trajeron el presente.  Allí también desapareció un amigo suyo don Pedro de Aguilar, que además era buen poeta, muestra de ello son los dos sonetos que, a manera de epitafio, hizo a la Goleta y al fuerte.
Al oír lo de don Pedro de Aguilar, don Fernando se sonrió, pues este don Pedro era su hermano. Explicó don Fernando cómo, después de haber estado prisionero su hermano, alcanzó la libertad, estaba casado, tenía tres hijos y vivía felizmente rico en su pueblo; a esto respondió el cautivo que “no hay en la tierra, conforme a mi parecer, contento que se iguale a alcanzar la libertad perdida”Dicho lo anterior, el cautivo invitó a don Fernando a que leyera los sonetos de su hermano.

Comentario. 


El catedrático de Literatura Española de la Universidad de Toulouse, Michel Moner, analiza este capítulo, destacando en primer lugar que de la variedad de cuentos peregrinos que se insertan en El Quijote, ya que ocurren en distintos lugares:  Sierra Morena, Italia y éste, en la venta de Juan Palomeque y en Lepanto, este cuento es el más singular, pues según el profesor Moner hay en el inicio indicios del "cuento maravilloso" en su tradición oral, por la apertura que tiene: "En un lugar de las montañas de León..." y el marco en el que se insertan las aventuras del capitán  (un padre que tenía tres hijos los manda a que se ganen la vida, cada cual por un camino distinto). También admite que tiene cierta analogía con el principio del Quijote  ("En un lugar de la Mancha...)

El tema del cuento enlaza con el discurso de las armas y las letras, ya que de los tres hermanos, el que escoge las armas es el que se lleva la mayor pobreza y peor fortuna. 

El centro de gravedad del cuento pronto se desplaza a la historia de España; el narrador se convierte en testigo y nos hace una crónica de la victoria militar en la batalla de Lepanto, la pérdida de la Goleta, el elogio de los soldados españoles y "la nula crítica a la impericia de sus jefes.

El capítulo concluye con dos sonetos, que a modo de epitafio a la Goleta, sirven como transición entre la historia y la poesía, quedando diferidos para el capítulo siguiente.








lunes, 23 de mayo de 2011

CAPÍTULO XXXVIII. CONCLUYE EL DISCURSO DE LAS ARMAS Y LAS LETRAS

Después de haber hablado de las estreches económicas del estudiante, pasa don Quijote a disertar sobre las del soldado. Es el más pobre, pues tiene que vivir de su paga, que llega tarde o nunca; cuando esto ocurre, tiene que garbear (robar sin violencia) lo que puede, con peligro de su vida o su conciencia. La escasez es tanta que a veces se tiene que vestir y tapar por la noche con un coleto acuchillado (un vestido de piel roto) pasando hambre y miseria.
Vuelve a comparar al soldado con el  letrado; mientras al primero cuando es herido en la batalla y lo gradúan le ponen una borla en la cabeza, es decir, unas vendas para curarlo, al letrado cuando se gradúa le ponen un gorro que lleva una borla en la cabeza,  porque de faldas, (togas de los letrados)  (que no quiero decir de mangas (sobornos) todos tienen en qué entretenerse (sustentarse) Concluye que el trabajo del soldado es mayor y el premio es menor. A los letrados se les premia con darles oficio en el reino y a los soldados con una paga que suele ser pequeña porque es parte de la hacienda del señor a quien sirven;  pero desiste de continuar por este camino (dejemos esto aparte, que es laberinto de muy dificultosa salida).
Pasa a continuación a preguntarse por la preeminencia de una y otra. A manera de juez que oyera a las dos, deja oír los argumentos: Según las letras,” sin ellas no se pueden sustentar las armas, porque las guerras también tienen sus leyes y está sujeta a ellas, y que las leyes caen debajo de lo que son letras y letrados”. Responden las armas que “con ellas  se defienden las repúblicas, se conservan los reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos… Y es razón averiguada que aquello que más cuesta, se estima y debe estimar en más”.
Pasa después a explicar las dificultades que tienen que pasar los que quieren ser eminentes en los estudios y en la milicia: al primero muchos sacrificios; al segundo, sacrificios más riesgo de muerte.

Prosigue don Quijote "describiendo el modo con que los soldados de infantería tenían que luchar en la mar, sus peligro, su valentía. "Y si este parece pequeño peligro, veamos si le iguala o hace ventaja el de embestirse dos galeras por las proas ...las cuales enclavijadas y trabadas no le queda al soldado más espacio del que conceden dos pies de tabla del espolón (punta de hierro de la proa; lugar por donde solían comenzar los abordajes); y con todo esto, viendo que tiene delante de sí tantos ministros de la muerte...y viendo que al primer descuido de los pies iría a visitar los profundos senos de Neptuno...y se pone a ser blanco de tanta arcabucería...Y lo que más es de admirar: que apenas uno ha caído...cuando otro ocupa su mismo lugar" Examina los riesgos provocados por la pólvora, para decir “Bien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos endemoniados instrumentos de la artillería, a cuyo inventor tengo para mí que en el infierno se le está dando el premio de su diabólica invención” 

Cuando terminó el discurso todos elogiaron el buen discurrir de nuestro caballero, el cual sólo se obscurecía cuando hablaba de la caballería.

La ventera, su hija y Maritornes prepararon el camaranchón de don Quijote para las mujeres que estaban presentes aquella noche. Don Fernando pidió al cautivo que les contara su vida. Una vez que todos se callaron dio comienzo a su relato.

Comentario

En el discurso de las armas y las letras, se mezclan, como muy bien demuestra el especialista en Literatura del Siglo de Oro y profesor de la Universidad de la Florida Ricardo Castells, en La modernidad y el arte de la guerra en el discurso de las armas y las letra en Don Quijote,  dos puntos de vista: a) El de don Quijote; b) El de Alonso Quijano.
Como don Quijote, empieza por decirles a los oyentes que se encuentran en un castillo, cuando en realidad están en la venta de Juan Palomeque el Zurdo; por lo tanto habla el orate. A partir de aquí se inicia el discurso de Alonso Quijano, persona razonable y culta. De lo primero son testigos los presentes. El cura le dijo que “tenía mucha razón en todo cuanto había dicho”. Se cumple aquí la teoría del médico y filósofo del XVI Huarte de San Juan en su Examen de Ingenios”, explicada en capítulos anteriores. 
El centro de interés del discurso de las armas y las letras está relacionado con aspectos de la vida de Cervantes. Muñoz Machado, en Cervantes, pág. 393-398, nos dice que este famoso discurso "es ante todo un recordatorio del escritor sobre sus desatendidos méritos  bélicos cuando combatió en Lepanto, de pie en un mínimo esquife, al lado de la galera en la que estaba enrolado, aguantando las embestidas de los barcos turcos".
En 1580 Cervantes regresa de Argel, ya en España, solicita un puesto en la administración de las Indias, había en esa época puestos vacantes. No se le concedió ninguno, contestándole "busqué por acá", dándoselos a personas del mundo del derecho, familiares de los que trabajaban en la administración. 
"La facilidad de los hombres de letras (quiere decir siempre los hombres de derecho que trabajan para los consejos y oficios públicos, no los escritores) para obtener puestos en la Administración de la monarquía le llevan a repetir que sus méritos son notablemente inferiores a los que han arriesgado su vida en batallas terribles". Muñoz Machado op.cit.
Más adelante, don Quijote vuelve a referirse al discurso de la Edad Dorada en los siguientes términos:    " Bien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos endemoniados instrumentos de la artillería, a cuyo inventor tengo para mí que en el infierno se le está dando el premio a su diabólica invención”.
Las referencias anteriores a la artillería y con ello a la pólvora es uno de los tópicos propios del Renacimiento y el Barroco, como demuestra el historiador y catedrático de la Universidad de Madrid, José Antonio Maravall, en Utopía y contrautopía en el Quijote. Por otra parte se vendrían a corresponder con las armas de destrucción masiva de hoy en día. El gran cambio al que alude don Quijote, según Maravall, se debe a “la introducción, en la época moderna, de dos novedades decisivas: las armas de fuego y el espíritu de cálculo, manifestaciones ambas de la racionalidad que caracteriza la Edad Moderna y a su creación política: El Estado(…) No menos son creación del espíritu del cálculo las nuevas armas de pólvora, cuyo manejo estriba en combinar operaciones matemáticas cada vez más complicadas”.
El Catedrático de la Universidad Complutense Lucía Mejías en el libro: La Juventud de Cervantes, Una vida en construcción, págs. 145-163 escribe que "En el famoso discurso de las armas y las letras, en boca de don Quijote se describe el modo con que los soldados de infantería tenían que luchar en la mar, sus peligros, su valentía que es vivida por el propio Cervantes, que es la de su hermano Rodrigo, que es la de tantos que se encuentran en este momento en la batalla. Cervantes se está refiriendo a la batalla de Lepanto (7 de octubre de 1571), en la que perdió su mano izquierda. A ella fue aludiendo y reivindicando como "la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes ni esperan ver los venideros". Fue una de las más sangrientas e inútiles batallas de la historia: unas 61000 víctimas, entre muertos y heridos en tan solo seis horas de enfrentamiento". 
En la Epístola a Mateo Vázquez, dice Cervantes, refiriéndose a esta batalla..."Vi el formado escuadrón roto y deshecho/ y de bárbara gente y de cristiana/rojo en mil partes de Neptuno el lecho"










   















  

  

jueves, 19 de mayo de 2011

CAPÍTULO XXXVII. LLEGADA DEL CAUTIVO Y ZORAIDA. DISCURSO DE LAS ARMAS Y LAS LETRAS

Las anteriores explicaciones de Dorotea fueron escuchadas por todos, pero especialmente por Sancho, con gran pena y mohíno  pues ya no tendría ni su título nobiliario ni el condado prometido por Micomicona. Los demás se sentían agradecidos:  don Fernando y Dorotea, felices y contentos y agradecidos  al cielo por haberles resuelto los problemas que tenían; la ventera contentísima porque el cura y Cardenio le pagarían los gastos hechos por don Quijote. 
Sancho, pesaroso, se fue al camaranchón en el que dormía don Quijote y lo despertó, diciéndole que durmiera todo lo que quisiera porque ya se había resuelto el problema de Micomicona. Don Quijote volvió con el mismo sueño que la vez anterior. Se había resuelto porque, según él, había matado al gigante y, la sangre corría a ríos. Sancho quiso volverlo a la realidad, diciéndole la verdad sobre la rotura de los cueros de vino. Volvió don Quijote a insistir sobre los encantamientos en la venta y Sancho a desmentirlo, argumentando que no eran encantadores los que lo habían vapuleado, sino el ventero con otros más.

Salió vestido don Quijote con toda su parafernalia. Todos se sorprendieron, especialmente don Fernando. Dirigiéndose a Dorotea le dijo que se había enterado por Sancho cómo se había transformado de princesa en doncella. Si ello había sido porque su padre desconfiaba de él es porque “no sabía de la misa la media” (prov. lo ignora casi todo). “Pero el tiempo, descubridor de todas las cosas, lo dirá cuando menos lo pensemos.”

Respondió Dorotea diciéndole que ella no se había mudado en su ser, que era la misma que ayer.  El estar con él le ha traído suerte y ha sido para bien, que mañana saldrían de camino para conseguir el buen suceso que esperaban. Reprendió duramente don Quijote a Sancho porque creyó que este lo había confundido y engañad respecto a la transformación de Micomicona en Dorota y a la transformación de la sangre en vino; lo llamó  “Sanchuelo”, el mayor “bellacuelo” que hay en España . Respondió Sancho diciéndole que sentía haberse engañado él con respecto a Micomicona, pero en lo que respecta a la horadación de los cueros de vino,  “al freír los huevos lo verá” (al final lo verá), cuando el ventero le pase la cuenta. Don Fernando puso la paz y pidió partir al día siguiente como había decidido Dorotea. Hablaron entre don Quijote y don Fernando con mucha cortesía.

Se rompió la conversación porque entraron en la venta un cristiano recién venido de tierra de moros, muy bien vestido, con una casaca de paño azul, con bonete (gorro en forma de casco) y calzones de lienzo azul; lo acompañaba, subida en un jumento una mujer a la morisca vestida, con ropas de gran calidad. Pidieron aposento, pero no había. Dorotea y Luscinda se ofrecieron a la mora para compartir la habitación. Al ver que no contestaba, el caballero cristiano les dijo que no preguntaran, pues no entendía la lengua. Le preguntó Dorotea que  si era mora o cristiana. Respondió que era mora en el traje y en el cuerpo, pero que en el alma era cristiana y pronto se bautizaría con la liturgia de la Iglesia.

Desistieron de preguntarles que quiénes eran; pero Dorotea le dijo a la mora que se quitara el embozo. El cristiano se lo tradujo al árabe y ella aceptó. Cuando descubrió la cara todos se sorprendieron de su belleza. Don Fernando le preguntó al caballero que cómo se llamaba. Contestó que Zoraida, ella rectificó con insistencia diciendo que se llamaba María.

El ventero preparó la mesa para cenar. Dorotea se sentó junto a don Quijote. Levantándose este dio comienzo al discurso de las armas y las letras.

Empieza don Quijote por preguntarse por el valor que encierran las armas y las letras. Esto se puede resolver si nos preguntamos a su vez por los trabajos que realizan los que se dedican a unas y otras. Refuta primero aquellas opiniones que sostienen que las letras trabajan solamente con el espíritu y las armas con la fuerza. Demuestra que las últimas lo hacen con los dos. Pasa a continuación a preguntarse por la finalidad de unas y otras: “las letras humanas tienen por fin poner en su punto la justicia distributiva y dar a cada uno lo que es suyo, entender y hacer que las buenas leyes se cumplan”.  “Las armas tienen por objeto la paz, que es el mayor bien que los hombres pueden desear en esta vida”. Pone como ejemplos distintas expresiones: “Gloria sea en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”; “Paz sea en esta casa”.

Habla después de los trabajos del estudiante. Destaca en primer lugar por la pobreza, porque quien es pobre no tiene cosa buena . Esta pobreza la padece por sus partes, ya en hambre, ya en frío, ya en desnudez, ya en todo junto”.  Si sabe aguantar el camino y superar los obstáculos, puede llegar a mandar y gobernar el mundo, “premio justamente merecido a su virtud”.

Comentario

El catedrático de Literatura Española, especialista en el Siglo de Oro y en el Quijote, de la Universidad de Toulouse,  Michel Moner, comenta este capítulo, enmarcándolo en el desenlace del laberinto de las historias de amor que ocurren en Sierra Morena: se solucionan las tribulaciones de los amantes Cardenio/Luscinda y Fernando/Dorotea, con final feliz en todos ellos. Llega a la venta la pareja formada por el cautivo y  Zoraida, señal de un nuevo episodio. Se inicia el discurso de las armas y las letras, que va a servir como preámbulo al "cuento" del cautivo. Se puede encontrar un paralelismo, según el profesor Moner,  entre este nuevo cuento y el primer discurso de don Quijote y la Edad Dorada en I,II que da entrada a la historia de Marcela y Grisóstomo.
La venta-teatro va a ser el espacio de desenlace de todas las historias que encontramos en Sierra Morena, compartiendo el mismo leitmotiv estructurante de distintas metamorfosis o mudanzas que se producen en personajes y situaciones: la sangre que don Quijote cree del gigante se convierte vino; Micomicona en Dorotea; Dorotea va a cambiar de doncella seducida y abandonada, en esposa de don Fernando y, Luscinda en esposa de Cardenio.
El discurso de las armas y las letras, que se inicia en este episodio y termina en en I,38, se divide en dos partes: una se refiere al espíritu, la otra al cuerpo, Se producen una serie de paralelismos y contrapuntos: "Por un lado se ensalza el espíritu evangélico de la milicia (restaurar la paz en el mundo, a imitación de Jesucristo), cuando los letrados no hacen más que guardar las leyes (dando a cada uno lo que es suyo) , y por otro se ponderan los trabajos  y lo ascético de la vida militar, frente a la vida regalada de los letrados)"










   












martes, 17 de mayo de 2011

CAPÍTULO XXXVI. ENCUENTROS Y RECONCILIACIONES EN LA VENTA DE JUAN PALOMEQUE EL ZURDO



El ventero, que estaba en la puerta, advirtió a los huéspedes que se acercaba gente. Pronto fue  a esconderse Cardenio ;  Dorotea se cubrió el rostro. Al preguntarle el cura que si venían cerca, este contestó que se  acercaban a caballo cuatro hombres y una mujer con las caras tapadas, probablemente para protegerse del polvo del camino; a pie venían dos mozos. Cuando llegaron, el cura le preguntó a un mozo que quiénes eran. Contestó que uno de ellos parecía ser gente principal; la mujer debería ir a un convento de monjas, sin vocación monjil, pues se quejaba amargamente de su situación.

Ante los suspiros y sollozos de la dama, Dorotea se acercó ofreciéndose para ayudarla. El que parecía principal, según el mozo que los acompañaba, sujetó a la dama apenada y le dijo a Dorotea -se había presentado también con la cara tapada- , que no le hiciera caso pues era muy mentirosa. Al oír esa palabra, la mujer le contestó que por ser de palabra verdadera, se encontraba en esa situación, llevada por sus engaños y mentiras. Cuando oyó esta voz, Cardenio lanzó un grito de sorpresa. A su vez, la mujer, cuando oyó la voz de Cardenio, quiso entrar en su aposento. La sujetó nuevamente el caballero por la espalda. Cuando lo hizo se le cayó el tafetán y se le descubrió la cara. Apareció la belleza de Luscinda. Como la tenía sujeta con los dos brazos, se le cayó la protección de la cara al hombre. De inmediato se vio que era don Fernando. Dorotea, de la fuerte impresión, se desmayó. El cura acudió a quitarle el embozo. Don Fernando la reconoció de inmediato, pero no soltaba a Luscinda. Al verse todos se cruzaron las miradas y se quedaron "mudos y en suspenso.

La primera que habló fue Luscinda. Le pidió a don Fernando que la dejase ir a unirse con quien consideraba realmente su esposo: Cardenio. Había procurado serle fiel y nunca su pensamiento se había apartado de él. Después tomó la palabra Dorotea. Con lágrimas en los ojos le pidió a don Fernando que la reconociese como su legítima esposa, de acuerdo con los siguientes argumentos: a) Fue el culpable de que ahora se encuentre en este estado: vivía honestamente hasta que “a las voces de tus importunidades, te entregué las llaves de mi libertad; b) “No puedes ser de Luscinda porque eres mío, ni ella puede ser tuya porque es de Cardenio; c) Se entregó a su voluntad, por lo tanto no debe sentirse engañado; d) Apela a su palabra de cristiano y caballero;  e) Le pidió que no se fijara en la ascendencia de cada uno. Sus padres eran personas honradas y como labradores habían servido con dignidad a los suyos. “La verdadera nobleza consiste en la virtud”. Le vuelve a pedir que la acepte por esposa, pues si virtud le falta a él, a ella le sobra. Por último apela a su conciencia: “Tu misma conciencia no ha de faltar de dar voces callando en mitad de tus alegrías, volviendo por esta verdad que te he dicho y turbando tus mejores gustos y contentos”.

Don Fernando aceptó las razones de Dorotea.  Cardenio se lanzó a sujetar a Luscinda cuando la dejó don Fernando; este al ver a Cardenio quiso coger la espada, pero Dorotea se lo impidió, diciéndole que dejase a Luscinda encontrarse con su esposo y viniese a ella por ser su legítima. Intervino el cura con estos razonamientos, dirigidos a don Fernando: a) El cielo había propiciado esta situación; b) Solamente la muerte podría separar a Cardenio y Luscinda; c) Debería fijarse en la hermosura de Dorotea, que unida a la honestidad, pueden igualarse a la más alta nobleza; d) Un caballero cristiano debería ser fiel a la palabra dada.

Dorotea seguía a los pies de don Fernando. Por fin éste oídos los razonamientos del cura y "como alimentado con ilustre sangre" levantó y abrazó a Dorotea y le rogó que lo aceptase y lo disculpase, pero que no lo reprendiese por su mala conducta y descortesía. Se alegraba por el encuentro de Cardenio y Luscinda y les deseó "luengos y felices años", diciendo a continuación "que yo rogaré al cielo que me los deje vivir con mi Dorotea" Todos los presentes se emocionaron con lo ocurrido. También Sancho Panza, aunque dijo que él no lloraba por el desenlace feliz, sino porque había dejado de existir Micomicona y con ella el condado que esperaba encontrar.

Por último, cada uno contó la historia de sus aventuras: Dorotea, la que ya le contó a Cardenio; Don Fernando, lo que le ocurrió con Luscinda: que cuando se enteró por la carta que le encontraron en el pecho, que su corazón era para Cardenio, la quiso matar. Impedido por sus padres, huyó. Continuó diciendo que ella se había refugiado en un convento; que ”la secuestró y acompañado de estos hombres llegó a esta venta, que para él era el cielo, donde rematan y tienen fin todas las desventuras de la tierra”.
 
Comentario
La venta de Juan Palomeque el Zurdo es el espacio en el que se va a producir la anagnórisis o reconocimiento de los personajes del drama: Cardenio, Luscinda, Dorotea y don Fernando, dando lugar al desenlace feliz del conflicto.
El escritor Alberto Sánchez comenta este capítulo y llega a las siguientes conclusiones: a) Dorotea se nos presenta "en actitud de vasalla más que de mujer ofendida"; para este personaje prevalece el amor y la sumisión, "arrodillándose ante su señor",  por encima del honor. ; esto lo podemos ver como una prueba de la sociedad de la época. Don Fernando cumple el rol de su estrato social: la nobleza, pues nos dice  el narrador:  "como alimentado con ilustre sangre". Subraya Alberto Sánchez que Cervantes "ironiza con el prejuicio clasista de su época".
Por último, destaca el autor que el desenlace feliz de la novela es opuesto al "trágico desenlace de las novelas de esta género"
 
A esta novelita le han dedicado espléndidos estudios Márquez Villanueva: Temas y personajes del Quijot; Avalle-Arce : Las relaciones amorosas en Sierra Morena; Sandra L Alzate: Representación de los espacios femeninos en las historias intercalas del primer Quijote. Sostiene Márquez Villanueva que lo que pretende Cervantes en esta historia es “Infiltrarnos la presencia de Andalucía en un plano de hábil discreción”. Cuando analizamos los personajes, vemos que todos son andaluces. Especialmente destaca por su valentía, belleza e inteligencia Dorotea. Esta, según Villanueva “no es andaluza por accidente, sino carne y genio de Andalucía, como subsuelo implícito de su contextura de personaje”.
Cervantes, no sólo era consciente de la problemática de la mujer en el siglo XVI, sino que también nos transmite su apreciación y sentimiento hacia la mujer andaluza. Frente a la novela del Curioso impertinente, que se asienta en Florencia y es la historia de un adulterio, la mujer andaluza se nos presenta guardando siempre su honra y la fidelidad al marido. Tanto Luscinda como Dorotea lo buscan y lo consiguen. Mantienen su honra hasta el final, alcanzando sus propósitos. Los argumentos de Dorotea para don Fernando son totalmente convincentes: se siente engañada por él. Apela a su honorabilidad de cristiano y caballero. Pone a los cielos por testigo de la palabra que le dio. No quiere que sus padres vivan con una hija deshonrada, por eso se marcha a Sierra Morena. Por último, argumenta desde la voz de la conciencia. Estamos viendo una manipulación inteligentemente llevada y al final consigue su propósito.  
Para Márquez Villanueva la penitencia caballeresca de don Quijote y sus locuras amorosas se realizan en Sierra Morena. Tiene un sueño nacido de lo literario y encuentra su climax en esta sierra. Como expone L. Alzate, Cardenio, en Sierra Morena se transforma en un salvaje, “saltando de risco en risco y de mata en mata”. Sierra Morena es un lugar de escape porque no es capaz de defender su honor. Márquez Villanueva lo ve como “una damisela atolondrada”. No es sierra Morena para Dorotea, un espacio escapista y evasivo de la realidad como puede serlo para Cardenio. Allí preparará la situación y manipulará, con gran perspicacia, los hilos de los sentimientos para recuperar su honra.
Comparten Cardenio y Luscinda cierto sentimiento de debilidad. Ambos viven situaciones dramáticas y son incapaces de defender su honra. Cardenio no sacó su espada cuando vio que don Fernando le birlaba a Luscinda; Luscinda no utilizó la daga cuando el matrimonio se lo impusieron sus padres. El primero se aleja de la realidad y se refugia en Sierra Morena; la segunda, se refugia en un convento. Dorotea lucha como mujer valiente e inteligente, consiguiendo al final que don Fernando la tome como esposa.
Con este encuentro épico feliz de las protagonistas femeninas con sus amantes, se bosqueja la visión cervantina del amor como “máxima esencia vital”, según la apreciación de Américo Castro.  







domingo, 15 de mayo de 2011

CAPÍTULO XXXV. LA LUCHA CONTRA LOS CUEROS DE VINO Y EL FINAL DE LA NOVELA DEL CURIOSO IMPERTINENTE


Estaba el cura terminando de leer la novela cuando entró Sancho dando voces, diciendo que su señor le había cortado la cabeza cercén a cercén (completamente) al gigante enemigo de la princesa Micomicona.  Fueron todos a ver qué ocurría cuando vieron a don Quijote medio desnudo, con las piernas muy flacas, llenas de vello y nonadas limpias. Llevaba la espada en la mano derecha y daba cuchilladas, todavía durmiendo, por todas partes. El ventero cuando vio que le había destrozado  los cueros de vino, estando todo este por el suelo, se lanzó sobre él con los puños cerrados y si no es por el cura y Cardenio, ahí hubiera terminado don Quijote. Viendo que a pesar de esto no despertaba, el barbero le lanzó un cubo de agua fría.

Sancho buscaba ansiosamente la cabeza del gigante, pues de su muerte dependía el condado prometido por don Quijote. Viendo que no aparecía, relacionó su pérdida con los manteos que en la venta le dieron a él, diciendo que otra vez los encantadores habían intervenido, pues él había visto correr la sangre del cuerpo como de una fuente. El ventero que lo oyó, intervino furiosamente para decirle que la sangre que él veía era el vino de los cueros destrozados.

Tenía el cura sujetado a don Quijote por los brazos, y este, creyéndose que estaba delante de la princesa Micomicona se arrodilló, diciéndole que el gigante usurpador había sido destrozado. Sancho volvió a recuperar otra vez la confianza en conseguir el condado,  asegurando que ¡ciertos son los toros: mi condado está de molde! (Prov. que se  utiliza para expresar la certeza de una cosa).

Entre Cardenio, el cura y el barbero se llevaron a don Quijote a dormir, mientras tanto, el ventero y la ventera maldecían a don Quijote y a la caballería andante. Especialmente a la última, y recordó el ventero que antes se marchó don Quijote sin pagar y ahora le había destrozado los cueros de vino; la hija callaba y se sonreía.

El cura tranquilizó a la ventera diciendo que se les pagaría todos los daños de don Quijote. Sancho le prometía a Dorotea que había visto rodar la cabeza del gigante; ésta lo contentaba respondiéndole que una vez que estuviese en su reino le daría el mejor condado. Una vez que todos se tranquilizaron le pidieron al cura que terminara de leer la novela.

Anselmo se sentía muy orgulloso de su mujer. Lotario le dijo que no consideraba prudente ir por su casa, pues Camila se mostraba apesadumbrada con su presencia. Anselmo le insistía que acudiese.

Leonela, aprovechándose de lo que sabía, recibía cada vez con más frecuencia a su novio. Una noche, Anselmo oyó ruidos en el dormitorio de Leonela. Entró en el dormitorio y vio que un embozado saltaba por la ventana. Cogiendo una daga obligó a Leonela a que le dijera quién era. Dijo que era su marido, pues se había casado en secreto y que a la mañana siguiente le contaría cosas interesantes.

Volvió Anselmo a la habitación de Camila; le contó lo que le había dicho Leonela. Se turbó por lo que oyó de su esposo y, temiendo que Leonela la traicionase,  cuando estuvo dormido se marchó, después de coger las joyas, a casa de Lotario. Le pidió que se pusieran a salvo y, después de haber cogido el dinero Lotario salió de su casa, camino de un convento, donde dejó a Camila. Fue Anselmo, al día siguiente al dormitorio de Leonela, vio que no estaba allí; fue a la habitación de Camila y se dio cuenta de que también se había ido; fue Anselmo a casa de Lotario; los criados le dijeron que éste se había marchado. Desesperado volvió a su casa; no encontró a nadie. Decidió ausentarse de la ciudad e irse al pueblo de su amigo.

En el camino se encontró a un viajero que venía de Florencia; le preguntó por las comidillas de la ciudad. Le dijo que todos hablaban del suceso de los dos amigos. Camila, la mujer de Anselmo el Rico se había marchado con Lotario.

Consumido de tristeza, volvió a casa de su amigo, y se encerró en un aposento donde dejó en el bufete un escrito en el que reconocía que toda su tragedia se debía a su necia impertinencia

Camila murió a los pocos días, después de haberse enterado de que Lotario había muerto en Nápoles peleando a las órdenes del Gran Capitán.

El cura dio su impresión general de la novela: estaba bien contada, pero la historia le parecía inverosímil

Comentario

1.El catedrático de Literaturas románicas, especialista en Cervantes y en El Quijote,  en la Universidad alemana del Sarre, Hans-Jörg Neuschäfer hace el comentario del Curioso Impertinente, destacando los siguientes aspectos:; a) esta novela intercalada difiere de las de Marcela, Dorotea y Cardenio, en que así como estas tienen relación con don Quijote, ésta es totalmente independiente hasta el extremo de que la acción ocurre en Italia; 
b) El tema central de la novela: la búsqueda de la virtud en la mujer, tenía, con un tono jocoso, el precedente en la Literatura de Boccacio, expresado a través del triángulo marido/esposa/amante.  Cervantes se aparta del tono festivo italiano y se mete en el tono serio de sus novelas ejemplares. Anselmo, el Curioso Impertinente, quiere saber si su mujer, Camila, tiene el ideal de virtud que él quiere que tenga: el decoro y la honestidad, y la pone a prueba con su amigo Lotario. Camila se resiste, en un principio, a los requiebros de Lotario  que a petición de Anselmo, le hace su amigo Lotario.  
c) El experimento de Anselmo termina en un fracaso total. Este tipo de novelas eran muy del gusto de la época. La pregunta que el lector tiene que hacerse: ¿es fácil quebrar la virtud de la mujer?,  ¿es en realidad el sexo débil?. La novela presenta un caso de la moralidad del espíritu de la época, especialmente en el teatro del Siglo de Oro: el tema del honor en torno a la "ideología del segundo sexo a la española".  Aunque en la novela "hay alusiones a la inferioridad moral de la mujer", conforme a la ortodoxia o doctrina de la época, Cervantes "reivindica una moral más liberal". Varias veces se repite en la novela que "lo que hace Anselmo es una locura", "porque la perfección moral que busca no está en la naturaleza humana; él exige a Camila algo imposible, por lo tanto es justo que lo que es posible se cumpla. Cervantes, nos dice el profesor Neuschäfer "aboga por una moral que cuenta con las posibilidades reales de la naturaleza humana en vez de las exigencias de un idealismo abstracto"

2. Otras lecturas .Se presta este capítulo a leerlo desde el punto de vista de Vargas Llosa. La tesis del premio nobel es que la ficción se ha apoderado de la vida de don Quijote y lo transforma completamente haciéndole perder el juicio; por lo tanto la ficción desrealiza la propia vida; nos hace vivirla e ilusionarnos con ella. Don Quijote “se desquicia por las fantasías de los libros de caballerías, y, creyendo que el mundo es como lo describen las novelas de Amadises y Palmerines, se lanza a él en busca de unas aventuras que vivirá de una manera paródica, provocando y padeciendo pequeñas catástrofes”. En este sentido don Quijote en sus sueños se ha enfrentado al gigante y lo ha destrozado, llevándose por delante los cueros de vino. La modernidad de este pasaje se vería, una vez más en el espíritu rebelde y justiciero, puesto al servicio de Micomicona, pero, como siempre, con un resultado contrario al esperado.

La ficción también opera en el cura y el barbero. Asumen papeles inventados para traerse a don Quijote a su casa; lo mismo le acontece a Dorotea, cuando toma el papel de la princesa Micomicona. La hija de la ventera calla y ríe cuando su madre se queja de los gastos de don Quijote. Está pensando también en la ficción, en este caso en los libros de caballerías. La realidad se ha perdido una vez más, para Sancho. Este vive la ficción del condado del que le habló don Quijote y le prometió Dorotea.

La última parte del capítulo corresponde al final de la novela “El Curioso Impertinente”. En el capítulo anterior dimos la lectura que de la misma realiza Antony van Beystervaldt. Para este profesor el tema de la novela es la manipulación.

El escritor Francisco Ayala. en el prólogo que le hace a esta novela,  la estudia desde el punto de vista psicoanalítico. La conducta de Anselmo en sus pretensiones de probar la fidelidad de su esposa es el resultado de su homosexualidad encubierta: “Lo que Anselmo pretende conseguir es la satisfacción vicaria a través de su mujer  (carne de su carne en virtud del matrimonio) para los turbios deseos que hasta entonces había mantenido larvados o, mejor dicho, sublimados en las formas nobles de la camaradería”