La duquesa se enteró de que doña
Rodríguez fue a visitar a don Quijote en su dormitorio, según Cide Hamete,
porque otra dueña, que la vio, haciendo uso de las costumbres de éstas,
chismotear sobre lo que ocurre, se lo dijo; la duquesa, junto con Altisidora, al
percatarse de que estaban hablando mal de ellas entraron y, llenas de cólera,
los maltrataron a don Quijote y a la dueña doña Rodríguez, como ya se dijo, porque
“las afrentas que van derechas contra la
hermosura y presunción de las mujeres despierta en ellas en gran manera la ira
y encienden el deseo de vengarse”.
Quería la duquesa seguir con la
burla y mandó al paje que había hecho de Dulcinea (II, 35) que le llevase a
Teresa Panza una carta y unos regalos: una sarta de corales y el traje de paño
finísimo que Sancho llevó el día de la cacería. El paje recibió el encargo con ilusión. Se
dirigió al pueblo de Sancho Panza; y, por casualidad, se encontró con Sanchica,
la hija de Sancho, que se encontraba lavando ropa en un arroyo de las afueras
del pueblo. El paje, llamándola doncella" le pidió que lo acompañara y la joven, tal y como se
encontraba, de un salto se colocó delante del caballo y lo condujo a su casa.
Llamó a su madre y esta salió a medio vestir.
El paje, al verla, se arrojó del caballo y se puso a los pies de Teresa,
llamándola “dignísima señora de un tal archidignísimo gobernador”. Teresa le
pidió que no la llamase así, pues era hija de un pobre agricultor
destripaterrones. El paje le entregó la carta de Sancho y tuvo que leérsela
porque ella no sabía.
La duquesa, iniciaba la carta, llamando a Teresa "Amiga Teresa", pasando más adelante a decirle " querida mía", terminándola con "su amiga que bien la quiere"; elogia la persona y
la forma de gobernar de Sancho,
especialmente porque “con dificultad se halla un buen gobernador en el mundo”.
Le dice que le manda una sarta de corales, que hubiera deseado que fuera de
perlas, y le argumenta con el refrán: “quien te da el hueso no te quería ver
muerta” ( quien te da algo manifiesta su aprecio por ti). Le pide que tenga
la bondad de mandarle dos docenas de bellotas y le dice que si necesita algo
que se lo pida, despidiéndose como su amiga, La Duquesa.
Teresa y Sanchica encomiaron la
sencillez de la duquesa, frente a las hidalgas del lugar, que miraban como
inferiores a las labradoras. Le dijo Teresa a su hija que atendiese muy bien al
paje, ofreciéndole la comida que tenían: huevos y tocino, mientras ella iba a
darle la noticia al cura y al barbero. Se puso Teresa la sarta en el cuello y
cogió las cartas; en la calle se encontró con el cura y Sansón Carrasco; se las
enseñó y presumió de gobernadora.
Leyeron la carta y se
sorprendieron de la petición de las bellotas que hacía la duquesa. Con
intención de conocer la verdad fueron con Teresa a su casa para hablar con el
paje. Por las respuestas lo notaron
socarrón, pero los regalos de los corales y la finura del traje de caza,
deshacían las sospechas.
La madre y la hija se sentían
orgullosas del ascenso social de Sancho y se reían de la envidia que
provocarían entre los murmuradores del pueblo, pero Sanchica se satisfacía con
el proverbio ándeme yo caliente, y ríase
la gente!, ( el proverbio se hizo célebre por la letrilla de Góngora). Teresa se acordaba
de que en situaciones como éstas se debían aplicar los refranes que le había
oído decir a Sancho: “cuando te dieren
la vaquilla, corre con la soguilla; cuando te dieren un gobierno, cógele;
cuando te dieren un condado, agárrale; y cuando te hicieren tus, tus, con
alguna buena dádiva, envásala (cuando te llamen para darte un buen regalo,
cógelo; tus, tus, es una forma de llamar a los perros). Sanchica añadió que no
le importaba nada que la trataran de fantasiosa, aludiendo al refrán “Viose el perro en bragas de cerro… (el
refrán continúa así:” …y no conoció a sus compañeros”: se refiere a quienes
ascienden socialmente y desprecian a quienes fueron sus iguales).
Tanto el cura como el bachiller
le dijeron al paje que se negaban a creer que Sancho estuviese de gobernador;
el paje los invitó a que lo acompañaran para comprobarlo. Desistieron de ello; Sanchica
quiso regresar con él, pero su madre intervino para decirle que no era el
momento, pues había que seguir el refrán de “tal el tiempo, tal el tiento” (cada momento pide un comportamiento
adecuado).
Pidió el paje de comer, pues
regresaba aquella tarde, y el cura lo invitó a que lo acompañara a su casa,
pues la pobre Teresa, según el cura, tendría más voluntad que comida en la
despensa. Consciente de la situación, el
paje lo acompañó. Teresa recurrió a un monaguillo que sabía escribir para contestar
a la carta de su marido y a la de la duquesa.
Comentario
Hemos dejado la ínsula y el
palacio de los duques para entrar en el pueblo de Sancho y don Quijote. Nos
enteramos de que fueron la duquesa y Altisidora las que vapulearon a doña
Rodríguez y a don Quijote porque la dueña se fue de la lengua y había hecho
público las úlceras de sus piernas, identificándolas con las fuentes de los
jardines del palacio real de Aranjuez. (La metáfora es otra de las características del humor
cervantino).
La duquesa, para seguir con la
burla, le encargó al paje que hizo de Dulcinea en el desfile del capítulo XXXV
que fuese al pueblo de don Quijote y Sancho y le entregase a Teresa una carta,
en las que se elogiaban los méritos de Sancho como gobernador y se le enviaba
un regalo.
La catedrática de Literatura Española de la Universidad de Montpelier, Nadine Ly, comenta este capítulo en función de la burla que la duquesa le hace a Teresa, mandándole una carta en la que trata a Teresa desde un plano de igualdad: "Amiga Teresa"; querida mía" y la despedida la hace con la fórmula " su amiga que bien la quiere": "·esta falsa familiaridad aristocrática, dice la profesora Nadine, la tonta de Teresa se la toma al pie de la letra". En cuanto a Sanchica, que salta como una cabra montés, es llamada doncella por el paje; la moza sólo tiene tres preocupaciones: enterarse de si su padre lleva pedorreras (calzones ajustados); compartir con su madre el collar de corales e ir sentada con su señora madre en un coche. El capítulo, según la profesora Nadine se ha de situar también en el escepticismo de si se ha de creer lo que se toca y se ve.
También hay profesores que interpretan el gobierno
de Sancho en la ínsula a partir de las ideas de Bajtin en La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. Este es el caso del profesor Daniel Clemente de Precio en Sancho Panza o el restaurador paródico.
Parte el autor de la tesis de Bajtin: la parodia representa una imitación
burlesca de los valores y de la lógica del poder de la época. En este sentido,
Sancho, un hombre inculto, representante del pueblo iletrado, gobierna con gran
acierto. Lo habían puesto de gobernador en la ínsula y se sorprenden por sus
aciertos, tanto los duques como sus vasallos. Se ha quebrado la lógica del
poder, que mandaba que Sancho, debido a su incultura, hiciese el ridículo.
Sancho sabe gobernar por dos razones: a) Sancho gobierna con un sentido
cristiano: “si Dios me ayuda, y yo hago lo que debo con buena intención, sin
duda que gobernaré mejor que un gerifalte” (II, XXXIV); b) Su racionalidad se
nutre del pensamiento popular: los refranes. El cura, cuando ha oído los que
Teresa le ha dicho al paje comenta: -“Yo no puedo creer sino que todos los de
este linaje de los Panzas nacieron cada uno con un costal de refranes en el
cuerpo”.
Por otra parte, el capítulo nos
presenta caracteres sociales de la época, a través de los comentarios de Teresa
sobre el comportamiento de las hidalgas de su pueblo con las labradoras.
Todo el capítulo suena a
verdad, especialmente la vida que se atisba en el pueblo de don Quijote
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