DON QUIJOTE REGRESA A SU ALDEA
Don Quijote no podía ni levantarse del suelo por lo palos que había recibido. Estando en esta situación se consolaba pensando en el romance del marqués de Mantua, ( este romance se usaba en las escuelas como libro de lectura y cuenta la derrota en combate de Baldovinos, a manos de Carloto, sobrino de Carlomagno) creyéndose el héroe Valdovinos. Acertó a pasar por allí un labrador vecino suyo que lo recogió, lo subió con gran esfuerzo sobre su jumento y lo condujo a su aldea. Mientras iba sobre el rucio, don Quijote creyó ser el moro Abindarráez, (moro que iba a Antequera a casarse con Jarifa y fue apresado por el alcaide de Antequera Rodrigo Narváez) de tal manera que cuando el labrador le preguntó que cómo se encontraba, éste le respondió llamándole don Rodrigo Narváez. El labrador trató de hacerle ver que ellos eran Pedro Alonso y el honrado hidalgo señor Quijana. Don Quijote contestó diciendo “Yo sé quién soy”, añadiendo que si quería podría ser cada uno de los Doce Pares de Francia, (los doce caballeros más importantes del ejército de Carlomagno), pues sus hazañas se aventajarían a las de todos ellos.
Para que en la aldea no pudiesen ver el mal estado en que venía don Quijote, se esperó el labrador a que anocheciera. Cuando llegaron a la casa de don Quijote, estaban allí sus amigos: el cura Pedro Pérez y maese Nicolás, el barbero. El ama les decía que don Quijote hacía ya tres días que faltaba de casa y que no encontraba las piezas de la armadura; que la culpa de lo ocurrido la tenían los libros de caballerías que continuamente leía don Quijote, que le habían trastornado el juicio y, a gritos, decía, que los debían quemar todos. Del mismo parecer era la sobrina. El cura intervino para decir que al día siguiente limpiarían la biblioteca de don Quijote de estos libros.
El labrador y don Quijote oyeron lo que decían en su casa. Don Quijote dijo en voz alta que abrieran al marqués de Mantua y al moro Abindarráez, por lo que se dieron cuenta del estado en que se encontraba. Pidió que lo acostaran porque quería dormir. El cura se informó por el labrador de lo que había dicho don Quijote, pero no pudieron averiguar lo que a este le había pasado, pues decía que lo que tenía era el molimiento por haberse caído de Rocinante y el cansancio provocado por la lucha que había mantenido con diez atrevidos jayanes ( gigantes). Al día siguiente se presentó en su casa el cura, acompañado de maese Nicolás para poner orden en la librería.
Comentario
Las
identificaciones que realiza don Quijote constituyen el axioma más evidente de
su locura. Su enajenación le impone una verdad que él hace suya: su falsa
identidad es el producto de una conciencia confundida por la lectura de los
libros de caballerías. Sus palabras y el estado de regreso a su casa nos dejan
ver su aspecto esperpéntico y su alma fantasiosa y acrisolada por los
personajes que dice creer ser. Su verdad tiene tal grado de subjetividad que la
convierte en irracional. Tendido en el suelo, acude a su mente el Romance del
Marqués de Mantua: cuando el hijo de Carlomagno, Carloto, dejó herido al hijo
del Marqués , Valdovinos.
Cuando
pasó por el lugar el vecino suyo Pedro Alonso y lo reconoció, don Quijote dijo
ser el moro Abindarráez y, su vecino, don Rodrigo de Narváez; el labrador le
contestó: “yo no soy don Rodrigo Narváez…ni vuestra merced es Abindarráez, sino
el honrado hidalgo del señor Quijana”. Don Quijote le replicó: “Yo sé quien soy
y sé que puedo ser”. Esta frase ha dado lugar a diversas interpretaciones de
acuerdo con el punto de vista adoptado en la interpretación del libro:
a) Desde
una visión romántica, que ha dado lugar al quijotismo, don Quijote, al igual
que los grandes héroes, mantiene inalterable su fe, a pesar de los descalabros
que pueda sufrir: “Lo heroico en la vida de don Quijote no son sus victorias,
ya que no sufre más que derrotas, sino la fe en su misión, lo que equivale a la
fe en si mismo. Con la frase “Yo sé quien soy”, se nos dice que el elemento
sustantivo y diferenciador en la vida del héroe, es la fe”. (Avalle Arce).
b) En
esta misma línea de interpretación romántica, (el filósofo y catedrático de griego de la Universidad de Salamanca) Unamuno, en Vida de don Quijote y Sancho, sostiene que “Sólo el héroe puede
decir “!Yo sé quien soy!”, porque para él ser es querer ser; el héroe sabe
quién es, quién quiere ser…”.
c) Torrente
Ballester, (Académico de la Real Academia de la Lengua, catedrático de instituto y escritor) en Don Quijote como juego,
defiende la tesis de que “Alonso Quijano juega a ser don Quijote, y uno de los
medios técnicos es la representación. La frase “yo sé quien soy”, analizada en
el contexto en el que se da: en el diálogo con su vecino Pedro Alonso, cuando
éste pretende sacarlo de la ficción literaria y devolverlo a su condición de
Alonso Quijano, no quiere decir nada y quiere decirlo todo. Es una frase
ambigua…Alonso Quijano “socorre” a su personaje; el socorro consiste en
permitirle, o ayudarle a permanecer donde está; dentro del juego”.
Cuando llegaron a la aldea, el labrador, después de esperar a
que anocheciera, llamó a la puerta de don Quijote y dijo: “Abran vuestras
mercedes al señor Valdovinos y al señor marqués de Mantua, que viene malferido,
y al señor Abindarraez, que trae cautivo al valeroso Rodrigo Narváez, alcaide de Antequera.”. Como
observa el catedrático de la Universidad central de Venezuela ) , Ángel Rosemblat, en “La lengua
del Quijote “, se destaca en la
frase el uso arcaizante, que viene a remedar el habla caballeresca.
Con este capítulo se cierra la primera salida de don Quijote
que “ha modulado su melodía en tres momentos: primera salida ; segundo, venta;
tercero, retorno. (Casalduero)
). La salida ha durado dos días. Salió, de su casa, según nos dice el cap.
II, “una mañana, antes del día, que era
uno de los calurosos del mes de julio…” y salió de la venta temprano: “La del alba sería” (cap. IV. )Lo recogió un vecino suyo, Pedro
Alonso; volvió a su casa al anochecer: “Llegaron
al lugar, a la hora que anochecía, pero el labrador esperó a que fuese algo más
de noche”
Desde
una interpretación ajustada al propósito de Cervantes, los personajes caballerescos constituyen
para don Quijote el acicate de su vida. Esta viene ahormada por las lecturas de estos
libros. Don Quijote les va a dar vida a través de su propia vida. Esta es la
gran originalidad de Cervantes, como apunta el cervantista y catedrático de la Universidad de Edimburgo Edward C, Riley, en Teoría
de la novela en Cervantes. Don Quijote se va a transformar en los
personajes de los libros que ha leído, es decir, va a tratar de darle vida a la
literatura, viviéndola él mismo.
El catedrático de Literatura Española de la Universidad de Pisa Giuseppe di Stefano comenta este capítulo, partiendo de la misma tesis que había sostenido en capítulo anterior: la regresión a la adolescencia de don Quijote, que confía su alivio a una figura protectora: el labrador, vecino suyo, Pedro Alonso, a quien percibe don Quijote como el marqués de Mantua.
A don Quijote lo deja el mozo de los mercaderes toledanos, en el capítulo anterior, molido como cibera por los palos que le ha dado. Su vecino Pedro Alonso, con su actitud caritativa con don Quijote nos evoca el realismo ante tanto desconcierto que ha visto en el "delirante sueño" del señor "Quijana". De esta manera, "el socorro al maduro Quijana debe anular al infantil don Quijote"
don Quijote, según el profesor Giuseppe, "consulta el archivo de modelos con una finalidad esencial: identificar héroes inhabilitados físicamente que dependan de la autoridad auxiliadora y que personifiquen el tópico de "armas y amores", por eso se identifica don Quijote con el sobrino del marqués de Mantua, el joven Valdovinos; pero esta identidad con Valdovinos se rompe, don Quijote sale del romance, que ya los niños cantaban en la escuela, para decir "yo sé quién soy"; don Quijote "quiere superar con su hazañas y su figura cualquier modelo"; es decir, si don Quijote se identifica con modelos juveniles en un primer momento, rompe con ellos al final con el deseo de crear su propia historia.
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