Sancho iba muy contento por el afecto que le había mostrado
la duquesa y porque el ir a su castillo
le recordaba las otras casas que había visitado: la de don Diego y la de
Basilio, en las que comió cuanto le apeteció.
El duque se había adelantado y les
había ordenado a sus subordinados cómo tenían que tratar a don Quijote. Cuando
llegaron, dos doncellas le echaron por los hombros un manto escarlata. En los
corredores del patio aparecieron criados y doncellas que vitorearon y
derramaron pomos de aguas olorosas. Por primera vez don Quijote se sintió
tratado como un caballero andante.
Sancho, “se cosió con la duquesa” ( se pegó a la duquesa) y desamparó al rucio. Al darse cuenta, le dijo a una dueña (mujer madura al servicio de una casa noble) llamada doña
Rodríguez, que cuidara del animal. La dueña se sintió ofendida, contestándole
que tales trabajos no los hacían ellas. Sancho, confundiendo a la dueña con las dueñas del romance de Lanzarote, le respondió con el romance que había oído a don Quijote: “cuando de
Bretaña vino, / que damas curaban de él, / y dueñas del su rocino.”
A estos versos respondió la dueña
que si era juglar, los guardara para donde se los pagaran, pues de ella no
obtendría nada. Se establece una graciosa, pero violenta discusión entre los
dos. Intervino la duquesa y apaciguó a doña Rodríguez, llamándola "muy moza", pues Sacho la había tratado de vieja. El duque tranquilizó a
Sancho, diciéndole que “al rucio se le dará recado a pedir de boca”
( prov. según lo que se precise y quiera) .
Después de la intervención del
duque aparecieron seis doncellas que, llevándose aparte a don Quijote, le
quitaron la ropa y cuando iban a desnudarlo totalmente, éste lo impidió,
argumentando que en los caballeros andantes, la honestidad iba unida a la
valentía. Les dijo que les diesen la camisa a Sancho y, encerrándose con él en
una cuadra, se desnudó y se vistió. Aprovechó que estaba a solas con Sancho
para reprenderle por su comportamiento con la dueña, advirtiéndole don Quijote que “ en tanto más es tenido el señor cuanto
tiene más honrados y bien nacidos los criados, y que una de las ventajas
mayores que llevan los príncipes a los demás hombres es que se sirven de
criados tan buenos como ellos” (palabras referidas a la discusión que Sancho ha tenido con la dueña doña Rodríguez). A continuación le dice que se encuentran en
un lugar del que pueden conseguir buenos beneficios económicos; que se frene en
su forma de hablar, pues teme que por su forma de hablar los duques lo tomen por algún "echacuervos". Ante tal reprimenda prometió Sancho hablar con respeto.
Llagó la hora de comer y don
Quijote se vistió, colocándose su tahalí con la espada, el manto de escarlata y
una montera (gorra flexible de poco vuelo) de raso verde que le dieron las doncellas. Con mucha cortesía lo
acompañaron doce pajes al comedor, donde estaba dispuesta la mesa. Salieron a
recibirles los duques acompañados de un grave eclesiástico, excesivamente
severo y duro en la conversación. El duque le ofreció a don Quijote la cabecera
de la mesa; amablemente éste rehusó, pero ante la insistencia del anfitrión,
aceptó. Aprovechando la invitación del duque a don Quijote para que se sentara
en la cabecera de la mesa( lugar reservado para la persona de rango mayor) y el haberlo rehusado éste, hasta que tuvo que aceptarlo, Sancho, volvió a reincidir en sus faltas: " "tropieza en hablador y gracioso" contó un cuento de lo que sucedió en su pueblo" en el que se escenificaba una situación parecida: un hidalgo
convidó a un labrador a comer en su casa. Le ofreció sentarse en la cabecera de
la mesa, éste rehusaba hasta que el hidalgo, enfadado, lo sentó diciéndole:
“Sentaos, majagranzas (necio, latoso) que adondequiera que yo me asiente será vuestra
cabecera”.
Don Quijote se sintió
avergonzado por el cuento de Sancho, referido a la situación presente. La duquesa desvió la conversación y le preguntó por Dulcinea y por
los gigantes que había vencido. El eclesiástico, cuando oyó lo de
encantamientos, gigantes y malandrines, comprendió que el personaje era don
Quijote de la Mancha, cuya historia leía de ordinario el duque. Aprovechó el
momento para criticar con acritud y duras palabras, los disparates que don
Quijote cometía; lo llamó “don Tonto” y “alma de cántaro” (prov. ingenuo,
bonachón), diciéndole también que volviera a su casa y cuidara de su hacienda.
Don Quijote se puso en pie para
contestarle.
Comentario
El cervantista y catedrático Canavaggio, cuando comenta este capítulo lo hace focalizando los siguientes apartados: a) La recepción que se le hace a don Quijote es de por sí una burla; por primera vez don Quijote dice ser "de todo en todo" (completamente), " un caballero andante y no fantástico". Más adelante, por culpa de las desavenencias entre Sancho y la dueña, dice don Quijote que por culpa de Sancho teme pasar por un "echacuervos" o un "caballero de mohatra" (falso caballero) ; b) el profesor Carnavaggio, presta atención al arte de apodar que tienen los personajes: a raíz de la confusión de Sancho entre la dueña y las dueñas del romance Lanzarote y de la falta de Sancho a la dueña llamándola vieja, la duquesa, con ironía trata a la dueña como "muy moza"; además a Sancho lo trata la duquesa como un bufón; en esta misma línea de apodos. DQ trata a Sancho como "truhán moderno y majadero antiguo" ; por culpa de Sancho, que es muy hablador, DQ teme quedar como un falso caballero: "caballero de mohatra"; c) cuando Sancho cuenta el cuento de lo que ocurrió en su pueblo y DQ trata de conseguir que Sancho se calle, la duquesa lo anima a seguir "como si quisiera convertir al escudero em "bufón de corte". Este capítulo, después de la intervención del cura, lo ve Canavaggio como un capítulo escrito con "procedimientos efectistas"
Otra lecturas del capítulo:
A) Nos
volvemos a reencontrar con el tema de las casas en esta segunda parte de la
obra. Don Quijote y Sancho ya estuvieron en las de don Diego de Miranda, en (II,
16-18) y en la de Basilio, en (II, 21, 22), en las que Sancho comió bien y
estuvo acomodado. Estos recuerdos de tranquilidad y bienestar lo llevan a
pensar que también le irá bien en el castillo de la duquesa.
B) La
duda de don Quijote. Cuando éste llegó al castillo, las doncellas lo tratan con
toda amabilidad, lo vitorearon los criados, y derramaron a su paso pomos de
aguas olorosas. Tanto es así que “aquel fue el primer día que de todo en todo
creyó ser caballero andante verdadero y no fantástico”. Avalle Arce, a partir
de esta observación del narrador se pregunta por la fe del caballero.
Anteriormente, en (1, 16), cuando en la venta mantearon a Sancho, don Quijote
le dijo que lo hubiera vengado, “si las leyes de la caballería no lo
impidieran”; en (2, 6 ), cuando don Quijote le explica a su sobrina las
diferencias entre los caballeros cortesanos y los andantes, le dice que los
verdaderos caballeros andantes son los que como él están sometidos “al sol, al
frío, al aire, a las inclemencias del tiempo”. Pe lo tanto, hasta aquí
aparentemente don Quijote es el apóstol de la fe; sin embargo ahora nos damos
cuenta de que interiormente también sentía la duda, puesto que “aquel fue el
primer día que de todo en todo creyó ser caballero andante verdadero y no
fantástico”.
C) Nuevamente
el Romancero. Fue el catedrático y maestro de los filólogos Menéndez Pidal el primero que demostró la importancia del
Romancero en el libro; el catedrático y maestro de profesores Lázaro Carreter demostró también que “ Cuando la gran
pareja de caballero y escudero ha quedado ya constituida, la novela halla
camino definitivo hacia su destino inmortal. Pero lo hace transitando por el
mundo del lenguaje y de la Literatura”. Esta es la razón por la que encontramos
tantas referencias al Romancero. En este caso es Sancho, contagiado ya, porque
así le interesa, de la Literatura romanceresca de don Quijote, el que argumenta a
partir del romance caballeresco de Lanzarote.
D) El
tema erótico. Está insinuado, con claro propósito de burla, cuando
a don Quijote lo pretenden desnudar para cambiarle la ropa, las doncellas de la
casa del duque.
E) El
Eclesiástico. El comportamiento del personaje. Los críticos del libro se han
despachado a gusto con él. El escritor y catedrático de Lengua y Literatura Española, Torrente Ballester, en El Quijote como juego y otros trabajos críticos, nos dice que “El
capellán, que es uno de los personajes más imbéciles de la Literatura
universal, pretende, pura y simplemente, desnudar a don Quijote y dejarlo
reducido a Alonso Quijano. Pretende acabar allí mismo con la ficción. Es el
tropiezo más grave de don Quijote en toda su carrera. Más peligroso que el
león, porque éste hubiera podido devorar al caballero, pero en tal caso, Alonso
Quijano hubiera muerto como don Quijote, devorado pero no vencido. Pero la
intención del capellán es más radical, metafísicamente, y más cruel,
humanamente, es nihilista”.
Si juzgamos la novela desde la filosofía
realista, hemos de decir que el capellán le dice a don Quijote la verdad; pero
hemos de tener cuidado en la forma de decirla. Cuando veamos más adelante la
respuesta de don Quijote nos daremos cuenta de que su dignidad y mesura al
hablar, “hacen del loco cuerdo y del cuerdo loco” (Alexander A. Parker).
El Eclesiástico contribuye a
llenar el friso que Cervantes nos da de la sociedad de su época.
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