miércoles, 18 de enero de 2012

SEGUNDA PARTE. CAPÍTULO XLI. LA AVENTURA DE CLAVILEÑO







Don Quijote estaba impaciente esperando la llegada de Clavileño cuando aparecieron cuatro salvajes, vestidos de verde yedra, llevando a lomos un gran caballo de madera. Lo pusieron en el suelo y se marcharon, pero antes de irse les dijeron que los dos tenían que volar encima de él y realizar el viaje con los ojos tapados. Sancho se negó a subir, argumentado que no era brujo para volar por los aires;  Cendaya quedaba muy lejos, podía tardar mucho en volver y perdería la ínsula, pues “en la tardanza va el peligro” (La demora en la ejecución de una acción puede hacerla fracasar) y, “cuando te dieren la vaquilla acudas con la soguilla” (hay que aprovechar las ocasiones cuando se presentan); por lo tanto quería seguir el refrán que dice “bien se está San Pedro en Roma” ( es mejor dejar las cosas como están).

El duque, para convencerlo comentó que “no hay ningún género de oficio de estos de mayor cuantía que no se granjee con alguna suerte de cohecho” (no hay ningún cargo importante que no se obtenga mediante alguna clase de pago), por lo tanto, debería volar acompañando a don Quijote si quería conseguir la ínsula; le garantizó que ésta sería suya y que los insulanos siempre lo esperarían. Después de pedirle ayuda a Dios, Sancho accedió a montar sobre Calvileño. Don Quijote comentó que “Desde la memorable aventura de los batanes (…) nunca he visto a Sancho con tanto temor como ahora” (I. 20). Le pidió que se diera unos quinientos azotes a cuenta de los tres mil que se tenía que dar, pues el “comenzar las cosas es tenerlas medio acabadas”.  Sancho le contestó que no era la ocasión, siguiendo el refrán “!En priesa me ves, y doncellez me demandas!” ( no hay que fijarse en cosas sin importancia cuando hay cosas mayores). Le prometió que a la vuelta se los daría, pues no era el momento de castigarse las posaderas.

Se subieron sobre Clavileño y les vendaron los ojos; Sancho se sentó “a mujeriegas”( con las dos piernas a un lado, como las mujeres) para no sentir tanto la dureza de las tablas; lleno de miedo, se descubrió y, con lágrimas en los ojos, le pidió a los presentes que rezaran por ellos. Le reprendió don Quijote por no confiar en él. Este apretó la clavija y, los presentes, a vivas voces, les desearon buen viaje. Con gran sosiego ascendía Clavileño. Sancho, agarrado fuertemente a don Quijote, sospechaba que no se elevaban porque se oían muy bien las voces de los que allí estaban. Se lo comentó a don Quijote y éste le contestó que en un vuelo tan extraordinario como éste todo podía ocurrir; la cosa iba bien y el viento lo llevaban de popa.

Lo del viento por detrás, como decía don Quijote, ocurría porque los criados del duque con fuelles lo provocaban. Después lo sintieron por delante porque les quemaron unas estopas en sus mismas narices. Mientras, don Quijote y Sancho comentaban los lugares por donde pasaban. Este último decía que se estaban acercando a la región del fuego, porque se le chamuscaban las barbas

Los duques se reían del diálogo que los dos valientes mantenían. Para rematar la aventura, los criados le pegaron fuego a Clavileño por la cola. Explosionaron los cohetes que en vientre llevaba. Voló por los aires y ellos cayeron al suelo medio chamuscados. Cuando se levantaron, se sorprendieron de verse en el mismo jardín del que habían salido, la gente, excepto las dueñas que habían desaparecido, estaba tendida por tierra. En el extremo, colgado de unos lazos había un pergamino en el que se decía que don Quijote había muerto al intentar acabar la aventura de la condesa Trifaldi, pero que a ésta y las demás dueñas les habían desaparecido las barbas.

Don Quijote fue a despertar a los duques; Sancho a comprobar cómo estaban las dueñas; le dijeron que rapadas y “sin cañones”.

La duquesa le preguntó a Sancho que cómo le había ido. Le contestó que se descubrió un poco y,  desde arriba,  vio la tierra como un grano de mostaza y a los hombres como avellanas;  que vio también “las siete cabrillas”, que se bajó de Clavileño y jugó con ellas. Después de haber comentado don Quijote, a una pregunta del duque, sus impresiones, argumentó que lo que Sancho había dicho era imposible que ocurriera, por lo tanto, mentía o soñaba. Respondió Sancho que ni mentía ni soñaba, y dijo cuáles eran los colores de las cabrillas. Le preguntó el duque que si vio algún cabrón, a lo que contestó que “ninguno pasaba de los cuernos de la luna”. (Poner a alguien sobre los cuernos de la luna significa alabar, ensalzar; la expresión parece querer decir que "ningún cabrón puede aspirar a la perfección, es decir a estar por encima de los cuernos de la luna)

Don Quijote le respondió que si quería que le creyera sobre lo que decía que había visto en el cielo, debería creerle a él sobre lo que dijo haber visto en la cueva de Montesinos(II, 22-23)



Comentario



Varias lecturas podemos realizar de este capítulo:

a)      La que interpreta el concepto de verdad en la obra, desde el punto de vista del realismo filosófico, como lo hace el catedrático  A. Parker. “Cada cosa y cada persona tienen su identidad inalterable, pero la mente humana tiene que interpretarla. Los sentidos no engañan, pero los hombres sí. Y puesto que el hombre es un ser social, el conocimiento de la verdad no sólo depende de cómo interprete la realidad, sino que depende también del testimonio de los demás hombres. Y cuando éste falla surge la confusión y la perplejidad”. Nos movemos por intereses. Estos nos condicionan en nuestra búsqueda de la verdad. “La verdad se oscurece por el engaño, la malicia y los intereses de las personas” (I, 14).

De acuerdo con lo anterior, Sancho se ha subido en Clavileño con don Quijote porque el duque lo convenció al decirle que ese era el pago que tenía que hacer si quería ser gobernador. El cohecho era una práctica corriente en el XVII. El deseo de obtener provecho, utilidad y ganancia,  parece decir Cervantes, va ligado con la naturaleza humana. Sancho no se sube porque se compadezca de las dueñas; lo hace porque es la condición que le impone el duque para gobernar y con ello lucrarse como él creía.

En parecidos términos analiza los comportamientos de Sancho y don Quijote, el profesor  Avalle Arce, en Don Quijote como forma de vida: “…cuando Sancho inventa sus escandalosas paparruchas acerca de lo que pretendía haber visto en el cielo durante el supuesto vuelo, Don Quijote inquieto por el tamaño descomunal que adquieren las graciosas mentiras de Sancho, le dice al oído . “Sancho, pues vos queréis que se os crea lo que habéis visto en el cielo, yo quiero que vos me creáis a mí lo que vi en la cueva de Montesinos”. Don Quijote, como dice Avalle Arce, se ha prestado a “ajustar la verdad a un innoble cambalache”.  

b)   Joaquín Casalduero realiza el análisis de este capítulo comparándolo con el de la aventura de los batanes en (I, 20).  Demuestra que así como en los batanes vive la aventura en una dimensión puramente personal que le hiciese ser merecedor del aprecio de Dulcinea, en esta de Clavileño vive la aventura desde una dimensión social. Don Quijote, considera Casalduero, vive la aventura con la seriedad que le caracteriza y en esta línea, cuando le pide a Sancho que crea en lo que dijo que vio en la cueva de Montesinos, era para que asumiera la verdad del mundo “poético-histórico-moral “ que decía haber visto. Sancho, por el contrario, la vive desde la mentira y el engaño.

c)       Con el título de La tierra y los cielos en el Quijote, estudia la cosmografía el catedrático de Física de la Tierra de la Universidad de Castilla la Mancha  Francisco J. Tapiador, en La ciencia y el Quijote. La astronomía de la época era la de Ptolomeo. En su sistema de la descripción del cosmos, la tierra, el mar y el aire forman tres regiones fundamentales, más allá está la región del fuego, a partir de la cual empiezan los cielos. Sancho nos cuenta que cuando iba por los cielos y vio las siete cabrillas se apeó de Clavileño, “y me entretuve con las cabrillas, que son como unos alhelíes y como unas flores…” Sancho se refiere a las Pléyades, cúmulo abierto de estrellas de la constelación de Tauro. “Sancho describe a las siete estrellas como alhelíes y como flores…la diferencia entre unas estrellas y otras podría deberse a que Cervantes tuvo noticia de lo que se veía a través del telescopio, lo cual es especulación, pero posible: uno de los más afamados constructores de catalejos de finales del XVI era la casa de  los hermanos Roget en Barcelona”.

d)      Por último, hay que tener en cuenta el humor verbal de Sancho, con claras connotaciones sociales.  No podemos olvidar que estamos en una aventura de celestinas. La relación cabrón-cuernos-cornudos, está presente en la pregunta del duque a Sancho

-Decidme, Sancho (…) vistes allá entre esas cabras algún cabrón?

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