jueves, 12 de enero de 2012

SEGUNDA PARTE. CAPÍTULO XL. TRIFALDI Y LAS OTRAS DUEÑAS




Se inicia el capítulo haciendo una alabanza a Cide Hamete por haber contado con gran maestría la historia de don Quijote, Sancho y Dulcinea. Su sutileza ha sido tanta que “Pinta los pensamientos, descubre las imaginaciones, responde a las tácitas ( a las que no se dicen), aclara las dudas, resuelve los argumentos; finalmente los átomos del más curiosos deseo manifiesta”.

 Sancho, que vio desmayada a la Dolorida, maldijo a Malambruno por haberles causado a las dueñas el castigo de las barbas, siendo personas humildes sin recursos para quitárselas. Lo último fue subrayado por una de las barbadas; ésta añadió que en Candaya había mujeres que iban por las casas realizando estos oficios, pero las que servían en el palacio de los duques no querían que éstas las atendiesen porque no eran de confianza. Lo expresa con un juego de palabras: “las dueñas de mi señora por jamás quisimos admitirlas, porque las más oliscan a terceras, habiendo dejado de ser primas”. Intervino don Quijote para decir que les ayudaría en todo, aunque tuviera que ir al reino de los moros a “pelarse” las suyas (entre los árabes raparse las barbas era infamante). En este momento se repuso del desmayo la Dolorida y le tomó la palabra a don Quijote. Le comunicó que como el reino de Cendaya quedaba a cinco mil leguas, tendrían que viajar Sancho y él a lomos de un caballo de madera, llamado “Clavileño el Alígero”, porque se manejaba con una clavija que llevaba en la frente; volaba muy ligero y “ni come, ni duerme, ni gasta herradura”; lo construyó el mago Merlín y lo enviaba Malambruno para que don Quijote fuera a enfrentársele.

Cuando Sancho oyó que se tenía que subir en el caballo volador, le replicó que eso era “pedir peras al olmo”(Pretender algo imposible),pues en absoluto pensaba acompañar a su amo en tan largo viaje por quitarles las barbas a las dueñas; se sacrificaría por “niñas de la doctrina” (huérfanas del asilo), pero en absoluto por las dueñas barbadas. Continúa diciendo Sancho que no subirá en el caballo, que quiere quedarse en compañía de la duquesa y que cuando regrese don Quijote verá mejorada a Dulcinea, pues piensa azotarse de tal manera que sobre las cicatrices de los azotes no le crecerá más el pelo

Doña Rodríguez añadió que ellas, con sus virtudes y defectos eran como todas personas: “también nos parió nuestras madres como a las otras mujeres; y pues Dios nos echó al mundo, Él sabe para qué, y a su misericordia me atengo”.

La Dolorida exaltó de tal manera  el desconsuelo de las dueñas- despreciadas por todos-, que consiguió que los oyentes lloraran, incluido Sancho; imploró a Malambruno  para que enviase a Clavileño y Sancho decidió acompañar a don Quijote a donde fuere preciso para librarlas de las barbas que las atormentaban.



Comentario



Ciertos aspectos relevantes del contexto histórico son significativos para explicar el cuento de La Dolorida. El Concilio de Trento, terminado en 1563, dictó unas normas de obligado cumplimento para la Iglesia Católica, que en España, se impusieron eficazmente por obra de la Inquisición. La moral de los católicos se debía ajustar a los aspectos del Catecismo del Concilio. En lo que se refiere al matrimonio, les decía el Concilio a los párrocos, cómo se debe explicar la castidad conyugal: “Debiendo ser el principal cuidado de los Pastores que la vida del pueblo cristiano sea santa y perfecta, habían de querer en gran manera lo que escribía el Apóstol a los Corintios, que deseaba él por estas palabras Quiero que todos vosotros estéis como yo mismo. Esto es, que todos siguiesen la virtud de la continencia”.  La felicidad se consigue “serenando y reprimiendo todo el bullicio de la carne”. (Catecismo de Trento)

Lo anterior era la doctrina que los párrocos estaban obligados a explicar. Parece completamente lógico que el arte de la época tenía que ser coherente con los dictámenes de la Iglesia. De aquí se infiere el castigo que, por causa de la lascivia cae en los jóvenes, transformándolos en una jimia de mármol a ella y en un cocodrilo de mármol a él.

El punto de vista anterior lo utiliza el catedrático de la Universidad de Nueva York Joaquín Casalduero para explicar este y otros capítulos.

En lo que se refiere a aspectos de la sociedad de la época, hay que destacar los dos tipos de dueñas o celestinas que hay en el capítulo: a) “La Trifaldi, servidora de reyes, es de un nivel superior, representa el arte sensual y lascivo, el arte anterior a Trento, que, en lugar de elevar el alma, la rebaja y envilece..”; b) Las celestinas de bajo nivel: “hay en Candaya mujeres que andan de casa en casa a quitar el vello y a pulir las cejas y a hacer otros mejunjes tocantes a mujeres”.

Las dos anteriores, según Casalduero, simbolizan dos maneras del arte: el superior, representado por la Dolorida y el inferior, por las celestinas de la calle. Trento resaltó el respeto a la persona; la misericordia que se debe tener con los demás. Está representada en las palabras de la dueña doña Rodríguez: “Dios sabe la verdad de todo…también nos parió nuestras madres como a las otras mujeres; y pues Dios nos echó en el mundo, Él sabe para qué, y a su misericordia me atengo”.

Otro análisis de este capítulo se puede realizar mirándolo desde los aspectos cómicos con que se expresan los personajes. Cuando Sancho maldice a Malambruno porque ha castigado con las barbas a humildes dueñas que carecen de dinero para arreglarse, contesta una de las barbadas que no se quieren poner en manos de las “mujeres que andan de casa en casa a quitar el vello”, porque “nosotras las dueñas de mi señora por jamás quisimos admitirlas, porque las más oliscan a terceras, habiendo dejado de ser primas”. El catedrático de la Universidad de Barcelona Martín de Riquer, explica el juego de palabras entre terceras y primas: “han dejado de ser la persona primera (primas) en unos amores y han pasado a ser la tercera” .

También es de destacar el énfasis con que se expresa don Quijote para decirles a las barbudas lo que es capaz de hacer por ellas: “Yo me pelaría las mías …en tierra de moros” , es decir, iría allí a tirarme de los pelos. Ya el comentarista Diego Clemencín  destacó que “muchos moros se dejan crecer las barbas, y dan por razón que rapar la barba es de ganapanes y bellacos”. 
 
El especialista en Cervantes, profesor Heinz Peter Endress destaca los siguientes aspectos en el comentario de este capítulo: a )  La precisión narrativa de Cide Hamete en el principio explica una ambivalencia de Cervantes: 1. Cómo debe ser el arte narrativo; 2.una parodia sobre el exceso de detalles de las novelas de caballerías; b) La importancia que cobra Sancho por su diálogo con la Dolorida; c) el elemento cómico y carnavalesco de una pelea del héroe por las barbas de las dueñas, hecho que contribuye a degradar a don Quijote



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