Iba don Quijote triste por haber
sido vencido y alegre porque la virtud de Sancho había resucitado a Altisidora.
Sancho se sentía decepcionado porque ni había recibido las camisas prometidas
por la doncella, ni había cobrado honorarios como los médicos; por esta razón se
prometió “que si me traen a las manos otro algún enfermo, antes que le cure me han de untar las mías (me han de pagar), que el abad de donde canta
yanta (que cada uno vive de lo que trabaja), y no quiero creer que me haya
dado el cielo la virtud que tengo para que yo la comunique con otros de bóbilis,
bóbilis (gratuitamente, de balde).
Don Quijote se hizo eco de las
palabras de Sancho y le contestó que se azotase por Dulcinea y cobrase del
dinero que llevaba. A Sancho se le abrieron las orejas un palmo, dijo que
cobraba por el amor que sentía por sus hijos y su mujer. Sacó la cuenta con todo
detalle: cobrando por azote un cuartillo (un cuarto de real), sacaría un total de ochocientos
veinticinco reales. Terminó diciendo que entraría en su casa rico y contento,
pero azotado porque no se toman truchas…(el
refrán termina …a bragas enjutas,
suprimida esta última parte por ser muy conocido, indica que el que quiere
truchas tiene que mojarse).
Don Quijote, emocionado, le dio
su aprobación, Sancho le contestó diciendo que al buen pagador no le duelen prendas (Explica que el que quisiere cumplir con lo que debe no le importa dar alguna garantía), que empezaría esa misma noche. Después de
cenar, una vez que Sancho hizo un látigo con el cabestro y la jáquima del
rucio, se retiró de su amo y se metió entre unas hayas. Le dijo don Quijote que
se diera los azotes que correspondían y, para que no perdiera “por carta de más ni de menos”,( que se
diera el número exacto), él los contaría.
Sancho empezó azotándose, pero a
los seis o siete azotes cambio de parecer y comenzó a azotar los árboles
cercanos con unos suspiros tan grandes que parecía que se le arrancaba el alma.
Don Quijote, temeroso por su salud, consideró que “se le debía de dar tiempo al
tiempo, que no se ganó Zamora en una
hora” y dado que le había contado más de mil azotes, decía que “el asno, hablando en grosero, sufre la
carga, más no la sobrecarga” (la paciencia tiene sus límites). Sancho, el
socarrón, le replicó que se daría otros mil más, para que no se pudiera decir
de él: “a dineros pagados, brazos
quebrados” (cuando ya se ha cobrado no se cumple lo acordado).
A la mañana siguiente reanudaron
su camino. Llegaron a un mesón, que don Quijote reconoció como tal, pues desde
que fue vencido discurría con mejor juicio. De las paredes de la habitación en la que se alojaron colgaban unos tapices con temas clásicos, muy mal pintados, alusivos al rapto de Elena(DParis(segundo hijo del rey de Troya) fue acogido por Menelao y le raptó (se llevó ) a su mujer, Elena) en su casa y, a la separación de Dido y de Eneas (Tras huir de Troya, Eneas naufraga en Cartago; Eneas, príncipe de Troya, se enamora de la reina de Cartago Dido; las brujas conspiran contra este amor; Eneas se marcha y Dido se deja morir tras la salida de Eneas). Don Quijote comentó que si tanto Elena como Dido hubieran nacido en esta época, él las hubiera socorrido, matando Paris.
Dice Sancho que no pasaría mucho
tiempo en que se vieran las historias de sus hazañas en las ventas, mesones y
tiendas de barbero, pero mejor pintadas que aquellas. Don Quijote le dio la
razón, añadiendo que el pintor sería como Orbaneja, pintor de Úbeda, que cuando le
preguntaban qué pintaba, respondía: “Lo que saliere”. Esta forma de trabajar es
la que cree don Quijote que tiene el “pintor o escritor” del falso
Quijote que pintó o escribió lo que saliere; compara también a Avellaneda con el poeta Mauleón, que cuando le preguntaban qué quería decir "Deum de Deo"( Dios de Dios) , él contestaba "Dé donde diere". A continuación le preguntó a
Sancho que cuándo finalizaría con la tanda de azotes que le faltaban, a lo que
éste contestó con una serie de refranes, aludiendo a que cuanto antes se
acabaran, mejor: “en la tardanza está el
peligro,(la demora en la ejecución de una acción puede hacerla fracasar) y a Dios rogando y con el mazo dando (hay
que trabajar para conseguir lo que se desea)y más vale un toma que dos te daré, (no hay que dejar lo seguro por
cosas mejores, pero dudosas), y el
pájaro en la mano que el buitre volando”. Una vez más, le rectificó don
Quijote su forma de expresarse, diciéndole: “habla a lo llano, a lo liso, a lo
no intrincado, (…), y verás como te vale
un pan por ciento” (sacarás mucho provecho). Sancho prometió enmendarse.
Comentario
Empieza el capítulo señalando las
dos actitudes antitéticas en las que se movía don Quijote: la tristeza, por
haber sido vencido y obligado a renunciar a su labor de caballero andante, y la
alegría porque había descubierto que el poder de Sancho para curar maleficios,
aseguraba el desencanto de Dulcinea. Sancho, coherente con su personalidad y su
cultura, se lamentaba de no haber cobrado nada; por lo tanto, se dijo que si
los médicos “que con matar al enfermo que curan, quieren ser pagados de su
trabajo, que no es otro sino firmar unas cedulillas de algunas medicinas, (…) a
mi, que la salud ajena me cuesta gotas de sangre, pellizcos, alfilerazos y
azotes, no me dan un ardite”. De lo anterior se infiere que no está dispuesto a
servir a nadie si no cobra. Esto da lugar a una relación diferente a la que
antes había entre Caballero y Escudero. En la primera parte del libro, Sancho
vive pendiente de la ínsula y de las quimeras de don Quijote; en esta, es don
Quijote quien vive pendiente de la voluntad de Sancho.
Al darse cuenta del razonamiento
de Sancho, basado en el refrán: “no se toman truchas a bragas enjutas”, decide
que tiene que pagarle quien requiera su poder. Sancho se ha dado cuenta de que ya no tiene
que buscar la ínsula, la lleva con él; sólo tiene que explotarla, por eso
“abrió Sancho los ojos y las orejas de un palmo”, cuando don Quijote le dijo
que le pagaría al contado, vio que el gran negocio estaba hecho. También se da
cuenta de que fácilmente puede engañar a don Quijote y empieza a azotar los
árboles, en vez de azotarse él.
Tanto Sancho como don Quijote
vuelven a resaltar sus dos rasgos diferenciadores: la generosidad y liberalidad
en uno, frente al realismo egoista en el otro. Son dos mundos que, como dice el profesor Joaquín Casalduero,
coexisten, queriendo el segundo imponer sus leyes al primero. Una vez más,
vemos dos fenómenos intemporales anclados en la naturaleza humana.
Don Quijote y Sancho han llegado
al mesón en el que se hallan unos tapices sobre temas antiguos, muy mal
pintados. Tanto Sancho como don Quijote se ven ya como héroes de su época,
puestas sus hazañas en las ventas, mesones y tiendas de barbero. La calidad del
arte de la pintura le sirve a don Quijote para reflexionar sobre el arte
verdadero, frente al falso. El primero, tiene sentido y sabe lo que quiere decir;
el falso se parece al del pintor Orbaneja,” que cuando le preguntaban qué
pintaba, respondía: “Lo que saliere”; y si por ventura pintaba un gallo,
escribía debajo: “Este es gallo”. De esta manera me parece a mí, Sancho, que
debe ser el pintor o escritor, que todo es uno, que sacó a la luz la historia
de este nuevo don Quijote: que pintó o escribió lo que saliere”. “El nombre
Orbaneja, desde entonces se convirtió en proverbial para designar a cualquier
pintamonas”. Avalle Arce.
El catedrático de la Universidad de Massachussets, Harry Sleber, afamado cervantista, cuando comenta este capítulo, pone el foco de su atención en la estancia de nuestros protagonistas en la "sala baja" del mesón en la que pasan la noche; colgadas en la pared del mesón hay unas "sargas"o tapices en los que están pintados las historias del rapto de Elena por Paris y el de "Dido y Eneas". Don Quijote ya fue identificado por Altisidora como el nuevo fugitivo Eneas (2. 44) Este personaje, como sabemos por la mitología, abandonó a Dido, a consecuencia de ello, ella murió. Así dijo sentirse Altisidora. Don Quijote le reprocha que él no es Eneas, sino el más grande caballero, al servicio de su enamorada Dulcinea. Las pinturas del mesón le permiten a don Quijote criticar al falso Quijote de Avellaneda, que anteriormente situó en el infierno. Compara a Avellaneda con el pintor Orbaneja y con el poeta Mauleón , que uno pintaba lo que saliere y otro decía que dé donde diere.
El catedrático de Historia del Arte de la Universidad Complutense, Francisco Calvo Serraller, en un artículo periodístico: Las mil caras de Don Quijote, después de
repasar las pinturas más significativas que sobre el libro se han realizado,
concluye diciendo que gracias a que la pintura se desliteraturizó en el XX, paradójicamente
se agudizó la inspiración plástica; con esto “se provoca un mayor desafío
creador. En este sentido, los artistas contemporáneos han llevado a cabo
versiones más personales…todos ellos rinden un tardío homenaje al vituperado
Orbaneja, porque lo que a ellos les salen son originalidades en paralelo,
parezca gallo o lo que fuere”
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