El caballero que recibió a don
Quijote se llamaba don Antonio Moreno: "un caballero rico y discreto y amigo de holgarse a lo honesto y afable". Quería que la gente conociera sus
locuras, pero estaba preocupado por si ocurría algo, porque “no son burlas las que duelen, ni hay
pasatiempos que valgan, si son con daños de terceros”, por lo tanto, lo
primero que hizo fue hacer desarmar a don Quijote y sacarlo a un balcón para
que la gente lo viese.
Se sentaron a comer ese día don
Antonio, varios de sus amigos, don Quijote y Sancho; don Antonio, en alusión al
falso Quijote, le dijo a Sancho que por allí se decía que “era tan amigo de
manjar blanco (dulce de pechuga y de gallina, leche y azúcar) y de albondiguillas, que si sobran las guardáis en el seno para
el otro día” (que era comilón y sucio; Antonio Moreno se refiere al episodio que Avellaneda cuenta en el capítulo 12 del Quijote Apócrifo)). Él respondió que no era verdad, pues era más limpio que goloso; lo que
si era cierto es que actuaba de acuerdo con el refrán: si te dan la vaquilla, corre con la soguilla (no dejo pasar una
buena oportunidad). Don Quijote elogió la limpieza de Sancho cuando comía y
añadió que sus formas de comer mejoraron desde que fue gobernador. Desconocía
don Antonio lo del gobierno de Sancho y éste contestó: “Diez días la goberné
(Barataria) a pedir de boca; en ellos perdí el sosiego y aprendí a despreciar
todos los gobiernos del mundo”.
Terminada la comida don Antonio
llevó a don Quijote a una sala en la que había una mesa con pies de jaspe, que
tenía en el centro un cabeza de bronce que, según don Antonio, respondía a las
preguntas que le hacían. Lo podría comprobar al día siguiente, sábado, para
interrogarla porque los viernes estaba muda.
Aquella tarde sacaron a pasear a
don Quijote, no armado, vestido con un balandrán de paño leonado, que haría sudar al mismo hielo, y subido en un
mulo, lo pasearon por las calles de Barcelona. Le habían cosido al balandrán (vestimenta larga y ancha parecida al gabán), por la
espalda un pergamino en el que se leía: “Éste es don Quijote de la Mancha”. Don
Quijote se admiraba de que todos lo conocieran. Se lo dijo a don Antonio y éste
contestó que “la virtud no puede dejar
de ser conocida, y la que se alcanza por la profesión de las armas
resplandece y campea sobre todas las cosas”.
Un castellano que ya lo conocía
le dijo que iba contagiando locura por donde pasaba, que se marchara a su casa
y se preocupara de su hacienda, de su mujer y de sus hijos. Don Antonio le
contestó: “no deis consejos a quien no
os lo pide” y “la virtud se ha de
honrar donde quiera que se hallare”. El castellano, desanimado, respondió
que aconsejar a don Quijote era “dar
coces contra el aguijón” (vara con la que se arrea a las bestias, es decir, obstinarse
en luchar contra aquello que no puede ser vencido. Lo único que conseguiremos
es perjudicarnos ). Siguieron paseando y la gente se apiñó tanto para verle que
don Antonio tuvo que quitarle el pergamino.
Aquella noche llevaron a don
Quijote a un sarao ( la fiesta, el baile) que había organizado la esposa de don Antonio en su casa.
Entre las asistentas había algunas picaronas y burlonas que con atrevidos
requiebros sacaron a bailar a don Quijote; viéndose totalmente acosado, alzó la
voz y dijo: ¡Fugite, partes adversae!
(¡Huid, enemigos!, fórmula del exorcista para ahuyentar al demonio). Les pidió que
lo dejaran tranquilo, pues su corazón era de Dulcinea y, extenuado, se sentó, desgarbado y torpe en
el centro de la sala. Sancho lo llevó a su aposento y lo acostó.
Al día siguiente, don Antonio,
con algunos amigos, y con don Quijote y Sancho les estuvieron haciendo
preguntas adivinatorias a la cabeza encantada. Todas las contestó con gran
ingenio y sorpresa de los presentes. Una
de las mujeres le preguntó que si su marido la quería bien o mal. La cabeza le
respondió que mirara las obras que le hacía. La mujer añadió que la respuesta
era obvia, pues “las obras que se hacen
declaran la voluntad que tiene el que las hace”. Otra mujer le preguntó que qué tenía que hacer
para ser muy hermosa. La cabeza le contestó: “Sé muy honesta”. Don Quijote y Sancho le preguntaron sobre la Cueva de Montesinos, el desencanto de Dulcinea y el gobierno de la ínsula, pero las respuestas les dejó insatisfechos, especialmente a Sancho.
Cide Hamete dijo que la fama de la cabeza encantada se había extendido por Barcelona; don
Antonio, para desterrar misterios y sorpresas, y seguir los dictados de “los
oídos de las despiertas centinelas de nuestra fe” (de la Inquisición), que le habían ordenado que dijese dónde estaba el secreto y así evitar que el vulgo ignorante se escandalizase; tanto la cabeza
como el pie de la mesa eran huecos. A través de ese hueco, y desde la cabeza a
otra habitación inferior, había un cañón de hoja de lata, por el que hablaba y escuchaba un sobrino de
don Antonio, estudiante agudo y discreto.
Al día siguiente salió don
Quijote a pasear por la ciudad acompañado de Sancho. Vio una imprenta y entró.
Entabló conversación con el autor de la traducción de le bagatele; don Quijote le preguntó por el significado en castellano y el autor dijo que los juguetes. don Quijote le hizo burlescos elogios
de sus trabajos. Comparó las traducciones con tapices mirados al revés, por lo mal que estaban hechas. Entre los
libros que había en la imprenta se encontraba uno titulado Segunda parte del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, compuesta
por un tal, vecino de Tordesillas ( Aunque con pie de imprenta y documentación de Tarragona, el Quijote apócrifo debió de confeccionarse, materialmente en Tarragona, en los talleres de Sebastián de Cormellas,( F.Rico. )) Le lanzó improperios y dijo que su San Martín se le llegará como a cada
puerco (ya le llegará la hora de su
castigo, en alusión al refrán “A cada puerco le llega su San Martín, por la
matanza del cerdo, que se produce en el mes de noviembre). Dicho esto, con
muestras de despecho, salió de la imprenta. Aquel mismo día, acompañado de don
Antonio, fue a ver las galeras que estaban en la playa.
El capítulo tiene, entre otras,
las siguientes lecturas:
1. La que realiza el profesor Martín de Riquer sobre este capítulo; focaliza su atención en el episodio de la cabeza encantada. En este episodio, que no es esencial para el propósito de la novela: "realizar una sátira de la literatura caballeresca", sin embargo conviene centrarse en ciertas ideas que apunta Cervantes para entender situaciones que se daban en la España de la época: una descripción de cómo se comportaba la Inquisición con todo lo que tenía que ver con la adivinación: ésta estaba prohibida por las consecuencias que podía tener sobre las gentes. Por esta razón se apresura Cervantes a revelar el truco de la adivinación, dado que la adivinación se había extendido por Barcelona. La adivinación se consideraba un pecado grave, sólo era un pecado venial si "explícitamente se consideraba un juego inocente". Por eso Cervantes empieza el capítulo diciendo que don Antonio Moreno era "amigo de holgarse a lo honesto y afable".
Otro de los aspectos que señala Martín de Riquer es la visita de don Quijote a la imprenta y encuentra que están corrigiendo la segunda parte del Quijote de Avellaneda. Cervantes le lanza una dura crítica y "nos muestra su genialidad al hacer que convivan el autor apócrifo y su mundo con la continuación del Quijote cervantino; de esta manera podía criticarlo, mejor.
2. Desde
el ámbito del realismo filosófico, según la interpretación de Alexander Parker
en “El concepto de verdad en el Quijote”,
nos preguntamos por qué don Quijote es tratado de esta manera por don Antonio,
sus amigos y las damas. La respuesta parece clara: para divertirse. Se burlan
de don Quijote porque les interesa pasar un rato placentero a costa de las
simplezas y locuras del Caballero. Esta es la verdad que se impone en la
novela. Las personas obran movidas por sus intereses. A deformar la verdad contribuyen
las opiniones y las estrategias de las personas. La cabeza de bronce puede engañar a
las personas sensatas e inteligentes: “había sido fabricada por uno de los
mayores encantadores y hechiceros que ha tenido el mundo”. A don Quijote lo viste y lo saca al balcón don
Antonio, “a vista de la gente y lo muchachos, que como a mona lo miraban”, para
que todos se rieran. Los personajes del
capítulo, a excepción del castellano, mienten. Éste le aconseja que se vaya a
su casa, pero lo hace de tal manera que, incluso, el lector se molesta por la
forma de decírselo. La verdad existe,
pero en la vida, como nos dijo don Quijote, en el capítulo XI, “se mezcla el
engaño y la malicia con la verdad y la llaneza”.
3. Desde
un punto de vista existencial. Es lo que realiza Casalduero en Sentido y forma del Quijote. Las
acciones del capítulo: en el balcón (presentación grotesca de don Quijote) y
sobremesa (visión picaresca que de Sancho se da en el Quijote apócrifo);
primera aparición de la cabeza encantada; paseo de don Quijote a caballo, sin
Sancho; sarao de las damas; cabeza encantada; paseo de don Quijote a pie con
Sancho. Son siete pasos, siete estaciones. Estamos viviendo la befa y el
sentimiento de la pasión.” Una línea similar de análisis es la que realiza Unamuno en Vida de don Quijote y Sancho: "!Pobre don Quijote, paseado por la ciudad con tu ecce homo a espaldas! Ya estás convertido en curiosidad ciudadana".
4. En la última parte del capítulo, Cervantes focaliza la narración en una imprenta. Nos presenta la tecnología de la información de su tiempo y cede el punto de vista al autor de un libro que se estaba imprimiendo. Al preguntarle don Quijote por el título, le contesta el autor que se llama Le bagatelle; le pregunta que si lo imprime por su cuenta o lo tiene vendido a algún editor, respondiendo el autor que lo produce por su cuenta, pues de esta manera piensa ganar "mil ducados". Don Quijote atisba el error en el que está el autor y le contesta !Bien está vuesa merced en la cuenta! El autor no entiende la ironía de la frase y afirma: "Yo no imprimo mis libros para alcanzar fama en el mundo...provecho quiero, que sin él no vale un cuatrín la buena fama". Este escena la elucida
4. En la última parte del capítulo, Cervantes focaliza la narración en una imprenta. Nos presenta la tecnología de la información de su tiempo y cede el punto de vista al autor de un libro que se estaba imprimiendo. Al preguntarle don Quijote por el título, le contesta el autor que se llama Le bagatelle; le pregunta que si lo imprime por su cuenta o lo tiene vendido a algún editor, respondiendo el autor que lo produce por su cuenta, pues de esta manera piensa ganar "mil ducados". Don Quijote atisba el error en el que está el autor y le contesta !Bien está vuesa merced en la cuenta! El autor no entiende la ironía de la frase y afirma: "Yo no imprimo mis libros para alcanzar fama en el mundo...provecho quiero, que sin él no vale un cuatrín la buena fama". Este escena la elucida
el catedrático de Filología Románica de la Universidad de Madrid Lucía Mejías en op.cit. Vol.II, diciendo que es "la historia literaria de cientos de escritores que se acercaron y convivieron en la corte literaria de los siglos XVI y XVII. Lo que hace singular a Miguel de Cervantes del resto de escritores de su tiempo es que a esta altura de su vida, los últimos años, el motivo que lo impulsa a escribir no es una mejora de su situación personal", pues Cervantes tenía su propio editor, Francisco de Robles, sino pensar en el futuro "en la segunda vida, que no es otra que la Fama"
No hay comentarios:
Publicar un comentario