viernes, 16 de septiembre de 2011

SEGUNDA PARTE. CAPÍTULO XIV. EL COMBATE DEL CABALLERO DEL BOSQUE, "QUE FUE A POR LANA Y VOLVIÓ TRASQUILADO"




El del Bosque hablaba con don Quijote, explicándole que su Casildea de Vandalia le había prometido entregársele si realizaba aventuras muy arriesgadas. Le cuenta bastantes de estos aventuras: vencer a la Giralda (la torre de la Catedral de Sevilla),  pesar los toros de Guisando (Figuras de piedra de origen paleolítico que se encuentran en Guisando (Avila) ) o bajar a la Sima de Cabra ( En esta sima, cerca de  Cabra (Córdoba) se creía que estaba una de las bocas del Infierno); pero la petición más relevante es la de ir por toda España y someter a todos los caballeros andantes. Se da por satisfecho porque venció a don Quijote de la Mancha y le hizo confesar lo que quería Casildea: ella era la más hermosa mujer de cuantas hoy viven. Por lo tanto, su honra y fama se ha transferido a su persona, como dicen estos versos:

Y tanto el vencedor es más honrado

cuanto más el vencido es reputado;”

Don Quijote lo puso en duda y le dijo que probablemente fuese otro que se le parecía. A continuación le pidió que le diese los datos de su vencido. Entonces le realizó una descripción exacta del vencido.  A continuación, el de la Triste Figura se identificó y le dijo que el vencido sería una mera copia suya realizada por los encantadores, pues asumiendo su conciencia dice: "Habéis de saber que ese don Quijote que decís es el mayor amigo que en este mundo tengo, y tanto, que podré decir que le tengo en lugar de mi misma persona"( Estos planteamientos de verse uno como otro para conocerse mejor se encontraban ya en Aristóteles en la Ética a Nicómaco) . Para probar su opinión le aseguró que la defendería luchando contra él. El del Bosque aceptó el desafío, contestando que  “Al buen pagador no le duelen prendas” ( Al que lleva razón no le importa comprometerse) y si antes lo venció, lo volvería a derrotar. Acordaron que combatirían al amanecer y que el vencido debía quedar a merced del vencedor y ejecutar todo lo que le ordenase.

Se fueron a donde estaban los escuderos, los despertaron y les ordenaron que prepararan los caballos para la “sangrienta y singular batalla”. Obedecieron los escuderos y mientras iban a prepararlos, el escudero del caballero del Bosque le planteó a Sancho la conveniencia de seguir la costumbre de los escuderos de los caballeros andantes: deberían de pelear entre ellos cuando se enfrentaban entre sí sus amos. Sancho rehusó tal enfrentamiento porque no tenía sentido. El del Bosque siguió insistiendo en que podían enfrentarse a talegazos, pero Sancho también lo rechazó, diciendo que no estaba bien que se enfrentara con quien había comido y bebido. Vuelve a insistir el del Bosque, diciéndole que para arrancarlo a pelear le daría tres o cuatro bofetadas. Sancho le contestó que si lo intentaba se llevaría unos cuantos garrotazos, pues “lo más acertado sería dejar dormir su cólera a cada uno, que no sabe nadie el alma de nadie(nadie conoce de verdad al prójimo), y tal suele venir por lana y vuelve trasquilado” ( a menudo las cosas salen al revés de lo que se esperaban).

Se hizo de día. Sancho vio el rostro del otro escudero. Destacaba por encima de todo su enorme nariz que imponía espanto. Quiso don Quijote verle la cara a su oponente, pero este le dijo que después del enfrentamiento, bien como vencido o vencedor se la vería. Se dispusieron  para el combate. Tomaron distancia. Cuando el Caballero del Bosque se aproximaba, detuvo su caballo al ver que don Quijote conversaba con Sancho. Creyó  don Quijote que el Caballero de los Espejos, pues venía vestido con una casaca y una armadura llena de pequeñas lunas resplandecientes, venía contra él, espoleó a Rocinante y se lanzó sobre su oponente. Cayó al suelo el del Bosque o de los Espejos,  quedando como muerto. Desmontó don Quijote y le quitó el yelmo (la pieza de la armadura que le cubre la cabeza). Descubrió, asombrado, que era el bachiller Sansón Carrasco. Llamó a Sancho y le dijo que contemplara lo que los hechiceros habían realizado. Llegó el escudero del Caballero de los Espejos con sus narices en la mano.  Le pidió que no matara a su amo, pues se trataba del bachiller Sansón Carrasco. Cuando Sancho lo vio  se dio cuenta de que era su vecino y compadre Tomé Cecial, que para cambiar de aspecto se había puesto unas narices de pasta y barniz.

Don Quijote obligó al de los Espejos a que confesara que Dulcinea aventajaba en belleza a Casildea de Vandalia, a que iría al Toboso y se pondría a disposición de Dulcinea. Confesado lo anterior, lo ayudaron a levantarse don Quijote y Tomé Cecial. Finalmente, el de los Espejos y su escudero se apartaron para sobreponerse del enfrentamiento. Don Quijote y Sancho se dirigieron a Zaragoza.

Comentario

1. El catedrático de Literatura Española de la Universidad de Texas. Eduardo Urbina, lee también este capítulo en clave de parodia burlesca por el desafío jocoso que le ha planteado a don Quijote el Caballero de los Espejos. Después de haberle planteado éste a don Quijote que por su amada Casildea de Vandalia ha realizado trabajos propios de Hércules y don Quijote quedar admirado por ello, considera el profesor Urbina que más que el encuentro y el combate es la reflexión que realiza don Quijote en trono a ese "otro" don Quijote que dice haber vencido el Caballero de los Espejos.
Don Quijote toma conciencia de sí mismo y le dice al de los espejos: "Habéis de saber que ese don Quijote que decís es el mayor amigo que en este mundo tengo, y tanto, que podré decir que le tengo en lugar de mi persona".
Resuelto el combate y vencido el de los Espejos, don Quijote, sabiendo que Dulcinea esta encantada, le exige al de los Espejos que regrese y le traiga noticias de ella. 
El tono paródico también se encuentra en el desafío del narigudo escudero del del Bosque ante el cual sentía Sancho auténtico escalofrío cuando le vio la cara. Sancho duda de que su vecino Tome Cecial no sea tal y quede engañado.

Varias lecturas podemos realizar de este capítulo: a) Para el hispanista y catedrático de la Universidad de California Avalle Arce, en Don Quijote como forma de vida,  este capítulo anticipa varios aspectos de la aventura de don Quijote en la cueva de Montesinos, que veremos más adelante el 22-24;  ambos caballeros descienden a las  respectivas simas ( Cabra/ cueva de Montesinos); ambos van en busca del conocimiento (lo que se encierra en Cabra/ fuentes en las lagunas de Ruidera y del Guadiana); y ambos vuelven con la información deseada:  “el que planta en la imaginativa de don Quijote un descenso a una sima es un bachiller”, y el que guía y ayuda al héroe en la cueva de Montesinos es un estudiante y humanista; ambos, este caballero-bachiller y el citado estudiante-guía, ensartan abundantes disparates, algunos de los cuales son comunes (Avalle –Arce);

b) Para el cervantista y catedrático de la Universidad de Nueva York Joaquín Casalduero, en Sentido y forma del Quijote la función del bachiller en la obra está relacionada con el encanto de Dulcinea. En este capítulo, en el que es vencido, lo reta bajo el argumento de la diferencia que hay entre Casildea de Vandalia y Dulcinea; en el LXIV, cuando lo venza bajo el nombre de La Blanca Luna, también lo desafiará bajo el pretexto de las diferencias que existen entre la belleza de su dama y Dulcinea. Las distintas relaciones temáticas que se van a ir estableciendo en el Quijote de 1615 son una manifestación de la racionalidad de la segunda parte. Entre estas relaciones cabe destacar la anteriormente destacada por Avalle Arce: el descenso a la sima de Cabra por el bachiller y la de don Quijote a la cueva de Montesinos.

Otro de los temas que aparecen en este capítulo es la valoración que podemos realizar de Sancho. Muchos se preguntan si esta actitud es de cobardía o de sensatez. La respuesta la tenemos ya en el análisis que hice en el capítulo anterior, sobre la fidelidad de Sancho. Tomé Cecial le pidió a Sancho que abandonara a don Quijote. Este le contestó, después de resaltar su bondad, que “le quiero como a las telas de mi corazón y no me amaño a dejarle”. Ahora le pide que peleen entre ellos como manifestación de la lealtad que profesan a sus amos en el cumplimiento de las órdenes de caballería. Sancho se niega. Este negarse a pelear no es una actitud de cobardía. Sancho no se siente encadenado a nadie. Es una prueba de su madurez y de su racionalidad. Tomé Cecial dice que deben pelear porque concibe la lealtad como un dominio o subordinación de él a su señor. Tiene que aguantar lo que la caballería ordena. Sancho se manifiesta como una persona libre, que actúa conforme a lo que su conciencia le dicta. Es un comportamiento atingente a la antropología de la sensatez.  Esta es la lección que nos da el escudero.








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