Iban en su conversación cuando divisaron a lo lejos treinta o cuarenta molinos de viento. Don Quijote, movido por la fama que buscaba, pronto los identificó con gigantes, "como los que tiene brazos de casi dos leguas" ( la legua equivale casi a cinco kilómetros) y se dispuso a enfrentarse a ellos. Sancho le advirtió de inmediato que aquellos no eran gigantes, sino molinos. Don Quijote lo tachó de miedoso. Con la rodela en una mano y la lanza en ristre (preparada para el ataque), arremetió contra ellos. Debido a que se levantó viento, las aspas se movieron y golpearon a don Quijote, cayendo al suelo, en tal estado que casi no se movía. Recriminado por Sancho, don Quijote contestó diciendo: Calla, amigo Sancho, que las cosas de la guerra más que otras están sujetas a continua mudanza” .
Levantándose como pudo, se dirigieron al Puerto Lápice. Iba don Quijote de medio lado sobre Rocinante y con muy mal aspecto por los golpes recibidos. La lanza se le había roto y le iba comentando a Sancho que cuando encontrase una buena encina se haría otra igual o mejor que la primera. Sancho sintió ganas de comer, don Quijote le dijo que lo hiciera, pues él no tenía hambre.
Aquella noche la pasaron entre unos árboles. Sancho, durmiendo a pierna suelta, como si el vino que había bebido fuese de Málaga (los vinos de Málaga eran muy apreciados). Don Quijote, haciéndose otra lanza y pensando "en su señora Dulcinea". A la mañana siguiente tampoco quiso desayunar, pues lo sustentaban los recuerdos de su señora. Le pidió a Sancho que si tenía que entrar en una nueva aventura, solamente le ayudase si se trataba de canalla y gente baja”; no, si eran caballeros andantes.
Estando en esta conversación aparecieron a lo lejos dos frailes subidos en sus mulas. Detrás de ellos venía un coche con cuatro o cinco hombres a caballo y dos mozos a pie. En el coche iba una señora vizcaína que se dirigía a Sevilla. Don Quijote confundió de inmediato a los frailes por encantadores que llevaban secuestrada una princesa. Siguiendo su propósito de deshacer entuertos se dispuso a atacarlos. Sancho le volvió a corregir al igual que en los molinos. Desistió de la advertencia de Sancho y tomando carrera envistió contra los frailes. Uno, al verlo venir, salió corriendo; el otro cayó al suelo. Sancho se dirigió al caído y quiso despojarlo del hábito y de sus pertenencias porque le pertenecían, según había acordado con Don Quijote. Los mozos al ver lo que Sancho hacía, se dirigieron a él, aprovechando que don Quijote se había ido hacia el coche. Golpearon sin compasión a Sancho. El fraile cuando pudo se levantó, se subió en su mula y rápidamente huyó, “haciéndose más cruces que si llevara el diablo a espaldas”.
Don Quijote se dirigió a la señora que iba en el coche, diciéndole que sus secuestradores estaban en el suelo; que él era el famoso don Quijote de la Mancha y que solamente le pedía que fuese al Toboso y le dijera a Dulcinea lo que había visto. Dado que no dejaba pasar el coche, un vizcaíno que acompañaba a la mujer, se dirigió a don Quijote, en una “mala lengua castellana y peor vizcaína”, amenazándolo si no los dejaba pasar. Don Quijote que oyó la amenaza se dirigió furiosamente contra el vizcaíno. Este, protegiéndose con una almohada blandió su espada contra don Quijote.
Comentario
Este
capítulo da pie a plantear algunas de las interpretaciones más importantes que
se han dado del Quijote. En concreto, la advertencia de Sancho a don Quijote,
diciéndole que “aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento”. Con este “parecer” se inicia la doble
perspectiva con la que don Quijote y Sancho ven la realidad. La teoría del
perspectivismo o puntos de vista diferentes con que las cosas se contemplan en
el libro, la desarrolló ampliamente Américo Castro en El pensamiento de Cervantes. Antes de referirme a Castro, considero
que hay que hacer referencia a Vicente de los Ríos que ya, en 1780, para el
prólogo de la edición de la Real Academia, en su Análisis del Quijote, planteó la tesis del doble punto de vista con
el que Cervantes realiza su obra: a) las visiones que don Quijote tiene de las
cosas: éstas están formadas por lo que su fantasía le dicta, moldeada por la
lectura de los libros de caballerías. Esta tesis de los dos puntos de vista: la confusión
de molinos con gigantes y la confusión de los frailes de la orden de San Benito con
encantadores, se ve cumplida en el capítulo; b) la que nosotros, lectores, tenemos al ver
la realidad como es: nuestra percepción está moldeada por nuestra fantasía o imaginación, b.1) la de percibir el modo de captar don Quijote las
cosas que le ocurren: “El lector siente un secreto placer en ver primero estos
objetos como son en sí, y contemplar después el extraordinario modo con que los percibe don Quijote. Este placer es una
de aquellas gracias privativas del Quijote, que no pueden tener las fábula
heroicas…, pues estos mismos hechos, mirados con la lente de la locura de este
héroe, le representan como un caballero valiente y afortunad, como sostiene el El cervantista y catedrático de la Universidad de Cambridge, Anthony Close, en Las interpretaciones
del Quijote, definiendo el punto de vista anterior, diciendo que “Lo que
Vicente de los Ríos realizó es un penetrante análisis de la dicotomía entre ilusión y realidad en que se funda la
novela”
Américo Castro, en El pensamiento
de Cervantes, defiende la tesis de que para Cervantes, no hay una forma
única de ver las cosas. La realidad es cambiante y los juicios de valor son
relativos. Sin embargo hay unas realidades morales cuya existencia es absoluta.
Este es el caso de la libertad amorosa. Cuando esta verdad absoluta se rompe
porque se ha producido un error o desacuerdo en su apreciación recíproca, se
produce una tragedia. Sobre esta base “de la desarmonía (error) y concordancia
o (atracción vital, sobre todo en el amor), discurren unos u otros personajes
cervantino”. “Cuando el error consiste en la falsa interpretación de una realidad
física (venta –castillo; molinos –gigantes…) sus resultados se sitúan siempre
en la gama de lo cómico”. Este es el
caso de las aventuras que encontramos en este capítulo.
Sobre
el principio del perspectivismo, con el sentido de que “no hay verdad inmutable”,
es decir, que “el mundo es engañoso y proteiforme”, analiza la catedrática de la Universidad de Burdeos, Dominique Breton, este capítulo en “Una lectura literal del
significante aventura”, defendiendo el perspectivismo en la obra.
A la
tesis de Américo Castro se opone el catedrático de la Universidad de Edimburgo, Alexander Parker, quien en El concepto de la verdad en el Quijote, defiende la tesis de la objetividad de la
verdad: “si la causa por la cual las acciones de los hombres se conforman con
la realidad o se oponen a ella la buscamos en el interés de los personajes
porque las cosas sean de un modo o de otro, la visión de la vida humana en el
Quijote se presta a un análisis que da a la novela un sentido preciso, válido
para cualquier época”. Por qué motivo falsea don Quijote la verdad, diciendo
que unos molinos son gigantes, se pregunta Parker. “Porque quiere lograr fama de héroe. Sus
lecturas le han enseñado que el heroísmo es algo extravagante y fantástico, es
decir, no han dado testimonio de la verdad”
Ya
en el título del capítulo podemos ver la ironía con que Cervantes lo enfoca:
“Del buen suceso”. Sus afán de notoriedad y fama lo llevan a identificar
molinos con gigantes. En la apacible y tranquila Mancha, Don Quijote busca una
vez más que el mundo recuerde sus famosas aventuras y para ello vemos su
extraño enfrentamiento con los molinos-gigantes y el grotesco resultado. La respuesta a Sancho sobre su osadía también
queda enmarcada por su ingenio: “Calla, amigo Sancho, que las cosas de la guerra más que otras están sujetas a continua mudanza”.
Todo cambia y nada permanece; tan pronto se encuentra uno abajo como arriba.
Esta parece ser una de las reflexiones morales de Cervantes.
El catedrático de la Universidad de Harvard, Claudio
Guillén califica este capítulo de muy importante por el abismo que supone la aventura de los molinos con respecto al resto de las aventuras del libro. A partir de aquí se van a originar las dos interpretaciones que estructuran la novela: a) una estructura de tres elementos: cada uno de los personajes nos va a decir lo que ve o entiende por real; b) el protagonista va a pasar a la acción ; c) se establece un diálogo final en el que cada uno comenta lo que ha ocurrido: la unión de ambas interpretaciones es lo que va a dar sentido a las distintas interpretaciones de la novela.
Para Cervantes, no hay miradas pasivas, sino consecuencias de las experiencias que tenemos y expectativas previas: las experiencias de don Quijote son los libros de caballerías; la de Sancho, la realidad con la que vive. "Don Quijote ha caído por el golpe, pero no ha decaído en su ánimo, puesto que inmutable, no reconoce su error"
buen análisis, me fue de gran ayuda.
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