Don Quijote
sentía la necesidad de salir del castillo de los duques porque estaba cansado
de encontrarse ocioso y porque consideraba que en el cielo le pedirían cuenta
por haber abandonado su misión: ayudar a los necesitados.
La duquesa
entregó a Sancho las cartas de su mujer. Lloró éste cuando vio cómo habían
cambiado las ilusiones de Teresa al verlo gobernador, convertidas ahora en la
frustración de tener que seguir con las aventuras de su señor don Quijote. No
obstante le quedaba la satisfacción de ver el buen comportamiento de su esposa
cuando le mandó bellotas a la duquesa. Esto no se podía interpretar como
soborno, sino como prueba de agradecimiento por el bien recibido; él había
obrado en conciencia y se resignaba de acuerdo con el refrán: “Desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo
ni gano” (hay que conformarse cuando no se saca provecho de determinadas
situaciones).
Al día
siguiente, se encontraban en la plaza para salir, don Quijote y Sancho, éste
con las alforjas bien provistas y, contento porque, a escondidas de don Quijote, el
mayordomo del duque le había entregado doscientos escudos de oro. De pronto, se
oyó la voz de Altisidora entonando un romance satírico burlesco en el que se quejaba de haber sido abandonada por don Quijote al igual que otras famosas mujeres como Olimpia, abandonada por su esposo Vireno y, la reina Dido, abandonada por Eneas; lo
calificaba de falso, monstruo y burlador que se llevaba lo más íntimo de sus
entrañas. Le deseaba que nunca Dulcinea fuera desencantada y lo acusaba de
haberle robado tres tocadores ( gorros de dormir) y unas
ligas.
La duquesa se
admiró del ingenio y desenvoltura de
Altisidora. El duque quiso reforzar la burla y lo retó a un duelo por ladrón si
no le devolvía a su doncella las prendas que le había quitado.
Don Quijote le
preguntó a Sancho por la verdad de lo que Altisidora dijo que le faltaba y éste
contestó que los tocadores sí los llevaba, pero las ligas, como “por los cerros de Úbeda” (prov. que se
dice del que va por camino equivocado. Se da a entender que lo que se dice no
es cierto). Rehusó don Quijote enfrentarse al duque, argumentando que jamás
había sido ladrón y que la doncella hablaba como enamorada, de lo cual él no
tenía la culpa. Se disculpó Altisidora de la acusación que le había hecho, pues las ligas
las llevaba puestas.
Hizo don Quijote
una reverencia a los duques y, cabalgando, seguido de Sancho, se dirigió a
Zaragoza.
Comentario
Se inicia el
capítulo contando el narrador cómo don Quijote no se sentía a gusto de estar
encerrado en el castillo de los duques porque su conciencia le decía que estaba
faltando a su principal misión: salir a los caminos y ayudar a los necesitados.
De esto tendría que dar cuenta al cielo y no lo podía soportar. De aquí se
deduce una crítica a los escrúpulos que la rígida interpretación religiosa
puede ocasionar en la conciencia de las personas
Por otra parte,
Sancho sentía la frustración que recibiría Teresa cuando se enterase que había
dejado de ser gobernador para seguir a don Quijote en sus aventuras. Al mismo
tiempo, refleja sus escrúpulos de conciencia, descartando el regalo de Teresa
como soborno a la duquesa por haberlo nombrado gobernador. Dice haber obrado de
acuerdo con la filosofía popular del refrán “Desnudo nací… y se descarga de
cualquier escrúpulo de conciencia.
El tercer
personaje, con voz propia en este capítulo es Altisidora. En su romance
satírico burlesco nos descubre los entresijos de su alma alicaída por el
abandono de don Quijote. Escenifica todo un cuadro de carnavalización
literaria, en el sentido de Bajtin, por su conducta desvergonzada, la comicidad
de las acusaciones –don Quijote le ha quitado las ligas y los gorros de dormir-y
la mezcla de la hilaridad con lo dramático de resistirse Sancho a desencantar a
Dulcinea.
También en este
proceso de carnavalización literaria entraría el sarcasmo del duque acusando a
don Quijote de ladrón, en una prueba más de lo que para estos personajes
suponía el caballero andante. Pretendían reírse y lo hacían a cualquier
precio.
La profesora Monique Joly, destacada estudiosa de la mujer en Cervantes, focaliza el comentario de este capítulo en la sabiduría y picante burla de Altisidora al compararse con la reina Dido y con Olimpia, abandonadas por sus respectivos maridos. La duquesa queda impresionada por la habilidad de Altisidora en manejar la burla verbal; la colaboración del duque en la burla al insistir en que se le devuelvan las ligas que, según Altisidora se lleva don Quijote.
Considera la profesora Joly que Preciosa, el personaje de la La gitanilla y Altisidora son casos aparte de las mujeres cervantinas: las dos comparten picardías y aunque son diferentes, "representan el punto extremo de la experiencia cervantina en torno al tema de la mujer, cuya desenvoltura no pasa de unos límites que ellas saben medir gracias a su discreción "
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