Del juzgado llevaron a Sancho al comedor de un palacio;
se sentó en la única silla que había en la mesa, llena de frutas y diversos
manjares; al lado de Sancho, de pie, había un médico que velaba por su salud. Unos pajes fueron trayendo ante Sancho variedades de platos: unas perdices sazonadas, unos conejos guisados, una olla podrida (cocido de varias clases de carne, legumbres y verduras). Todos fueron inasequibles para el gobernador porque el médico daba razones, que no convencían a Sancho, de retirarlos. Lo único
que le autorizó fueron unos barquillos finos y “unas tajadicas sutiles de
membrillo, que le asienten el estómago y le ayuden a la digestión”. No pudo
aguantar tanta impertinencia Sancho y mandó echar de la sala al doctor Pedro Recio de
Agüero, natural de Tirteafuera( provincia de Ciudad Real), llamado por Sancho Pedro Recio de Mal Agüero;
a continuación ordenó Sancho que le diesen de comer o se tomaran su gobierno, “que oficio que no da de comer a su dueño no
vale dos habas”.
Se marchaba Pedro Recio cuando apareció un correo con
una carta del duque. Éste le avisaba que tomase precauciones porque había
espías en la ínsula y se preparaba un ataque que tenía como objetivo acabar con
su vida También le decía que tuviese cuidado con la comida, pues podía estar
envenenada. Sancho se quedó perplejo. El maestresala le recomendó que no
comiera de aquellos platos porque los habían traído unas monjas y, como suele
decirse, “detrás de la cruz está el
diablo” (Detrás de lo que aparenta
ser bueno puede ocultarse algo malo). A Sancho no le convenció lo que dijo el
maestresala, contestándole que necesitaba comer, porque “tripas llevan corazón, que no corazón tripas” (Es una variante del
refrán “tripas llevan pies, que no pies a tripas (es necesario alimentarse para
tener buen ánimo)). Como estaba hambriento pidió que le trajeran pan y uvas. Lo
interrumpió en su comida un labrador que pedía audiencia. Se quejó Sancho de la falta de libertad y de descanso que tenían los gobernantes, pero decidió oír al labrador porque tenía aspecto de bonachón. El labrador empezó por decirle que estaba casado en paz y haz (tal y como mandan la ley y la costumbre) de la santa Iglesia Católica. Dando muchos rodeos
le presentó su problema: su hijo, un joven endemoniado y epiléptico se quería
casar con Clara Perlerina, una grotesca figura, auténtico esperpento de la fealdad y enferma de perlesía (enfermedad que conlleva algún tipo de parálisis). Le pedía
que intercediese ante su consuegro, una persona pudiente, para que permitiera el
casamiento. También solicitaba una pensión de seiscientos ducados para la dote
de su hijo.
Sancho, cogiendo la silla en la que estaba sentado,
amenazó con lanzársela a la cabeza si no se retiraba de su presencia.
Cide Hamete, después de decir refrán “ándese la paz en el corro”, (se aplica
a aquellas reuniones o corros en que hay disputas o riña) prometió que volvería
a contar cosas de la historia de don Quijote.
Comentario: Dos interpretaciones, entre otras, tiene este capítulo:
a) Una de las líneas poéticas más importante del
Renacimiento español fue la que practicó Fray Luis de León en la famosa oda a
la Vida Solitaria, inspirada en el tópico del Beatus ille Horaciano o “Dichoso aquel que lejos de los negocios”…
También en este capítulo, envuelto en el humorismo con que Cervantes quería que
se leyese su obra, encuentro una alusión a la intranquilidad que produce el
poder cuando no se puede disfrutar de los bienes materiales que conlleva.
Sancho fue recibido con todo el fausto propio del cargo
que ostentaba. Lo llevan a un “suntuoso palacio”, lo sientan en una mesa llena
de manjares y lo torturan presentándole exquisitas comidas que en vez de
satisfacer su apetito le aumentan el hambre.
La ironía cervantina se centra también en los médicos:
el doctor Pedro Recio de Agüero, natural de Tirteafuera, atormenta con su tratamiento a Sancho tanto, que lo despide llamándolo Pedro Recio de Mal Agüero.
La carta que recibe del Duque le sirve para aumentarle
las preocupaciones, pues se avecinan tiempos de guerra y, además, tiene que
tener cuidado con la comida, pues lo pueden envenenar. Cuando se ha decidido a
comer solamente pan y uvas, llega el labrador de Miguel Turra a explicarle su
problema y a pedirle dinero. Sancho, ni ha comido ni ha podido descansar.
Su experiencia de gobierno es negativa. El mito de que
el poder da la felicidad, ha caído destrozado. La oda de Fray Luis antes
mencionada, ya lo anunciaba: ¡Qué descansada vida / la del que huye del
mundanal rüido, / y sigue la escondida / senda por donde han ido / los pocos
sabios que en el mundo han sido; / que no le enturbie el pecho / de los
soberbios grandes el estado, / ni del dorado techo / se admira, fabricado / del
sabio moro, en jaspes sus tentado! //.
Una vez más, la ironía prismática de Cervantes le hace
vivir a Sancho la realidad del gobierno que muchos desconocen.
b) El tópico del mundo al revés, es decir, ver la realidad invertida cuando las personas no cumplen la función que la naturaleza o la sociedad les ha asignado, era ya patente en la Literatura de la época. Este hecho se reflejaba especialmente en las fiestas de carnaval. Desde este punto de vista analiza los capítulo de la ínsula, el catedrático de la Sorbona y especialista en el Quijote, Agustín Redondo en Tradición carnavalesca y creación literaria: del personaje de Sancho Panza al episodio de la ínsula Barataria en el Quijote. El autor defiende la tesis de que tanto don Quijote como Sancho representan dos figura que entroncan con la tradición del carnaval en España. Sancho, en la ínsula, respondería al tópico del mundo al revés: un personaje tosco es nombrado gobernador. En el palacio se le presentan abundantes manjares para satisfacer su voracidad, que se ve frustrada. "Lo que más le apetece es una olla podrida, plato sustancioso, típico de Carnestolendas".
"Hasta el famoso combate simbólico entre el Carnaval y la Cuaresma, representados por Sancho Panza y Pedro Recio, aparece muy a las claras desde el momento en que el gobernador se prepara a comer, lo que no puede hacer por impedírselo el doctor Pedro Recio de Agüero, natrural de Tierteafuera .
b) El tópico del mundo al revés, es decir, ver la realidad invertida cuando las personas no cumplen la función que la naturaleza o la sociedad les ha asignado, era ya patente en la Literatura de la época. Este hecho se reflejaba especialmente en las fiestas de carnaval. Desde este punto de vista analiza los capítulo de la ínsula, el catedrático de la Sorbona y especialista en el Quijote, Agustín Redondo en Tradición carnavalesca y creación literaria: del personaje de Sancho Panza al episodio de la ínsula Barataria en el Quijote. El autor defiende la tesis de que tanto don Quijote como Sancho representan dos figura que entroncan con la tradición del carnaval en España. Sancho, en la ínsula, respondería al tópico del mundo al revés: un personaje tosco es nombrado gobernador. En el palacio se le presentan abundantes manjares para satisfacer su voracidad, que se ve frustrada. "Lo que más le apetece es una olla podrida, plato sustancioso, típico de Carnestolendas".
"Hasta el famoso combate simbólico entre el Carnaval y la Cuaresma, representados por Sancho Panza y Pedro Recio, aparece muy a las claras desde el momento en que el gobernador se prepara a comer, lo que no puede hacer por impedírselo el doctor Pedro Recio de Agüero, natrural de Tierteafuera .
c) Desde otro punto de vista, podemos ver uno de los tipos de matrimonio ya en esa época: el labrador le dice a Sancho que está casado "en paz y en haz de la santa Iglesia Católica", es decir tal y como manda la Iglesia Católica.
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