La duquesa tramó con el duque
hacerles una burla famosa a don Quijote y a Sancho, tomando como referencia lo
que éste le había contado de la Cueva de Montesinos. Se asombraba la duquesa de
la ingenuidad de Sancho, pues había conseguido hacerle creer que Dulcinea
estaba encantada, cuando fue él mismo quien mintió a don Quijote. Durante seis
días prepararon a los criados para que los llevaran a una caza de montería, (caza mayor con ojeadores que espantan las presas hacia donde se apostan los cazadores), con
el mismo ornato que tuviera una caza real. Partieron don Quijote, armado sobre
Rocinante, Sancho, vestido de pardo verde (el verde era el color de los ojeadores), y los duques. Se encaminaron hacia
un bosque; la caza se inició con fuerte estruendo de ladridos y bocinas. La
duquesa, el duque y don Quijote se apearon y se dispusieron a esperar el
jabalí. Sancho se quedó detrás subido en
su rucio. Junto a él se dispuso una hilera de cazadores. Pronto se oyó un gran
ruido y la llegada de un fiero jabalí perseguido por los perros. Sancho, al verlo, sintió miedo y se subió a un
árbol, con tan mala suerte que se quebró la rama y se quedó colgado en el aire,
gritando desesperadamente.
Se acercó don Quijote y descolgó
a Sancho. Lo primero que notó fue que el traje de montería que le habían dado
se había roto. Fue a ver a la duquesa; le enseñó el traje y criticó la cacería.
A la crítica de Sancho contestó
el duque, diciendo que “La caza es una
imagen de la guerra: hay en ella estratagemas, astucias, insidias, para vencer
a su salvo ( sin peligro) al enemigo; padécense en ella fríos grandísimos y calores
intolerables; menoscábase el ocio y el sueño, corrobóranse las fuerzas,
agilítanse los miembros del que la usa, y, en resolución, es ejercicio que se
puede hacer sin perjuicio de nadie y con gusto de muchos”. A partir de las
anteriores razones, le recomienda a Sancho que cuando sea gobernador se ocupe
de la caza y “veréis como os vale un pan
por ciento” (Obtendréis muchos beneficios).
Sancho, insistiendo en su idea de
que el gobernante se debe dedicar al buen gobierno de sus estados, le respondió que el buen gobernador, la pierna quebrada y en casa (Sancho adapta a
sus circunstancias el refrán “La mujer
honrada, la pierna quebrada, y en casa” (Aconseja ser cauteloso, reservado y
honesto). La caza y los pasatiempos más
han de ser para los holgazanes que para los gobernadores. A lo anterior
replicó el duque, diciendo que ojalá fuera así, pues del dicho al hecho hay un gran trecho (Es más fácil hacer promesas
que cumplirlas). Volvió a tomar la palabra Sancho para ensartar una serie de
refranes con el propósito de decir que con la ayuda de Dios, gobernará bien: A buen pagador no le duelen prendas (Quien
tiene razón no le importa comprometerse); más
vale a quien Dios ayuda que a quien mucho madruga (Más vale más la suerte
que afanarse mucho en el trabajo; sin embargo); tripas llevan pies, que no pies a tripas (Es necesario alimentarse
para tener buen ánimo); ¡No, sino
póngame el dedo en la boca, y verán si aprieto o no! (No me pongan a
prueba). Don Quijote le censuró a Sancho su forma de hablar por utilizar tantos
refranes; la duquesa lo elogió.
Salieron de la tienda en la que
estaban, al bosque; de repente oyeron un gran estruendo de cornetas similar al
de ejércitos que se enfrentan en una guerra; una fuerte luz, provocada por los
fuegos, los cegaba. El duque y la duquesa se asustaron; don Quijote se
sorprendió y Sancho cayó desmayado en las faldas de la duquesa. Pasó un diablo correo,
a caballo, un tanto extraño, para ser diablo: Sancho se dio cuenta de que
juraba “en Dios y en mi conciencia”; le
dijo al duque que venía buscando a don Quijote, de parte de Montesinos, para
decirle que no se moviera de allí porque traía encantada a Dulcinea y le revelaría
el modo de desencantarla. Don Quijote decidió esperarla.
Pasaron tres carros tirados por
bueyes, guiado cada uno por un extraño personaje de los libros de caballerías, que decía ser sabio y
encantador. A continuación se oyó una suave
música, que Sancho tomó como buena señal; por esto le dijo a la duquesa:
Señora, donde hay música no puede haber
cosa mala. ( Según la creencia de que la música ahuyentaba a los demonios)
Comentario
Si el capítulo anterior se ha
contado desde la tranquilidad y reposo en el ambiente que envolvía a Sancho con
la duquesa, en éste asistimos al alboroto producido por los muchos criados que
acompañan a los duques en la caza de montería. Esto nos lleva a contextualizar
caracteres del mundo social del XVI y XVII. La figura del criado es antigua en
la Literatura Española: ya en el XV aparece en la Celestina; el Lazarillo es el
criado de un ciego. Como dice el hispanista y catedrático de la Sorbona Pierre Vilar, en El tiempo del "Quijote", “El español, incluso no siendo muy
rico se hace servir…Servir a un amo rinde tanto como ejercer un oficio y, ¡cuántos
oficios no son más que puros servicios… En el siglo XVI se produce un
desplazamiento importantísimo de población activa hacia el sector no productivo
que anuncia el parasitismo social y la decadencia”. Estos planteamientos de
Pierre Vilar se aprecian aquí: La caza de montería estaba organizada “con tanto
aparato de monteros y cazadores como pudiera llevar un rey coronado”. Sancho se
metió “entre la tropa de los monteros”. Cuando cazaron el jabalí lo llevaron, “como
en señal de victoriosos despojos, a unas grandes tiendas de campaña que en la
mitad del bosque estaban, donde hallaron las mesas en orden y la comida
aderezada, tan suntuosa y grande, que se echaba bien de ver en ella la grandeza
y magnificencia de quien la daba”. Lo anterior constata una vez más la tesis de
Vilar: “se ha creado un clima económico en el que el rico podía fácilmente ser
generoso, y en el que el pobre tenía más interés en vivir al azar que en
percibir un salario poco estimulante frente a los precios”.
Se habla a continuación del ocio
de los príncipes y los gobernadores. Sancho suelta una retahíla de refranes,
acomodándolos a sus circunstancias con el propósito de mostrarle al duque que
será un buen gobernador. Algunos están modificados, pues como dice el hispanista y profesor de la Universidad Central de Venezuela Ángel
Rosemblat en La lengua del Quijote, “Más
que el refrán, lo característico de Sancho, y lo que da una imagen pintoresca y
animada de su habla rústica, es la acumulación de refranes, la sarta o retahíla
de refranes con que Cervantes logra notables efectos cómicos”. En este caso Sancho conoce la gracia que su
forma de hablar le produce a la duquesa; ella así lo manifiesta: “de mí sé
decir que me dan más gusto que otros, aunque sean mejor traídos y con más sazón
acomodados”. Si el capítulo lo interpretamos desde el realismo filosófico,
Sancho sabía lo que se hacía: él quería ser gobernador y tenía que granjearse
las simpatías de los duques.
A Sancho no lo engañan cuando le
dicen que Montesinos en persona traerá a Dulcinea. El mismo narrador dice: “Renovose la admiración en todos …en Sancho, en ver que a despecho de la verdad querían
que estuviese encantada Dulcinea”. Sancho les sigue la corriente para no
separarse de su meta: conseguir la ínsula.
Torrente Ballester en El Quijote como juego y otros trabajos
críticos, también es de la opinión
de que a Sancho no lo engañan: “Da la impresión de hallarse al cabo de la
calle, de no creer una palabra de cuanto sucede y de tomar la broma a broma.
¿Hay, pues, que concluir que Sancho, como su amo, es un farsante excelente? ¿Que
se ha dado cuenta del juego y que sigue jugando cuando gana, pero no cuando hay
amenazas de pérdida? .
En este episodio volvemos a encontrar una nueva evocación de la estantigua (Procesión de fantasmas o fantasma que se ofrece a la vista por la noche, causando pavor o espanto), "cuando con ocasión de una cacería, después de haber matado un jabalí, empezando a anochecer, ven aparecer luces extrañas mientras se oye retumbar el sonido de varios instrumentos de guerra y el ruido de tropas a caballo que pasan por el bosque". Muñoz Machado,. op cit. pág. 478 .
El catedrático de Cambridge e hispanista importante Anthony J. Close, cuando comenta estos capítulos, disiente de la interpretaciones de frivolidad que se les ha dado a los duques, apoyándose en el juicio del eclesiástico: "tiene para sí ser tan locos los burladores como los burlados". Estos espectáculos teatrales: máscaras, comedias al aire libre, torneos... eran espectáculos muy propios del Renacimiento y del Barroco. Ellos le preparan un espectáculo a don Quijote para hacerle creer que le hacen un homenaje a un caballero famoso. Es importante el diálogo que mantienen el duque y Sancho sobre la importancia de la caza para el primero, ejemplo de manuales de cortesía de la época y las razones plebeyas de Sancho, que sirven de contrapunto. En definitiva, Cervantes se apoya en prácticas de la época y las expone como medidas para seguir leyendo la obra,
Excelente :)
ResponderEliminarGracias, contento de que te guste.
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