Don Quijote contestó al
Eclesiástico argumentándole que el respeto que le merecía el lugar en el que se
encontraban, así como la profesión que representaba, le ataban las manos, pero
especialmente “por saber que saben todos
que las armas de los togados son las mismas que las de la mujer, que son la
lengua, entraré con la mía en igual batalla con vuestra merced, de quien se
debería esperar antes buenos consejos que infames vituperios. Las
reprehensiones santas y bienintencionadas…piden: a lo menos, el haberme
reprendido en público y tan ásperamente ha pasado todos los límites de la buena
reprehensión, pues las primeras mejor asientan sobre la blandura que sobre la
aspereza, y no es bien que sin tener conocimiento del pecado que se reprehende llamar
al pecador, sin más ni más, mentecato y tonto”; después de insistir en que
no es bueno entrar en casas ajenas a imponer leyes de caballería, continúa
diciéndole que “unos van por el ancho
campo de la ambición soberbia, otros por el de la adulación servil y baja,
otros por el de la hipocresía engañosa, y algunos por el de la verdadera
religión; pero yo, inclinado de mis estrellas, voy por la angosta senda de la
caballería andante, por cuyo ejercicio desprecio la hacienda, pero no la honra…;
sostiene que como caballero andante se ha enamorado, pero no soy de los enamorados viciosos, sino de los platónicos continentes.
Mis intenciones siempre las enderezo a buenos fines, que son de hacer bien a
todos y mal a ninguno”.
Sancho apoyó el discurso de don
Quijote y se presentó al Eclesiástico como “soy
quien júntate a los buenos, y serás uno de ellos, y soy yo de aquellos “no con
quien naces, sino con quien paces” (en la vida influyen más las compañías
que el origen de cada uno), y de los quien
a buen árbol se arrima, buena sombra
le cobija”. El duque le prometió que
lo nombraría gobernador de una ínsula que tenía. Al oír esto el Eclesiástico
exclamó: “¡Mirad si no han de ser ellos
locos, pues los cuerdos canonizan (aprueban) sus locuras.” Y, lleno de cólera, abandonó la mesa.
El duque le manifestó su
conformidad a don Quijote y éste
continuó diciendo que “Las mujeres, los
niños y los Eclesiásticos, como no pueden defenderse, aunque sean ofendidos, no
pueden ser afrentados. Porque entre el agravio y la afrenta hay esta
diferencia…la afrenta viene de quien la puede hacer, y la hace, y la sustenta;
el agravio puede venir de cualquier parte, sin que afrente. Intervino
Sancho para comentar lo mal que le hubiera ido al Eclesiástico con Amadís.
Se reía la duquesa de las
palabras de Sancho cuando, después de la comida, entraron cuatro doncellas con
aguamaniles (jarros para el lavado de las manos) y toallas y, sin más, procedieron a lavarle y enjabonarle las
barbas a don Quijote; la doncella barbera fingió que se le había acabado el
agua y dejó al caballero lleno de espuma, en el más deplorable ridículo. Con el
fin de que don Quijote no notase la burla, también pidió el duque que se las
lavaran; Sancho le comentó a la duquesa que el espectáculo de lavar las barbas
que había contemplado, no lo había visto en otro lugar, pero “por eso es bueno vivir mucho, por ver
mucho, aunque también dicen que “el que larga viva vive mucho mal ha de pasar”;
contagiado, también pidió que se las lavasen; pero antes
se marchó con el maestresala a comer.
La duquesa le pidió a don Quijote
que le describiese la hermosura de Dulcinea, éste le contestó que sería
necesario acudir a grandes artistas para explicarla. Pero ahora está encantada,
transformada de princesa en labradora, de olorosa en pestilente villana, por
los malos deseos de sus enemigos los encantadores; todo esto le hace sufrir,
pues “quitarle a un caballero andante su
dama es quitarle los ojos con que mira y el sol con que se alumbra y el
sustento con que se mantiene”. La duquesa le comentó que de la lectura que
había hecho del libro de don Quijote no se podía deducir que existiera
Dulcinea, sino que era fruto de su imaginación. Don Quijote respondió de una
manera misteriosa: “Dios sabe si hay Dulcinea o no en el mundo, o si es
fantástica o no fantástica; y éstas no son de las cosas cuya averiguación se ha
de llevar hasta el cabo”. Para que los duques conocieran las cualidades de
Sancho, realizó un breve bosquejo del mismo; como lo había tratado de algo
simple, añadió que dándole buenos consejos
sería un buen gobernante, pues “por
muchas experiencias sabemos que no es menester ni mucha habilidad ni muchas
letras para ser uno gobernador, pues hay por ahí ciento que apenas saben leer,
y gobiernan como unos gerifaltes ( gerifalte es animal de gran tamaño, pero en lenguaje de germanía significa ladrón) ; el toque está en que tengan buena intención y
deseen acertar en todo, que nunca les faltará quien les aconseje y encamine en
lo que han de hacer…Aconsejaríale yo que ni tome cohecho ni pierda derecho (que
ni acepte sobornos, ni renuncie a los que le corresponda por derecho).
Después de lo anterior se oyó un
gran ruido de voces que se aproximaban a donde ellos se encontraban. Se trataba
de Sancho que venía huyendo de los marmitones de la cocina. Le querían lavar
las barbas con agua de lejía. Sancho argumentaba que “estas cirimonias y jabonaduras
más parecen burlas que gasajos de huéspedes”. La duquesa le dio la razón y
criticó a los “ministros de la limpieza” por ser tan atrevidos y querer lavarle
las barbas a Sancho sin utilizar los objetos adecuados. Los criados se
retiraron y Sancho, poniéndose de rodillas ante la duquesa, le dio las gracias
con mucha cortesía.
Todos se retiraron a reposar;
Sancho renunció a las cuatro o cinco horas de siesta y se quedó a conversar con
la duquesa porque ésta se lo había pedido.
Comentario
Se inicia este capítulo con la
respuesta de don Quijote al Eclesiástico. El escritor y profesor Torrente Ballester cuando comenta la
réplica de don Quijote dice que “es una de las mejores piezas oratorias de la
novela; es tan eficaz y tan rápida, que desaloja al enemigo, lo echa fuera de
la ficción, libra al lector y se libra de él”.
Don Quijote le contesta con gran
cordura, reprochándole que le hubiera reprendido en público, para añadirle a
continuación que la persona que se encarga de la educación en la casa de los
duques, debe conocer la realidad social. Explica las diferencias entre afrenta
y agravio, que vienen dadas por el valor que tienen las acciones, en función de
quien las realiza. Termina su discurso,
en la línea del amor cortés (el amor es fuente de bondad y virtud) y, como
sostiene el catedrático Avalle Arce, “El enamorado don Quijote centra toda su vida en la
práctica asidua de la virtud, y con esta declaración cierra su elocuente
respuesta al eclesiástico de los duques: “Mis intenciones siempre las enderezo
a buenos fines, que son de hacer bien a todos y mal a ninguno”. Una vez que el
duque le ha dicho a Sancho que lo nombrará gobernador, el Eclesiástico se va
con su célebre despedida: “!Mirad si no han de ser ellos locos, pues los
cuerdos canonizan sus locuras!. El Eclesiástico busca la verdad; no está de
acuerdo con el marco de burlas que les preparan y se marcha. Un análisis del
Quijote desde el punto de vista de la filosofía realista valoraría bien el
comportamiento del cura: no desea participar de la diversión de los duques.
Una vez que el Eclesiástico se
retira, se inician los diálogos de don Quijote con los duques, cuyo elementos
son la burla de las doncellas por la jabonadura que le dan a don Quijote; la
que los pícaros le pretenden dar a Sancho, la existencia del ideal en la vida,
reflejado en la existencia de Dulcinea y, por último, el anuncio de los
consejos de don Quijote y la censura a los gobernantes.
Las jabonaduras, tanto la de don
Quijote como la que le quieren dar a Sancho, se inscriben en las burlas que la
sociedad realiza del Caballero andante y de su escudero: (Interpretación de D.
Eisenberg). Importancia mayor tienen los diálogos que sobre la existencia de
Dulcinea, realizan la duquesa y don Quijote. Entre las interpretaciones que se
le dan a estos diálogos, destaco dos:
a) La
de Avalle Arce. Los sitúa dentro de la tradición caballeresca, en concreto en
la que Amadís tiene de Oriana; los dos se humillan voluntariamente ante la
señora de sus pensamientos; su ausencia causa un dolor mortal; tanto Oriana
como Dulcinea son un cúmulo de perfecciones. Cuando la duquesa duda de la existencia
de Dulcinea. Don Quijote contesta “que la contempla como conviene que sea una
dama que contenga en sí las partes que puedan hacerla famosa en todas las del
mundo, como son: hermosura sin tacha, grave sin soberbia…”.
b) La
del profesor Casalduero. “Los ideales no los crea el hombre: “Ni yo engendré ni parí a mi
señora”. El ideal existe de por sí, con experiencia propia; el hombre al
inventarlo no hace nada más que descubrirlo. Cuando lo inventa, lo descubre de
la tierra; esto es, le da realidad. De aquí que afirme: “Dios sabe si hay
Dulcinea o no en el mundo, o si es fantástica o no es fantástica; y éstas no
son de las cosas cuya averiguación se ha de llevar a cabo”.
El diálogo
termina hablando don Quijote de Sancho del que dice que “duda de todo y créelo
todo”. Con esto entiendo que nos presenta la figura del buen gobernante como
más adelante veremos; anuncia sus consejos y critica a los gobernadores.
Perseguido Sancho por los marmitones de la cocina, queda emplazado para el
diálogo que mantendrá con la duquesa.
El catedrático de la Universidad de París y especialista en Cervantes, Canavaggio, comenta este episodio, poniendo el acento en las siguientes partes del capítulo: a) la defensa que don Quijote hace de su profesión frente a las afirmaciones del capellán; b) la locura de Sancho cuando sale en defensa de don Quijote y dice defender lo de su amo, expuesta en los siguientes refranes: "júntate a los buenos y serás uno de ellos"; " no con quien naces, sino con quien paces". Tal locura dice Canavaggio se asienta en la locura erasmista. Con ella empezamos a ver el mundo al revés por las locuras del palacio: "estoy por decir que es tan sandio Vuestra Excelencia como estos pecadores, pues lo cuerdos canonizan las locuras". c) La idealización que don Quijote hace de Dulcinea en la descripción que le hace a la duquesa, Pues después de haberle dicho que Dulcinea había sido encantada por un maligno encantador, él la percibía como se la había descrito. d) las burlas a don Quijote y especialmente a Sancho cuando le quieren lavar las barbas y las manos con lejía.
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