Sigue diciéndonos Benengeli en la segunda parte y tercera salida de don Quijote que el cura y el barbero llevaban sin verlo un mes, pero no por eso dejaban de interesarse por él, pues con frecuencia les preguntaban al ama y a la sobrina por la salud de don Quijote- Dado que ellas les decían que les parecía que estaba curado, fueron a verlo, procurando no hablarle de nada que se refiera a la caballería andante.
Encontraron a don Quijote sentado en la cama, vestido con una almilla verde (jubón o vestido, que va desde los hombros a la cintura y muy ajustado al cuerpo) y un bonete colorado.(gorro, generalmente de lana) Tan delgado que parecía amojamado (muy delgado) Le preguntaron por su salud y contestó con discreción. También la mantuvo cuando en la conversación sacaron el tema de la “razón de estado” y modos de gobierno. Con ironía nos dice Cervantes "cada uno de los tres hacían un nuevo legislador, un Licurgo moderno o un Solón flamante -modelos de buen gobernante-y de tal manera renovaron la república, que no pareció sino que la habían puesto en una fragua y sacado otra de la que pusieron"
En la conversación, el cura sacó el tema político, en concreto que el Rey tenía que volver a enfrentarse con los turcos. Cuando esto lo oyó don Quijote aseguró que él podría sugerirle a su Majestad cómo resolver la situación. Tanto el cura como el barbero pensaron que don Quijote volvería a dar muestras de su locura. El barbero quiso saber los arbitrios o consejos que don Quijote le daría al Rey. Después de prometerle que lo que dijera no saldría de aquella habitación para que otros no se llevaran el mérito, dijo don Quijote que la solución estaba en reunir unos cuantos caballeros andantes. Ellos habían dado prueba de que uno solo era capaz de enfrentarse a un ejército de doscientos mil hombres.
El ama y la sobrina manifestaron ante ellos, que don Quijote deseaba regresar a la caballería andante, a lo cual replicó él que “Caballero andante he de ser hasta morir…y digo que Dios me entiende”. A propósito de lo anterior contó el barbero el siguiente cuento:
En un manicomio de Sevilla, había un loco, licenciado en cánones (derecho canónico) por Osuna (Universidad menor con poco prestigio), que escribió reiteradas cartas al arzobispo, diciéndole que se encontraba curado. Si permanecía en el manicomio era porque tenían interés sus familiares de que permaneciera allí para poder heredar su hacienda. Con este mismo propósito le daban dinero al rector del manicomio. El arzobispo mandó un capellán para que se interesara por el caso. Cuando se lo dijo al rector, éste contestó que el tal graduado estaba loco. Quiso el cura comprobarlo; mantuvo una correcta conversación con él y mandó que lo pusiesen en libertad. Cuando se vistió de cuerdo y se desnudó de loco ( los locos llevaban un camisón largo )y fue a despedirse de los otros locos, les habló con mucha cordura, diciéndoles que tuviesen confianza en Dios, que lo mismo que a él lo había curado los curaría a ellos; a uno de ellos lo animó con las siguientes palabras: “Todas nuestras locuras proceden de tener los estómagos vacíos y los celebros llenos de aire. Esfuércese, esfuércese, que el descaecimiento en los infortunios apoca la salud y acarrea la muerte”. Cuando esto oyó uno de los que allí estaban contestó que si a ese lo sacaban, él, que era Júpiter, castigaría a la ciudad con tres años de sequía. A esto, el graduado, cogiendo al capellán de la mano le dijo que no se preocupara, que él, que era Neptuno, llovería tanto como quisiese. Oído lo anterior, y bastante avergonzado, el capellán contestó que en otra ocasión volvería a por él.
Don Quijote se dio por aludido y, enfadado por haber sido mal interpretado, se dirigió al barbero como ¡Ah, señor rapista, señor rapista! (señor barbero, con matiz despectivo (de rapar)) “ Y cuán ciego es aquel que no ve por tela de cedazo! (aquel que no percibe lo evidente) ¿es posible que vuestra merced no sabe que las comparaciones que se hacen de ingenio a ingenio, de valor a valor, de hermosura a hermosura y de linaje a linaje son siempre odiosas y mal recibidas?. Después de decir que no se las daba de inteligente, consideraba que hoy en día no hay caballeros andantes como los de antes, continúa diciendo que “ahora ya triunfa la pereza de la diligencia, la ociosidad del trabajo, el vicio de la virtud, la arrogancia de la valentía y la teórica de la práctica de las armas, que sólo vivieron y resplandecieron en las edades del oro y de los andantes caballeros". Enumeró las virtudes de Amadís de Gaula, Palmerín de Inglaterra, Felixmarte de Hircania, Roldán y otros; añadiendo que si el Rey se sirviera de caballeros como estos, se ahorraría muchos gastos en las guerras.
Después de disculparse el barbero y aceptarlo don Quijote, dijo el cura que tenía cierto escrúpulo que le roía la conciencia, después de lo que había oído. A esto contestó don Quijote que “puede decir su escrúpulo, porque no es de gusto andar con la conciencia escrupulosa”.
El cura expuso su escrúpulo, diciendo que toda la caterva de caballeros andantes que don Quijote había citado, no eran personajes de carne y hueso. Replicó de inmediato don Quijote, diciendo que a muchos los conocía personalmente. Ante esta afirmación, le pregunta el barbero por el gigante Morgante (Protagonista de un poema del siglo XV). Contesta don Quijote que "en esto de los gigantes hay diferentes opiniones si los ha habido o no, pero la Santa Escritura, que no puede faltar un átomo en la verdad, nos muestra que los hubo", cita el caso del gigante Golías; sin embargo no puede decir con certidumbre cuál pudiera ser el tamaño del gigante Morgante.
Terminó haciendo unas observaciones literarias sobre Angélica la Bella, su desdeño a Roldán, y su entrega al paje Medoro.
Comentario
En la segunda parte se mantiene el mismo artificio narrativo que en la primera. Comienza el narrador aludiendo a Cide Hamete Benengeli, autor del manuscrito que Cervantes encontró en El Alcaná de Toledo, como nos dijo en el capítulo IX de la primera parte. Este manuscrito se lo tradujo del árabe al castellano un morisco aljamiado. Cervantes, utilizando un narrador omnisciente, se lo entrega al lector; sin embargo si la primera parte se iniciaba en el espacio manchego: "En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme", en esta parte domina el tiempo, como muy bien dice el catedrático de Filología de la Universidad de Madrid, Lucía Mejías en su obra La plenitud de Cervantes. La crítica se ha preguntado por el comienzo de la segunda parte, publicada en 1615. Según nos cuenta en este primer capítulo, la nueva narración se inicia un mes después de la vuelta de don Quijote a su casa; ahora bien, cuál es la razón de que tarde diez años en terminarla?. El cervantista Astrana Marín, en el comienzo del tomo VI de la biografía de Cervantes, tomando como referencia lo que se dice en el capítulo III de las impresiones en Amberes, da la fecha de 1607. Lo que la crítica literaria dice, y en especial Lucía Mejía, es que Cervantes, en esta última parte de su vida tenia un proyecto literario: publicar varias obras: Novelas ejemplares, El Viaje del Parnaso, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, etc. Ante estos hechos Cervantes suspendió la escritura de la segunda parte del Quijote, pero "su editor Francisco de Robles, le apremiaba a Cervantes para que le entregara lo antes posible continuaciones de las aventuras quijotescas". Lucía Mejía. op. cit. Nunca se sabrá cuándo comenzó a escribir Cervantes la segunda parte del Quijote"
En este capítulo I encontramos dos aspectos importantes que conviene destacar para entenderlo mejor. El primero se refiere al tema de la conversación que el cura y el barbero le sacan a don Quijote. Es un tema de gobernanza: la razón de estado o gobierno, es decir, el conjunto de reglas y preceptos políticos para mantenerse en el poder.
Generalmente, cuando se viven situaciones de crisis financieras, manifestadas en subidas de impuestos, guerras, aumento de precios…etc., el tema de los arbitrios era frecuente que se sacara en las conversaciones . "Estos presuntos remedios más o menos fantásticos para los problemas económicos o políticos de la monarquía española, florecieron sobre todo en el siglo XVII, y Cervantes se contó entre los primeros en satirizarlos literariamente. En el Coloquio de los perros, un arbitrista propone que todos ayunen "una vez al mes a pan y agua" y el el dinero "se dé a su majestad". Rico, op. cit. Cervantes se burla de estos arbitristas que dan soluciones, diciendo que pusieron la república en una fragua para sacar otra nueva"
Generalmente, cuando se viven situaciones de crisis financieras, manifestadas en subidas de impuestos, guerras, aumento de precios…etc., el tema de los arbitrios era frecuente que se sacara en las conversaciones . "Estos presuntos remedios más o menos fantásticos para los problemas económicos o políticos de la monarquía española, florecieron sobre todo en el siglo XVII, y Cervantes se contó entre los primeros en satirizarlos literariamente. En el Coloquio de los perros, un arbitrista propone que todos ayunen "una vez al mes a pan y agua" y el el dinero "se dé a su majestad". Rico, op. cit. Cervantes se burla de estos arbitristas que dan soluciones, diciendo que pusieron la república en una fragua para sacar otra nueva"
España, según el historiador y catedrático de la Sorbona Pierre Villar, en El Tiempo del Quijote, vivió la gran crisis decisiva del poderío español y la primera gran crisis de duda de los españoles; no hay que olvidar que las dos partes del Quijote son de 1605 y 1615.
Felipe II heredó de su padre una deuda de más de 20 millones de ducados y, la que dejó a su sucesor, parece que fue superior a los 100 millones de ducados. Tanto es así que en 1557 España realizó la primera suspensión de pagos; otras, según el economista y catedrático de la Universidad de Chicago Hamilton fueron en 1575, 1596, 1607 y 1647. Entró mucho dinero de las Indias, pero tal y como entraba se gastaba en guerras y mala administración. Se subieron mucho los impuestos. Algunos de estos impuestos directos como las alcabalas suponían en torno a un 10% de todas las ventas que se realizaban. Según el catedrático de historia de la Universidad de Liverpool, John Lynch, en Monarquía e Imperio, en 1584, las familias segovianas pagaban seis veces más que en 1561. La subida de precios fue espectacular: el trigo andaluz pasa de los 430 maravedís por fanega en 1595 a 1.401 en 1598. No es de extrañar que con hechos económicos de este tipo abundaran en las conversaciones los temas de gobierno. En esta misma línea de pensamiento económico hay que destacar, siguiendo a Lynch, que Felipe II recibía consejos de todas partes sobre cómo poner orden en la economía. Don Quijote, según le dice al cura también quiere colaborar con sus arbitrios o consejos al Rey. Este se debería hacer con un grupo de caballeros andantes como Amadís, Palmerín y Roldán. “…de éstos…quisiera yo que fueran los de mi arbitrio, que, a serlo, su Majestad se hallara bien servido y ahorrara de mucho gasto”. Como vemos, después del reposo, don Quijote no se ha curado y sigue viviendo anclado en su alienación.
Otro de los temas que aparece en este capítulo es el de los gigantes. "Estos estaban presentes en los libros de caballerías...en estos libros el gigante aparece como un motivo general de deformidad física, en el que también se incluyen enanos, jorobados, tuertos y pretenden introducir comicidad" Muñoz Machado. Cervantes, págs 320-322. Sobre la "Razón de Estado", véase este mismo autor, pág,. 398- 404
Hemos visto que en este capítulo, que el tema de la locura aparece de nuevo en los consejos de don Quijote y en los cuentos que narra el barbero. Como ya dije en varios comentarios anteriores, Cervantes tuvo como referencia el libro del médico de Baza, Huarte de San Juan, Examen de ingenios. El médico Rafael Salillas, en el centenario de 1905, citando al historiador de la ciencia, José Luis Peset, en Melancólicos e inocentes, señala el origen de don Quijote en Huarte: “ Las almas se tienen que acomodar a los temperamentos, ya no son libres, como explicará Descartes al insistir en su imperfección al asentarse en el cuerpo”. Lo anterior es lo que actualmente se entiende por determinismo de base genética, tal y como se suele explicar gran parte de las enfermedades mentales.
Unamuno, cuando interpreta este capítulo, lo hace sobre la base de la respuesta de don Quijote al barbero: “!Ah, señor rapista, señor rapista, y cuán ciego es aquel que no ve por tela de cedazo”. es decir, que no percibe lo evidente (F. Rico. op.cit. pag. 555) Muchos son los ciegos en estos tiempos que corren.
El cervantista y catedrático de Estudios Hispánicos de la Universidad de Edimburgo, Edward C. Riley comenta este capítulo, señalando en primer lugar la importancia que en la segunda parte cobra el narrador Benengeli. Este capítulo se centra en la duda que el cura y el barbero tienen de la salud mental de don Quijote.
Lo que caracteriza formalmente este capítulo y los seis siguientes va a ser el diálogo, un ritmo más pausado y un don Quijote con un trato social más normal.
Se estructura este capítulo, dando cuenta de las conversaciones que eran corrientes en la época: el gobierno del estado. Para probar el estado de don Quijote, el cura saca el tema del ataque de la armada turca, Don Quijote, revela su plan para hacerles frente: traer a los caballeros andantes que hay en el reino. Este plan es el que propondría al Emperador. Esto demuestra que su locura sigue intacta y al mismo tiempo, vemos la crítica que Cervantes realiza a los arbitristas que tanto abundaban en este período. Ellos están tan locos como don Quijote. Los cuentecillos sobre los locos, los relaciona el profesor Riley con la anécdota que puso Cervantes en el prólogo, dirigida a Avellaneda,
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